TOY STORY 4


La franquicia concluye con una entrega de menor calidad que su antecesora, pero no menores fábulas. 

9.0

Tipo de artículo:
Crítica.

Yo soy tu amigo fiel... Qué tiempos. Aún recuerdo cuando vi en mi sala y en formato VHS la primera cinta Toy Story. Me acerqué a mi madre y le pregunté qué era eso. Me contestó "Los juguetes vivos". Lo sé. Pésima traducción. Significa La historia de los juguetes y, en este caso, de uno particular: Woody. También recuerdo cuando, camino a ver en cines la cinta animada de Tarzan, salía el anuncio de Toy Story 2. Quedé tan asombrado; no me lo creía. Ahora, mucho tiempo después, el vaquero que comenzó una historia hace tantos años regresa para una última aventura. Pero ¿qué esperar, tras casi 26 años desde su primera odisea? ¿Qué puedo esperar tras una franquicia que, con cada entrega, me ha regalado momentos geniales, momentos conmovedores y espacios de dura y pura reflexión sobre la vida?

Toy Story 4 no es la excepción, pero temo decir que palidece un poco ante su predecesora simple y sencillamente porque esta historia es para Woody, dejando a los demás personajes como elenco de reparto. Ni siquiera Buzz Light Year es estrella en esta ocasión, más que en un par de escenas. No, aquí la trama versa sobre Woody, su desarrollo y exploración final, ocultos tras la motivación personal que siempre ha tenido el personaje: primero hacer feliz a Andy, después a Bonnie. Pero no todo es para siempre y Bonnie pronto deja de prestarle atención, de fijarse menos en él como juguete atractivo. Resuelto a no perder su propósito, Woody la acompaña al jardín de niños, donde ella elabora un nuevo juguete que, repentinamente, la alegra infinitamente: Forky, pero éste al principio no se siente como juguete, sino como basura porque fue hecho de herramientas desechables, provocándole un constante deseo de regresar al bote de basura.


La trama, en general, tratará sobre Woody intentando evitar que Forky se "suicide" y, al mismo tiempo, sobre él mismo reconociendo su propia tristeza, pesar y ciclo como juguete. Así, camino a un parque de diversiones, Woody constantemente lucha por evitar que Forky se dirija al bote, hasta que en un pequeño giro de la trama, el cucharador cae en la carretera camino al gran evento. Woody, sabiendo cuán importante es para Bonnie su nuevo juguete, se sacrifica y se lanza a perseguirlo, prometiendo a los demás que los alcanzará a tiempo.

Es justo a mitad de camino, con una escena increíblemente hilarante, y otra más "adulta", que Woody lucha por hacerle entender a Forky su importancia en la vida de su niña. Llegan a una tienda de antigüedades y, creyendo el vaquero que vio una señal de su antiguo amor, entra en la tienda, donde rápidamente conocen a una enorme y temeraria muñeca (Gabby Gabby) que los recibe con forzosa calidez. La situación empeora, pues más adelante Woody entiende que él tiene algo que esa muñeca necesita con desesperación: su caja de música interna. ¿Por qué? Para ser útil nuevamente...

Un giro en los acontecimientos provoca que Woody abandone temporalmente a Forky para salvarse él mismo, encontrándose después con el amor de su vida (el prólogo de la historia me cuenta que 9 años atrás se separaron por el destino) Bo Peep.


Es evidente la calidad del guion porque la trama sube de nivel, eleva el listón y presenta, con cada giro de tuerca, nuevos desafíos, enseñanzas y fábulas, sea en pequeos diálogos, gestos o incluso acciones. Eso es algo que ha caracterizado fuertemente a la saga Toy Story. Por lo mismo, la conexión entre escenas, lo que hace un personaje u otro, es bastante entretenida. Es evidente cómo de tener que superar un obstáculo (evitar que Cucharador se vaya al bote, literal) Woody pase a tener que regresar a la tienda "Segunda Oportunidad" para rescatar a Forky, a quien dejó atrás par salvarse de Gabby y sus "secuaces" muñecos. Ahí hay un giro; el escollo aumenta, o de intensidad o de numeralidad.

