Sobre la Ontología



EDUARDO SOTO BORJA QUINTANILLA
ENSAYO DE ONTOLOGÍA GENERAL
Ontología. Hasta la palabra suena a una obra teatral de la antigüedad o a una película sobre alienígenas de otro mundo, pero no; en realidad la palabra hace referencia a la esencia y descripción misma del ser. ¿Cuál ser? Preguntarían algunos. Y es que hablamos de El Ser. La palabra ontología hace referencia a la ciencia que describe el ser como podemos conocerlo, como una…¿sustancia? Es posible, ¿Cómo contraparte de algo? También es posible. Más que eso podemos decir que la ontología es el estudio del ser en sí, por sí, para sí, y de todo lo que lo rodea o está ligado a él.
            Podría sonar confuso. Iremos por partes. La ontología, en su carácter científico, posee el grado de la universalidad, pues se extiende a todo el orbe, si así queremos verlo, y es justo por esto que a la vez que podríamos entenderla de manera tangible (el ser como algo que puede verse, o al menos pensarse), abstraerse en su esplendor, y como una ciencia que va desde lo primero que concebimos hasta lo último.
            La ontología forma parte de una bella rama de demarcaciones incluidas en lo que llamamos filosofía, ciencia que significa “amor al saber”, de ahí una sutil referencia a “aquello que podemos conocer”. ¡Ah! Entonces pasaría por nuestra cabeza la incógnita “¿Podemos conocer El Ser?”, en grados de abstracción, sí. En términos tangibles, ya lo hacemos. El Ser está rodeado de entes, que en este caso seríamos nosotros. O sea, ¡¿cómo?! ¿¿Que nosotros somos qué?? Con calma. Esto es como una cómoda chala sobre ontología. Todo a su tiempo. Apegándonos al idioma del latín, podemos tener acceso a la descomposición etimológica de la palabra con mucha aproximación: La palabra ser viene de esse, y a su vez esse viene de ens, entis, que significa “lo que es”.
                Desde sus inicios y su oportuno análisis, la ontología ha sufrido confrontaciones, dudas, refutaciones, incorporaciones y reducciones, más por lo que su esencia semántica supone que por su función misma. Desde la cuestión semántica, libra una lucha nomológica con su aparente hermana gemela: La metafísica. ¿Y qué significa metafísica? Lo mismo: Más allá de lo natural; es decir, el Ser mismo. ¿Entonces cuál es el problema? Que las hipótesis y presupuestos filosóficos apuntan que no es posible una metafísica como tal, pero la ontología podría rescatarse, por la concepción que se tiene de ella.
            Vamos. Ambas son una misma ciencia, la diferencia es que MetaFísica significa “más allá de lo tangible”, y Ontología es “Estudio o descripción del ser”. Si aceptamos ambas premisas, quizá podría establecer que la crisis (¿existencial?) de la metafísica radica en el surgimiento de la duda ante la credibilidad de algo inmaterial, fuera de lo tangible. Por su parte, la Ontología, asumiríamos siguiendo el contexto hipotético, que ya no tendría necesidad alguna de “establecer” distinciones en este sentido, ya que puede enfocarse con mayor detenimiento y eficacia a estudiar el Ser como tal.
Dejemos abierta la incógnita, pues es costumbre filosófica cuestionar más que responder por sí. El Ser en sí mismo presenta algunos prejuicios que son importantes comentar: inicialmente se considera que es el más universal de todos los conceptos posibles en el ser humano, y al ser el más universal corre, por ende, el riesgo de ser el más indefinible. Esto es, que obliga a plantearse la pregunta por su comprensión (¿De qué manera poder entenderlo?)
La Ontología, el Ser en sí, es el ser de los entes, pero no es al mismo tiempo un ente. El ser de los entes es lo que representa la ontología, que da razón de lo que lo constituye propiamente, pero lo que llamamos ente, es la óntica del ser humano, el ser ahí, el hombre. Como dijimos ya una vez, la ontología busca, como ciencia, la explicación del hombre, de su reflejo en el mundo. ¿Quieres decir que…? Así es: la ontología trata la relación que tiene el hombre con su entorno, su mundo, y cómo lo va desarrollando, asimilando.
