Nostalgia. Poderosa palabra. De una forma similar lo sentimos con Ice Age 5, pero aquí es una situación mucho más profunda: A diferencia de una saga que ha tenido entregas en diferentes periodos de tiempo desde el 2002, en esta ocasión nos encontramos con que hace 13 años vimos Buscando a Nemo en nuestro cine preferido, y las aventuras de aquel pez anaranjado cautivaron al público, al lado de Dory con su famosa frase "Nadaremos, nadaremos..." ¡Caramba! Me habría gustado empezar por ahí. Ya ni modo. Lo que en su momento comenzó con una propuesta que nos gritaba que ser sobre-protectores no es lo más sano que pueda haber, ahora es una cinta que propone un viaje similar y al mismo tiempo muy diferente. Es esta una cinta muy humana. En contexto histórico, pensar que se eleva por encima del resto de su compañía origen podría no tener mucho sentido, pues Disney es el famoso sector que humaniza a sus personajes animados al dotarlos de cualidades y defectos con tan profunda psicología que es imposible no sentirnos identificados; pero más allá de eso, la dosis de moraleja que impregna a sus historias viene con tonos familiares agradables. De esa forma no sentimos el "regaño" aunque sabemos que está ahí. Ante este proceso de humanización ya conocido ¿qué viene a contarnos Dory?
A Dory se le va el pedo cada cinco segundos, y es por ello una pez cirujano muy especial: padece memoria a corto plazo. ¿Cómo un personaje así puede sobrevivir? Incluso hace poco escuché el comentario analítico de un allegado: "No sé si un personaje que fue secundario en la primera esté lo suficientemente bien construido para soportar el peso de una cinta por sí mismo". Aquí le diré que esto no es problema, pues el guión de la cinta se las ingenia para convertirla en el centro de la aventura sin menospreciar al resto de los personajes con los que se involucra. Porque este es un viaje de autoaceptación, un viaje de autoestima, si así queremos verlo.
Buscando a Dory encierra moralejas y alegorías sobre la vida humana debajo de cada aleta, roca marina, perla, branquia, arena, alga y ballena que nos encontremos en la película. Quizá te mueva el tapete -sólo un poco- el que no es una cinta tan repleta de chistes y momentos cómicos que aligeren la carga dramática como otras tantas del estudio, pero este elemento, que podría considerarse el negro del arroz, es compensado sabiamente por la madurez y oscuridad que enmarca la atmósfera de la cinta. Dory busca a sus papás, pero ¿cómo encontrarlos si cada cinco segundos se olvida hasta de su nombre (bueno, no tanto, pero casi)? El conflicto argumental está ahí, y como en la cinta anterior, el desarrollo, caracterización y delineación de personajes lo tenemos, permitiendo la empatía y conexión con el personaje -¡amen a sus flashbacks de cuando era una pececita!-.
El aceptarnos tal cual somos, vernos en el espejo y sonreírnos será la primer lección que nos ofrece el filme, seguido de, por ejemplo, nunca rendirnos ante un obstáculo (pon mucha atención a la escena del camión), pero si queremos profundizar más e irnos, por decirlo así, hacia el lado religioso, el filme juega y combina su narrativa con temas como tener fe y esperanza en nosotros mismos, en la capacidad ajena; nos presume las ventajas de la espontaneidad, de cómo no siempre tener un plan no es necesariamente algo malo e incluso puede ser divertido y ofrecer posibilidades infinitas (en mi caso, ésa fue una cachetada con guante blanco...). La cinta nos enseña -y tengo que reconocerlo abiertamente- que hay virtud en la carencia, belleza en los defectos, pues éstos nos humanizan mucho (atención a la contrición de Marlin con Nemo, cómo analiza sus acciones; un proceso de vulnerabilidad importantísimo).
Tiene muchos mensajes, estos que yo encontré, y si tú viste más, te invito a compartírmelos en la sección de comentarios. Buscando a Dory, a diferencia de Buscando a Nemo, es por mucho una película mucho más madura y oscura, y con esto último no me refiero a la construcción y diseño digital de la cinta, o a la fotografía, a que tengas que cubrirte con las manos la luz de la sala y poder disfrutar el espectáculo que se extiende ante ti; no, me refiero al tratamiento de la historia en general, porque sin decirte mucho, es en su tercer acto donde la película adquiere una tonalidad más seria, tan oscura como la tinta que escupe Hank, el pulpo. Es donde ese significado que la película nos quiere ofrecer (el reconocer que tener defectos es parte de nuestra esencia) se acentúa, el personaje enfrenta más obstáculos, se define por lo que es y brilla tal cual es, con su mala memoria. Este matiz en el personaje no es tan ajeno o desconocido como podría pensarse. Lo vimos incluso en Happy Feet, la primera claro, donde la aceptación de lo que nos hace diferentes se convierte en un proceso de fortaleza importantísimo rumbo a la madurez personal.
