Annabelle 3: Viene a casa


Gary Dauberman escribe y dirige una cinta de terror con buena atmósfera, pero cuya trama tarda en arrancar. 

7.0

Tipo de artículo:
Crítica.

Después de una segunda parte que (más convincente que la primera) abundaba en el origen demoníaco de la muñeca, llega una tercera parte con claros y definidos derroteros impresionistas. Derroteros que la definen como una cinta poco más que palomera, a gusto del público objetivo al que va dirigida: el adolescente. Por esta razón el guion lo percibo tan transparente en sus intenciones y ejecuciones, que me hace pensar que el director y guionista de la cinta, Gary Dauberman pretendía aligerar la tensión de lo narrado en esta cinta para darme un respiro camino a El Conjuro 3, donde se presume saldrán creaturas increíbles. Aquí todo está condensado, todos son sustos fáciles —algunos más que otros—, pero siempre al servicio del espectáculo simple, llano y directo. Producto, al fin y al cabo, de una decisión creativa que puede quedar por debajo de niveles esperados pero a propósito de guardar lo mejor para el final.

Lo más importante o interesante de la cinta es que, aunque las protagonistas están al servicio del argumento de la película, una de ellas está más desarrollada de lo necesario porque es la que provoca el avance de la historia debido a su propia motivación (reconciliarse con un ser querido finado), como es de esperar, dando rienda suelta a la "caja de sustos" que es la película. Risas nerviosas, un poco de comedia, UN chiste agradable y, por lo demás, sustos al por mayor (el susto de las monedas en el aire es de los mejores en la proyección). Eso sí, buen juego de luces y sombras, aunque en un par de escenas esto abusa de mi visión, literalmente.


Todo comienza con Ed y Lorraine Warren recogiendo a la muñeca Annabelle de una propiedad de víctimas aterrorizadas por el ante. En el camino a casa se topan con un pequeño imprevisto que da a entender a Lorraine la cruel verdad detrás de la muñeca: es un faro para el despertar de cuanto espíritu se encuentre cerca. Así, cuando llegan a su hogar aplican salmos, hechizos y demás recursos para contener el mal que encierra a la diabólica muñeca, un mal que, en esencia, es el mismísimo demonio. Tiempo después la cinta me lleva un año adelante en la historia, con el inminente cumpleaños de la hija de los Warren: Judy (McKenna Grace), quien es tan sintomática como su madre, pero ligeramente más callada, aunque no menos perceptiva. Tiene a su niñera Mary Ellen (Madison Iceman) y a la entrometida Daniela (Kati Sarife). Ésta última será la causante de los embrollos...


Mary Ellen cuidará de Judy mientras sus padres no están, suficiente espacio y oportunidad para que Daniel recorra el hogar sin permiso alguno y termine encontrando las llaves de acceso al prohibido cuarto de objetos, artículos y demás pruebas de actividad demoníaca. Y aquí es cuando todo lo percibo leeeento, porque la incredulidad de Daniela frente al hecho de rondar una casa de demonólogos no parece suficiente hasta que llega al cuarto prohibido y TOCA cuanto artefacto encuentra. La frase «Ten cuidado con lo que deseas» permea durante toda la proyección, pero lo mejor está en el juego de personajes: mientras yo como espectador acompaña a Daniela, me vuelvo cómplice del error que ha cometido, también soy parte de los sustos, la incertidumbre y el desconcierto que rodea a Mary Ellen y Judy en medio de tanto susto. Cuando las otras chicas se dan cuenta, es tarde: el demonio las ha espantado lo suficiente para darles a entender que el vehículo de susto ha escapado de su celda.


