Sense8: temporada 2 Más humana y menos centrada.



Después de una primera parte que me convenció bastante sobre su discurso relacionado a la diversidad espiritual, sexual y a la metafísica como telón de fondo, llega la segunda temporada con un ligero cambio en sus intenciones, especialmente en cuanto a narrativa se refiere. En términos simples, la premisa central de Sense8 temporada 2 radica en la búsqueda que el cluster hace para entender su origen, búsqueda que los lleva a descubrir más sobre Angélica y Jonas por consiguiente, y de paso tener más encuentros "traumáticos" con "Whispers", el villano de la historia. 

El acierto principal que le reconozco a la nueva temporada es que no pierde de vista esa idea de la unión, de la conexión que también plasmó en su primera parte. Aquí persiste, pero queda relegada un poco en favor de la exploración del origen y, no tan encomiable, el desarrollo de unos personajes sobre otros. Parecen conflictos de guion no propios de la historia, sino consecuencias debido a la decisión de sus creadores. Es así que el conflicto de Will por averiguar más de la BPO sin comprometer su vida y la de sus compañeros tiene mucha más presencia y constancia que, por ejemplo, el conflicto que tiene Capheus sobre su integridad y familia ante la política y la corrupción. Es cierto que también gozamos de las tramas que involucran a Sun y su deseo por hacer justicia, así como Kala y su "amor prohibido" con Wolfgang, pero éstas no ocupan el mismo tiempo en pantalla. 

Tenemos, regresando a la diversidad y la aceptación familiar, momentos que incluso rayan cómodamente en lo hilarante con Nomi Marks y su novia Agyeman, pero de nuevo parece relegadas casi a un tercer plano. La historia mantiene su esencia, y cada desarrollo se superpone con otros. No incomoda, interesa, pero el desequilibrio es obvio. En esencia se trata de una temporada que mantiene el espíritu conceptual de la primera, que le da a la relevancia de lazo una oportunidad, de la misma manera en que lo hace con la fábula sobre no rendirte, sobre contraponerte al peligro y al obstáculo, al no abandono de los que te apoyan y están contigo. En este punto, lo técnico es igualmente impresionante que la primera parte. La unión hace la fuerza, lo espiritual se mantiene intacto, cohesionado, pero que, al centrarse en un tópico concreto (como la pugna de Will y el conflicto sobre la preferencia sexual de Lito -no hay nada de malo en eso claro-, pierde de vista otros elementos que rodean a Capheus o Kala, restando narrativa [¿qué hay de la vida normal y privada de Nomi? ¿Qué hay sobre el misterioso sujeto que le ofreció clandestinidad? ¿Entenderá Lito que lo importante es pelear y no desistir?]) y calidad en el tono pretendido, que es la unión interna entre el Cluster. 

Por ejemplo, aborda mucho más el conflicto mundial sobre la aceptación homosexual, pero lo hace sin espíritu, sin sensibilidad. Lo que fue el eje del especial navideño, aquí se muestra con poca profundidad. Si uno de los discursos centrales será la aceptación a la diversidad sexual, que por lo menos ahonden más como lo hizo, por ejemplo, Luz de Luna, al ubicar la sexualidad como algo emocional y no tampoco como rasgo social o físico, que lo tiene, pero no es lo todo en eso. Otro problema es la falta de "universalidad" en la historia; es decir, todos hablan el mismo idioma: inglés. En los momentos de unión, es un buen recurso de comunicación y conexión, pero habría estado muy bien que a solas cada quien hablara su lengua vernácula. Impactaría más. 



No deja de ser interesante en el tratamiento de los peligros, tampoco olvida integrar en la historia moralejas como el perdón, la integración espiritual, el tomar riesgos y el reconocer los propios sentimientos, una de las pocas vías para encontrar la paz interna. Es emocionante a ratos, agresiva y crítica cuando debe serlo, pero termina decantándose por uno y no por todos en general. Vamos, se percibe menos contenido que antes. Esperemos que lo corrijan si llegan a hacer una tercera temporada. 

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