Háblame


Original, entretenida, con giros... y cabos sueltos.


Por EdSQ

Desde los avances esta cinta me atrapó. Había algo en ella profundamente intrigante. Digo, no es que los matices que rodean a la premisa sean exactamente innovadores (la idea de cruzar al más allá en cualquier manera trayendo consecuencias imprevistas ha sido abordado previamente en más de una ocasión), pero la suma compuesta por diálogos irónicos, un elenco profesional, un desarrollo de personajes escueto, ligero gore inesperado y una historia que ofrece intriga en cada minuto terminan por brindar un producto muy llamativo que, sin embargo —y contrario a lo que algunos críticos señalan— deja cabos sueltos.

 


Háblame es la clase de película para la generación de personas sin escrúpulos que al mismo tiempo no le temen a lo desconocido. Está dirigida a un público que no teme experimentar y crear cosas alocadas, jugar con lo que ya se tiene y, al mismo tiempo, proponer algo más. Es la clase de propuesta que ofrece una sutil combinación entre angustia, atmósfera siniestra y también un aire narrativo desafiante, arrastrando en su camino a quienes son vulnerables por heridas emocionales. Porque sí hay personajes así (¿de qué otra forma engancharíamos/conectaríamos con ellos? ¿Acaso alguien conectaría con un personaje “estable”?) y esta película se sirve de la protagonista para reflejar este y más puntos. Porque con los directores primerizos Danny & Michael Philippou, Háblame sigue a Sohpie Wilde como la hermana mayor en una familia que perdió a la mamá en eventualmente extrañas circunstancias. Este es el orificio impulsor desde el cual toda la trama se sustenta y avanza. 



Y avanza con su perfecta dosis de misterio, drama y una creciente sensación de miedo que se instala sutilmente en la psique del espectador. Todo sin atentar contra el balance del conjunto. Por esta razón Háblame no peca en su ritmo, no cansa y divierte, pero sí hay momentos en la historia que, si bien son consistentes, el guion los “abandona” en diversos puntos del relato y yo como espectador me quedo con la incógnita al llegar a los créditos. Hay gore y efectos prácticos convincentes, hay escenas o situaciones deliciosamente interpretables gracias a un buen manejo de la cámara y la dirección, y con lo sencilla que es la historia, no hace falta gran atmósfera narrativa para entender todo. Sí, como en muchas películas del género, hay puntos en la trama a los que les habría servido una pulida o una repensada para saber si lo que funciona en guion al momento de leerlo funcionaba igual al momento de trasladarlo a imagen. Porque, vamos, la potencia cambia y el lenguaje escrito es diferente al audiovisual; no obstante, nada de esto entorpece la película. 



Como en cualquier cinta original indie y de este calibre, tenemos el evento prologuista y luego la serie de circunstancias que “acercan” al personaje principal con el mal en turno, pero siempre el guion —y aquí no es excepción— se encarga de hacerlo orgánico, no forzado y hasta realista. Evento prologuista, primer acto con la “presentación” de personajes, historia y primer giro de tuerca, y justo AHÍ los directores reservan las escenas que combinan comedia con terror. Hasta ahí vamos bien, pero ya con el primer giro es cuando nos susurran al oído “No entraste a ver una comedia dramática, sino a un viaje de horror sobrenatural que crees que has entendido, pero no es así” y las consecuencias son desatadas.

 


Háblame es una idea potente, interesante que no agota, pero sí rezuma estupefacción hacia su final. Sólo espero que con la secuela los creativos me aclaren las dudas que me dejaron. No los conocía, pero tras Háblame me daré una vuelta por su canal de YouTube y ver qué tal está.  


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