¿Cómo lo hace? Sencillo. La ontología, como toda ciencia, se apoya de métodos analíticos para construirse constantemente. Se sabe ciencia, advierte al “ser ahí” (hombre), reconoce que, al haber muchos entes, debe recurrir a una pluralidad de sí misma. Necesidad de una ciencia con ramificaciones que proporcionen el alcance de estudio universal. Para Heidegger sería simplemente como preguntarse de manera breve y teórica por el sentido de los entes. (¿Sentido como propósito?) ¿Por qué no? Desde esta perspectiva, podríamos concluir en esta breve hipótesis de la dimensión del concepto de existencia, que el hombre, al saberse hombre, al conocerse como hombre y descubrirse como tal, existe, porque en el mero instante en que está consciente de sí mismo, evolucionó interna e íntegramente, se desarrolló.
    En Heidegger, una aportación a este problema de la existencia y su credibilidad se llama fenomenología. La fenomenología habla del ser ahí, y lo curioso aquí es que parámetros como universidad o necesidad no se incluyen en este ámbito. ¿Por qué? La fenomenología no se apoya del “antes de los sentidos” (si así queremos visualizarlo), sino del “después de los sentidos”. Parte del a posteriori, y por ende, de la sucesión de la experiencia misma.
La ontología estudia al ser y su relación con los distintos tipos de entes. Pero, ¿qué es un ente? Un ente es lo que tiene ser, lo que es o puede ser, o, en su defecto, lo que existe. Este tipo de definiciones que guardan una gradual semejanza puede distanciarse de manera nominal, es decir, por su función de origen. De manera nominal el ente se distingue, se forja y determina. Tenemos en este caso, dos “vertientes”: el ente como lo que existe en acto, en el momento; el ente que puede existir.
Lo que existe en acto se considera que existe tangiblemente, en un momento continuo; lo que puede existir se categoriza como lo que se encuentra en la mente, es decir, lo que podemos pensar que existe o tiene posibilidad de existir, ej: un bebé o una silla de plata. Esto da pie a establecer las categorías del ente con respecto de su entorno, del Ser. Como el ente es lo que “está ahí”, posee la mínima comprensión de lo que es, pero al mismo tiempo se universaliza porque todo, a excepción claro del Ser, que es el Uno, todo lo demás es llamado ente. Tiene sentido, ¿no?
  Pues bien, ya que todo se vuelve, es y será ente, podemos señalar en él se encuentra, digamos, la clave. Todo se resuelve en él porque el ente represente, podríamos decir, la instancia del Ser. Este proceso conlleva una comprensión lógica, pero para darle seguimiento supone que entendamos qué hay detrás del ente, entonces sucede la cuestión psicológica. Como el ente principalmente debe entenderse conceptualmente, es el primer indicio de la abstracción óntica, ontológica. Se reconoce e identifica inicialmente de manera nominal.
Existe, se piensa, se dice, se conoce y se analiza, porque más que nada se halla en el mundo. ¿Ubicuo? Sí y no. Sí porque son muchos entes dispersados, pero no porque no es eterno, ni en un instante ni en otros, y éste es el punto principal por el cual se diferencia de  El Ser (Dios). La creatura, el ente por sí y en sí, es un accidente, vamos, emanado del Ser, quien es eterno por sí mismo. Mientras que la esencia, la forma en que se reconoce e identifica El Ser es mediante su simple existencia, la del ente es mediante el accidente, la “oportunidad” de estar o haber estado presente en un momento en un lugar determinado.
Es así, pues, que el ente, entendiéndolo así, lleva la participación ontológica de su manifestación accidental, comparándose con el Ser. Es un ente, se constituye gracias a la existencia de El Ser. ¿Pero por qué? Porque sus esencias no son iguales. Y entonces diremos “Pero a ver, ¿de qué me hablas? Explícate más, por favor”. Verás, es muy simple: el Ente representa, de alguna manera, al Ser, pero no es el Ser. El Ser es la forma perfecta de un concepto universal, lo cual es una definición arriesgada de lo que intentamos comentar y debatir, pero nos gustó la definición. Usémosla de momento.
