Rashomon. "Estamos llenos de historias terribles".


Akira Kurosawa. Con eso es suficiente para interesarse por esta historia, que promete misterio, intriga, moralidad y un toque de "averigua la versión correcta" tan absorbente que es prácticamente seductora. Rashomon hace referencia a un templo donde tres sujetos relatan una historia que puede componerse de tres versiones o más, o ninguna. Lo que aparenta un crimen atroz pronto se convierte en una lucha moralista intelectual por averiguar una verdad mientras que uno de esos sujetos, un monje, empieza a aterrorizarse por la naturaleza humana inmersa en la esencia del relato: un asesinato. 

En la película hay tres versiones principales o, como dice en el dicho "todo depende del cristal con que se mira". Así, por un lado tenemos la historia de la esposa, centrada en el concepto del crimen y la violación; la historia del asaltante, enfocada en el asesinato y la entrega voluntaria de la mujer por la que intenta "cometer" el crimen; se incluye la versión del asesinado por medio de un médium u oráculo, que relata de un modo atroz la situación -escena en la que yo encuentro su única debilidad- y  está la versión del testigo, quien otorga un contexto al panorama que los tres sujetos comentan y lo que nosotros como espectadores presenciamos. 

Todo es interesante, desde los diálogos que expían la naturaleza humana, el reconocimiento de nuestra oscuridad, así como de la constatación de que el ser humano es misterioso y complejo. Por momentos da la impresión de que Kurosawa sataniza al hombre, como género, apartando y segregando a la mujer como un objeto sin mayores connotaciones, pero libre de los pecados que podrían atribuírsele al hombre. Mientras que durante el metraje Kurosawa nos arroja planteamientos como que nadie es honesto nunca, por miedo, nos lanza un torrente de juicios donde lo principal puede ser exponer al ser humano como lo que es: un ser vivo insaciable, custiodiado por leyes humanas, perseguido y atormentado por placeres que, a ojos de la sociedad, pueden ser banales o incluso nimios, pero que acorde al contexto pueden matizarse como leales o mortales. 

Rashomon es una historia absorbente que comienza con el toque de intriga (unos tipos vieron un cadáver, ¿por qué están traumados? ¿De quién se trató? ¿Por qué fue asesinado?) para pasar al tono de detectives estando en un templo. Una metáfora bastante interesante sobre la confesión de un crimen, el propio. Y con el sencillo ejemplo del ladrón (Rajomaru) buscando secuestrar a la esposa de otro sujeto, para, en una de las versiones, cuestionarse si hacerlo vale la pena o no. Así, por instantes la cinta juega mucho con la idea del valor de nuestras acciones, pensamientos y deseos, siempre a partir del ingenioso ejemplo de dos tipos peleando por una mujer. Brillante ejemplo que se ocupa de exponer cómo nos medimos y juzgamos a partir del "amor" de una mujer. 


Estamos llenos de historias terribles, el mundo es un lugar despiadado y egoísta, por lo que la única respuesta a un mundo así es pensar en uno mismo. La crítica que Kurosawa hace de esto es simplemente magnífica, al exponer gracias al relato cómo dicho sentimiento es fatídico, nos conduce a la perdición y no deja nada realmente valioso. Encuentro lógico que la película no se olvide de retomar temas como la lealtad a la vida, el honor y el código de los samurai, algo vital en este tipo de historias. 

Mi único problema con la cinta es, precisamente, el relato místico, el del oráculo. Estimo que es la escena que rompe con la tensión, el misterio y el ritmo, pues llegado a ese punto me interesa más seguir con lo que sucede en los relatos centrales y no tanto con la posesión. 

Rashomon es aventura, entretenimiento y aprendizaje de principio a fin. ¡Bravo!  

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