Amor Tóxico. Comedia y crítica social.


Consideraré que tras ver Amor Tóxico (Dir. Del Val, 2016) me encuentro en una especie de análisis a medio camino entre La Cruda Verdad (Dir. Luketic, 2009) y 500 días con ella (Dir. Webb, 2009). Más allá de lo contemporánea de las cintas, y de su proximidad genérica, estamos ante distintas críticas que hacen cada una su parte. Con la primera citada estuvimos ante una comedia muy divertida que ponía en evidencia las flaquezas de una sociedad cimentada no sólo en estereotipos, sino también en la falsedad que sucede a éstos. Por otro lado, hizo acto de presencia la película protagonizada por Gordon-Levitt Deschannel, en la que ambos reflejaron la frágil realidad del amor no correspondido. 

Para Amor Tóxico, el director Norberto Ramos Del Val elabora, centímetro a centímetro, una crítica fílmica acerca de la concepción que formamos de nosotros mismos, una construcción psicológica alimentada, erróneamente, por la llamada Social Media, aquellas redes sociales que forman parte de nuestras vidas de manera casi inherente hoy día, y con las cuales formamos un "perfil" y personalidad que rápidamente permean en el inconsciente colectivo, dando paso a la inseguridad casi instantánea. Y la pregunta que circula en la cinta, quizá no de forma evidente, es si somos capaces -a partir de los constructos que día a día nos formamos-, de eliminarlos. Con o sin humor, el director se embarca, por medio de agudos, cínicos y muy divertidos diálogos, en una exploración individual acerca del sujeto atrapado en el universo cibernético y las consecuencias sociales provenientes de este incierto panorama; el ser humano carente de autoestima y la persona que sirve de reflejo a su miedo, la pérdida de seguridad y, además, a la verdad son interrogantes que flotan hoy día siempre que se trata de formar lazos: ¿podemos ser capaces de entablar relaciones de calidad? 

Edu Ferré y Ann M. Perelló estelarizan y complementan el combo discursivo en la que cualquier acción y pensamiento está calculado, diseñado para confundir o tentar los peligros de la incertidumbre que hoy día vivimos los seres humanos. A base de ingeniosas referencias semióticas, alegóricas y metáforas por demás circunstanciales y bellamente estéticas, Amor Tóxico resulta ser un manjar analítico en el que lo que diariamente hacemos es puesto bajo una lupa para examen crítico personal. El director no se detiene (salvo por descarados cortes de cámara) a ver cómo surge la resolución en la continua balacera deleznable hacia la pusilanimidad humana, personal y colectiva, porque siempre estamos armados, física y psicológicamente. La cinta lo deja en claro. 

Las palabras no me alcanzan para medir, en esencia, un discurso basado en la falsedad que nos caracteriza como humanos, en la expresión materializada psicológicamente de nuestros miedos, de cómo, tras arrojarle máscaras al prójimo, terminamos por ser nosotros mismos en determinado punto; llegado un punto culminante, nos arrojamos al amor llano sin reservas. Ferré interpreta al protagonista de la historia, Tony, un joven en busca de una relación de calidad, y que para llegar a ella, ha tenido que conocer varios sapos. ¿Lucha incansable o conato determinado? La cinta, si bien es extremadamente recomendable, advierte un enfoque concreto: toda la mirada acusadora que Del Val elabora lo hace sobre el hombre mediante la presencia de Tony, ejemplificación aquí del hombre débil, inseguro, en espera de la mujer que lo domine en un proceso de reafirmación recíproca, donde el poder no avanza, se estanca, por ego, por orgullo, porque así son las relaciones humanas: juegos de poder. 

