Soul es una propuesta íntima y universal.
La primera gran idea que rondaba mi mente cuando finalicé Alma (Soul) fue aquella premisa de que lo importante no es el objetivo, sino el camino hacia él. El recorrido, no la meta. Esto sobre el fondo, así como la idea de disfrutar, de quitarse los prejuicios, de no racionalizar y sí vivir. La auto-definición es constante; la reinvención, infinita. Así, cuando Joe obstinadamente porfía en tocar Jazz al punto de literalmente distraerse en las coloridas calles de Nueva York, súbitamente “pierde” la vida, o de menos queda atrapado en un enigmático limbo que lo llevará a iniciar, nada más y nada menos, que un camino de auto-descubrimiento. ¡Oh, Disney-Pixar! Volviste a hacerlo. Cada vez que pienso que no puedes auto-superarte me sales con una cinta más profunda que la anterior.
O
sea, ya tuve Frozen y su Let-it go me gustó allá en 2013, y
aunque su secuela me dejó con ganas de más en el sentido negativo del término,
pues realmente no me quejo. Más tarde aparecieron, entre varias propuestas, dos
peculiares que me atrajeron al instante: Intensamente, preciosa cinta; y
Ralph 2, más profunda de lo que me imaginaba. Así, entre un mar de
cintas que siempre me dejan una lección conmovedora y me llevan a ver la vida
distinta, aparece Alma para darme una cachetada con guante blanco y redefinir
el concepto de vida, que de por sí es inefable hasta decir “¡Basta!”, pero aquí
estoy.
Una
historia íntima porque Joe es simpático y testaduro, porque entiendo su
aferración a los sueños y su deseo de demostrarse a sí mismo —y a su mamá— que
puede ser alguien en la vida. Mientras que 22, por otro lado, me parece
encantadora, desafiante, compleja y enigmática. Ya el resto de los personajes
tienen su propósito y aparecen cuando deben ayudar al protagonista a concientizar
sus impactos, decisiones y llevarlo, con sus propios sellos y limitaciones, al
lugar que tanto ha negado por temor y por una falta de auto-perdón.
También
por eso es una cinta bellísima. Gracias a su ambivalencia emocional (clara y
compleja a la vez) acompaño a Joe a su revelación final. En este punto de la
cinta, Alma recurre a punzantes y profundísimas metáforas visuales (propias
de las reglas del universo ya planteado en la hora pasada) sobre las ideas que
los demás pueden sembrar en uno mismo, en cómo, quiera o no, permean en el
subconsciente. Me detengo en esto porque es vital: nuestras creencias
importan. Las demás… no tanto. Y cuando Joe entiende la profundidad de su
error, de querer quitarle a 22 lo que más ama porque ella ha descubierto su
valor, pues resulta emotivo, desgarrador, totalmente lógico e incluso
hipnótico. Pero el poder de la honestidad, el vencer el miedo a la
equivocación y la voluntad de hacer lo correcto son suficientes; esto es lo
que el discurso orquestado por Alma me dice y no sólo es valioso, es
brutal, certísimo y muy humano.
Ya
para cuando Joe ha enmendado su error y logrado un triunfo insuperable, recibe
su propia recompensa (no lo vi venir) y comienza… su propia historia, una segunda
oportunidad. Y yo me levanto de mi asiento, aplaudo, lloro y me decido a
integrar su filosofía. Una como ninguna otra. ¡Bravo!
Nacido para ser Feliz.
ResponderBorrarYa lo había establecido previamente: Pete Docter es el caballo negro de Pixar.
Desde hace unos años la compañía de Luxo está en un bache creativo, remarcado por secuelas innecesarias y fórmulas vacías más cercanas a Frozen que a Wall-E: películas simplistas, digeribles, sin riesgos y sin personalidad propia. En ese bache sólo tres películas destacan y una casualmente es de Docter: Inside-Out, cosa que repite con encomiable maestría vía Soul.
Más allá del 'alma' en la ortodoxia del término bajo tutela cristiana, el director explora el concepto del alma como pisque, es decir la consciencia.
La maravillosa música se pasea entre los coquetos y fabulosos rasgueos de jazz y soul (de ahí el juego de palabras que da título a la película) cortesía de Jon Batiste, y el trepidante y audaz score de la mancuerna Reznor-Ross que, como buenos rockers, llevan la instrumentalización a otro nivel.
En la superficie, Soul va sobre la vida adormecida de un músico de jazz frustrado con una carrera trunca y un trabajo de medio pelo como maestro de secundaria. A través de una experiencia sobrenatural con el más allá y la antesala del Gran Antes, pretende hacer hasta lo imposible por alcanzar su sueño. Pero esa es apenas la excusa.
La mayor parte de la historia ocurre en el Gran Antes y dentro de ese espacio está 'La Zona', favor de hacer énfasis que es de vital importancia no sólo para la trama sino el mensaje de la cinta.
En ese Gran Antes, escapando de la desaparición en el Más Allá, que el protagonista Joe —excepcionalmente interpretado por Jamie Foxx— coincide por mera serendipia (o sea, la magia del guión) con 22, un alma estancada en ese Gran Antes e incapaz de completar su “capacitación” para vivir en la tierra. 22 —interpretada por la genial Tina Fey—está más que cómoda en su desinterés por la vida en la tierra, y no tiene intenciones de seguir a Joe, pero sí pretende ayudarlo. Justamente 22 lleva a Joe a 'La Zona' para que pueda regresar a su vida. Detalles más, detalles menos, ambos viven una fugaz experiencia en la Tierra pero desde afuera, es decir que 22 entra al cuerpo de Joe y Joe entra al cuerpo de... un gato. Para cuando Joe encuentra el modo de regresar a su cuerpo, 22 se niega porque se ha encantado con la vida y no quiere abandonarla, cosa que termina por ser debido a la intervención de un tercero.
Joe vive el momento cumbre de su vida y se da cuenta que... no lo hace feliz, nada ha cambiado, ha alcanzado su sueño y sin embargo no siente esa realización. Entonces decide buscar a 22 en La Zona para ayudarla a cumplir ella su deseo de vivir, y de paso él vivir cada día... porque, cliché.
Dentro de todos los espacios cuánticos supuestos por Pixar, La Zona es el más místico y medular de esa historia: es la representación del desprendimiento, de la consciencia absoluta, de la iluminación y el subconsciente activo. Es ese algo que nos hace ser, tanto individual como colectivamente. Jodorowsky decía que navegar en el inconsciente era navegar en un pequeño barco en un mar de locura, y esa representación implica precisamente que perderse en ese mar puede llevar a la locura, pero también es lo que nos hace libres, es lo que construye el impulso por vivir, lo que nos complementa. La Zona, es la ventana de las epifanías cósmicas de donde fluye la inspiración; es ese pequeño margen de gracia humana que algunos individuos todavía poseen.
Eso es lo maravilloso de la filmografía de Docter; su capacidad introspectiva para hacer reflexionar sobre temas incómodos o a veces hasta dados por sentado y redefinir nuestro valor individual a partir de ese re-descubrimiento interior. En cada una de sus cintas; Monsters Inc., Up, Inside Out y Soul, existe esa reflexión introspectiva que despierta una motivación en sus personajes y de paso en el espectador.
Sólo esperemos que este director siga creando trabajos como hasta ahora y que inspire a otros a hacer lo propio, para mantener esa barrera que separa las grandilocuentes películas de Pixar lejos de la parafernalia barata de Disney.