Sueño de una Noche de Verano. Dramatismo consumado.



En Sueños de una noche de verano se juega mucho con la idea de juntar a la naturaleza con el hombre, el cruce entre especies, el amor y el destino. La muerte, la vida, el amor, el matrimonio y las convenciones son premisas que deambulan en esta historia, apoyada en lo técnico por el llamado stop motion. Durante la boda de Teseo e Hipólita tiene lugar una obra plagada de fantasía, sueños, amor y magia que se entremezclan en las historias de amor de dos parejas nobles, de unos cómicos despreocupados y un grupo de miembros del mundo de las hadas. La historia está ambientada en Atenas y tiene cinco actos. Hermia está comprometida con Demetrio pero está enamorada de Lisandro y no puede casarse con él porque su padre no lo acepta. Entonces esta pareja de enamorados decide fugarse al bosque, donde vivirán aventuras inesperadas.

Más allá de una animación incipiente y bastante cuidado en montaje, la “narrativa” e esta pequeñísima película dirigida por jirí Trnska, de 1959, hay ocurrencias, convivencias y puede que el estilo con que se relata la famosa dicotomía no sea precisamente del agrado general, pero en su calidez y tratamiento donde se encuentra el lujo en la adaptación de Trnka a una de las obras más reconocidas de Shakespeare.


Hay pérdida, encuentro, valor y motivación, elementos con los que el director parece jugar aquí. Si bien se incluyen alegorías sobre el trato que se le da al hombre en su vínculo con el entorno, poco hay que enfatizar sobre su manera de retratar lo que conocemos, como una civilización que podría estar desmitificándose al ritmo en que la vida se encuentra en nuestro entorno. Hacia su final, la felicidad coquetea fantasiosamente con la temática de unión, pero ya que estamos hablando de una pequeña cinta animada que debe presentar buenos mensajes y simbología al servicio de quien lo ve, está bastante decente. 

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