4.5
La
película protagonizada por Emma Watson y Tom Hanks tiene mucho qué decir, un
gran elenco que explotar, una premisa bastante «ejecutable» y un resultado…
hueco. Es, por una parte, penoso tener que admitir la ironía que yo veo: una película
planteada a “exponer” el lado oscuro de la tecnología y que no sepa, con todos
los elementos a su disposición, cómo ejecutar apropiadamente la diatriba.
El
Círculo
es una cinta que ha estado en mi mente como un pendiente que resolver por poco
más de un año, y gracias a que la encontré, pude verla y ahora sí opinar. Principalmente
porque fuera de Regresión —no he visto Colonia y supe que le fue PÉSIMO
en su recepción taquillera— y la saga del mago que vivió, a Emma Watson suelen
referirla como “una cara bonita que no transmite emociones” y, no es que
comparta o difiera, pero quería comprobar con la presente película hacia qué
lado de la balanza la verdad se fundamentaba. Y pues me queda un sabor
agridulce, porque no si hablamos de personajes planos o lineales, “fieles” al
guion y que no lo desafíen (más allá de Hermione Granger), Watson es el ideal.
Una actriz consagrada por una franquicia que, siendo honesto, ADORO y de la
cual me siento parte orgullosamente, pero matices de actuación para películas
serias, Watson tiene la oportunidad y no siempre la aprovecha.
De
ahí que venga mi señalamiento a si es un defecto de guion o simplemente
dirección. Porque dudo terriblemente que Emma Watson quiera actuar mal; para
eso está el director, su guía, pero más que una dirección, es establecer al
personaje DESDE el guion, el escrito, las palabras en papel. Y podría echarme
una tesis sobre ella y su calidad en la película. Como personaje, me la creo
poco; lo que me lleva al verdadero “manjar artístico” del proyecto: Tom Hanks.
Aparece poco, y convence. Tom es uno de los mejores actores del mundo en mi
opinión. Papel que acepta, rol al que le saca todo el jugo posible, y si bien
la cinta me deja entrever su “villanía corporativa”, es un cabo suelto dejado
terriblemente a la imaginación, haciendo ver a Holland (Watson) como una chica
brillante que ha sabido derrocarlo, simplemente por el infortunio de perder a
su más antiguo amigo en medio de una demostración tecnológica.
Mi
problema es que no hay demostración en su psicología. No hay resultado tangible.
Su personaje no está llegando de A a Z por desarrollo natural, explicación
consistente o conjunto de conflictos, y solamente la pérdida humana la hace
recapacitar del hoyo en que se ha metido. Sí, sé que me estoy yendo por las
ramas respecto a la premisa central: la tecnología como elemento ubicuo en el
planeta. ¿La verdad? Eso ya es una realidad, así que ¿qué más puede discutirse
al respecto, excepto que la humanidad está en una “guerra silenciosa” con la
robótica? Ay, Foucault… bueno, me regreso.
Esto
es lo que Mae Holland aprende al final, o eso permite vislumbrar su tercer
acto, más centrado en la venganza corporativa y la “justicia virtual” que en
demostrar un crecimiento emocional en la protagonista estelar. Y para ello
entiende del punto sin retorno y de la “toxicidad” en que la magna compañía ha
caído. Aquí Holland entra en una no completamente burda introspección personal,
sabiéndose pieza clave para acabar con la hiedra corporativa y aceptando, finalmente,
tener las herramientas y la agudeza suficientes para acabar con los titanes tecnológicos.
En
este sentido, el tercer acto es conciso y deja las cosas parcialmente a la
imaginación del espectador, sea o no algo creíble. Mencionaría como algo
adicional la participación de Karen Gillian, pero siento que su
personaje es “esteotípico” para la cinta, pasando de la experta work-oholic
a la envidiosa que es relegaba muy gacho por el SEO.
Poco
recomendable la película. Porque si con estos siete párrafos te dejé en claro
que el tema de la tecnología y de cómo el gobierno puede o influye en la
sociedad y la individualidad pasa a un plano ambiguo, es que hice un buen
trabajo aquí.
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