Conocida desde el año 2011 y estrenada en Netflix no hace mucho, la serie creada por Charlie Brooker tiene algo que decir. Y ese algo, es alarmante: la pérdida de nuestra humanidad a manos de la Era Moderna Digital. La primera temporada, que consta de tan sólo tres episodios, es clara en su mensaje y tema a presentar: el emponderamiento digital en una época moderna. Pero no es sólo el exponer que nos encontramos en este momento, sino más bien a hacer una denuncia al modo de vida que esto implica. Esto nos remitiría, en primera instancia, a Foucault, filósofo francés que pensaba que, desde la identidad, la tecnología nos arrasa hasta apropiarse de nuestra humanidad.
En cada capítulo se presentan subtemas diferentes. Esto incluye diferentes personajes y contextos, detalle que por un lado está bien para maximizar las posibilidades con las que abordar el tema principal, aunque por el otro se pierda el concepto de continuidad. Fans de la literatura seguro encontraron similitudes, cercanas o remotas, con Los juegos del hambre, al menos desde la postura sociopolítica sobre la pobreza y la riqueza, la diferencia es que aquí es presentada de una manera original, así como las distintas representaciones simbólicas con las que demuestran que la tecnología nos domina. Y aunque la crítica social y humanista al tema no es una novedad, el tono que se maneja resulta refrescante al pedirte que mires con ojos más sensibles la realidad que nos rodea: ¿Qué nos queda de humanidad en un mundo tan virtualizado?
Si nos queremos ir más lejos, quizá habría cierto eco con el cuento de Marco Tulio Costa titulado El mago desinventor, historia dramática en la que se propone eliminar la tecnología en el mundo para conocer a la humanidad en una situación más vulnerable. Y es que cada capítulo presenta esta faceta de la humanidad: la fragilidad que nos rodea con las redes sociales, con un mundo tan tecnologizado que lo "tradicional" es borrado del mapa, o incluso con la idea psicológica de la memoria al alcance de nuestra mano con diversos dispositivos. Este, el tercer episodio, si bien aborda una problemática de las relaciones humanas demasiado predecible y con un intenso tono dramático, es a la vez el que más se despega del ritmo previamente construido.
Cada capítulo es más intenso que el anterior, siendo el mensaje más enfático: somos esclavos de la tecnología; para todo la usamos, o casi. Incluso en maneras muy subconscientes. No obstante, la densidad de esta primera temporada yace en la atmósfera de sus tres episodios, conformada a partir de ángulos emocionales diversos: una afrenta pública, una pérdida amorosa o bien los celos. Demostrar, aquí, que somos humanos, frágiles, violentos y carentes de perfección, es algo que Brooker dejó muy en claro. Y la verdad, acabando la temporada te queda una extraña sensación de inseguridad, de desconocimiento por tu entorno. Si tenemos un lado oscuro o no, que ansia equilibrarse con nuestra moralidad, es algo que ya he abordado antes, pero aquí la cuestión es hasta dónde se convierte en un efecto secundario de nuestro entorno digitalizado, un mundo a partir de los avances tecnológicos, que poco a poco nos despojan de las emociones, y si las expresan, sea con una extraña e irracional intensidad.
En cada capítulo se presentan subtemas diferentes. Esto incluye diferentes personajes y contextos, detalle que por un lado está bien para maximizar las posibilidades con las que abordar el tema principal, aunque por el otro se pierda el concepto de continuidad. Fans de la literatura seguro encontraron similitudes, cercanas o remotas, con Los juegos del hambre, al menos desde la postura sociopolítica sobre la pobreza y la riqueza, la diferencia es que aquí es presentada de una manera original, así como las distintas representaciones simbólicas con las que demuestran que la tecnología nos domina. Y aunque la crítica social y humanista al tema no es una novedad, el tono que se maneja resulta refrescante al pedirte que mires con ojos más sensibles la realidad que nos rodea: ¿Qué nos queda de humanidad en un mundo tan virtualizado?
Si nos queremos ir más lejos, quizá habría cierto eco con el cuento de Marco Tulio Costa titulado El mago desinventor, historia dramática en la que se propone eliminar la tecnología en el mundo para conocer a la humanidad en una situación más vulnerable. Y es que cada capítulo presenta esta faceta de la humanidad: la fragilidad que nos rodea con las redes sociales, con un mundo tan tecnologizado que lo "tradicional" es borrado del mapa, o incluso con la idea psicológica de la memoria al alcance de nuestra mano con diversos dispositivos. Este, el tercer episodio, si bien aborda una problemática de las relaciones humanas demasiado predecible y con un intenso tono dramático, es a la vez el que más se despega del ritmo previamente construido.
