Una "secuela" cuya narrativa tarda ocho capítulos en arrancar... para al final salvar el mundo, no el contenido.
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Análisis crítico.
Tras una primera parte polémica, pero interesante. Llega la segunda, que me pareció increíblemente aburrida salvo en sus líneas argumentales esenciales. En otras palabras, es una temporada con mucha paja. Sabrina ha firmado el Libro de la Bestia, es decir, el libro de Lucifer, con su sangre. Veo un cambio en su apariencia y una actitud menos desenfadada. El guiño (literal) que le arroja a Nicholás al final de la primera temporada me llevó a suponer que se ha vuelto más "atrevida" y menos recatada que antes. ¿Será?
El problema es que en la segunda temporada de El Mundo Oculto de Sabrina, la protagonista se ha vuelto más crítica, más inteligente, más "filosófica" y más emocional, pero no más desatada. Eso me provoca sentir que "casi se eleva, pero estuvo a punto de lograrlo", una limitante a la hora de acompañarla por el «lado oscuro». ¿Por qué ejecutar así al personaje si al final de la historia pasada "rompió" los límites? ¿Por qué prometer un cambio y al final surgió...otra cosa?
Y ese cambio apuesta por varios rumbos que adoptan un tono distinto al que yo me imaginé cuando terminé la temporada pasada. Para comenzar, el trato con sus amigos es distinto, y aquí es cuando la ambigüedad me llega porque no me termina de convencer si hablamos de una mezcla fantástica con los respectivos lindes entre los sobrenatural y lo "cotidiano-2. A estas alturas hablar de las comparaciones con la adaptación noventera no tiene caso, porque, de entrada, los personajes aquí —como piezas en un juego de ajedrez— agotan su recurso dramático y anulan todo interés que yo como espectador pueda tener con ellos.
Una paradoja moral porque, con el total desconocimiento del impreso al que apela, me quedo pensando si como adaptación la calidad queda neutralizada y todo arco narrativo que aquí expongan tendrá su validez por el simple hecho de presentarla. Sea con un Harvey que lidia con la depresión y la herida —física y emocional— de lo ocurrido con su hermano, situación para la que Sabrina se percibe impotente, con todo y su esencia de bruja colándose en cada fibra de su ser. No ayuda que Lucifer, en forma de cabra se presente con voz susurrante (en serio, ¿se supone que el susurro debe aterrar?) para pedirle encomiendas inevitables simplemente porque, previamente, firmó su membresía para estar en el club del infierno. Esto es, fue y puede ser a futuro, un recurso con jugo moral, pero uno que podría no ser eterno.
Entre un mar de argumentos (porque esa es otra, las líneas argumentales o arco narrativos surgen unos sobre otros), las cosas se resuelven de un modo mágico, casi Deus Ex Machina. Lo que es peor, porque estos 8 capítulos, tanto por su escritura y ejecución, me costaron mucho terminarlos; debo admitir que Kiernan Shipka como Sabrina Spellman da el tallo. El protagónico lo cumple y encarna a una joven bruja con las características necesarias para un proyecto de esta naturaleza: la encuentro vulnerable, lista, formidable, noble, justa, pero también temeraria. Es un equilibrio y un factor —de los pocos positivos— que sirven para sostener un extraño argumento que ostenta mucha paja. Es rumbo al clímax que todo se vuelve interesante (las referencias a Lucifer son refrescantes y lo más interesante de toda la nueva saga).
Sin contar la mención a los cómics...
Conclusión:
Una temporada con mucho qué pisar y poco qué recoger, salvo por el desempeño protagónico, algunos efectos y la sombra de la promesa de lo que el final pudo haber sido...
Sólo me aventaría la temporada 3 si el tono levanta el proyecto. Pero ¿qué más habría que presenciar?
4.0
Análisis crítico.
Tras una primera parte polémica, pero interesante. Llega la segunda, que me pareció increíblemente aburrida salvo en sus líneas argumentales esenciales. En otras palabras, es una temporada con mucha paja. Sabrina ha firmado el Libro de la Bestia, es decir, el libro de Lucifer, con su sangre. Veo un cambio en su apariencia y una actitud menos desenfadada. El guiño (literal) que le arroja a Nicholás al final de la primera temporada me llevó a suponer que se ha vuelto más "atrevida" y menos recatada que antes. ¿Será?
