Horizonte Profundo. Salpicando chocolate.



Basada en hechos reales, este tagline es respaldado por fragmentos que el director incluye acerca del momento decisivo de Mike Williams relatando la verdad y nada más que la verdad detrás del impresionante, mortal y lamentable suceso ocurrido en abril de 2010. Yo entré para conocer la historia detrás, porque algo supe a distancia, pero nunca me enteré completamente de lo sucedido. Esta película regala un afortunado enfoque imparcial sobre lo ocurrido, y tras pasar los créditos, te gana la tensión y no puedes evitar llorar por la dosis melodramática que la cinta rezuma en sus últimos minutos. 

Seguro algo sabes. Mike Williams (Mark Walhberg) es "jefe de mantenimiento" de una planta petrolera, lo que lo convierte en algo cercano a un especialista en esta industria, misma que nos advierte que si algo no se ejecuta correctamente, puede ser mortal. Desde esta perspectiva, Horizonte profundo es simplemente visceral. Con todas sus letras. Visceral en su cámara, visceral en su ritmo y visceral en su narrativa. Con Wahlberg compartiendo créditos principales con el siempre respetable Kurt Russell, la cinta se desenvuelve por partes: primero presenta a los personajes para generar la importante empatía con el público y, entonces sí, hacer que te muerdas las uñas rogando por sus vidas en medio del desastre. Como una especie de antagonista tenemos a John Malkovich a quien realmente le crees ese aire de "bastardo cabrón" y que finalmente paga sus consecuencias a su manera. 

Horizonte Profundo se distingue, palpablemente, en sus apartados técnicos que son la edición, la música (¡excelentes piezas que logran momentos muy emotivos!), pero especialmente en uno vital: el ritmo. Es casi tangible que este elemento se ocupa de construir un primer acto lento para después arrancar con todo para que sintamos la adrenalina, y quizá al decirlo parezca que entré a otra película, pero algo adicional a este mérito y que la cinta logra adecuadamente es la atmósfera de suspense que recrea en un entorno peligroso: ya no hablamos de espíritus demoníacos robando vidas, sino de una letal explosión en altamar que en cualquier instante les azota a los personajes sin piedad alguna en prácticamente cualquier rincón de la base marítima en que se hallan. Con esto en mente Williams acude al socorro de sus compañeros y nunca sabes si la explosión le llegará por abajo, de lado o por arriba, pero no importa: el punto es seguir moviéndose. Esto hace que lo voltees a ver como un héroe auténtico. 

Ahora, mientras te devanas los dedos por la angustia, seguro captarás ciertas incongruencias: como el evento fue americano, pues la bandera estadounidense no puede faltar, pero es risible que haya muertes por todos lados (tipos que se queman, tipos que son expulsados por aire, gas, tipos golpeados por grúas, etc)...¡ah!, pero la bandera es intocable. Ésta ondea sus extremidades con el viento y está como si nada. ¡No inventes! Habría aligerado la tensión que el asta recibiera uno que otro golpe, pero ni modo. Limpia e impecable, mira cómo te mueres y se carcajea por ello. 

La guapa Kate Hudson estelariza la cinta como la esposa de Mike y en sus pocos momentos en pantalla captura la atención del espectador de manera creíble mientras te deleitas con su presencia. Quizá resulta un poco previsible su emotividad y esto resta el impacto dramático a la película en su clímax, pero dejando esto de lado, saldrás con una opinión fuerte sobre los eventos ocurridos mientras te tocas el corazón con sentimentalismos tradicionales. Recomendable como un denso entretenimiento. 

1 comentario:

  1. "[...]mientras te devanas los dedos por la angustia[...]" Y sí, verdaderamente es angustiante. Es más, como apenas tuve oportunidad de verla, me detuve varias veces para poder ir a mear de los nervios...

    Algo que me resulta interesante y MUY poco usual en este tipo de películas es que al final es el petrolero el malo de la película, pero ¿cómo si los estadodividenses sólo piensan en petroleo y dinero? Pues sí, parece ser que hasta para esos cabrones la vida humana tiene cierto valor... siempre y cuando seas del país en cuestión claro está.

    Si bien no hay realmente una actuación extraordinaria destacan al menos tres: Ethan Suplee como el operador en jefe del tubo de extracción Jason Anderson, John Malcovich como el tremendo hijo de perra del cuento Vidrine (hasta el pinche nombre), y Kurt Russell como el Supervisor James Harrell. Wahlberg se esmera pero ciertamente el drama familiar no es lo suyo, o no sé. Quizás con más groserías... lo mismo para O'Brien y Rodriguez quienes dan buena pelea para salir de su zona de confort pero se queda en el intento.

    Si algo hay que subrayarle es la edición, la manera en que se van empalmando los accidentes en una cadena de sucesiones catastróficas que se conjuga con las reacciones de los actores, sacando emociones trepidantes una tras otra hasta que se acerca la guardia costera (tarde como siempre) y el vomitivo panfleto del orgullo americano —banderas ondeando, cascos enollinados con la pinche bandera limpia, escudos patrióticos en los botes y ese pinche padre nuestro que se siente como discurso político– manda toda la tensión por la borda y te hostiga en el horrible discurso de la voluntad del pueblo americano, sometiendonos a un fugaz y somero juicio que no aporta nada y que por su sola inclusión le resta la fuerza a todo el evento, ¡vaya! hasta el obituario carece de total emotividad.

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