Un
cadáver desaparecido… Un hombre de mediana edad reuniéndose con su amante en su
apartamento… Un guardia de seguridad huyendo despavorido de la morgue en que
trabaja… Estos tres sucesos componen el argumento de El Cuerpo, la ópera
prima de Oriol Paulo y que, a todas luces, es una grata cinta para pasar el rato que destaca, aunque no obstante, tenga similitudes esenciales con El Ilusionista,
aquella cinta ubicada en Viena sobre una pareja de enamorados que son perseguidos
por la justicia debido a la enigmática popularidad y displicencia que el
muchacho opta por mostrar a las autoridades.
En
ambas cintas persiste ese ahínco por distorsionar la realidad, o al menos
deconstruirla; ese denuedo por ahondar en perspectivas inicialmente establecidas,
que en el fondo buscan engañar hasta al más observador. Y todo es congruente,
todo tiene una razón de ser. Nivel de producción aparte, el verdadero deleite,
a la par de la trama, los conflictos que surgen y las resoluciones explicativas
del tercer acto, es el conjunto de actuaciones que ofrece el reparto. Sensacionales,
íntimas, absorbentes, cautivadoras; nunca fallan. Y constatan el asombrosamente
hábil realizador que Paulo es para el cine de género del suspenso.
Con
El Cuerpo tengo la oportunidad de formar una opinión que no es contundente, sino cambiante y sujeta a diversas situaciones/eventos, porque
conforme las secuencias de la historia avanzan, la noción que pueda tener
sobre un personaje o un acto determinado se transforma y esa clase de “dinamismo” es intrigante, manteniendo un ritmo en la historia, y
coadyuvando a cimentar una cada vez más densa atmósfera de misterio en la que nada tiene la última palabra y la verdad es eludible a todos.
Porque si bien el ritmo es ÁGIl, en El Cuerpo la concatenación de sucesos siempre es refrescante; es decir, no cansa y logra mantener estupendamente mi atención en la historia, reforzada por los diálogos efectivos; aunque si soy muy honesto, hubo un par que no alcancé a
entender por el acento de los actores; la mayoría son bastante retadores y
cumplen su cometido porque no son diálogos expositivos, sino demostrativos. Esto
es un factor positivo que considerar porque hacen avanzar la trama, no
la ralentizan o estacan. La similitud con la cinta de Burger proviene de,
justamente, la tergiversación de la realidad. La vieja hipótesis de que ilusión
y verdad son casi hermanas aquí están conjugadas y su separación es mágica, es
poderosa, porque muestra la magia de la vida traducida en actos “invisibles” a
los ojos de los no observadores y cómo, aun con habilidad para anticiparse a
los acontecimientos, yo como espectador debo hacer un esfuerzo máximo por
predecirlos, pero Paulo me lleva por mil caminos, ofreciéndome información que
no sé a ciencia cierta si es veraz o no, solamente… me queda la suposición.
Y
el moverse entre hipótesis, todas las verosímiles entre sí, sumadas a la
cautivante y absorbente atmósfera, es lo que hace a El Cuerpo, una fascinante propuesta de misterio y crimen. Quizás el único punto que le reprocharía
levemente es que en dos momentos particulares El Cuerpo pareció más una cinta de terror que de suspenso criminal, tambaleando un poco entre géneros. Aunque
dichas escenas están brutales y añaden intensidad, estimo que desentonan
ligeramente con el resto del producto en sí y por eso a mi gusto El Cuerpo
no alcanza la perfección, pero sí se queda muy cerca de ella.
Hacia el final, las piezas embonan y todo revela su porqué. Y es cuando el verdadero discurso del director entra en acción, porque gracias al conflicto original que suscita todo el “enredadero” de la cinta, puedo ver comentarios sociales breves y profundos, sobre la importancia de auxiliar a quien lo necesita, de la honestidad y de cómo el karma nos alcanza, no importa dónde estemos o qué hagamos.
El Cuerpo es un emocionante viaje de misterio, drama y crimen que, aunque no es completamente original, sin duda gusta a los seguidores del género, además de viralizar el nombre de su realizador.
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