Muchos años
después llega la “recuela” de la franquicia, cuyo —exitoso— intento por redimir
a la franquicia es bien recibido. Y es preciso admitirlo, pues un servidor se
encuentra ante la entrega más ligera, eficiente y contundente hecha hasta
ahora, no solamente porque defiende la esencia y legado de Wes Craven
con soltura, honestidad y fuerza, sino también porque es una película que
condensa deliciosamente los elementos que hacen de esta franquicia una tan icónica
dentro del género slasher. No solamente hay referencias y META-referencias,
hay humor orgánico, terror (a ratos poco eficiente, eso sí), pero sobre todo,
hay misterio. Y eso es de agradecer, porque dentro de del binomio
terror-misterio el guion se las ingenia lo mejor que puede para encubrir al
villano de la película. Para los más puristas y intuitivos descubrir quién está
detrás de los asesinatos puede ser pan comido, pero… como cinta de
entretenimiento terrorífico, Scream cumple bastante bien.
Son 25 años de legado, una larga época de propuestas donde el elemento es cada vez menos sorpresivo. Entonces, ¿cómo enganchar al público? Criticando aguda, concienzuda y divertidamente a las películas que alimentan y vertebran el género, pero con diversión y un toque de ironía.
Y para eso la puesta en escena apoyada por parte del elenco original, dispuestos por el guion al servicio de lo que la nueva entrega pretende mostrar. Ahora bien, más allá de las referencias y de cómo el elenco original hace de soporte con las nuevas generaciones que “tomarán” la batuta, encuentro muy orgánico y natural la ejecución de las muertes. Son divertidas. También alegran los sutiles cameos de actores que alguna vez pertenecieron a otras franquicias, cinemáticas o televisivas.
Sobre la
trama misma (porque, sí, me he ido a lo técnico) hay poco qué decir: en una
residencia en un pueblo en EUA una adolescente chatea con su amiga cuando suena
el teléfono, contesta y empieza la película. El asesino va haciendo su entrada
para cometer su primer gran acto, dejando huella y anunciando su “regreso” a
Woodsboro. Los nuevos personajes deberán hacerle frente, descubrir su identidad
y salvar su vida. Nada nuevo y a la vez sí, porque a diferencia de otras
películas como El Juego Final, aquí las ironías y las menciones son
naturales y orgánicas al hablar de lo que ha funcionado en un mismo género
hasta el momento, desembocando a la gran meta-referencia de la película:
nuestras expectativas como fans de un género. Y ahí Scream sobresale
porque sabe lo que buscamos y nos lo da. ¿Qué más podemos pedir? ¡Ah, sí! La sexta entrega.
¡Bien!
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