En el fondo, hombres y mujeres no somos tan distintos, hay parentesco, hay similitud, pero la recusación de la misma está en el miedo a sufrir, a no encontrar la felicidad o a no ceder ni un poco el control sobre nuestro entorno. Amor Tóxico, a pesar de tocar temas cruciales y muy vigentes, se muestra ligera por momentos, irónica en su mayoría, pero sarcástica al transmitir honestidad y, pese al módico montaje en que la historia se desarrolla, incluso interesante. Es una comedia cruda y mordaz que, si no la has visto, no puedes dejarla de lado. Puede que te identifiques con los protagonistas; ese objetivo la cinta lo logra gracias a sus agudos y perspicaces diálogos, emoción plasmada y psicología desmenuzada garantizada. 



Es indudable que hombres y mujeres somos un mar de dudas, de pensamientos, acciones y misterio. Y en un momento donde cualquier otra comedia con tonalidad más densa o irrisoria habría fallado, Amor Tóxico se levanta con sutileza y anuncia su presencia en un género ligeramente desgastado por los clichés. Esta cinta lo vale, cada segundo. No puedes perdértela. 

Lo mejor es la aguda crítica social a todo lo que nos conforma: seguridad, percepción, autoestima, creencias, perfiles, tecnología, ignorancia, hipocresía, miedos... 

No que sea malo pero sí quizá un poco "cuestionable" será el espacio donde se desarrolla la temática, pero al mismo tiempo es entendible el recurso de espacios para el propósito que nos ocupa aquí. 

1 comentario:

  1. Es es la primera cita que tengo con este cine español del nuevo milenio que se apoya del indie para acercarse a su propia generación y de paso hacerse de una voz propia, muy eficientemente por cierto, a pesar de las evidentes fallas propias de esa inmadurez adolescente como realizador en pleno desarrollo.
    La peli está planteada en un formato de obra de teatro, con todo el peso apoyado en los actores y el diálogo, se centra en Tony, un hombre apocado y pusilánime que rehuye de las relaciones interpersonales, en especial las de índole sexual, y va de muertito, de encuentro en encuentro. En una cita a ciegas queda con Irene, y se deja dominar por ésta al instante. En el mar de sus inseguridades, Tony ven ella su salvación y su condena, es el bote que lo salvara de ahogarse pero lo matara de insolación y hambre. En la voz de Ann Perelló, Irene seduce y ataca, edifica y destroza a la vez, es el personaje mejor logrado de toda la cinta, saca a flote diálogos densos, una dirección errática e incierta en su tono, situaciones absurdas y tomas pueriles, que de otra forma resultarían tediosas y aburridas, y las vuelve divertidas y atinadas observaciones a Don Autocompasión.

    Con una intención casi onírica, o más bien bautizada de alcohol, el escenario, los personajes de fondo e Irene forman parte de una catarsis a la psicología de Tony, exhibiendo esa naturaleza servil e indulgente que se aferra a titubeos emocionales entre el deseo, la seguridad y el pasado.

    Reconozco que el ritmo es en general bastante ágil, salvo por los interludios entre actos que no aportan nada y matan el ritmo con un intento de surrealismo machista mal logrado, y te mantiene pendiente prácticamente de principio a fin, pero podría funcionar mejor como puesta en escena, o con un metraje más discreto.

    Es muy divertida, entretenida, con una atmósfera envolvente que logra atraparte en esa sensación de bar suburbano con las canciones bossa-jazz de King Crimson cortesía de Caballero Reynaldo, sin que pierdas un instante la conversación psicológica de guerra entre sexos.

    Finalmente me quedo con una de las líneas de Irene (las palabras de esa loca son oro molido) que sin perder su comicidad cae en el clavo tanto del personaje como de la situación de la que tanto peca:
    “Va, esto ya está muy pasado. Nadie nos ve como objetos. Tú nos ves como fantasías, sólo que ves lo que quieres ver [..] Vives feliz en tu mundo y no quieres que nadie te moleste ¿no? que te pongan un hombrón como decidir entre tener un polvo de relevo o una conversación profunda porque es que te cortacircuitas, o sea, choca lo que realmente eres con lo que quieres aparentar.”

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