LIBRO: Toledo; la historia jamás contada de las catedrales.



Con Toledo; la historia jamás contada de las catedrales, Esther Sadin propone una compleja trama que, no obstante, presenta algunos problemas en su narrativa. 

7.0

Tipo de artículo:
Análisis Crítico.

Recuerdo una ocasión, en preparatoria, cuando le compartí un escrito de terror a un viejo profesor, posterior amigo. Terminamos desglosando una secuencia, de la que me compartió su impresión de una escena particular. En ésta, la protagonista intenta evadir a un asesino al cruzar un umbral, pero en el intermedio había objetos tirados en el camino y un.. espejo. Detalles que omití en esa narración; mi amigo me dijo que la narrativa estuvo bien, pero que no lo atrapó porque no construí el suspense debido a la omisión de esos factores. Su respuesta fue “¡Ah! Pero eso lo sabes tú. Si el lector no lo sabe, ¿cómo esperas engancharlo con el suspense que quieres si no le das la información necesaria?”.

En las historias, el escritor es testigo de los eventos que conforman la historia; le narra al lector lo que cada protagonista hace, dándole la información a cuenta gotas de tal forma que puede “acompañar” a los personajes en sus arcos dramáticos; si el escritor le “chismeara” a un personaje lo que otro hace, no habría conflicto ¿o sí? Bueno, algo como el ejemplo de más arriba es lo que encontré en Toledo; la historia jamás contada de las catedrales.

Antes de comenzar a esbozar las ideas más principales del libro, qué me pareció inaudito y qué resulta lo más importante y valioso de la obra de Esther, debo advertir que NO es una obra para todo público; es casi tan densa como lo es Filosofía del Tocador, para acabar pronto. Habiendo soltado la advertencia, iniciaré…

En la historia creada por Esther Sadín hay compromiso, mucho; es decir, ella exhibe incansablemente un amor por lo que me cuenta, siempre fiel al marco histórico (la época en que todo ocurre), aunque a veces parezca que obedece más a lo verídico que a lo ficcional del relato. La pasión está ahí. Esto me "permite" como lector disfrutar y avanzar con los acontecimientos que rodean a sus muy humanos personajes. Todo está ambientado en la Salamanca del siglo xvi, momento evidente en que la iglesia tenía sumo poder sobre el mundo, donde lo ortodoxo era la ley y la libertad de pensamiento un sueño (o casi). 

Para darte una sinopsis de la obra: Toledo sigue las aventuras (y desventuras) de Francisco, un muchacho inocente sobre quien el destino coloca su mirada y lo conduce por diversos momentos de la vida; algunos serán de felicidad, otros de tristeza, otros de desdicha, algunos más de arrepentimiento y, al final, todo conducirá al perdón. Y hablando un poco del protagonista, pues Francisco es dedicado, aunque de espíritu débil; una falla que corregirá muy, pero muy despacio con el tiempo. Además, Francisco tiene una hermana llamada Brígida y no me parece una casualidad el nombre, ya que si cambio la “b” por una “f” diría «Frígida», que remite a una persona carente de deseo sexual, y en Toledo, hay MUCHO deseo sexual.

En Toledo el incesto es uno de los temas principales, así como la realización profesional de los personajes, la Iglesia, el conocimiento y las ansias de poder. Ante esto, Esther demuestra, en cada una de las más de 300 páginas de su obra, la dedicación por construir un universo de intriga, corrupción, amorío, perdición, pecado, comedia, misterio, situaciones inesperadas y más; no obstante, quitando la ortografía (uno de los puntos más incongruentes de la obra —no débiles, OJO—), Esther me dio la sensación, en varias ocasiones, de plantear dilemas con personajes sin realmente saber cómo encauzarlos o potenciarlos a más. 