Cuando Woody se empecina en volver a la tienda de antigüedades por el nuevo juguete de Bonnie, descubre a Betty, tras tantos años separados, y su nuevo mundo. Aquí establezco una pausa porque es cuando el guion le mete con fuerza la moraleja a la historia, misma que es enfática y perentoria para estos tiempos: la separación de Betty y Woody años atrás provocó que cada uno terminara viendo la vida distintamente. Ella "maduró", creció y aprendió a seguir el cambio, a ser objetiva, mientras que Woody sigue anclado a su niña —como «legado» de Andy—, porque en parte nunca conoció más que la casa donde siempre ha estado y porque siente que ése es SU propósito y no otro. Así, a la par del rescate de Forky, de las esporádicas escenas del resto de los personajes "veteranos" y la inclusión de otros nuevos, sus respectivos miedos, deseos, propósitos y demás, Toy Story 4 me repite el discurso de la igualdad de género desde un ángulo diferente y que simultáneamente me resulta orgánico y natural para esta franquicia: el crecimiento y la importancia del desapego, la trascendencia y el valor del uso con el tiempo  


¿Por qué aferrarme a algo? ¿Por qué no dejar ir, dejar ser? Con Woody, la ausencia de propósito es un mal que debe ser cubierto con algo, porque no tener propósito lo carcome por dentro, sí, con su relleno. Piensa que su motivación debe ser eterna y que cuidar de Bonnie, como Andy "se lo habría encargado" es todo y lo único que le queda. La vida con sentido, o la vida como una búsqueda de sentido. Haciendo a un lado la filosofía de José Ortega y Gasset —que, sí, podría tener cabida aquí precisamente por la densidad de los temas explorados—, lo relevante aquí es la contraposición de los discursos: Bo Peep como ejemplo del cambio (Heráclito de Efeso); Woody y Gaby como las dos caras de lo que significa ser/tener un propósito hacia otros; polaridad como ejemplo de la permanencia o de cumplimiento de ciclos (además de Gasset, también cabría Parménides y su permanencia).


Porque con la introducción de la muñeca Gabby Gabby, Woody entiende al final la naturaleza del propósito, de la trascendencia y, más aún de que lo que es inservible o carente de propósito para una persona, para otra puede serlo todo, algo nuevo, diferente, emocionante y esperanzador. De este modo, con el rescate de Forky como nuevo objetivo final —o, más bien, giro de los acontecimientos—, una serie de tropiezos, discusiones y enfrentamientos con otros juguetes menos placenteros colocan a Woody y Bo Peep en el dedo analítico que busca explorar esta cuarta entrega: Aferramiento o soltura; dejar ir o mantener; cambio o permanencia.

Y esto no es todo: la cinta también se ocupa de mostrar a Bo Peep como una muñeca independiente, fuerte, práctica, "curtida" por los años de soledad, dura, sensible, congruente, pero también con la suficiente entereza para reconocer su «amor» por Woody. Y esta dualidad de personajes fue lo que más me gustó de la cinta, porque Toy Story 4 no me atiborra de ideales clásicos, ochenteros o pertenecientes a la época original de la franquicia, sino que la película misma se reconoce la madurez para encarar la frontera psicológica de la nueva época, el momento en que llega a las audiencias: igualdad de género y empoderamiento femenino; incluyendo uno alterno y que es importante en los tiempos actuales, de la mano de la muñeca Gaby: la necesidad de pertenencia.


Y aunque hay más tópicos explorados en esta cinta, su brevedad me obliga a no explorarlos en esta crítica. ¿Por qué? Porque en esta película, los personajes femeninos lideran la historia y las necesidad filosófico-narrativas son otras.

Chistes ingeniosos, nuevos personajes, menos dramática visualmente que Toy Story 3, pero sí más emocionalmente cargada de referencias, analogías, fábulas y mensajes sobre individualidad, egoísmo, entereza, comunismo y sabiduría, Toy Story 4 aún tiene algo que contar: el final del ciclo de Woody como juguete de alguien. Esto justifica rápidamente la poca aparición de sus demás amigos, y coincidirás conmigo: Toy Story 4 está, aquí, para contarme el ocaso en la motivación del vaquero Woody, la separación como su amigo fiel.


Al infinito... y más allá con Woody, Bo Peep y el adiós al siempre simpático Buzz Light Year, que en esta ocasión me llegó al corazón. Su compañerismo, su lealtad, su apoyo y su carácter incondicional ante Woody son conmovedores. En resumen, Toy Story 4 despide a una franquicia que eleva los estándares Disney a nuevos niveles. No supera a su antecesora por el rumbo que toma, pero no decepciona en absoluto por los temas que explora y la forma como lo hace. Conserva la gracia, la esencia, la personalidad que siempre tuvo, entreteniendo a los más pequeños y acompañando a los adultos en un análisis social sobre la vida misma, el porvenir, la importancia de los ciclos, del reconocimiento personal y la relevancia de las oportunidades. De dejar que una puerta se cierre para que otra se abra.

Conclusión:
Toy Story 4 me gustó mucho. Me conmovió, me arrancó risas, sonrisas y una sensación de familiaridad como pocas. Hasta pronto, Woody. 

