Un divertido, inteligente e introspectivo ensayo sobre los alcances (y peligros) de la Inteligencia Artificial.
Siempre comienza con una.
Y puede ser una intención, un intento, un fracaso, una idea, una posibilidad…
Cassandra es, a todas luces y en muchos sentidos, un buen ejemplo de cómo jugar a dominar la inteligencia artificial puede ser contraproducente. Y el comienzo no podía ser otro que con una escena pivote, una escena dramática que deje muchas interrogantes, pero al mismo tiempo sea una que parezca pertenecer a toda una concatenación de eventos. Y así lo fue, ocurriendo de noche, en la oscuridad y -manejo de cámara mediante- con tintes de miedo.
Quizás un gran mérito de Cassandra sea que es un guion que incluye varias moralejas, recurriendo hábilmente a la alegoría de lo humano contra lo tecnológico, haciendo uso astuto de la separación temporal. Es así que tenemos el desarrollo de personajes y ciertos eventos que permiten acceder a la información sobre la psicología de los personajes. En uno de los primeros episodios, quienes advertimos son los meros protagonistas de la historia, antagonistas al final, se entrecruzan en sus intenciones y posiciones, pero para que como audiencia lleguemos a este punto, tenemos la información necesaria sobre las fortalezas y debilidades de cada personaje; el trasfondo de su historia. Es en este punto, lejos de la conciencia del entorno cuando tenemos uno de los elementos clave que, como dije al inicio, es una moraleja interesante dispuesta no solamente como una metáfora visual, sino también atemporal: Juzgar sin trasfondo.
Un personaje es el villano de la historia, originalmente víctima por las desavenencias de una familia quebrada, separada por la indiferencia, la rutina y los secretos, que consumida por los celos, la impotencia y las “injusticias” de la vida, encuentra en la tecnología una respuesta a un poder inesperado que, de no haber sido por la impotencia en su forma humana, habría tenido un destino muy distinto. Aquí es cuando la lección del juicio por ignorancia. Porque protagonista no conoce la historia de su antagonista, de su contrincante, y tampoco es que haya culpa en eso, pero con las armas de su presente y la ganas de proteger su vida, hará todo por salir indemne de la situación. Hay un juicio, bajo una lectura interesante de desconocimiento sobre el pasado que ahora los reúne. Una es un personaje queriendo proteger a su familia del aparente y potencial peligro que se cernirá sobre ellos. La otra es víctima de su tiempo, una máquina que alguna vez fue un ser humano caído en desgracia por una enfermedad incurable, que encuentro en la tecnología un poder que la enloqueció y la condujo a la perdición de todo lo que amaba.
Cassandra es, a su vez, una fábula brillante y aleccionadora sobre el control del entorno y las secuelas físicas y psicológicas de potenciar y volver realidad esta idea. Mejor metáfora que el uso del hogar para ilustrar y desarrollar esto no encuentro, y su referencia atemporal es brutal (recordemos la pandemia del COVID hace tan solo 5 años), lo que puede despertar la histeria colectiva y las consecuencias de la incomunicación. Habría que decir que el menos apto para y quien pudo haber tenido un final realmente trágico es el esposo de la protagonista.
Por aquello de la impotencia física y emocional que la mera protagonista destila es que encuentro paralelismos narrativos entre esta historia y “La Huérfana”. En ambas tramas la protagonista es la única consciente del potencial único y verdadero del mal que los acecha, pero las apariencias se voltean contra ella y, bueno… termina dándonos un clímax más emocional que físico, pero uno en el cual el perdón es una rara alternativa curiosamente disponible.
Cassandra es una hábil elección para hablar de las máscaras como metáforas de la humanidad, aunque en este caso, ilustrar el concepto por medio de la tecnología es mucho más potente y, con el trasfondo y la historia de vida de la antagonista, encontramos subtramas y lecturas sobre el peligro de alcanzar, aunque no como se piensa, la inmortalidad, acarrea consecuencias profundamente irreparables para todos los involucrados. Bendito guion y su habilidad para alternar pasado y presente con el fin no solamente de seguir construyendo a los protagonistas, sino para ilustrar sus motivaciones y la profundidad de estas. Con ello en mente y presente, hay todavía espacio y énfasis para hablar de la creencia, los puntos de vista y cómo la inteligencia es un recurso valioso. Y aunque el tono de la historia sugeriría más tensión en la parte emocional, debo aclarar que esta "primera" temporada incluye tres escenas muy angustiantes y que sí provocan el deseo de "quitar la mirada de la pantalla".
Aunque Cassandra tiene algunas subtramas con desarrollo o desenlace mediocre en comparación al producto en general, aquí la mezcla de tecnología y analogía, ilusión, fantasía y realidad se entrelazan con mucha habilidad en esta historia, con unas cuantas escenas de verdadera tensión, física y psicológica, que no dejará indiferente a nadie. Cassandra es una historia imperdible con mucho que decir, debatir y hasta reflexionar, más aun en estos días en los que la verdadera inteligencia artificial se abre camino entre nosotros. ¿Estaremos a tiempo de corregirnos?
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