Hay dos maneras de definición en este sentido: la general y la particular. La general se define sencillamente como la aptitud para existir, mientras que la particular se define como la capacidad para poder darse en un determinado plano temporal. Si la esencia, en términos estrictos, caracteriza al ente, la esencia en sentido lato, lo hará con el Ser. El sentido lato se apega a lo amplio, mientras que el sentido estricto a lo breve, lo concreto. Esto quiere decir que, siempre que comúnmente nos expresamos con la frase “En sentido estricto,…” quiere decir que hacemos el esfuerzo por reducir la idea al máximo, con el fin de darla a entender adecuadamente al prójimo.
Regresando a las diferencias esenciales entre el ser y el Ente, sabemos que la esencia del Ser es su existencia, por ello se define, porque es, hoy y siempre. Por su lado, el ente estuvo, está y estará, pero de una manera “discontinua” por así decirlo. Fácil, ¿no? De ahí la muy conocida la frase “El presente es un regalo” porque todo el tiempo es presente, para el ser, así como todo tiempo pasado es el segundo que acaba de pasar y el futuro es inasequible. Por eso yo estoy siendo, mientras que el Ser es. Repetimos, la esencia del Ser es su existencia. Punto, así de simple. El ente dura lo que sería una micro milésima de segundo en la vida del Ser, o incluso menos. El ente perece, el Ser persiste.
Y hablando de esencias, creemos oportuno la ocasión para platicar un poco acerca de los tipos de esencia que hay (¡Esto se pone interesante! Así es…). Pues bien, tenemos que la esencia se puede dividir, grosso modo, en algunas categorías principales. Tenemos la esencia que, en términos de ente, se considera actual o existente, que sería el acto. En otras palabras, el instante mismo del que hablábamos. Después seguirá el tipo de esencia que permite que el ente sea “imaginado” por la mente que lo conforma, que lo visualiza de una manera específica. Entonces se conoce como un ente de esencia “puramente posible”; es decir, que puede existir, y para ello se tiene que apoyar en la lógica.
De ahí le seguirá el ente “precesivamente posible”, que vendría siendo el ente que asumimos por nombre (lo que existe y lo que no), ¿así de categóricos? Sí. La esencia física será la esencia que determine la presencia del ente, físicamente, en sus partes. Después le seguirá la metafísica, pero ésta es una diferencia mental, racional.
Las propiedades de las esencia sólo se distinguen cuando son entre el ente y el Ser, lo que lo vuelve más abstracto y a la vez más comprensible. ¿Me explico? Veamos: La esencia de ente tiene, como propiedad principal, dos tipos de “eternidad”, que son positiva y negativa. Remiten a Dios por su esencia de la existencia; por otro lado, está la propiedad de la necesidad absoluta, donde se impone lingüísticamente la idea de que debe haber existencia, aunque sea un mínimo, en cualquier ente. Esto último nos puede llevar a pensar que el ente necesita forzosamente un mínimo del instante, del accidente proporcionado, y esto quiere decir que el accidente le otorga un mínimo de representación material, un mínimo de existencia. Ésa sería la definición física de la última categoría: la inmutabilidad del Ser. Mientras que la metafísica, en este sentido, señala que el ente no puede llegar a Ser, porque vive en, valga el pleonasmo, el instante efímero. Está siendo, no es.
La ontología presenta estas variantes y al mismo tiempo nos insta a pensar en las posibilidades “creíbles” de la relación del ente con su entorno, con el ser mismo, al establecer los principios de su existencia, de su esencia, de la manera en que podemos pensarlas, entenderlas, razonarlas e, incluso, resolverlas. El hombre se auto-constituye a cada momento, como decíamos antes, gracias a su capacidad concientizarse como ser humano que es, y al saber esto, al entenderlo, ya dio un paso evolutivo. Lo contrario sucede con las cosas, que sólo son pero no existen. No tiene vida.