Dejando de lado los elementos animados y escasos chistes que encontramos -sí son cómicos, pero ya parece un filme dirigido más a los jóvenes y papás que a los menores de 10 años-, la película nos pide que confiemos en quienes somos, con todo lo que ello implica. Si bien casi a mitad de la historia el ritmo flojea un poco, introduciendo algunos personajes que parecen más relleno que un aporte a la secuela, el viaje sigue siendo por demás espectacular, disfrutable y aforístico.
Entre la escasez de chistes, la percepción de relleno, y la extraña sensación de que Nemo se decante más por su amiga que por su papá, son factores que me impiden ver la película como una obra maestra. Es conmovedora y destaca por sí misma, es seguro; tiene agradables mensajes, desde luego; el trabajo técnico (especialmente con Hank el pulpo) es impresionante debido al realismo que le imprimen; la historia cierra sus ciclos y se las arregla para, a través de su azulada protagonista, ofrecer divertidas soluciones a cada problema y enseñarnos que no debemos darnos por vencidos jamás, que todo se puede lograr y que si tenemos un diente más grande que el del prójimo, un ojo morado o si olvidamos nuestro nombre, al final es parte de quienes somos y aceptarnos tal cual es parte de ser felices. Muy recomendable la película como proceso de valoración y para pasar un rato enternecedor.
Por cierto, te recomiendo quedarte al final de los créditos, pues la escena que sigue conecta aún más esta cinta con su predecesora.
A Dory se le va el pedo cada cinco segundos, y es por ello una pez cirujano muy especial: padece memoria a corto plazo. ¿Cómo un personaje así puede sobrevivir? Incluso hace poco escuché el comentario analítico de un allegado: "No sé si un personaje que fue secundario en la primera esté lo suficientemente bien construido para soportar el peso de una cinta por sí mismo". Aquí le diré que esto no es problema, pues el guión de la cinta se las ingenia para convertirla en el centro de la aventura sin menospreciar al resto de los personajes con los que se involucra. Porque este es un viaje de autoaceptación, un viaje de autoestima, si así queremos verlo.
Buscando a Dory encierra moralejas y alegorías sobre la vida humana debajo de cada aleta, roca marina, perla, branquia, arena, alga y ballena que nos encontremos en la película. Quizá te mueva el tapete -sólo un poco- el que no es una cinta tan repleta de chistes y momentos cómicos que aligeren la carga dramática como otras tantas del estudio, pero este elemento, que podría considerarse el negro del arroz, es compensado sabiamente por la madurez y oscuridad que enmarca la atmósfera de la cinta. Dory busca a sus papás, pero ¿cómo encontrarlos si cada cinco segundos se olvida hasta de su nombre (bueno, no tanto, pero casi)? El conflicto argumental está ahí, y como en la cinta anterior, el desarrollo, caracterización y delineación de personajes lo tenemos, permitiendo la empatía y conexión con el personaje -¡amen a sus flashbacks de cuando era una pececita!-.
El aceptarnos tal cual somos, vernos en el espejo y sonreírnos será la primer lección que nos ofrece el filme, seguido de, por ejemplo, nunca rendirnos ante un obstáculo (pon mucha atención a la escena del camión), pero si queremos profundizar más e irnos, por decirlo así, hacia el lado religioso, el filme juega y combina su narrativa con temas como tener fe y esperanza en nosotros mismos, en la capacidad ajena; nos presume las ventajas de la espontaneidad, de cómo no siempre tener un plan no es necesariamente algo malo e incluso puede ser divertido y ofrecer posibilidades infinitas (en mi caso, ésa fue una cachetada con guante blanco...). La cinta nos enseña -y tengo que reconocerlo abiertamente- que hay virtud en la carencia, belleza en los defectos, pues éstos nos humanizan mucho (atención a la contrición de Marlin con Nemo, cómo analiza sus acciones; un proceso de vulnerabilidad importantísimo).
