Crítica a El transportador, recargado




No está a la altura de las entregas previas protagonizadas por Statham, pero funciona para pasar el rato. 

Con una trilogía de acción en la que se ve la mano de Luc Besson como telón de fondo el espectador puede entender qué verá una vez que la proyección de esta película comienza. Ed Skrein interpreta el personaje que Jason Statham dejó libre: Frank Martin, un "chofer" que transporta toda clase de cargas siguiendo las reglas que todos le conocemos: no nombres, preguntas ni cambios en el trato establecido. Eso nos lleva directamente a conocer, deduciéndolo con tiento, los tres paquetes humanos que el personaje se encargará de llevar a buen puerto y que, por supuesto, forman parte de la trama argumentativa ya vista con anterioridad en la franquicia. La pregunta es ¿ahora qué se cruzará en su camino?

A simple vista estamos viendo lo mismo: un hombre "malo", rudo y letal que se gana la vida transportando mercancía de todo tipo, y como en las cintas pasadas, esos "paquetes" tienen deudas que pagar. ¿Trillado? Quizás, pero es preciso aclarar que la libertad "creativa" que se toma es natural dentro de la premisa principal: el transporte ilegal de personas. Conforme la película avanza entre sus tres actos, se le puede agradecer al director Camille Delamarre el que haya dirigido un filme que se siente transparente en todo momento, pues aunque los giros son mínimamente inesperados y refrescan el curso de la trama, aun así ésta se siente vista o predecible en la estructura general. 

El elenco femenino actúa bien, nada del otro mundo y además funciona como atractivo visual, logrando clarificarle al espectador la motivación de los personajes a la altura de lo que la trama revela. Ed Skrein lo intenta, se esfuerza, pero el problema que le veo es que en todo momento expone un rostro mustio, y si no, es incapaz de mostrar algo más. Podría ser que Delamarre no haya sabido dirigirlo, porque en el aspecto de las escenas de acción el actor cumple, no al nivel de Statham pero está a medio camino. Sin embargo, en términos de humor quien se lleva la película es Ray Stevenson como el papá preocupado por el hijo pero no por su propia vida. 

Y como he dicho ya, sí, la película es predecible, intenta cerrar de un modo casi palpable las causas y efectos que construye a lo largo de tres actos; las locaciones, por su parte, se antojan para pasar el rato, pero al final es sólo eso y nos quedamos con las ganas de ver a Statham si no en esta entrega, por lo menos en alguna a futuro. 

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