El Demonio Vagabundo, de Miguel Lobos Maya, es una historia de crimen e intriga.
Hay muchas formas de abordar esta historia y es que lo primero a tomar en cuenta es lo siguiente: su autor es un apasionado de la mitología y eso se nota y "respira" en cada palabra que conforma/construye este relato. Su dedicación para investigar y vertebrar su historia con elementos como misterio, una atmósfera mágica (no literalmente, sino en sus intenciones), acción, muerte, reflexión ontológica, crisis existencial, la mortalidad de un personaje frente a atentados que escapan a su poder y capacidad, el destino y mucho más, es grata y hasta encomiable. No nada más hablo de una historia con la suficiente intriga para querer llegar al final de la trama, sino también de una meticulosidad literaria tan bien cimentada que es imposible no preguntarse hasta qué punto el autor se adentró en los confines de la historia y los hechos que de alguna forma respaldan/sustentan lo que aquí leemos, porque claro, es algo evidente y hay que subrayarlo: Miguel crea universos sencillos y absorbentes.
El Demonio Vagabundo, entonces, se sitúa en el asombroso margen de las historias que se apoyan de elevar el suspenso para el/la lector/a y la intriga que alimenta su imaginación. Así, es justo decir que incluso la atmósfera creada por el autor se percibe íntima, cercana, familiar y es algo con lo que es posible relacionarse, creando empatía y conexión con las aventuras (¿o desventuras?) del protagonista. A pesar de ser una obra perteneciente al terror ─como lo anuncia su portada─, es también una obra que se permite ciertos giros de comedia y hasta ironía en ocasiones sin estropear la trama, porque he ahí otro de los aciertos de su autor: en ningún momento se percibe un desequilibrio temático o una sensación de cúmulo sobrellevado, sino todo lo contrario: la intriga, el interés y los deseos de que el investigador "héroe" dé con el asesino o villano de la historia crecen con cada palabra absorbida por el/la lector/a, ¡el suspenso está bien construido!
Entonces, la narración es prudente y refleja un contenido estilo creativo bastante maduro, lo que permite conectar instantáneamente con los personajes, entender sus motivaciones y por qué se convierten en apoyo/obstáculo para el protagonista, quien solamente busca atrapar al villano aun sabiendo que con cada paso que da, se llena de enemigos en su camino. ¿Podrá salvar el día y su vida al mismo tiempo? No contestaremos la pregunta, pero es claro que su atmósfera la conserva como una meta-referencia a las desavenencias de la vida y de cómo, en ocasiones, intentando nosotros hacer el bien, tendemos a ser vistos como el mal de una sociedad; un reflejo de nuestras propias manchas y de cómo es más fácil señalar que auto-señalarnos. Y en esto, El Demonio Vagabundo es, curiosamente, un interesante ejercicio de introspección aderezado con mitología y muertes por doquier.
En virtud de lo cual es justo decir que esto es un pulcro compendio de mitología en su superficie y andamiaje cultural, pero en el fondo es una apasionante historia de intriga, aventura, crimen (porque, LO SABEMOS, el crimen es un género que nunca pasa de moda), y algunos elementos que elevan la complejidad de la trama: descripciones de matanzas gore o incluso la ya mencionada idea de mortalidad humana, de pérdida, situando a esta historia en un estrato mucho más particular: individuo vs. sociedad. ¿Quién gana aquí? Lo dejaré en la intriga. Por lo pronto, puedo decir satisfactoriamente que estamos ante una novela de corte fantástico que sin duda no dejará indiferente a nadie y que, por el contrario, puede atrapar hasta las mentes más suspicaces, después de todo, es lo mismo que El Investigador sufrió intentando atrapar al Demonio Vagabundo.
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