Black Mirror: SEASON 4


Una brutalidad psicológica. 





La cuarta temporada de Black Mirror es, más que nada, un devastador ejercicio analítico que juega con un componente especial que no había visto en las pasadas temporadas: el lado emocional. Aquí el creador Charlie Brooker juega con el vínculo entre personajes y el vínculo que el espectador establece con ellos (historia incluida), provocando que disfrutemos con la metáfora -ya sembrada desde la primera temporada- sobre el uso de la ciencia y la tecnología y la forma en que vivimos. Ahora, ya con el terreno de alguna manera pavimentado, Brooker se dispone a trascender en su crítica a nuestro modo de vida: nos habla de una sociedad partida (Arkangel), ejemplificada en la relación entre una hija y su mamá. 

Aprovecha para hablar de la utopía inmersa en la idea "¿Qué pasaría si realmente pudieras atrapar a un criminal gracias a los recuerdos del testigo?" en Crocodile, siendo un episodio que por su tratamiento se elabora en una serie de giros absurdamente lógicos, estúpidamente perversos, pero sobre todo, creíbles. Para pasar a Hang The Dj, el episodio que, por excelencia, se convierte en la más pura, honesta y fina crítica no sólo al nuestro modus operanid, sino también al modo en que forjamos relaciones unos con otros. Este capítulo será el panfleto contra las aplicaciones de citas que abundan en la actualidad, porque da un paseo por las inquietudes "¿Cuánto durará? ¿Será esta persona la adecuada? ¿Cómo sabemos cuando nos hemos topado con la "persona ideal/indicada?", convirtiéndose en una episodio identificable y adaptable a nuestros pensamientos. 

Y aunque Metal Head y Black Museum se desvían un tanto del apartado emocional, al menos a partir del tratamiento psico-emocional que su segundo capítulo estaba cocinando, sigue hablando de temas muy actuales, como son la importancia de conocerse en pareja antes de formalizar la relación y el hecho de saber lidiar con extraños. Quitando estos episodios y el final del piloto, estamos ante una temporada reflejo de la superación de una serie, de una idea que Brooker ha sabido explotar con paciencia, conocimiento y, lo más importante, imaginación. Porque cuando parece que ya hemos visto todo, retoma la crítica a la tecnología de maneras innovadores, estupendas, asombrosas y con su merecido toque psicológico. Porque todas las temporadas han incluido comentarios sociales, pero ninguna como la actual, no con la misma intensidad. 

Es algo que yo no veía tanto en las previas temporadas y estoy agradecido. Porque el capítulo que más disfruté fue Arkangel. Se entiende/aprecia/respeta que sean capítulos largos para darnos la oportunidad, como espectadores, de compenetrar con los protagonistas, amarlos u odiarlos. Y si bien la premisa origen de Black Mirror (analiza tu relación con la tecnología/ciencia en el día a día) no es particularmente novedosa, es bastante interesante. No obstante, ya Marco Tulio Costa exploró la obsesión humana con la tecnología en su cuento "El mago desinventor", pero Black Mirror opta por un camino más crudo, realista y totalmente verosímil. Creo que por eso pegó al intentar retratar la superioridad que la tecnología va mostrándonos en cada minuto de nuestra existencia. Y lo está logrando...  

2 comentarios:

  1. Mi episodio favorito.

    Black Museum.

    Si lo piensas bien tan solo de este episodio se puede obtener material para toda una temporada.

    - Televisando SQ.

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  2. Ésta es quizás la temporada más alejada de la premisa de la serie: ¿cuáles son los límites morales y éticos de la tecnología en función de la sociedad?, ¿es la tecnología o la sociedad la que trae el mal?, ¿podemos confiar en ellos o en nosotros? Y se mueve sobre diálogos seguros cuyo dilema se resuelve con total comodidad, sin empujar el cuestionamiento más allá de sus circunstancias.

    USS Callister: En el primer episodio de la temporada nos presentan una dualidad de discursos entre la inmersión de las realidades alternas para la generación de alter-egos y la moralidad en la generación de conciencias cibernéticas desde el ADN de una persona. La primera incógnita es más bien la excusa que plantea el escenario y su resolución es plana y básica. El segundo dilema retoma la lógica de Shelley sobre el derecho de poder sobre otros. ¿tenemos el derecho de dar vida a capricho? El problema es que nunca termina de esclarecerse la postura sobre este último planteamiento y para colmo lo cierra con un final feliz
    Arkangel: El tema no es nuevo, la búsqueda del bien sobre nuestra prole es parte esencial de la especie, pero la excesiva seguridad del bienestar de nuestros hijos a través de un dispositivo que controla por completo la experiencia sensorial del infante, puede romper mucho con los límites de lo que ‘proteger’ significa. Aquí nos deja ver el daño que esa obsesión puede causar a las personas y su vínculo personal. Nada original pero bien llevado aunque poco arriesgado.
    Crocodile: Todos cometemos errores y algunos hasta graves, pero ¿qué pasa cuando la confiabilidad sobre la integridad del individuo se veta en pos del acceso al subconsciente? ¿Estamos listos para enfrentarnos a lo que guarda la memoria del vecino? Aquí la maravilla tecnológica pone sobre la mesa nuestra total falta de sinceridad hacia la sociedad y nuestra falsa fiabilidad. Pero sobre todo nos recuerda que aquel que guarda un error que no quiere ser descubierto hará lo que sea por mantenerlo así. Lo que sea. Muy bueno.
    Hang the DJ: Al principio parece ser que el tema es el condicionamiento preestablecido y sistemático de las relaciones de pareja, en un escenario oscuro que suprime las libertades, incluso las emocionales, no muy alejado de la realidad ulterior. Si bien la modernidad nos permite elegir por libre albedrío y con base en criterio personal, esa modalidad es más bien un lujo reciente. El episodio realmente celebra esa posibilidad de elección y lo concluye en una simulación exquisitamente romántica. Un happy ending bien llevado.
    Metalhead: El infalible cuestionamiento entre tecnología y armamentismo. Unos viajeros se internan en una bodega buscando provisiones tecnológicas para toparse con un perro-robot de alta seguridad encargado de exterminarlos sistemáticamente. Es una exhibición cruda y objetiva de todo lo mal que puede salir en una inteligencia artificial, especialmente cuando el objetivo es de carácter bélico o violento. Hermoso.
    Black Museum: El final de temporada pretende condensar el universo de las últimas tres temporadas con vistazos y menciones de diversas referencias “ocultas” en el museo, incluso en la narración de los tres casos que enmarcan el episodio. El juicio gira alrededor de la consciencia cibernética y sus límites éticos, pero no lo ejecuta efectivamente y hace una pálida sombra de lo ya visto en la segunda temporada. Es más cercano a La Dimensión Desconocida que a Black Mirror, lo que ya de por sí demerita enormemente esta temporada.

    Hasta ahora la más débil y floja de todas las temporadas, se jacta de un espíritu innovador haciendo todo menos eso; recicla temas y los diluye, pasando del análisis ciencia-ficción de culto a un puñado de morbosos temas al estilo tabloide sensacionalista. Con un par de buenos episodios (Crocodile y Metalhead —¡Ah, los británicos!—), uno pasable y el resto francamente mediocres.

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