De vuelta. Sí. Matt Damon está de regreso en uno de sus papeles más famosos, con todo y su clásica mirada de consternación en medio de balazos, verdades, sangre y amenazas. Para quien haya seguido la historia del personaje de Robert Ludlum sabe que se encuentra ante una propuesta de individualidad, o más concretamente, en una aventura donde el objetivo es definirse a sí mismo en medio de una sociedad tan masificada y tecnologizada que es imposible pensar en un criterio moral establecido.
Y las primeras piezas de este complejo rompecabezas las presentó Bourne Identity (Dir. Liman, 2002), la cuales tuvieron un impulso más definido en su secuela en 2004 dirigida por Greengrass. En su tercera entrega (2007) hubo sentimientos encontrados, pero la fortuna ahí fue haber encontrado el discurso político-individual sobre la razón de ser del individuo. Así, como suele pasar en muchas sagas, la tercera entrega no fue del todo bien recibida. Y qué decir de Bourne Legacy, que contó con Jeremy Renner (sí, Hawkeye en los Vengadores...) en el estelar. A diferencia de otras sagas fílmicas, que también son material extraído de la Literatura -como James Bond-, el más grande mérito que le atribuyo al agente especial amnésico y sin identidad, es justamente emplear su carencia como su mayor fortaleza y estímulo. Bourne, para mi gusto, es la alegoría del individuo en busca de su propia existencia, de su propia razón de ser. Es reflexión, es duda y es convicción, especialmente en un mundo como el nuestro. O como diría un amigo, "es el arquetipo del hombre buscando su conciencia". Digo, si algo tiene esta saga es el constante recordatorio de lo que es vivir en un mundo "numeralizado", donde si no tienes el papel adecuado salte de la fila y vuélvete a formar cuando tengas lo necesario para integrarte. Y esta misma (¿nimia?) necesidad es trasladada, al menos desde 10 años para acá, al mundo de la tecnología. Sean computadoras o celulares.
Saco el tema de la tecnología porque es abordado tangencialmente en la cinta Jason Bourne 2016, y durante toda la proyección, no sé si Greengrass y su co-guionista Christopher Rouse colocaron los bocetos de una temática familiar para todos como un forzado intento de ofrecer un ángulo social desde el cual apreciar la más reciente aventura del agente amnésico. Porque eso de la persecución como retributo de venganza es historia antigua. No es algo malo, es bastante entretenido y hay conexiones. Pero el concepto de anular la privacidad y tener el control absoluto ya ha sido abordado, aunque en este caso el mensaje es más directo: borrar la amenaza. ¿Viene el agente hacia nosotros porque sabe que buscamos controlarlo todo? Matémoslo.
Claro que Bourne siempre está un paso adelante, primero con inocencia, luego suspicacia y al final estilo. Es Jason Bourne, distinto e igualmente loable como lo son James Bond, Ethan Hunt y el resto de agentes especiales que hemos visto tanto en cines como en la televisión. Aquí el punto es hasta cuándo se propone lo mismo. Jason Bourne ya encontró su pasado, las respuestas que buscaba, con muertes como plato principal, todo eso en 2004. Ya lo logró. ¿Qué sigue? Pues que Treadstone y Blackbair no están contentos y van de vuelta, bueno, a manos de la CIA, para atrapar a Bourne. O "neutralizarlo". Es cuando aparece Robert Dewey (Tommy Lee Jones) para encararlo de una vez por todas. Esto es casi como "¡Tú mataste a mi padre!". No, no es venganza. Entonces ¿tengo que adivinar? Si no está muerto, no será libre. Y si no es muerte, entonces es "Tú perteneces aquí. No niegues lo que eres ahora, porque tus acciones te definen más que tu pasado."
Matt Damon demuestra que es Jason Bourne. Mismos golpes, mismos reflejos, misma astucia, igual de impecable e implacable. Ves lo que esperas en él cuando pagas para ver la película. Y es por su psicología enfocada al peligro que la cámara va tan rápido. Si fuera más lento ¿dónde estaría el atractivo? Julia Stiles está de vuelta como Nick Parsons para cerrar su círculo, y claro que con ella todo se vuelve redondo en esta cinta de acción. Redondo en términos de narrativa. Con ella se recuperan los elementos tradicionales del género de acción. Como pasara en Supremacía, ella forma pieza crucial en Bourne como una respuesta fílmica que responde a su Alma Mater. Verás por qué. Las adiciones están para tratar de refrescar una cinta que poco tiene que añadir en temática, pero en rostros, la variedad es tan infinita que encontramos a la bonita, impasible y doble cara Heather Lee (Alicia Vikander -¿recuerdas La chica danesa?) como una agente de la CIA que busca su ración del pastel. Y quítate porque esa cuchara es suya.