Porque los primeros sustos son simples, sencillos, pero cualquier personaje con un mínimo de lógica entendería que los "accidentes" ahí ocurridos no son naturales. Judy es la primera, desde luego, en entender que no todo está en orden. Su primera pista es la inexplicable aparición de un sacerdote muerto que recala incluso en su colegio, pero su festejo de cumpleaños la distrae momentáneamente de las angustias y demás repercusiones. Daniela y Mary Ellen sostienen una divertida, cínica y despreocupada discusión en el supermercado cercano al hogar de Warren, donde aparece un personaje secundario medianamente trascendente que resulta ser el interés amoroso de Mary Ellen. Este chico, tímido y de buen corazón, las rescatará de un par de momentos de horror a las chicas.

Pero, de nueva cuenta, todo taaaaarda en arrancar, porque hacen falta sustos sueltos, inconexos para no aburrirme como espectador. Una televisión que se prende o apaga, un vaso con leche que cae al piso, un control de televisor que llega inexplicablemente a la alfombra... una sensación de sobrenaturalidad que, dicho sea de paso, está bien construida. Dauberman sabe arma su atmósfera de tensión, sabe crear incertidumbre y, justo por esta razón, se toma el tiempo para hacer que sus protagonistas me importen. Más aún, deja que la historia arranque a su manera, justificando cada acción con naturalidad, una muy lenta.

Mary Ellen es estoica, contenida y recta; Daniela, pese a tener un propósito, es desenfadada, natural, atrevida y petulante. Precisamente su oposición psicológica es la que da cauce a su lazo, a su importancia como personajes y lo que mantiene levemente el interés cómico en una cinta de terror.


Los juegos de luces, el montaje, el uso y recurso de movimientos de cámara son evidentes (recordándome a La Monja) y, debido a esto, algunos sustos predecibles, otros sí me resultan inesperados. La escena del pastel, de las mañanitas, por ejemplo, es un arrojo de creatividad brutal, porque hace pensar en el despertar maldito de la muñeca, cuando es simplemente que las niñeras han apagado la luz para sorprender a Judy por su festejo. ¿Qué provoca? Risa nerviosa. Y de la buena; la mayor parte de la sala eran adolescentes, y escucharlos reírse con nervios me provocó una sonrisa.

Si bien un recurso me pareció descaradamente extraído del universo de King, la cinta funciona bastante bien pese a que todo transcurre en un mismo sitio: la casa de los Warren. El montaje y la astucia recaen, pues, en explotar las herramientas y el ingenio del guion para hacer que, aunque todo es LENTO, sea entretenido a punta de soltar sustos por aquí o por allá pese a su desconexión y ese aire de "Ya casi, ya casi...". A MÍ me pareció lenta pese a que dura 106 minutos y la verdadera acción ocurre casi en el tercer acto. Sí, repito, todo el prólogo del primer acto y la mitad del segundo sirve para que las protagonistas se ganen mi afecto y mi interés por sus vidas, pero bien pudo Dauberman ahorrarse 5 o 10 minutos de metraje.


Ni Judy ni Mary Ellen saben que Daniela ha entrado en el cuarto prohibido sino hasta el tercer acto, cuando el Mal se ha apoderado del hogar Warren. Esta falta de noción desemboca en que yo esté al tanto del acto "poco ético" de la niñera, sintiendo lástima o miedo por las otras dos, que saben o no lo que ocurre, pero no lo tienen completamente racionalizado. El que un personaje haga algo y otro no lo sepa es un ingrediente básico de la tensión, porque aparte de que ME VUELVE cómplice del personaje malhechor, también me da la oportunidad de juzgarlos o entenderlos, todo por separado. Por esto, en parte, la tensión está bien armada, porque pese a su lentitud, Annabelle Comes Home es natural y consistente con sus propias reglas y mecanismos, tanto como el universo de El Conjuro lo ha sido hasta el momento.

Conclusión:
Palomera, entretenida, con algunos sustos bien hechos, otros esperados. Annabelle 3: viene a casa es una cinta para un público adolescente por sus "saltos del asiento" (jumpscares) que entretendrán; lo verdaderamente emocionante vendrá, espero, con la tercera parte de El Conjuro

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