Silencio. Una prueba de fe.



Definitivamente Silence no es el tipo de película que yo esperaría de este grandioso director. A él, perdona la categorización, lo sitúo más en cintas de espionaje o mafia. O bien históricas donde rememorar u homenajear la tradición americana es el objetivo principal. Este tipo de características, aunque no predominantes, las hallé en Los Infiltrados, El Lobo de Wall Street, o incluso el Aviador. Aunque Silence no comparte temática con, por ejemplo, La Isla Siniestra, sí vislumbré semejanzas entre ambas cintas. Y no es concidencia ni tampoco un juicio aventurado: personaje A y personaje B viajan del punto 1 al punto 2 en busca de personaje C, pero al llegar a su destino, sus vidas cambian, para bien o para mal, y terminan con una cosmovisión distinta de la vida, acorde al contexto en que la película se desarrolla, terminan viviendo en el "nuevo hogar", adaptándose de un modo u otro al lugar al que arribaron. 

Lo primero que yo puedo destacar de Silence es la formidable actuación de Andrew Garfield (sí, el ex Hombre Araña, que también participó en Red Social). Este joven actor, que debo confesar, no vi en la adulada cinta de Gibson, es capaz de cargar con el peso de la trama de una manera sorprendente, transmitir pesar, duda, vulnerabilidad y fortaleza; su actuación es tan magnífica que el personaje, en un par de escenas, acaricia la locura al estar en contacto crítico con la prueba de sus creencias, de su existencia misma. Mis respetos para Garfield. Lástima que en cuestión de desarrollo de personajes, Adam Driver no destaque tanto como su compañero. 

Lo segundo por mencionar es el riesgo en la propuesta fílmica del director: el atrevimiento de cuestionar la fe, la religión, la voluntad de creer en un poder superior, con todos los recursos narrativos posibles, inmersos en la epistemología histórica japonesa. El hecho de situar el peligro de las creencias actuales en el contexto histórico de oriente en pleno siglo XVII. Con atmósferas que se perciben completamente actuales (entiéndase: discriminación, manipulación, miedo, prohibición legal, andamiajes culturales, y temor de avanzar en pos de lo que se conoce como ciencia) esta cinta tiene mucho que enseñarnos. Para comenzar, que debemos recordar dónde preguntarnos quiénes somos y en qué creemos, cómo sostenemos lo que hacemos, con qué principios, por qué esos y no otros. 

Saliéndome un poco de la objetividad, e introduciendo una opinión, creo que el guion (basado nuevamente en una novela japonesa) no evita llevar a consecuencias esperadas las interrogantes filosóficas del personaje de Garfield (Rodrigues) para convertir este viaje en algo famliar y con el que uno como espectador pueda sentirse identificado. Aquí yo esperaba un giro distinto. 

Regresando al tema, las torturas, las consecuencias, el martirio, ¡el castigo por la creencia!, son elementos visuales aterradores (como la escena de una ola...), brutales, que hielan la sangre y que dan a entender la gravedad en el límite de las ideas. Scorsese, con Silence, nos lleva por un camino donde cuestionar la fe en momentos de hambruna, peligro, miedo y muerte adquiere un matiz especial: ¿Cómo devolverles la fe cuando los hechos indican los contrario? ¿Cómo puede Dios permitir el sufrimiento profundo? ¿Cómo devolverle la fe a personas que no la tuvieron cuando más la necesitaban? Si existe un Dios, ¿dónde está? ¿Por qué permanece en Silencio

(Probablemente haya quien cite a San Agustín con su clásica defensa en la admisión del mal como modelo de "pre-justicia"; si alguien hace eso, me parecería absurdo).

Y mientras la cinta desarrolla éstas y otras preguntas, en un momento determinado, y como es de esperar, surge una confrontación ideológica entre el reaparecido Padre Ferreira (Liam Neeson) para compartir su nueva visión con el atormentado Padre Rodrigues. Ambos polos (creencia vs. conocimiento; religión vs. ciencia; tradición vs. avance) son plasmado en agudos diálogos sostenidos por ambos personajes. Sin importar quién aparezca, la narrativa se centra casi completamente en el viaje emocional de Rodrigues por devolver la fe a quienes la perdieron y tratar de llevar la paz a una cultura que prohibe creencias ajenas a lo que ellos construyen. 

Vemos extremos sí (muertes, torturas inpensables, ahogamientos), vemos luchas internas, pedradas, vemos simbólicas escenas sobre el perdón, pero sobretodo, Silence nos habla de la poderosa perseverancia de un hombre por mantenerse leal a sus principios, a pesar de toda la adversidad encontrada, para hallar la paz. En sus poco más de dos horas y media de duración, esta cinta se convierte en un poderoso, absorbente y paulatino viaje de instrospección personal donde si piensas diferente, mereces morir; si tu pensamiento se adecua al colectivo, mereces vivir. La religión es un estilo de vida complejo, cuestionado, cuestionable, pero que para bien o para mal forma parte de la humanidad desde los tiempos antiguos. Y sus "batallas" con la ciencia no pasan desapercibidas para Scorsese aquí. Llegó un momento en que me dio la impresión de que las confrontaciones de Ferreira y Rodrigues son más producto de la vida personal que los actores Neeson y Garfield llevan, pudiendo recoger y plasmar esos profundos pensamientos en sus personajes, conviertiendo sus posturas en algo real, tangible e irrefutable. 


Sin embargo, con Silence Scorsese le da al concepto de piedad y perdón un nuevo significado. Retuerce sus raíces; lleva la conceptualización a un nivel superior, y con ello su estilo fílmico. No importa cuánto deban soportar los actores, deben transmitir el mensaje de la intolerancia. Deben decirnos que creer o no creer, en el siglo XVII y en el XXI, marca la diferencia entre vivir o morir. En un país o en otro. En esta vida o en otra. Y aun así, a pesar de lo tétrico que su mensaje puede resultar, de lo impensable que se vuelve al desafiar ambos polos humanos, ambos pilares de la vida, del saber y del creer, existe en Silence algo más poderoso y perteneciente a Martin Scorsese: el lenguaje empleado para contar esta historia centrada en la intolerancia a las ideas. Y con Garfield a la cabeza, el resultado es simplemente brutal. Bueno, BRUTAL. 

Y porque además de compleja, el tono de la cinta es transparente. No estoy completamente habituado a ver cintas versadas en el fanatismo por la religión, pero otro de los grandes aciertos aquí es que Scorsese no se molesta en defender una u otra, sino que se atreve a cuestionarla -y podría parecer que cuestionarse a sí mismo en el proceso- con gracia, con talento y con estilo. Scorsese nos entrega con esta cinta una bella obra artística sobre el perdón, el respeto y la libertad de creer, sin importar si es en un ser superior o en nosotros mismos. Pero creer...

Lo mejor de Silencio es la espectacular actuación de Andrew Garfield y cómo Scorsese aborda la temática religiosa sin caer en excesos, siempre yéndose por la orilla, por la reflexión moderada, brutal y directa. 

Lo peor que puedo encontrar aquí es una que otra muerte de personajes y el desarrollo de algunos que no terminan de cuajar -para mí- aquí en Silence.

1 comentario:

  1. Una película sobre la fe.

    Pues a mi no me pareció muy buena, la historia es muy predecible, y las actuaciones no son muy buenas, me dio flojera, todo se resume en un viaje de dos sacerdotes que viajan en busca de un misionero. Durante el viaje viven la clásica persecución que sufren los cristianos, solo que ahora lo realizan en tierras Japonesas al final llegan a la conclusión de que para ser cristianos tienen que vivir en el anonimato.

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