No confíes en nadie. Bueno, en tu video-grabadora sí.



Las películas de amnesia siempre serán interesantes debido a la cantidad de misterio que desbordan; cortesía de un género que siempre ha sabido enganchar a su público debido a la(s) carencias de su protagonista; la búsqueda de algo que acompletará la vida o de un tema que gire alrededor de la justicia. Todo comienza cuando sabes que hay una pieza que falta, que será la clave para resolver el misterio; será tarea del guión y la dirección de actores llevarte de la mano hasta el final de tal manera que te mantenga con el interés a flor de piel para no perderte un solo momento del suspense. 

Ahí tenemos Memento (Dir. Nolan, 2000), o incluso mucho más reciente Desconocido (Dr. Collet-Serra, 2011). Y perdona por los escasos ejemplos. Sé que han de haber muchos mejores que ilustren de mejor manera la calidad de este tipo de cintas y las veces que nos topamos con el género del suspense psicológico que coquetea en tu tonalidad con el género detectivesco. Entonces sí hablamos de películas realmente absorbentes. Y digo, en este sentido Memento estaría un poco lejos de la categoría, pero no Desconocido con el siempre efectivo Liam Neeson. Como decía, este género siempre tiene algo que ofrecer y, con buenos o malos resultados, habrá cierta satisfacción garantizada. 

En No confíes en nadie (Before I go to sleep, dir. Joffé, 2014) la premisa es igual de intrigante, aunque en su edición presenta algunas confusiones que el espectador habrá de resolver por su cuenta para no perder el hilo narrativo. Christine (Kidman) es una mujer casada que, tras un incidente, sufre de amnesia todos los días de su vida. Durante la noche su mente borra todo registro de actividad, por lo que constantemente se video-graba para llevar un control de su entorno. 

Y seguro piensas "¿Y ya? ¿Dónde está el conflicto?", pues esa percepción de encandenamiento emocional hacia un pasado demasiado importante se vuelve un eje narrativo, y quizá la presencia de Firt, como motor de renovación inesperada, sea un elemento contribuyente para darle forma a la oscuridad que se cierne sobre Christina: no sabe que la vida que tiene en el momento es una mentira. Tiene un hijo, tiene un esposo, pero no recuerda qué ha sido de ellos después del incidente. Cuenta con la ayuda de dos personajes: Ben Lucas (elegante y acertado Colin Firt) y el doctor Mike Nash (Mark Strong); cada uno le aportará las semillas de lo que creen es lo correcto para beneficiarla y que mejore, pero pronto sus acciones la confundirán al punto de arriesgarse a todo por llegar a la verdad. 

El director que trabajara con Clooney en El ocaso de un asesino, una trama caracterizada por su singular lentitud, presenta ahora un producto sólido e intrigante, apoyado por una magnífica fotografía, cortesía de Ben Davis; espléndida pieza musical, obsequio de Edward Shearmur, que en sus escenas rezuma locura visual, exquisitez emocional, desparpajo psicológico, extasis sentimental y catarsis social. No confíes en nadie se acerca al tipo de película que, por poco, logra sorprenderte gracias a sus débiles pero congruentes giros de tuerca, un espacio donde podemos apreciar -por lo menos yo lo veo así-, una faceta villanesca en Firt, de quien conocemos una galería de personajes sentimentales, profundos, pero dotados de una notoria sencillez; gran corazón. Ahora le toca el turno de hacerla de malo; incluso con su contención, su mirada dice mucho, y el excelente manejo de cámara le ayuda para construir adecuadamente al desgraciado personaje que le tocó. Digo, la cinta se ocupa de definir, gracias a un guión bien pensado, las justificaciones morales que lo llevan a ser quien es. Y claro, Nicole Kidman no se queda atrás; todo el tiempo su papel es convincente, pero en una de las escenas climáticas, ambos parecen estancados debido a lo acartonados de sus diálogos, a lo trillados que estos resultan, pero tal elemento negativo es "compensado" por sus increíbles actuaciones; en cuya fila se une Strong, un doctor que, por sus motivaciones y escenas, termina por ser sospechoso (con él hay un giro), pero nada más. 

Podría ser que un elemento característico en el estilo de Joffé sea el ritmo pausado, que prepara para el espectador hacia su final, pero marcado igualmente por la sutileza apostando más por lo que se dice "entre líneas" que por un énfasis final que busque impactar en la audiencia. Esa sutileza se agradece, pues aun cuando el filme no deja de lado la intensidad de su tratamiento emocional, no permea agresivamente en el espectador. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario