Tangerine. Una simple visita a Los Ángeles.


Dos mujeres conviven en una cafetería a media tarde. Una de ellas recién salió de la cárcel. En el reencuentro, la otra mujer le dice, sin pensarlo y con total honestidad, que su novio la engañó con otra mujer durante su estancia tras las rejas. Ese impulso desata una búsqueda por la justicia y el amor de manera que nos damos un enorme tour por los barrios más “peligrosos” de Los Ángeles.

De entrada, los primeros comentarios críticos de la película están dirigidos a la prudencia muchas veces escasa en la sociedad, donde los pleitos se nutren de los malentendidos y la falta de respeto a la unidad más importante: la familia. En su narrativa central, Tangerine: chicas fabulosas sigue los pasos de Sin Dee, la víctima de la infidelidad en su recorrido por la ciudad buscando tanto a la mujer y a su novio, a la primera, patearle el trasero, al segundo, darle una buena tundra.


Así, paseamos por algunos barrios siempre cámara en mano, restaurantes aquí y allá, exponiendo de paso la vida detrás de la rutina de las LGTB y el trato, a veces moral, a veces de necesidad, a las que se meten con tal de ganar algunos dólares. Esto es lo principal, entre las subtramas tenemos a un taxista que, queriendo escapar de la rutina, se involucra con dicha comunidad, forjando una doble vida a espaldas de su familia. Todo parece transcurrir en un día, y no cualquiera, sino NocheBuena. 

Cuenta con un par de chistes inesperados y locaciones medianamente llamativas gracias a su nítida fotografía, pero mayormente son diálogos con injurias y despecho al por mayor. Fuera del encuentro que une la trama principal con la derivada y el viaje por la ciudad, tiene muy poco qué ofrecer fuera de una mirada interna a la ida en el barrio. 

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