Me había atrasado bastante, y es que la frase favorita en estos últimos años ha sido "No he tenido tiempo", una ironía que se apoderó de mí. Esta entrada debía haber sido hace como cuatro o cinco publicaciones atrás, pero bueno...aquí estoy, aquí estamos. La novela en turno, Madame Bovary o "costumbres de provincia". ¡Ah! Y por Gustave Flaubert.
Esta fue una novela que había comenzado a leer en secundaria, pero que no terminé. En ese momento se debía en parte a los prejuicios y los miedos que me insuflaron "Es una novela compleja; difícil entendimiento" "¡Yéndote al lado oscuro eh!" entre otros. Y la verdad, ¡qué tontería! Creo que no era para tanto. Madame Bovary es, ante todo y con todo, una lectura obligada, y lo digo aun a consciencia de que muchos la tildaron de aburrida e insulsa (creo debido a la cultura que representa) cuando les compartí que era mi lectura en turno; a su diferencia, yo la encontré valioso en varios apartados, innecesaria en otros, pero como todo paquete, algo obligado.
Tomemos a consideración que todo escritor es hijo de su época (me incluyo, pues varias de mis obras narrativas tienen un sesgo orientativo sobre el tema de la discriminación social hacia la etapa que estamos pasando a nivel mundial), por consiguiente, la atmósfera que le dé a su obra, u obras, estará impregnada de un "aroma abstracto" que le permite a su(s) lector(es) formarse ideas acerca del contexto histórico de su autor. De igual manera los personajes reflejarán, si no aspectos de su creador, sí alegorías sobre su entorno. Es entonces quizá prudente decir que el tema abordado en Bovary (la infidelidad y la natural curiosidad por un mundo inexplorado) sea el plato principal en una cultura que se define por tener, entre su acervo cultural, a la "ciudad más romántica del mundo".
Bovary nos habla de un matrimonio apresurado, Carlos y Ema, que tras conocerse de un modo que yo juzgaría "apurado e inocente", comienzan una vida en pareja, hasta que ella, al salir literalmente de su entorno, descubre placeres jamás sospechados ni conocidos. Da rienda suelta a sus deseos sin preocuparse por la moralidad que encierra el matrimonio como la institución que es. Yo digo, y lo he pensado mucho, que Flaubert, al enunciar esta crítica social, que por momentos se torna individual, no levanta un dedo acusador, sino que solamente lo señala, como algo neutro, o algo "natural", si lo podemos ver así.
Aquí tuve mis confrontaciones, pues el pensamiento del autor, estando inmerso como voz pasiva en la novela, tiene sus contrapuntos en Homais, Rodolfo y demás personajes secundarios. Expone en ellos diferentes vertientes sobre el amor, pasando de la exageración a la incredulidad, hasta la agudeza emocional. Construyendo este paralelismo entre personajes, forja en Ema un espacio de reflexión, que parecería carta indulgente más que nada, no solamente sobre la mujer, sino sobre el ser humano mismo que, en principio, atrapado en un entorno módico, va más allá. ¿Es válido prenderla? ¿Podemos hablar de un caso punitivo aquí? No lo creo; pero el problema en los secretos que le oculta a Carlos (quien verdaderamente desesperaba debido a su ceguera emocional, ¡increíbles sus reacciones!) y que, técnicamente, se los llevó a la tumba, era la falta de honestidad.
Aquí tuve mis confrontaciones, pues el pensamiento del autor, estando inmerso como voz pasiva en la novela, tiene sus contrapuntos en Homais, Rodolfo y demás personajes secundarios. Expone en ellos diferentes vertientes sobre el amor, pasando de la exageración a la incredulidad, hasta la agudeza emocional. Construyendo este paralelismo entre personajes, forja en Ema un espacio de reflexión, que parecería carta indulgente más que nada, no solamente sobre la mujer, sino sobre el ser humano mismo que, en principio, atrapado en un entorno módico, va más allá. ¿Es válido prenderla? ¿Podemos hablar de un caso punitivo aquí? No lo creo; pero el problema en los secretos que le oculta a Carlos (quien verdaderamente desesperaba debido a su ceguera emocional, ¡increíbles sus reacciones!) y que, técnicamente, se los llevó a la tumba, era la falta de honestidad.
