Un muy buen experimento es
Raya y el Último dragón.
Por EdSQ
Creo
que la historia de Raya y el último dragón es una de esas que sutilmente
se alejan de los estereotipos de forma tan orgánica que no parece cierto. En
parte creo que se debe al tipo de historia que cuenta (aventura mitológica) y
por la cual su necesidad de separarse de viejos mitos, tradiciones e ideas “retrógradas”
es no solamente un hecho, sino un acierto y uno enorme; de otra forma, la
historia podría haber no entonado con los tiempos actuales. Desde Frozen
ya no es necesario el anticuado príncipe azul, ahora cabe el empoderamiento
personal. Hombres y mujeres por igual.
Y
discúlpame si te ofendo, pero escribo desde la intriga, desde mi propia
cautivación, desde la ignorancia que me lleva a confundir ciertas premisas históricas
y culturales, echo las manos al fuego para opinar (no tanto a reconocer) que si
bien Raya no es la mejor apuesta del estudio, sí es una que se aleja
bastante de la típica historia de la princesa que lucha por encontrarse a sí
misma, reconocerse, demostrarse ante los demás y salvar el día con un cursi
toque romántico. No, aquí la meta en Raya está puesta en la unificación de
creencias, de pueblos, de salvar algo más que la propia vida, una esencia, una cosmovisión
universal y para ello la meta de la protagonista trasciende su propia
vida y ESE es un mensaje vital en tiempo actuales.
Ella
entiende que forma parte de una comunidad, que es un engranaje entre muchos,
pero cuya función, misión y propósitos son tan grandes y significativos como los
de los demás. Raya es recatada en momentos dramáticos, prefiere cederle
protagonismo a la comedia y al realismo de vida, pues aunque su historia esté
llena de metáforas y lecciones sus personajes aquí son alegorías psicológicas
de (por supuesto) teorías filosóficas, políticas y sí, incluso religiosas. Abundan
valores como la ingenuidad, la bondad, la esperanza, y la importancia de
la opinión social con la mitología como un trasfondo; aquí está
priorizada la creencia del poder milenario y la idea de resarcir los errores,
aunque la ejecución de la estrategia no sea la mejor; la intención permea y los
conflictos surgen.
Y ojo porque el discurso que gana terreno conforme la película avanza es
la idea de que no importa quiénes somos o qué hemos hecho, importa que
estemos dispuestos a confiar en el próximo; la unión hace la fuerza, la
separación debilita, por lo mismo, y como sucedió en la escena climática de
El Rey León 2: el reino de Simba, “todos somos uno. ¿Ves alguna
diferencia?”. Raya toma esta premisa como fábula hacia el final de su historia.
Una que no se siente larga, fluye y la comedia tiene lugar (bastante, si soy
honesto).
Yo
digo que el principal elemento que hace de Raya y el último dragón más
una comedia que una cinta de acción y épica es que el dragón sea interpretado
por Awkwafina, quien el da al dragón un toque de desvergüenza simpática (por decirlo
de alguna forma) y que, en lugar de convertir el recorrido en un oscuro camino
de miedo, suspense, temor y valor, más bien lo llena de chistes, ocurrencias
con intención y una meta que en contados momentos libera escenas de combate.
Mayormente… sirve como lección cotidiana de vida, de mostrar el lado oscuro
de la vida real cotidiana.
En fin,
te repito: no me parece la mejor cinta del estudio en términos de historia; en
términos de producción, un ignorante como yo dice WOW. Pero sí está recomendable.
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