2 comentarios:

  1. No hay que apresurarse a suponer que ésta sea la conclusión de la saga, (porque ahí hay ciertos guiños a futuras re-interpretaciones y visitas improvisadas… porque Greedsney) ya pasó antes con la 3 y puede volver a ocurrir. La nostalgia tiene un peso importante, como es usanza de los últimos años con esos señores y en particular aquí se enfrascan un mensaje dirigido a la generación millennial (a pesar de estar entre sus filas no me forjé con sus hornos), uno simple y doloroso: para crecer hay que saber soltar, vivir libre de comodidades, reconocer que las cosas son lo que son, las veces sin razón aparente, y encontrarle un fin a todo es muchas veces un producto vacío.

    Hay que reconocer lo fabuloso de la animación, su atención a los detalles es asombrosa; sí, siempre lo es, pero se debe a que cuando uno ya les tenía tomada la medida y han vencido un reto técnico, van por el siguiente y demuestran lo comprometidos que están con la calidad visual de sus cintas, desde las texturas, los movimientos, la física, hasta el diseño de producción, la edición y el lenguaje cinematográfico enriquecido con chocomilk. Se reconoce por igual lo acertado del desarrollo de Woody y la capacidad asombrosa de Pixar para amalgamar géneros impensables dentro de la misma animación cocinando un popurrí de emociones que, como platillo barroco, te invita a degustar una y otra vez descubriendo nuevos detalles.

    Me dejó sorprendido lo evidentemente adulto de la cinta, en todo ámbito: el tono, el ritmo, las motivaciones, el lenguaje. Estamos ante una película que evidentemente no es para niños, no los excluye pero ciertamente no los prioriza. Y es exactamente eso lo que más disfruté; aunque Pixar JAMÁS hará una cinta clasificación R con todas las delicias que eso implica, más pronto que tarde empezará a gestar tendencias que separen mercados metas y eso es algo muy bueno.
    Lo veo puntualmente en tres momentos:
    La relación amorosa de Bo Peep y Woody (específicamente ese pivote en que la decisión está, figurativa/literalmente, en las manos de Woody),
    Los delirios horror-flick de Bunny-Ducky que resultan hilarantes,
    Y en las secuencias de acción/suspenso dentro de la tienda de antigüedades.

    Como experiencia fílmica, totalmente ajeno a la trilogía que le precede, es exquisita. En ese sentido la cinta no se siente ni sobrada ni forzada y además logra salir airosa al proponer por afuera de los estándares esperados. El problema cae en parte en las expectativas y en parte en esa necesidad de considerar un vínculo temático con las historias previas a partir de las fórmulas que las condicionan, cosa que sí le resta peso.

    Como buena película de Pixar, no deja de tener sus momentos conmovedores y personalmente sentí ese puntapié aflojamocos en la redención de Gabby Gabby con un discurso que va entre el destino y la voluntad, proponiendo que en la vida muchas veces las cosas son matices de grises con claroscuros más que simples respuestas binarias.

    Finalmente admito que sí la disfruté, sí pasé un rato grato, sí me reí con varios momentos divertidísimos aquí y allá —en especial con Bunny-Ducky, la manía de Buttercup por entambar al papá, Combat Carl, Forky y el ridículo obsesivo de Duke Caboom— y me soné la nariz con la redención de la muñeca. Pero al final no sentí la conexión catártica que sí caló en la tercera entrega y para la que la sensación de conclusión es inesquivable.
    Serán cosas de la edad, del gap generacional, o de lo inesperado, como sea serán esas cosas las que sin dejar de ser un producto que nadie pidió y nadie esperaba, demuestra la monstruosa habilidad del gigante del tresdé entregando una experiencia extraña e inesperadamente satisfactoria.

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  2. Creo que debió quedarse hasta Toy Story 2, que mostraba algo más divertido, Toy Story 3 fue un final duro y triste, pero a fin de cuántos final. No había necesidad de una cuarta película, porque si se lo proponen, seguira habiendo material para un Toy Story 5, 6, etc.
    Al parecer la trama es parecida a las interiores: de debe rescatar un juguete, en este caso Forky. La novedad aquí sería que muestra una parte más psicológica, ya que mencionas que el juguete debe madurar, entender su final de vida como juguete y así.
    Entiendo que los productores pensaron en los niños que crecieron con Toy Story, pero de manera personal, no me interesa ver esos temas en una película infantil. Una película infantil debe ser para divertir y alegrar. Muy bien tu análisis, pero no me interesa ver esta película, me quedo hasta la 3 deseando no haberla visto nunca; y sí he de volver a ver una película de Toy Story será la 1 o la 2.
    P.d. “Los juguetes vivos” 😂😂 muy buen chiste.

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