Crítica a Relatos Salvajes




Relatos Salvajes es una "multi-historia" que te atrapará desde el inicio. 


No son pocas las películas que se apoyan de críticas sociales para generar conciencia en el público, pero sí numeradas las que logran trascender en el espectador de manera que aprenda de lo que ve en pantalla, se divierta con la situaciones que se presentan y al mismo tiempo la audiencia empatice con los personajes. 

Una historia (o historias) así es digna de contar, una historia así es relatos salvajes. La trama, que en realidad es una integración de 6 cortometrajes, es obra de Damián Szifrón y Ricardo Darín. Con esta película logran atrapar al espectador y llevarlo a través de distintas situaciones totalmente creíbles y, a la vez, impactantes. 


El inicio narra el viaje de un sinnúmero de personas que, súbitamente, se descubren en un complot donde el elemento común es un hombre al que cada uno de ellos dañó en el pasado, y que además ha planeado cuidadosamente sus muertes, incluida la de sus padres. Pero eso no es todo, pues la película nos narra las peripecias de distintos individuos en sus vidas diarias de forma dramática donde el elemento común es la violencia, la agresión y, en ocasiones, la indiferencia. 


Contribuye a la atmósfera de la película el convertirla en una cruda referencia al hecho de que vivimos en un país complicado y lleno de personas que se quejan pero nada hacen para promover un cambio. En los momentos en que tenemos esa pequeña oportunidad esperanzadora, la desperdiciamos. La película integra con exquisita elegancia la verosimilitud que una situación cualquiera puede tomar con énfasis y llevarla a niveles inesperados. 


Desde dos sujetos peleándose en una carretera, un muchacho que atropella a una mujer embarazada, dos novios a punto de casarse a otras más..., esta película resulta deliciosa, magnífica, interesante y con una profundidad realista que ya quisieran tener muchas otras, pues además de los distintos ángulos en que la narrativa general se presenta, gozamos de personajes visual y psicológicamente bien construidos, sin un ápice de exageración ni nada por el estilo. 


Es tal la pasión que los directores plasman en estas historias que uno como espectador quiere seguir viéndolas, o rogando que sean más cortometrajes o que duren más tiempo. Y ello (el deseo de que esto suceda) se realza gracias a que los directores se apoyan con impecable gusto en el concepto de la violencia, situación humana de todos los días, pues en ella revisten las historias que cuentan al mismo tiempo de que las adornan con estricta lógica para evitar que luzcan exageradas. 


Relatos Salvajes es imperdible y una excelente lección de vida. 

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