MACARIO. Si pensamos que no tenemos, nos falta mucho; si pensamos que tenemos, nos sobra todo.


Después de ver Macario no puedo evitar pensar en la cinta El Mártir del Calvario (Dir. Moyrata Martínez, 1952) tanto por su temática religiosa como por el tratamiento de la sanación por parte de un sujeto que buscó tener algo para sí mismo y encontró algo más. Esta película, dirigida por Robert Gavaldón, trae para nosotros algunos de los eventos vividos por el indígena Macario (interpretado por Ignacio López Tarso), quien tras un tiempo de alimentar a una familia, decide buscar algo para sí y motivado por el hambre comienza una etapa de egoísmo, recibe un gesto de gratitud y, dispuesto a aceptarlo, la intervención divina toma lugar y la película dirige sus pretensiones hacia una fábula onírica y, eso sí, bastante alegórica -además de surrealista-. 

Debo comentar que se trata de la adaptación fílmica de la novela escrita por B. Traven, que no he leído, pero de la que tengo entendido se extraen parábolas importantes que la cinta recoge de una manera esencial. Macario se ambienta en la época del virreinato, de manera particular en la Nueva España del siglo XVIII, y en pleno inicio de noviembre, por el Día de Muertos

La escena en el bosque la estimo como lo más representativo en cuanto a moralejas, enseñanzas y fábulas. Elige la figura retórica que desees, el punto es el mismo: la película juega con los conceptos religiosos de vida, muerte y deseo. Primero, Macario se ve tentado por el Diablo mediante el ofrecimiento de riquezas y materialidades que, desde la perspectiva de Macario, no tienen valor alguno. Después se le presenta Dios, pidiéndole un poco de su guajolote y ahí, quizá desde la más básica moralidad, uno piense que Macario emplea lo que hoy se conoce como "humor políticamente incorrecto", donde la honestidad sobrepasa las fronteras de la prudencia para convertirse en ingratitud. Tenemos en cuenta que se trata de la cosmovisión de un indígena, que diariamente debe velar por el bienestar de sus seres queridos, una situación que a nadie le es indiferente, sino muy cercana y realista. Así, pensar en la empatía con el personaje es prácticamente un hecho; nos permite reflexionar qué haríamos nosotros en su lugar. Al final se le aparece la muerte, ofreciéndole un obsequio a cambio de la extraña -y quizá dudosa- atención que Macario tiene con él. 


¿Por qué ofrecerle a la Muerte lo que al Diablo o a Dios no le quiso dar? ¿Miedo? ¿Reconocimiento de su finitud? ¿Respeto? Puede que las razones sean otras, o quizá se encuentren en las imprecaciones que le dio uno de sus compañeros con el ejemplo del árbol que crece. La idea de que somos perennes y no eternos nos consume, a Macario lo trauma y decidió hacer algo al respecto. 

Macario es al final una cinta muy humana, que me remite profundamente a la cinta ya señalada sobre la juventud de Cristo, y por lo mismo su tratamiento y moralejas convergen para mí en el objetivo de enseñarnos a dar, aun si nos quedamos sin nada físico, cuando nuestra ganancia es espiritual, emocional, empática. La cinta no se olvida de hacer críticas al miedo del hombre a lo desconocido, una breve pincelada a la entonces división entre ciencia y religión, conocimiento y creencia, miedo, perjuicio y riesgo ante lo desconocido. Y es que siempre habrá un Poncio reacio a aceptar lo incomprensible, aun hoy día sufrimos situaciones similares, ¿cuándo cambiaremos y aceptaremos aquello que no comprendemos a primera vista? Buena película, buena enseñanza y buen protagonista. 

2 comentarios:

  1. Me encanta esta pelicula es de las mejores que he visto en mi vida una joya de la cinematografía mexicana dedicada al Día de Muertos.

    Abarca temas muy profundos de la naturaleza humana, sobre la ambición, el miedo a la muerte y principalmente la fascinación a lo místico, haciéndonos reflexionar y cuestionar sobre la vida y la existencia del hombre.