Es de reconocer la astucia que presenta la protagonista, y esto me lleva a un acierto impresionante que pocas veces veo en otras obras de la literatura clásica: la correcta construcción psicológica de los personajes. Su delineo es brutal, asombroso, nítido, palpable. ¡Caramba! No encuentro mejores halagos. Y es que, la verdad, es un mérito notable la dedicación de Flaubert para desarrollar a sus personajes de tal manera que rebosen coherencia, en cada poro de piel, en cada pensamiento, acción, reacción, en fin. Puede que Flaubert peque de repente de abrumador en sus descripciones, caso contrario a la evidente moderación en sus diálogos, que, diferenciándose de otros autores de semejante importancia como lo pueden ser Victor Hugo con su obra excepcional Los Miserables o, si nos queremos ver más lejanos, a Kundera; ellos son un ejemplo opuesto de la abundancia de diálogos como principal característica cultural de su entorno.
Sin embargo, el enfoque sobre el argumentativo principal nunca se pierde de vista: la pérdida de la inocencia de Ema al momento de la infidelidad. Y esto tiene especial énfasis en la página 156 de la edición de Porrúa (páginas más, páginas menos en otras ediciones), pues es en ese punto donde su evolución psicológica toma camino: nos damos cuenta de que no siente amor por sí misma, no lo conoce. Toda su juventud la vivió "atrapada", ¿por qué, pues, se le tendría que juzgar desde parámetros más profundos?
Es una novela interesante, cansada en momentos de relleno debido al exceso de descripción, y si a ello añadimos la ceguera y estupidez de Carlos, pues diría que la novela está un poco lejos de la perfección, agregaría que vale la pena analizarla como un mar de posibilidades individuales, donde no hay que juzgar lo que no se conoce, pero donde sí hay momento para explorar lo no dicho, lo latente o incluso lo prohibido aunque en primera instancia atente contra lo moral. Ema lo hizo, fue astuta, su suegra la odiaba -y con razón-, pero aun así hizo lo que quiso, aunque con métodos hipócritas; pobre de su pequeña hija.
Sin embargo, el enfoque sobre el argumentativo principal nunca se pierde de vista: la pérdida de la inocencia de Ema al momento de la infidelidad. Y esto tiene especial énfasis en la página 156 de la edición de Porrúa (páginas más, páginas menos en otras ediciones), pues es en ese punto donde su evolución psicológica toma camino: nos damos cuenta de que no siente amor por sí misma, no lo conoce. Toda su juventud la vivió "atrapada", ¿por qué, pues, se le tendría que juzgar desde parámetros más profundos?
Es una novela interesante, cansada en momentos de relleno debido al exceso de descripción, y si a ello añadimos la ceguera y estupidez de Carlos, pues diría que la novela está un poco lejos de la perfección, agregaría que vale la pena analizarla como un mar de posibilidades individuales, donde no hay que juzgar lo que no se conoce, pero donde sí hay momento para explorar lo no dicho, lo latente o incluso lo prohibido aunque en primera instancia atente contra lo moral. Ema lo hizo, fue astuta, su suegra la odiaba -y con razón-, pero aun así hizo lo que quiso, aunque con métodos hipócritas; pobre de su pequeña hija.
"o Costumbres de Provincia", me cae que Flaubert era un cabrón desmedido,pomposo en la autosatisfacción de su evidente educación. Pero también hay que reconocerle de formar parte de una generación que abrió camino a la importancia en la modernidad del papel de las mujeres.
ResponderBorrarSí, Jane Austen ya se había adelantado a la idea del feminismo muchos años entre las lluvias inglesas y playas frías. Pero en la época de Flaubert surgen obras contemporáneas que remarcan el peso de la mujer como protagonista: 'Las Flores del Mal' de Baudelaire, 'Cumbres Borrascosas' de Bronte. El pensamiento femenino toma forma propia y no sólo como una derivada de las necesidades y atenciones del hombre, lo que es más, desprecia dichas atenciones, dichas naturalezas —de ahí que la poca maternidad de Emma haya sido tan escandaloso en su momento, y para algunos lo sigue siendo—.
Es grato ver a mención la economía de diálogos y el refugio en el pensamiento, es un sello del tiempo, una crítica a la represión social por la libre identidad, el sentimiento acallado en capas y capas de torpe moralidad que sólo conllevan a decisiones más y más desafortunadas. El vórtice de perdición de los personajes surge precisamente de ese claustro emocional, de esa falta de honestidad, de ese atuendo almidonado exhibido al 'qué dirán'.
Tal vez, no estaría de acuerdo en la idea de la justificación de la infidelidad como tal, sino que (al menos en este caso) ese artilugio funge como consecuencia de una observación un poco más obtusa: no te cases con una idea, cásate con la persona.
¡Definitivamente una gran obra literaria! :D
BorrarDe este libro la moraleja es que: Madame Bovary es una mala mujer, es una señora inmoral y caprichosa por engañar a su pobre esposo.
ResponderBorrar-Tacos al Pastor