Black Mirror: temporada 5



Black Mirror: season 5  rompe los límites de su propia antología. 
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Crítica.

Justo cuando creí que Black Mirror no podía superarse, llega la quinta temporada para, no romper, quebrar las barreras de su propia mitología (o antología, en este caso), yendo más allá, ahondando en la psique humana atada a la tecnología. Porque si se trata de techno-dramas, el elemento humano, necesitado, el ingrediente dramático, ése... siempre ha estado ahí. El reto solamente yace en el tipo de historia a contar, y para contarla bien, la necesidad está en elevar la técnica, factor que Black Mirror siempre ha logrado mantener y superar, o quebrar, o impresionar, dándoles giros impresionantes a lo que significa vivir con una atadura tecnológica.

Así, ya solamente quedaban pequeños elementos por reforzar —que no mejorar, porque Black Mirror nunca ha necesitado superarse, aunque lo haga; ni mucho menos definir su mecánica—, como el lado más humano de esta problemática, como Michael Foucault siempre lo sostuvo, pero lo que haya dicho este filósofo francés moderno no es novedad, ni tampoco lo es el propósito de la serie: mostrarme, hasta qué punto, estoy atado diariamente a la tecnología, sea con un celular, mi computadora o una televisión. La manera en que absorbo información diariamente me permite alimentar mi subconsciente. ¿Qué hace en segundo plano esta serie, creada por Charlie Brooker?


Y como lo demostró más adelante Brooker, su serie pudo aumentar el tono y perfeccionar su temática, sumergiéndome en un drama de terror realista que no nada más me inquietaba por sus bien elaboradas atmósferas, sino también por su crudeza, la forma de vislumbrar el futuro humano, donde la tecnología paulatinamente va ganando terreno. Y ese terreno va, en parte, por la enorme creatividad de los guionistas, porque siempre se superan, mostrando casos tan diversos, crueles, como imaginativos, emocionantes y desafiantes, con la tecnología como elemento en común —evidentemente—, donde el conflicto a expandir puede ser un recuerdo, la manipulación publicitaria, el recordar y sentir a quien ya no está conmigo (o contigo), el hacer obras o actos inconcebibles con tal de salir de un apuro, de superar un problema, de hacer todo por un país, aun si eso implica ejecutar actos grotescos.

Black Mirror no se detiene, y cada temporada lo demuestra, pero la brutalidad psicológica plasmada en sus episodios da cuenta de sus intenciones, de que no tienen límites en su imaginación, de que las historias siempre pueden enseñarme algo. Y esa brutalidad, expresada en cada diálogo, cada capítulo, cada escena y giro de tuerca me muestran algo: la psique humana es compleja, e igualmente lo es su adicción a la técnica. Porque eso es tecnología, en su sentido griego al menos.


Puede mostrarme tensión, amenaza, pleitos familiares, control, absorción, renuencia a aceptar una realidad, ¡lo que sea!, pero la manera en que me dejo seducir, obsesionar y controlar por la tecnología es el punto común, clave, en este universo. Y a veces el proceso es subconsciente, como una droga; sin que me dé cuenta. Porque la tecnología puede ser esa sombra, esa figura latente que mejora mi vida o la destruye; porque mi vida actual puede verse rodeada por elementos tecnológicos para bien o para mal. Todo está en el uso, y Black Mirror lo enseña. Como dicen los anuncios de cerveza, "todo con medida" y aquí esto está más que claro.

Porque mi humanidad, y mi deseo de ser más, no pueden quedar suspendidos o a merced de los avances, de la realidad artificial y orquestada que se cierne ante mí, y ese asombro revolucionario y tecnológico sucede porque la manera de contar lo mismo ha sido superada, porque ha llevado la batuta a niveles insospechados, porque este servidor piensa que Black Mirror no solamente ha confiado en sus bases, en su fundamento o mitología básica, sino que ha hecho de ello una fortaleza sin igual. Black Mirror eleva los estándares.


Y a todo esto, ¿de qué va la quinta temporada? Como en la primera, la nueva son tres casos que juzgo como los mejores hasta el momento, demostrándome que la serie de Brooker siempre puede superarse, por increíble que parezca. Los tres episodios abordan el amor y los lazos por medio de la adicción a los juegos de video, incluyendo análisis sobre la manera en que la sexualidad puede despertar gracias a lo electrónico. El segundo presenta el secuestro de un interino perteneciente a una gran corporación social. Todo sucede porque el secuestrador quiere que el CEO/fundador de la compañía escuche... su pérdida. Ver a Topher Grace hacerla de magnate no tiene precio. El tercer episodio, co-protagonizado por Miley Cirus, es estupendo, pues presenta (creo yo) el lado más profundo de la vulnerabilidad humana frente al ascenso tecnológico y cómo la imagen es una distorsión del yo verdadero, todo a través del mundo de la música.

Sencillamente genial.

Conclusión:
¿Puede la serie llegar más lejos de lo que lo ha hecho ya?

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