La Casa Oscura


 







Una historia con múltiples interpretaciones. 
Rebecca Hall está estupenda como Beck.







Por EdSQ

Un bote en el agua. Una cámara enfoca lo que parece ser una mañana. 5 ó 6 de la mañana. Un lago. Todo está dicho y a la vez no. Aparece a cuadro Beck (Rebecca Hall) despidiéndose de una amiga en la puerta de una exótica casa frente a un lago en algún lugar de Nueva York. Es de noche. Cuando entra a lo que parece ser la cocina, por la forma como tira una carpeta sé que está molesta. Algo pasó y parece estar sola; no tener a quién gritarle o con quién desahogarse. Corte al título: LA CASA OSCURA.


Por elección de los guionistas David Bruckner dirige esta historia sobre una profesora de primaria que repentinamente pierde a su esposo. La historia no comienza con flashbacks o algo parecido que dé una señal de lo que pasó, inicia directamente con el duela que sobrelleva la protagonista (encarnada por Rebecca Hall, a quien hemos visto en otras películas y quien siempre tiene un buen desempeño histriónico), lo que es decir mucho sobre la inmensa labor que la dupla actriz-director cargan sobre los hombros. 

La Casa Oscura se inspira en varias cintas del género Repulsión, El Cisne Negro, Personal Shopper, The Babadook y, de todas, ésta última me llama la atención, pues coincide en muchos puntos con la cinta titular. Beck es una viuda que ha perdido a su esposo y gracias a ciertos sucesos comienza a tener la impresión de que su pareja le ocultaba algo y no sabe bien por qué. La primera similitud que encuentro con The Babadook es la tristeza, que llevada a su máxima expresión se convierte en melancolía o depresión, lo que psicológicamente le hace creer al personaje que algo "no racional" está pasando, sumergiéndole en una espiral de un terror inimaginable e inesperado. Estas "semillas" dan curso a una trama en la que las metáforas visuales toman lugar a niveles que sugieren muchas capas de interpretación.


Esto ocurre principalmente por la forma como la historia está conducida: planos cerrados, ruidos, ingeniosos movimientos de cámara teñidos por luces y sombras que hacen parecer que algo "está ahí". Todo parece suceder en la mente del personaje, pero ¿y si es real? Ayuda muchísimo la actuación de Hall, suplantando el dolor con el cinismo, la tristeza con la pasión-agresiva, el llanto con la sed de verdad, aunada a la buena dirección que resulta ser suficiente para sentir la inmersión, la confusión y la terrible sensación de que algo pasa, sin que pueda ser definido.


Y el elenco secundario juega su rol estupendamente; todo el "envoltorio" de la película hace pensar que la protagonista está enloqueciendo. Y ¿cómo no concebirlo si está enterrada en su duelo? El dolor puede conducirnos a lugares inimaginables y lo único que nos queda son hipótesis. Ahí es cuando la historia más le pide a Beck, porque contra todo pronóstico e imposibilidad, parece un conato buscar la verdad sobre qué ocurre (y qué pasó). Resuelta a investigar, Beck encuentra distintas coincidencias que amenazan la imagen que tiene de su esposo fallecido. Hasta que es imposible seguir esquivando —literalmente— la zona de la verdad y el personaje se topa con la verdad menos pensada. También entra a colación —como metáfora visual— cuando la imagen o apariencia que tenemos de alguien choca con otros “hechos” que rodean a la persona y le hacen pensar, dura, profundamente, que quien conoce realmente es algo desconocido.

Las fórmulas del terror están aquí y Bruckner juega bien sus cartas, principalmente porque todo el tiempo me hace dudar en la interpretación de escenas (más hacia el clímax). ¿Qué me comunica? ¿Qué ocurre? ¿Son alegorías lo que estoy viendo? La mitología también tiene su palabra en esta historia.


Mucho de la metáfora visual y recurso narrativo que la producción usó como material de apoyo para contar la historia viene de los laberintos de césped galeses construidos por pastores para sus danzas rituales para engañar a sus enemigos, o las muñecas vudú —s. iv d.C.—, que son como “hechizo de amarre” y con todo esto es que Bruckner se apoya para transmitir el mensaje que rodea a la protagonista: Beck, al sufrir su pérdida, se ve envuelta o aprisionada por sus dudas y temores, distanciándole gradualmente de sus amigos, conocidos y compañeros de trabajo.

Y aquí es cuando la cámara se detiene. Con un plano directo, una sensación de profunda melancolía y un entorno "cerrado", acentuado por un opaco color rojo, el director retrata la soledad de Beck de la manera más visual que puede; curiosa e ingeniosa forma de hacerlo (los recursos narrativos, la creatividad misma, ¡son una belleza!). En esta línea, el color rojo refleja perfectamente el “infierno” en que Beck se encuentra, presa interiorizada de demonios a los que su esposo intentó hacer frente para protegerla y que, en un esfuerzo por descifrar la verdad, ella terminó confrontando también.

Aunque el apartado musical es pulcro, este servidor recuerda poco al respecto. Me llamó más la atención los momentos de silenciosa confrontación entre Beck y el ¿fantasma?, de su marido, todo conjugado en una perfecta metáfora que podría definir lo tajante, lo concluyente. Porque esto último es cromáticamente poderoso: Beck está sola, y lo que haya consumido a su esposo la ha “transportado” a una dimensión onírica donde la realidad es otra o está “invertida” (siguiendo las reglas de la película).


Algo adicional a destacar es que la película da la impresión de torturar psicológicamente al personaje, pero mediante buenos y prácticos efectos especiales sabemos que algo ocurre y que escapa a las explicaciones racionales más básicas y a las más completas. En palabras del director “El efecto es como de algo de pesadilla, en donde la habitación en la que estás es la misma y al mismo tiempo diferente de una manera de la cual no estás completamente seguro”.

Tras leer varios comentarios sobre la película, es claro y sorprendentemente loable el trabajo de producción detrás para que La Casa Oscura resultara ser un producto contundente, más que nada por sus múltiples lecturas. La cinta aborda temáticas como la mortalidad, el dolor de la pérdida, la depresión, la autodestrucción, entre otras. Suspenso o no, terror o no, creo que La Casa Oscura sí puede conectar conmigo, contigo y con el mundo por su misteriosa narrativa en clave, por aceptar el reto de encontrar metáforas visuales que comuniquen limpiamente lo que la protagonista sufre porque, como dijo McKee en su El Guion, el trabajo del guionista y director es convertir en metáfora visual lo que no puede ser explicado con palabras.

 

Podría haber más por rascar, pero no quiero pulir más el tesoro. Pienso que está genial así. Que les quedó estupendo el resultado.


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