Los juegos del Destino. El amor puede ser inesperado.



Me acuerdo del revuelo que Los juegos del destino (Silver Tinings, del director y guionista David. O Russell, 2013) causó en los demás. El efecto a mi alrededor fue notable. Todos hablaban de una cinta muy humana que, aunque reunía nuevamente los talentos de Lawrence y Bradley Cooper, se trataba de una película que mezclaba con la comedia con la ironía contrapunteando sutilmente el drama. Y debo decir que es todo eso, quizá por la honestidad con la que aborda el amor, especialmente en la vida real. 

Pat (Bradley Cooper) es un tipo que sale de un proceso de rehabilitación de 8 meses tras agredir al amante de su novia. Regresa a casa de sus papás y, eventualmente, conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence, espectacular como siempre) y cuando sus caminos, ideas y personalidades se cruzan, se despliega ante nosotros un viaje profundamente emotivo, chistoso, irónico y realista donde el amor es una carta que vale la pena leer y aceptar. 

Quiero ver a Los juegos del Destino como la metáfora perfecta de lo inesperado, de lo grandioso, de lo romántico...a su manera. De la fe en los demás, el cariño familiar y la importancia de salir adelante, de perseverar y de aceptar realidades. Estas nociones las encontré en la película protagonizada por Cooper y De Niro (Lawrence aparece después). La química de personajes es natural, cómica y ensordecedora desde la óptica psicológica. 

Además de la perfecta integración de fábulas que el film ofrece y cómo las desarrolla, tenemos a Cooper, quien brilla como el hijo "bipolar" que se expresa sin filtros y simultáneamente que debe encontrar su lugar en la familia que lo quiere, un amor a la vuelta de la esquina que puede apreciarse divertido, inteligente y atrevido. Es parte del paquete. Ahora bien, ciertamente puede que haya infinidad de películas que se esfuerzan por abordar el tópico del amor de manera tan realista que establezcan rápidamente una conexión con el espectador, quien debe "comprar" la historia. Estoy de acuerdo y no niegos su méritos, pero quiero aprovechar para brindarle a Silver Linings los que se merece: al principio se nos presenta como una historia de rehabilitación, después como una comedia familiar sobre la superación personal, espacio en el que embonan sucesos de carácter "inesperado". Bien lo decía Heráclito de Efeso al definir la casualidad. 

Cooper es puesto a prueba y asiste a terapia, por lo que tenemos aquí un personaje que no se "rige", al menos en primera instancia, por las convenciones sociales, excepto su evidente obsesión por la que fuera su ex-pareja. Por su parte, Lawrence delinea una mujer creíble, no perfecta pero con capas psicológicas interesantes -este papel, en otra actriz, habría dejado dudas- como la seguridad, los sentimientos, las indirectas y el gusto por los demás. Así, sus contrapartes chocan de un modo divertido; él es taciturno, pusilánime cuando debe tener valor; ella es aguerrida pero de buen corazón. Encantan y agradan al compartir pantalla.  

Y creo que es una lección valiosa: conquistar y enamorar tal cual somos, sin ataduras o ligaduras sociales, sin capas, auténticos y espontáneos. Eso lo ofrece esta película. No deja de tener sus instantes predecibles, como la verdad de la carta y el secreto al oído, pero es justo la creencia de que la cinta tomará el rumbo fácil, lo "convencional" lo que la posiciona un poco por encima del promedio de cintas del género. Muy recomendable. 

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