Es así que entendemos que entre el Ser y el ente, como “polos” paramétricos en este contexto, representan los ángulos de visualización del mundo. Lo único intermedio entre ellos son los llamados entes de razón, conceptos teóricos que permiten hacer una división muy sutil entre ambos. ¿Eso quiere decir…? Sí, sí hay una “mitad”, algo dividible entre ellos, pero no es tan simple. Es algo solamente entendible de manera muy abstracta, muy teórica. ¿A qué queremos llegar? Muy simple: A la nada solamente puedo entenderla si la “disfrazo” de ser, vemos lo que no posee y comprendemos lo que tiene, sencillo.
“¡Espera, espera! ¿Cómo defines al ente entonces?” La definición, si pensamos un poco nada más, es evidente. Un ente es aquello que sólo puede existir en la mente, pensado de manera objetiva. El ente, en su versión negativa, posee la carencia de algo que no debería tener, mientras que el aspecto privativo sugiere pensar que es algo que el ente sí debería tener, como una propiedad que puede caracterizarlo. Cuando el ente no presenta un fundamento con la cosa, es que no posee una referencia clara para con la realidad.
En términos aristotélicos, el Ser presenta diez categorías: sustancias y accidentes. Esto da pie para ayudar a clarificar un tema breve iniciado párrafos arriba. La sustancia tiene la capacidad de existir por sí y en sí misma, mientras que el accidente necesita forzosamente de otra cosa para poder manifestarse. ¿Injusto? En términos metafísicos, así es como opera esto. Claro que, contextualmente, la esencia aquí se descubre gracias a la sustancia determinada. Por su parte, el ente en cuanto ente no puede no ser ente; es decir, no puede ser y no ser simultáneamente.  
El ser, ahora sí que aludiendo a lo divino, tiene que ser lo suficientemente inteligible para poder ser “captado” por el ente. ¿Por qué? Seamos claros. El ser es acto puro, no necesita por ningún medio la potencia, porque ésta implica finitud y evolución por sí. La potencia se define como el acto al que el ente desea llegar, un desarrollo, un punto, una evolución, y como el ente no se mueve en la misma “temporalidad”, no requiere de las mismas necesidades físicas que el ente.
Esto puede ser visto difícil, fácil, todo depende de cómo queramos entenderlo, pero algo considero seguro: la ontología forma parte de nuestras vidas en tanto se encuentra dentro de nosotros, como sociedad o como individuos. Creo oportuno pensar que los problemas que trae consigo remitirán a un nuevo tipo de realidad, uno que quizá no habíamos “previsto” antes, seamos quienes seamos, porque se trata de la relación que guardemos con el mundo, de cómo lo veamos y de cómo queramos influir en él, porque, como dijo Fitzgerald una vez “El mundo sólo existe a través de la percepción que tienes de él, de ese modo resulta mejor pensar que no eres tú quien se ha desmoronado”.


1 comentario:

  1. Jajajajaja esto estuvo divertido, ese diálogo esquizofrénico de escuela socrática sin duda refuta mucho el irse por las ramas y detenerse tantito antes de tropezar con la lengua, lo que enriquece además con grata jocosidad, un planteamiento que se desenvuelve como relato.
    Y sí, se puede decir que la ontología es de carácter holístico, pangea del individuo, ¿o panpsique?
    No, porque también estamos hablando de la materia… es ontología, punto.
    Si lo traslado a la física, podemos pensar en el Ser como Materia y el Ente como Propiedad, lo que hace la Materia, y en ese sentido el concepto se autocontiene en el Ser, manda al carajo el entorno y se manifiesta grandilocuentemente en el vacío del universo con la autoproclamación de Yahvé emanando voz y palabra: “Hágase la luz”…



    Disculpe, joven… creo que me viajé demasiado. El punto es que me latió bastante ese divertid ejercicio, diálogo esquizofrénico de escuela socrática con vicisitudes holísticas.

    ResponderBorrar