Trainspotting: La vida en el abismo.


Life-style? Why? 






Quiero pensar que los 90 fueron de Estados Unidos, simple y principalmente por el pregón televisivo que caracterizó a América del Norte, donde toda idea colocaba a la nación roji-azul como la predilecta, fueran historias de amor o de acción, contrabando o de misterio, terror o drama. Pero aquí acoto mucho el terreno al únicamente fronterizar el sector televisivo con respecto del ámbito musical. ¿Qué hay del medio auditivo? ¿Qué hay del crecimiento de la música? Si la cuna del conocimiento fue Europa, ¿el auge musical habrá acaecido ahí mismo? 

No puedo olvidar, por ejemplo, la corriente y huella que figuras como The Beatles o incluso Michael Jackson dejaron en el mundo. Si bien hoy día su aportación y trascendencia resuenan todavía con fuerza en el inconsciente colectivo, en la identidad cultural por excelencia -tanto que a la fecha se hacen conmemoraciones a sus respectivos legados-, es verdad que siempre ha habido exponentes para todos los géneros y aunque ellos fueron grandes y dejaron un muro prácticamente insuperable, siempre se puede buscar alcanzar una meta, sea un caso perdido o algo interesante que imitar. 

Y la mención a la década antepenúltima la traigo a colación porque fue cuando/donde salió esta cinta llamada Trainspotting o La vida en el abismo, filme basado en la novela homonónima de Irvin Welsh, quien por cierto tiene una breve aparición en el filme y entonada con la escena en cuestión, desconocida para mí en todo sentido. Sin embargo, una vez que veo de qué va la película: un grupo de drogadictos buscan heroína como propósito principal, todo narrado a partir de Renton (Ewan McGregor, simpatiquísimo y creíble), un muchacho cuyos padres quieren lo mejor para él mientras el chico se cuestiona "¿Por qué elegir un particular modo de vida?". Esta es precisamente la ruta filosófica de la película -si lo es de la novela, seguro impactó-, pues mientras muchas personas eligen determinados status, Renton eligió ser heironómano.

Renton tiene un par de amigos y una chica con la que sostiene relaciones sexuales, además de ambiguas interacciones, siendo una de las subtramas que la cinta no establece con claridad. Pero regresemos al punto... Renton tiene "amigos", tal y como lo describe. Están Spud y Sick Boy, un pusilánime que se acobarda a la primera señal de peligro, donde normalmente está Begbie (temerario e imponente Robert Carlyle -¿recuerdas HITLER: Rise of Evil?-), un cabroncete que puede aventar una jarra de cerveza y fingir demencia, golpear a un tipo en los bajos o intimidar al wey que lo hospeda en su departamento, amenazar al dueño de un bar por una maldita cerveza o quitarle los cigarros al tío de al lado, sea éste un amigo o un completo desconocido.

Se puede argumentar, desde la postura psicológica, que Begbie sea uno de los personajes más tridimensionales de la cinta, empatando incluso con Renton por sus necesidades y su manera de ver el mundo. Lo que me faltará averiguar es si la secuela, que se estrenó en febrero de este año, iguala o hace justicia a los elementos que quedaron inconclusos en esta primera parte -además del hecho de visitar la novela y descubrir la versión literaria-; algo es cierto: Trainspotting tiene alma cínica, aventurera, honesta y objetiva. Es cínica en los momentos donde, de haber sido otra clase de película, tendríamos el típico discurso moralista. Aquí no pasa eso, simplemente porque estoy ante una llana y sesuda exposición que no pretende matizar los elementos principales aquí: el uso de la heroína. No busca satanizarla ni glorificarla, únicamente mostrarla como parte de la cosmovisión de un grupo de amigos situados en Escocia, siempre bajo la carismática, vulnerable y divertidísima mirada de McGregor.

En vinculación a éste último es donde la cinta encuentra su esencia aventurera, que puede incluir desde una escena sexual con la mejor banda sonora que he escuchado en filmes de este calibre, como en escenas corriendo a lo pendejo por cualquier calle. Esto da paso a la honestidad, plasmada en la férrea y medrosa mirada del protagonista hasta una muy escatológica puesta en escena donde un desayuno se convierte en un baño de excremento. Asqueroso e impactante a la vez. Es Danny Boyle. A su vez, el director no reprime la que creo es la esencia de una aventura donde la madurez parece algo lejano y tus padres te invitan el porro, con medida, pero lo hacen. Esto, irremediablemente, incluye una espectacular -con todo y más banda sonora de la mejor calidad- escena donde lo psicodélico es tangible, lo espantoso es grotesco y lo dialéctico se convierte en una tortura. Oh, sí. La desintoxicación de Renton es genial, ¡quiero que dure más! Es una cinta con toque objetivo porque si bien muestra un mundo realista y también interno, la historia sigue los pasos de estos chicos, si alguien más se atraviesa, suelta la crítica estereotipada donde los hombres mienten y las mujeres dan la vuelta. Sexo en la recámara o en la sala, drogadicción al lado de un recién nacido o saliendo del trabajo, para terminar llegando a un hospital a curarse.

En síntesis, Trainspotting refleja claramente la forma de vida juvenil en Escocia a finales de los 90, una clase de pensamiento que busca expandir horizontes mediante hábitos cuestionables y una idiosincrasia surgida en una época determinada. Todo esto lo subraya el director gracias a la banda sonora y la manera de vivir de los jóvenes. Quedan pendientes la secuela y el libro. Ya tendré tiempo de ambas, pero por lo pronto me quedo con sus llantos en la cama, mientras el bebé lo acosa como una araña o Begbie lo amenaza debajo de la sábana. Sensacional alucinación.

P.D. ¡Estupenda banda sonora! Me encantaron Atomic de Sleeper y Dark Train de Underworld. 

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