La cinta entretiene, las escenas de acción son lo esperado, los efectos son adecuados y con cada coche salvajemente destrozado sólo te levanta del asiento para sentir la adrenalina. Pero no me gustan los diálogos. Tampoco el repetitivo discurso de las instituciones como herramienta de gobierno que priva la libertad humana. Siento que la creatividad se extinguió. Y si a ello le sumas el que te tomes personal una traición del pasado, pues está peor. Vincent Cassel entra aquí como Asset, y si bien su personaje está bien trabajado al ser el némesis obligado en turno, no me alcanza para ver el filme como lo que debería ser. Los conflictos políticos, a la par de los Social Media, aderezan la nueva entrega sobre un sujeto en busca de su verdad, de recuperar su propio sentido, y si consideramos las diversas locaciones y las referencias políticas, que ya encontró lo que buscaba, que lo perdió y que descubre que hay gato encerrado, pues el camino tiene un precio muy alto. Jason Bourne 2016 es prueba del desgaste en cuanto a historia de agentes secretos se refiere. Por la naturaleza que lo rodea, es el único con el síntoma. Por momentos se abandona la acción para otorgarle a la cinta un tono más paciente, acorde con el intento fallido de propuesta. Parece que el punto es reiterar. Sí, la tecnología como instrumento de vigilancia la hemos visto en miles de películas, y la astucia y búsqueda de verdad de Bourne no son excusa para recapitularlo. Lo sabemos. Así que tápame la herida y cámbiale de canal por favor. Y como el epílogo sugiere, siempre habrá conspiración, traición, huídas y motivaciones ocultas, (esto mientras mueves la cabeza al son de Extreme ways); y con Jack Reacher cerca, creo que me llevo la almohada o un café para no aburrirme.
Saco el tema de la tecnología porque es abordado tangencialmente en la cinta Jason Bourne 2016, y durante toda la proyección, no sé si Greengrass y su co-guionista Christopher Rouse colocaron los bocetos de una temática familiar para todos como un forzado intento de ofrecer un ángulo social desde el cual apreciar la más reciente aventura del agente amnésico. Porque eso de la persecución como retributo de venganza es historia antigua. No es algo malo, es bastante entretenido y hay conexiones. Pero el concepto de anular la privacidad y tener el control absoluto ya ha sido abordado, aunque en este caso el mensaje es más directo: borrar la amenaza. ¿Viene el agente hacia nosotros porque sabe que buscamos controlarlo todo? Matémoslo.
Claro que Bourne siempre está un paso adelante, primero con inocencia, luego suspicacia y al final estilo. Es Jason Bourne, distinto e igualmente loable como lo son James Bond, Ethan Hunt y el resto de agentes especiales que hemos visto tanto en cines como en la televisión. Aquí el punto es hasta cuándo se propone lo mismo. Jason Bourne ya encontró su pasado, las respuestas que buscaba, con muertes como plato principal, todo eso en 2004. Ya lo logró. ¿Qué sigue? Pues que Treadstone y Blackbair no están contentos y van de vuelta, bueno, a manos de la CIA, para atrapar a Bourne. O "neutralizarlo". Es cuando aparece Robert Dewey (Tommy Lee Jones) para encararlo de una vez por todas. Esto es casi como "¡Tú mataste a mi padre!". No, no es venganza. Entonces ¿tengo que adivinar? Si no está muerto, no será libre. Y si no es muerte, entonces es "Tú perteneces aquí. No niegues lo que eres ahora, porque tus acciones te definen más que tu pasado."
Matt Damon demuestra que es Jason Bourne. Mismos golpes, mismos reflejos, misma astucia, igual de impecable e implacable. Ves lo que esperas en él cuando pagas para ver la película. Y es por su psicología enfocada al peligro que la cámara va tan rápido. Si fuera más lento ¿dónde estaría el atractivo? Julia Stiles está de vuelta como Nick Parsons para cerrar su círculo, y claro que con ella todo se vuelve redondo en esta cinta de acción. Redondo en términos de narrativa. Con ella se recuperan los elementos tradicionales del género de acción. Como pasara en Supremacía, ella forma pieza crucial en Bourne como una respuesta fílmica que responde a su Alma Mater. Verás por qué. Las adiciones están para tratar de refrescar una cinta que poco tiene que añadir en temática, pero en rostros, la variedad es tan infinita que encontramos a la bonita, impasible y doble cara Heather Lee (Alicia Vikander -¿recuerdas La chica danesa?) como una agente de la CIA que busca su ración del pastel. Y quítate porque esa cuchara es suya.
La cinta entretiene, las escenas de acción son lo esperado, los efectos son adecuados y con cada coche salvajemente destrozado sólo te levanta del asiento para sentir la adrenalina. Pero no me gustan los diálogos. Tampoco el repetitivo discurso de las instituciones como herramienta de gobierno que priva la libertad humana. Siento que la creatividad se extinguió. Y si a ello le sumas el que te tomes personal una traición del pasado, pues está peor. Vincent Cassel entra aquí como Asset, y si bien su personaje está bien trabajado al ser el némesis obligado en turno, no me alcanza para ver el filme como lo que debería ser. Los conflictos políticos, a la par de los Social Media, aderezan la nueva entrega sobre un sujeto en busca de su verdad, de recuperar su propio sentido, y si consideramos las diversas locaciones y las referencias políticas, que ya encontró lo que buscaba, que lo perdió y que descubre que hay gato encerrado, pues el camino tiene un precio muy alto. Jason Bourne 2016 es prueba del desgaste en cuanto a historia de agentes secretos se refiere. Por la naturaleza que lo rodea, es el único con el síntoma. Por momentos se abandona la acción para otorgarle a la cinta un tono más paciente, acorde con el intento fallido de propuesta. Parece que el punto es reiterar. Sí, la tecnología como instrumento de vigilancia la hemos visto en miles de películas, y la astucia y búsqueda de verdad de Bourne no son excusa para recapitularlo. Lo sabemos. Así que tápame la herida y cámbiale de canal por favor. Y como el epílogo sugiere, siempre habrá conspiración, traición, huídas y motivaciones ocultas, (esto mientras mueves la cabeza al son de Extreme ways); y con Jack Reacher cerca, creo que me llevo la almohada o un café para no aburrirme.
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