    Macario es un hombre que da todo por su familia, incluso dejar de comer por estos, hasta que un día se come un pavo estando lejos en el bosque, donde se encuentra con tres personajes, el diablo, dios y la muerte. Debido al sentido de justicia de Macario, solo comparte su comida con la muerte y gracias a esto, ella le otorga el poder de la sanación.

    Es tan profunda la historia que estuvo nominada al Oscar inclusive para mejor película extranjera.
    En lo que a escenografía y vestuario se refiere, ¨Macario¨ es muy preciso, se sitúa en una época histórica pretérita de forma infalible.

    -Televisando SQ

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  2. Tenemos ante nosotros una cinta que cuenta con la osadía de ser la primera mexicana nominada al Oscar para Mejor Película Extranjera. Y perdió por una competencia feroz contra el todopoderoso de Bergman porque ¿quién le gana a Ingmar Bergman? Esta proeza la repitieron sólo tres películas más (Ánimas Trujano, 1961; Amores Perros, 2000; El Crímen del Padre Amaro, 2002) y ninguna se ha hecho con el galardón.
    La fábula moderna de Macario se basa en el relato breve (50 páginas) de Bruno Traven. La adaptación es bastante fiel, siendo el cuento más dócil y amable con los personajes en el contexto de su historia casi como con las narraciones trágicas de Andersen, de hecho me recordó bastante al cuento de La Pequeña Cerillera del autor danés. Pero la película de Gavaldón se toma la libertad de incluir tensiones socio-políticas con resonancia moderna y de origen colonial a modo de denuncia. Denuncia hacia la corrupción de los dones y las destrezas siempre en pos del enriquecimiento, sin ética y siempre alevoso sobre la vulnerabilidad del paciente (ejem. Hospitales Privados). Denuncia hacia la codiciosa iglesia haciéndose de la vista gorda ante lo irregular: en tanto su bolsillo no adelgace no hay pecado que sancionar. Denuncia a los acaudalados inquisidores que celan el éxito del humilde y busca oprimirlo en una consciencia de a que no pueda escapar ni revelarse.

    En ambos medios la condición de pobreza del protagonista es el detonante de la historia y ese anhelo de una cena completa que persigue al pobre leñador en la duda de lo correcto entre el deseo y el deber. Galvaldón se encarga de acentuar la pobreza de Macario y su familia así como la desesperación de su mujer, abnegada y devota, por complacer el bienestar de su esposo. Resulta brutal el retrato de esa frustración de los personajes en dos escenas: el sueño de Macario titiritero que en un macabro acto de poder se hace de una merecida con toda su familia sólo para perder en control sobre sus niños y la oportunidad de su merecido bocado. La segunda escena es la llegada de Felipa (Pina Pellicer) a su morada buscando frenéticamente de un escondite para ocultar el pavo de sus hijos —un reflejo del yugo que resulta la prole ante la más austera mendicidad—.

    Más allá de lo religioso veo la triada de visitantes como símbolos entre vicios y virtudes: ¿cómo me convendrá algo ostentoso a futuro si mi mayor deseo ya lo tengo conmigo? ¿de qué servirá un sólo gesto a quién todo lo tiene y todo lo puede? Sólo queda el que apartidista, el que en su máxima neutralidad actúa sin clemencia contra viciosos y virtuosos. Ese que viene con un hambre milenaria tan humana como la suya, ese que en su sencillez lo ahoga todo. Por ello es tan fascinante ese momento en las grutas llenas de velas, en una mezcla entre inframundo y mictlan como bóveda de almas resguardando el momento pacientemente de ejecutar su destino, un destino fijo, único e inalterable.

    Las actuaciones son apenas pasables, con la excepción de López Tarso quién se desempeña formidablemente y a pesar de tratarse de una fotografía de Gabriel Figueroa, se pierde parte de su encanto en los interiores y encuadres urbanos, lo suyo está en los paisajes, siempre místicos. Como suele ser el caso, a México no se le da la ambientación de época y no logra transmitir la sensación de vivir en la colonia, sino que se percibe la contemporaneidad de la grabación.

    Con todo y eso la película es una experiencia encomiable dentro del acervo cultural nacional y logra plasmar la cosmogonía popular del país y abre una pequeña ventana al rico y vasto campo de tradiciones que minan nuestra tierra.

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