El problema es que en la segunda temporada de El Mundo Oculto de Sabrina, la protagonista se ha vuelto más crítica, más inteligente, más "filosófica" y más emocional, pero no más desatada. Eso me provoca sentir que "casi se eleva, pero estuvo a punto de lograrlo", una limitante a la hora de acompañarla por el «lado oscuro». ¿Por qué ejecutar así al personaje si al final de la historia pasada "rompió" los límites? ¿Por qué prometer un cambio y al final surgió...otra cosa?
Y ese cambio apuesta por varios rumbos que adoptan un tono distinto al que yo me imaginé cuando terminé la temporada pasada. Para comenzar, el trato con sus amigos es distinto, y aquí es cuando la ambigüedad me llega porque no me termina de convencer si hablamos de una mezcla fantástica con los respectivos lindes entre los sobrenatural y lo "cotidiano-2. A estas alturas hablar de las comparaciones con la adaptación noventera no tiene caso, porque, de entrada, los personajes aquí —como piezas en un juego de ajedrez— agotan su recurso dramático y anulan todo interés que yo como espectador pueda tener con ellos.
Una paradoja moral porque, con el total desconocimiento del impreso al que apela, me quedo pensando si como adaptación la calidad queda neutralizada y todo arco narrativo que aquí expongan tendrá su validez por el simple hecho de presentarla. Sea con un Harvey que lidia con la depresión y la herida —física y emocional— de lo ocurrido con su hermano, situación para la que Sabrina se percibe impotente, con todo y su esencia de bruja colándose en cada fibra de su ser. No ayuda que Lucifer, en forma de cabra se presente con voz susurrante (en serio, ¿se supone que el susurro debe aterrar?) para pedirle encomiendas inevitables simplemente porque, previamente, firmó su membresía para estar en el club del infierno. Esto es, fue y puede ser a futuro, un recurso con jugo moral, pero uno que podría no ser eterno.
Y justamente ese jugo, que promete ser perenne, es el que trae la sustancia problemática en general a la nueva temporada. El tema de Sabrina negándose al señor oscuro ¿es suficientemente fuerte? ¿Puede eso sostener un argumento de 9 episodios? Tengo mis dudas, y si al ámbito familiar (tías Zelda y Hilda) le añado el trato con ellas (único factor que parece tener lazo con la serie susodicha), es el mismo pan, sólo que los ingredientes han cambiado. La sexualización de Zelda Spellman (brillante, Miranda Otto, sexy y atemporal siempre) por encima de Hilda (Lucy Davis) no tiene mucho punto de comparación o divergencia, más allá de refutar todo lo que su sobrina le dice (pero cuando el MISMO SEÑOR OSCURO la desea a toda costa, ya las tías echan manos a la obra); es un recurso de personaje que francamente me aburre, a diferencia de la pseudo-trama amorosa que encierran Sabrina y Nicholás.
Entre un mar de argumentos (porque esa es otra, las líneas argumentales o arco narrativos surgen unos sobre otros), las cosas se resuelven de un modo mágico, casi Deus Ex Machina. Lo que es peor, porque estos 8 capítulos, tanto por su escritura y ejecución, me costaron mucho terminarlos; debo admitir que Kiernan Shipka como Sabrina Spellman da el tallo. El protagónico lo cumple y encarna a una joven bruja con las características necesarias para un proyecto de esta naturaleza: la encuentro vulnerable, lista, formidable, noble, justa, pero también temeraria. Es un equilibrio y un factor —de los pocos positivos— que sirven para sostener un extraño argumento que ostenta mucha paja. Es rumbo al clímax que todo se vuelve interesante (las referencias a Lucifer son refrescantes y lo más interesante de toda la nueva saga).
Sin contar la mención a los cómics...
Conclusión:
Una temporada con mucho qué pisar y poco qué recoger, salvo por el desempeño protagónico, algunos efectos y la sombra de la promesa de lo que el final pudo haber sido...
Sólo me aventaría la temporada 3 si el tono levanta el proyecto. Pero ¿qué más habría que presenciar?
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