Tiene muchos mensajes, estos que yo encontré, y si tú viste más, te invito a compartírmelos en la sección de comentarios. Buscando a Dory, a diferencia de Buscando a Nemo, es por mucho una película mucho más madura y oscura, y con esto último no me refiero a la construcción y diseño digital de la cinta, o a la fotografía, a que tengas que cubrirte con las manos la luz de la sala y poder disfrutar el espectáculo que se extiende ante ti; no, me refiero al tratamiento de la historia en general, porque sin decirte mucho, es en su tercer acto donde la película adquiere una tonalidad más seria, tan oscura como la tinta que escupe Hank, el pulpo. Es donde ese significado que la película nos quiere ofrecer (el reconocer que tener defectos es parte de nuestra esencia) se acentúa, el personaje enfrenta más obstáculos, se define por lo que es y brilla tal cual es, con su mala memoria. Este matiz en el personaje no es tan ajeno o desconocido como podría pensarse. Lo vimos incluso en Happy Feet, la primera claro, donde la aceptación de lo que nos hace diferentes se convierte en un proceso de fortaleza importantísimo rumbo a la madurez personal.
Dejando de lado los elementos animados y escasos chistes que encontramos -sí son cómicos, pero ya parece un filme dirigido más a los jóvenes y papás que a los menores de 10 años-, la película nos pide que confiemos en quienes somos, con todo lo que ello implica. Si bien casi a mitad de la historia el ritmo flojea un poco, introduciendo algunos personajes que parecen más relleno que un aporte a la secuela, el viaje sigue siendo por demás espectacular, disfrutable y aforístico.
Entre la escasez de chistes, la percepción de relleno, y la extraña sensación de que Nemo se decante más por su amiga que por su papá, son factores que me impiden ver la película como una obra maestra. Es conmovedora y destaca por sí misma, es seguro; tiene agradables mensajes, desde luego; el trabajo técnico (especialmente con Hank el pulpo) es impresionante debido al realismo que le imprimen; la historia cierra sus ciclos y se las arregla para, a través de su azulada protagonista, ofrecer divertidas soluciones a cada problema y enseñarnos que no debemos darnos por vencidos jamás, que todo se puede lograr y que si tenemos un diente más grande que el del prójimo, un ojo morado o si olvidamos nuestro nombre, al final es parte de quienes somos y aceptarnos tal cual es parte de ser felices. Muy recomendable la película como proceso de valoración y para pasar un rato enternecedor.
Por cierto, te recomiendo quedarte al final de los créditos, pues la escena que sigue conecta aún más esta cinta con su predecesora.
Creo que la razón por la que Nemo se decanta por Dory sobre su papá, es que la aceptación de uno y el otro por sus respectivos defectos —en uno la aleta, en otra la memoria— los hace más cercanos, algo que Marlin más que aceptar señala hasta, claro, la revelación de las cualidades de Dory, que le enlista Nemo a su padre para que pueda reconocer la importancia de su amiga como parte de su vida.
ResponderBorrarY sí me mueve el tapete, me hizo aflojar el moco en al menos dos momentos, pero más que el sentido del humor, que ahí está, me sacó de onda desde el prólogo la oscuridad en el tratamiento del tema de la memoria. Fue como un mindblow de: ¡¡que huevos!!
Puntos extra por la encomiable dedicación a los detalles, los técnicos y los humanos.
Y esa oscuridad se aprecia en el tercer acto, en su resolución. Ahí es donde encontramos la madurez de la historia, la aceptación del personaje por quien es y cómo lo convierte en un atributo importante.
BorrarCreo que al igual que muchas personas, fui al cine con gran expectativa respecto a esta película, debido a que buscando a Nemo fue genial.
ResponderBorrarY sí, no es la primera vez que los personajes secundarios agradan tanto al público que terminan teniendo su propia película, Minions por ejemplo.
Sin embargo, he de confesar que me sentí decepcionada con esta película. Tal vez sea lo que comentas, que no fue hecha al 100% para el público infantil, sino para los que vimos buscando a Nemo, pero me pareció aburrida, y ni hablar de la parte final, exagerada y absurda, ¿cómo un pulpo y un pez cirujano van a manejar un camión? Todavía en Nemo los actos de los peces podían ser más creíbles, pero esto fue demasiado ridiculo, por muy película animada que sea, en fin.
También me encantaron las escenas donde Dory era una pececita, la dibujaron muy tierna.
Espero que si más adelante sacan una tercera parte, la mediten mejor.