Cada capítulo es más intenso que el anterior, siendo el mensaje más enfático: somos esclavos de la tecnología; para todo la usamos, o casi. Incluso en maneras muy subconscientes. No obstante, la densidad de esta primera temporada yace en la atmósfera de sus tres episodios, conformada a partir de ángulos emocionales diversos: una afrenta pública, una pérdida amorosa o bien los celos. Demostrar, aquí, que somos humanos, frágiles, violentos y carentes de perfección, es algo que Brooker dejó muy en claro. Y la verdad, acabando la temporada te queda una extraña sensación de inseguridad, de desconocimiento por tu entorno. Si tenemos un lado oscuro o no, que ansia equilibrarse con nuestra moralidad, es algo que ya he abordado antes, pero aquí la cuestión es hasta dónde se convierte en un efecto secundario de nuestro entorno digitalizado, un mundo a partir de los avances tecnológicos, que poco a poco nos despojan de las emociones, y si las expresan, sea con una extraña e irracional intensidad.
Personalmente estoy en el frasco de la atemporalidad. Hace 5 años que salió esa serie británica, me soplé el segundo capítulo y me quedé con una enorme comezón cefálica. Lamentablemente, para el siguiente capítulo me quedé sin tele y desde entonces he optado por mantenerme al margen, sin desconectarme por completo tampo —obviamente—. He escuchado muy buenos comentarios de las siguientes dos temporadas y su reflejo casi fidedigno de la era comunicacional-virtual-digital, casi con la calidad que lo reflejaran la adolescencia caótica en otra serie británica: Skins (muy recomedable por cierto). Concuerdo con las nociones foucaultianas de la existencia a través de la prostitución cibernética y asusta lo aceptada que es esa postura por una inmensa mayoría; no es que la era digital viniera a sacar a la luz esa calidad humana, yace en nosotros desde siempre, pero la volecidad informática propaga esa cualidad a recovecos antes inalcansables y eso, eso es lo que da miedo.
ResponderBorrar¡Excelente crítica! Blackmirror tiene un único objetivo en sus capítulos, el demostrar cuan perjudicante puede ser un mal uso de la tegnologia en la actualidad, también podemos observar las ventajas que nos ofrece la tegnologia pues facilita la vida social, estudiantil y sirve como ocio.
ResponderBorrarEl problema comienza cuando se pierde la noción de un uso adecuado de ellas, ahí es cuando vienen las repercusiones.
¡Muy bien Ed, espero tu crítica de la segunda temporada!
Se me hace que debo ver los otros dos episodios de esa temporada porque mi percepción de la misma yace más sobre una cuestión idiosincrática, subrayada sí por la macrotecnología, pero tangencial, como más natural del hombre. Digamos que ando mocho de contenido...
BorrarEs de las mejores series que se han hecho, la critica al avance tecnológico es magnifico.
ResponderBorrarLo mejor es cuando los personajes sufren y desean que la tecnología no existiera y así la vida sería mucho mejor.
-Tacos al Pastos
Ya pude ver la serie y por ende los capítulos que tenía pendientes… de esta primera temporada. Debo agregar que la ciencia ficción es un género —tanto literario como audiovisual— que procuro beber en dosis pequeñas porque me inquieta y amedrenta a puños, en cambio el terror me aburre. Y es que pocos géneros como éste para señalar, ejemplificar y tipificar el verdadero horror que esconde el ser humano y ¡vaya que es un terror para morirse!
ResponderBorrarNational Anthem: Constituye tal vez la primera reflexión lógica que atañe al impacto real entre tecnología y humanidad, específicamente un tema que será muy recurrente en el resto de la serie: las redes sociales. Un Primer Ministro es obligado a cogerse una puerca —animal porcino del orden de los artiodáctilos— para salvar la vida de una joven de la realeza británica. Esta premisa surge como exploración de la influencia de las redes sociales en los eventos mundanos y noticiosos y el alcance de las mismas más allá del peso que puedan ejercer las autoridades, quienes terminan siendo parte de un circo más grande que ellos mismos.
Fifteen Milllion Merits: A partir de una mundanalidad distópica con dinero electrónico denominado ‘méritos’ y su obtención a través de trabajo físico, representa una dura y fuerte crítica a los realities shows y su influencia negativa en el pópulo. En esta sociedad los individuos son representados como cautivos de un sistema dedicado a la perpetuidad del entretenimiento basura, obligados a su consumo como un sistema destructor del pensamiento libre y de la formación de identidades propias.
Entire History of You: La gente cuenta ahora con un dispositivo que te permite registrar y revisar cada instante de tu vida… y esto se vuelve un estimulante a la paranoia. Acceder a esos recuerdos perfectamente registrados puede hacer la vida infernal al escarbar en detalles mínimos, agrandando el potencial de error y destruyendo cualquier posibilidad de confianza en el otro. El aspecto más escabroso ocurre cuando todo ese malestar social resulta ser, tristemente, acertado. Y sin mucho más de lo que se ha explorado en el tema se resume que el silencio es muchas veces el mejor conciliador.
La primera temporada no sólo es arriesgada, es impactante, poderosa y con un mensaje de protesta contra la estupidez humana que suena fuerte y claro. Los valores de producción son formidables, las actuaciones fantásticas, destacando a Lindsay Duncan, Daniel Kaluuya y Jodei Whittaker, y logrando un producto refinado y de culto como pocos.