Mi vecino Totoro.

Hay más de lo que ves.

Quiero pensar que Hayao Mizayaki es una leyenda, especialmente por el tipo de historias que maneja. A mi colección de análisis sumo Mi vecino Totoro, una peculiar historia sobre un papá dividido entre el exceso de trabajo y tener que lidiar con la enfermedad de su esposa, al tiempo que debe cuidar a sus dos hijas. Yo creo que esta parte de la atmósfera emocional de la cinta es, digamos, el pretexto para sumergirnos en el meollo que interesa a Mizayaki: Totoro. Aquí el escritor-director integra, como en Chihiro, Nausicaá, Mononoke, y una veintena de películas más, una constante parece ser la idea del espíritu habitante en extrañas tierras que sirve de guía al humano curioso. 

Y dicho eso, me gustaría resaltar algo: Miyazaki ve en la mujer el símbolo de fortaleza y curiosidad incansable que, en lugar de miedo, experimenta curiosidad, alegría y valor. En Chihiro la mujer representó la fortaleza, la seguridad; la integración de diversos valores suficientemente fuertes como para no ceder a la tentación, así como la paciencia para forjar un criterio que ya envidiarían muchas personas. En Nausicaá sería más bien el respeto por el ambiente, al mismo tiempo que vislumbro ahí una crítica al traspaso del hombre por aquello que no comprende, reforzando esa idea que a veces tenemos de nuestra especie como destructores de entornos ajenos a nuestra comprensión. Caso semejante con Mononoke. 

Las críticas que arroja el reconocido director en sus películas no pasan desapercibidas, y sin embargo, aquí en Totoro las estimo infinitamente más sutiles, aunque igual de místicas que en sus otras entregas. Aquí no se trata de un viaje familiar de excursión, o la intromisión de un pueblo o la defensa de otro ante fuerzas sobrenaturales. Más bien estamos ante una historia con matices más humanos y dramáticos aderezados con sutileza infantil, curiosidad y optimismo secundado. Así, acompañamos en sus aventuras a Sazuki y Mei Kusakabe, quienes apoyan a su papá ante la difícil situación de la enfermedad de su mamá. En la vida real sabemos que es incurable, pero Miyazaki reserva, al ser una cinta infantil, un final feliz que es incluso moderado en su tono emocional. Vemos a los espíritus de Totoro, vemos la interacción de estas niñas con la naturaleza, siempre teniendo presente la idea de los espíritus rondando la tierra, como guardianes de la misma. Como digo, es una constante de la cinta, y aunque no hay tantos comentarios como en las demás entregas, la riqueza familiar radica en el vínculo que las hermanas tienen, en cómo su amor por la familia las mantiene unidas, su buen corazón y, por supuesto, sus ganas de explorar lo que desconocen.

Eventualmente me daré una vuelta por el resto de la filmografía de este talentoso escritor-director, pues es indudable que le imprime "calidad crítica" y de corazón a cada una de sus historias. Si bien, a gusto personal esta cinta no supera a Chihiro, es buena noticia saber que regresará con más películas, así que...disfrutemos el viaje.