Crítica a No Game No Life



Con importantes reflexiones filosóficas, No Game No Life ofrece una historia muy interesante. 

Con la interrogante "Si hubiera un mundo donde todo se resuelve con juegos...un mudo en un tablero, donde las reglas y el objetivo estuvieran claros ¿qué pensarían de eso?" como incidente incitador, No Game No Life se abre ante el espectador -o ante los ya conocidos otakus- para poder vivir una nueva historia con todo la originalidad de que se es capaz. Quizá es conveniente establecer ciertos paralelismos para los que no son amantes de las caricaturas y cómics japoneses. En el mundo del cine, la referencia más cercana a esta idea la encontramos (no completamente, claro está) en Matrix, donde el mundo real se ha vuelto inhóspito a tal grado que la idea de un mundo digital explorable se considera atractiva. Ésta sería una definición un poco burda, pero para nuestros propósitos, puede ser útil.  

Partamos de la hipótesis de que el mundo en que vivimos se ha cargado tanto de energía negativa, malas costumbres o incluso de un aburrimiento, que todo lo que hacemos ha perdido importancia. ¿Habremos nacido en un mudo equivocado, o un mundo donde nuestras capacidades no están correctamente empleadas? Ángulos como éstos los explora el presente animé, a cargo de Yuu Kamiya (bajo el pseudónimo de Thiago Furukawa Lucas) y distribuido por Medial Factory, cuya adaptación simultánea también se llevó a cabo en Francia por un período determinado. 

De modo interesante y sugerente, el guión nos presenta a Sora y Shiro, dos NEETs (gamers para el público general), que forman los llamados blancos -porque no tienen nombre sus "piezas"- y que en un juego, utilizando únicamente cuatro jugadores, logran vencer a 1,200 jugadores ellos solos. La historia arranca cuando, después de su victoria, ambos hermanos son retados a un breve encuentro de ajedrez y ganan, llamando recíprocamente la atención de un individuo llamado Tet que, súbitamente, los sumerge en un mundo donde todo se resuelve mediante juegos diseñados a base de diez reglas, y quien resulta ser el Dios de ese mundo.  

Vale la pena mencionar la progresión de la historia, ya que en ningún se siente que se nos esté revelando demasiado o que adelante eventos, sino que con cuidado y con expresiones claras, conocemos los matices de los protagonistas desde el comienzo (aunque por momentos se tiene la impresión de escenas apuradas). También, como si fuera un cóctel en una playa, regala momentos cómicos inteligentes que sólo preparan al espectador -u otaku- para el giro de trama. Al ser una "novela ligera" o animé cuyo eje principal principal es el concepto de juegos, desde un principio resulta claro que  habrá infinidad de interesantes personajes como motivaciones elaboradas, y casi como pasó con Yu-gi-Oh! sabemos que los obstáculos apenas comienzan en las aventuras de Sora y Shiro. 

Además de la construcción detallada y bien pensada, tenemos el desarrollo de los meros protagonistas, quienes resultan tener mucha habilidad -o "pericia" si nos queremos ver rebuscados- para ganar los juegos. Aquí se puede tener la impresión de que el guión se adelantó ex professo para poder darle un impulso a la historia sin que el prólogo se sienta pesado. También tenemos un breve acercamiento a cómo se dan los juegos y, a pesar de que resultan sencillos, podemos tener claros que también lo habrá complejos. 

No Game No Life, incluso en su banda sonora (o soundtrack) agrega sabor al gusto por la trama e invita a reflexionar nuestra posición, nuestras decisiones y elecciones ante una sociedad demandante y deseosa de controlarnos, tanto a nivel idiosincrático como individual. ¿Qué somos realmente: individuos o asociaciones buscando ser una sociedad? Aquí podemos vislumbrar también la referencia a los Juegos del Hambre y, si bien no es intencional, no pueden faltar los intentos de establecer similitudes. 

Con todo y como muchos animés, No Game No Life presume una historia que puede considerarse original, atrevida, llamativa y divertida, porque al final, habrá quienes piensen que la vida es un juego y pues entonces habrá tres opciones: ganarlo, perderlo o divertirse en él. Y parece que Sora y Shiro harán todo menos perderlo. 

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