Porque en varias escenas/momentos, un personaje "aparece" sin antes dar aviso de su llegada; es decir, Personaje X con un diálogo, le habla a Personaje Y, que ya está en la escena, sin que Esther me anuncie que se reunirán; otros son mencionados de manera tan aleatoria sin que yo como lector tenga respiro o "noción" de su existencia. Sin mencionar que estas situaciones son sucedidas por concesiones sin límite; es decir, en la obra Personaje A puede toparse con Personaje C y, a base de diálogos poco trabajados o circunstancias sin mucho desarrollo, dar paso a un evento "solamente porque sí". Sumado a esto, repetidamente tuve la impresión de que Esther se “enredaba” en las subtramas (las riquezas, Enzza, Ana y más secundarios) y de no saber, de repente, cómo conducirse entre las mismas.

La historia es clara respecto al personaje: un eclesial con gran talento y un destino claro: recibirse. Y esto lo consigue; en sus evaluaciones con sus superiores resulta tener impresionante habilidad para aprenderse otros idiomas, dar clases y siempre deslumbrar a sus maestros. Nunca, en ningún momento, lo veo luchar con una evaluación, sufrir con un obstáculo o plantearse siquiera si es lo que realmente quiere.


La autora, naturalmente, se percibe muy a gusto contando los "errores" del protagonista, metiendo casi con calzador personajes perfectos en su representación, aunque esto último es un rasgo común en la Literatura. Y si bien no se olvida de mencionar los “efectos” de sus más importantes decisiones, en dos de las escenas próximas al final de la historia, la ejecución de las confrontaciones es casi… anticlimática. Porque si sé que aborda el incesto, y que uno de los personajes guarda recelo respecto a él, y notamos que Francisco «falta» a una promesa ya de por si prohibida, y se enrola con OTRO personaje, al momento de la confrontación debe haber CONFLICTO, pleito, reclamo. No hay más que diálogo de "Sé que hiciste esto. Te extraño y por eso te perdono". Anticlimático porque al momento de la verdad, la catarsis emocional que espero hallar... no está.

A mi entender, el tema de la corrupción que presenta la autora, aquí, es aleatorio y casi azaroso, porque en medio de los acontecimientos centrales de la obra, Esther me da "anticipos" de que la corrupción acecha en el lugar donde el protagonista reside al momento. Y es una mención que se repite, como un avance, pero cuando llega, no me impacta porque lo veía venir; es como si viera una fotografía desenfocada: por más esfuerzo que ponga en “discernir” los elementos, no aprecio nada claramente. Un personaje quiere la corona y Francisco está, por decirlo menos, cerca; está implicado, pero tampoco tanto. Porque incluso, retomando el ejemplo con el que inicié este análisis crítico, si como escritor yo imagino algo y no lo plasmo con acierto, el lector tendrá problemas a la hora de conectar con ese momento crucial. Y Esther no recurre mucho a las descripciones necesarias para yo entender qué pasa, a quién le pasa o por qué le pasa, sino que a base de diálogos me da a “entender” que sé qué pasa o quién está en determinada escena.

Su compromiso, como digo, es evidente y Toledo funciona muy bien en los momentos de misterio, sexualidad, travesura, reflexión y historia. La trama es entretenida y me hizo reír varias veces; en otras, me sorprendió. Porque todo gira alrededor de Francisco y, secundariamente, alrededor de Brígida, su hermana, con quien tiene un pacto. Pero posteriormente el destino lleva a Francisco por otros caminos… y así avanza Toledo; la historia jamás contada de las catedrales

Hablé muy poco de la obra, lo sé. La razón es que, si decides leerla, quiero que entres en su mundo como yo lo hice; no quiero arruinártela. Pero también quiero que te prevengas: tiene momentos muy intensos (sus primeras 40 páginas lo son), tiene otros irregulares, tiene trasfondo, tiene una atmósfera bastante absorbente, tiene misterio, pero también muchos elementos gratuitos, facilidades y situaciones implícitas que, al menos a mí, me distrajeron mucho. 

Conclusión:
Toledo; la historia jamás contada de las catedrales es una propuesta única, inesperada, intensa emocionalmente, con personajes “todo poderosos” en su haber que hacen las cosas porque pueden y quieren y así es esto. No menciono el tema de la gramática porque ese es otro cantar… 

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