El precio de la rebelión.
Toca el turno de compartir la reflexión sobre un animé llamado Saga de Tanya la Malvada, una especie de relato que conjuga con potencia sobrada temas como la religión, la historia, la individualidad, el libre albedrío y la posibilidad en sí, todo contextualizado en la Primera Guerra Mundial. Antes de comenzar, dos pequeñas notas: la historia aborda sutilmente el concepto del dinamismo histórico y la animación es realmente espectacular, de lo mejor que visto en los últimos meses.
Tanya es la reencarnación de un sujeto jefe en una compañía en la que le piden despedir a un empleado por no cumplir éste con determinados requisitos. Escenas después este empleado lo arroja al Metro para matarlo; el tiempo se detiene y "Dios" conversa con la víctima, que reniega lógica y racionalmente su existencia.
El Creador decide castigarlo por su falta de fe: lo devuelve a la vida en el cuerpo de una precoz y rebelde niña con fuerte espíritu e ideales claros que se ve inmersa en los albores de la Segunda Guerra. Inmediatamente diríamos que le otorga la oportunidad para recapacitar y cambiar su postura, pero ¿será?; parte del arco emocional del personaje es sencillo: no piensa ceder ni desistir en su objetivo, que es ganarle el argumento de la vida al Creador. Tanya, la Malvada parece, entonces, un estupendo ensayo en clave sobre la premisa del libre albedrío y las consecuencias físico-psicológicas que habría contra la religión, de existir una confrontación más real que tácita.
Aunque hablamos de dos personajes que, en términos prácticos, son ligeramente distintos en beneficio de la historia que se está contando, la psicología es la misma: es un personaje obsesionado con la ortodoxia; busca cumplir con la regla de la sociedad en que se encuentra. ¿Peones o pioneros? ¿Agentes del destino o piezas de ajedrez? A mi modo de verlo, la suma de sus matices y su reticencia como tal quedan como una contradicción fáctica ante la ley divina; Dios (o "Ser X" para este personaje) se le presenta, y en algunas ocasiones para acorralarle psicológicamente, en busca de su fe.
¿Por qué creer? ¿Por qué no creer? ¿Qué camino es el adecuado? ¿Realmente somos sujetos del destino, "obra" de algo superior o nosotros formamos nuestro camino? Sus palabras, con las que define sus decisiones, son un claro apego al sistema. Por esta razón, sus decisiones son también una sólida base en sus consecuencias; no teme lo que pase, no teme a quien se enfrenta, pero niega racionalmente la existencia de fuerzas sobrenaturales.
La separación de momentos en el tiempo (primero en el Japón contemporáneo y, posteriormente, el Moderno) es una clave adicional para comprender la textura de la protagonista, ya que esto intensifica sus decisiones y, por supuesto, sus acciones. Este margen de ambientación permite que la historia conserve su cohesión ideológica y, más aún, que su psicología evolucione y se confronte a sí misma, pues lo que busca es ganarle la partida al "Creador". Otro asunto de este cuento que también me interesó mucho fue el hilo bíblico vislumbrado en los momentos en que el Creador hace acto de presencia: ¿controla él el destino, a los contrarios o la suma de eventos como tal? Claro, siempre sus circunstancias parecen quedar supeditadas al momento en que se encuentre, en pleno batallón o bien en su dialéctica divina.
También está el asunto de la perspectiva emocional, la represión a la que se ve obligado el personaje: explotar su lado racional, reprimiendo sus emociones. Este personaje, como ya comentamos, es alguien profundamente apegado a la norma, pero ¿qué hay del sentimiento? ¿Acaso lo asocia con la fe y, por tanto, lo niega rotundamente? ¿O será que teme dejarse llevar por acercarse a la oscuridad? Que gran parte de la trama tenga lugar en época de guerra dice mucho del personaje en sí; un momento donde el sistema se tambalea, trastabilla y la moral queda puesta en duda. El individuo debe levantarse y liderar a la masa; es, por igual, un momento donde la ciencia y la religión tiene su oportunidad para imponerse ante la sociedad.
Esta complejidad moral queda plasmada con absoluto acierto visual y psicológico en el episodio 8, cuando las tropas se ven obligadas a acabar con la población, incluso cuando ésta está indefensa; el ataque es entonces causa del miedo: matar o morir. En la guerra, este estatuto siempre ha sido por definición el lema filosófico; tomar la ventaja antes de que desaparezca.
Para terminar, si bien extrañé un impacto emocional más intenso rumbo al clímax, es en definitiva una historia a la que conviene darle una oportunidad por su alto contenido simbólico, moral e individual.
Tanya es la reencarnación de un sujeto jefe en una compañía en la que le piden despedir a un empleado por no cumplir éste con determinados requisitos. Escenas después este empleado lo arroja al Metro para matarlo; el tiempo se detiene y "Dios" conversa con la víctima, que reniega lógica y racionalmente su existencia.
El Creador decide castigarlo por su falta de fe: lo devuelve a la vida en el cuerpo de una precoz y rebelde niña con fuerte espíritu e ideales claros que se ve inmersa en los albores de la Segunda Guerra. Inmediatamente diríamos que le otorga la oportunidad para recapacitar y cambiar su postura, pero ¿será?; parte del arco emocional del personaje es sencillo: no piensa ceder ni desistir en su objetivo, que es ganarle el argumento de la vida al Creador. Tanya, la Malvada parece, entonces, un estupendo ensayo en clave sobre la premisa del libre albedrío y las consecuencias físico-psicológicas que habría contra la religión, de existir una confrontación más real que tácita.
Aunque hablamos de dos personajes que, en términos prácticos, son ligeramente distintos en beneficio de la historia que se está contando, la psicología es la misma: es un personaje obsesionado con la ortodoxia; busca cumplir con la regla de la sociedad en que se encuentra. ¿Peones o pioneros? ¿Agentes del destino o piezas de ajedrez? A mi modo de verlo, la suma de sus matices y su reticencia como tal quedan como una contradicción fáctica ante la ley divina; Dios (o "Ser X" para este personaje) se le presenta, y en algunas ocasiones para acorralarle psicológicamente, en busca de su fe.
¿Por qué creer? ¿Por qué no creer? ¿Qué camino es el adecuado? ¿Realmente somos sujetos del destino, "obra" de algo superior o nosotros formamos nuestro camino? Sus palabras, con las que define sus decisiones, son un claro apego al sistema. Por esta razón, sus decisiones son también una sólida base en sus consecuencias; no teme lo que pase, no teme a quien se enfrenta, pero niega racionalmente la existencia de fuerzas sobrenaturales.
La separación de momentos en el tiempo (primero en el Japón contemporáneo y, posteriormente, el Moderno) es una clave adicional para comprender la textura de la protagonista, ya que esto intensifica sus decisiones y, por supuesto, sus acciones. Este margen de ambientación permite que la historia conserve su cohesión ideológica y, más aún, que su psicología evolucione y se confronte a sí misma, pues lo que busca es ganarle la partida al "Creador". Otro asunto de este cuento que también me interesó mucho fue el hilo bíblico vislumbrado en los momentos en que el Creador hace acto de presencia: ¿controla él el destino, a los contrarios o la suma de eventos como tal? Claro, siempre sus circunstancias parecen quedar supeditadas al momento en que se encuentre, en pleno batallón o bien en su dialéctica divina.
También está el asunto de la perspectiva emocional, la represión a la que se ve obligado el personaje: explotar su lado racional, reprimiendo sus emociones. Este personaje, como ya comentamos, es alguien profundamente apegado a la norma, pero ¿qué hay del sentimiento? ¿Acaso lo asocia con la fe y, por tanto, lo niega rotundamente? ¿O será que teme dejarse llevar por acercarse a la oscuridad? Que gran parte de la trama tenga lugar en época de guerra dice mucho del personaje en sí; un momento donde el sistema se tambalea, trastabilla y la moral queda puesta en duda. El individuo debe levantarse y liderar a la masa; es, por igual, un momento donde la ciencia y la religión tiene su oportunidad para imponerse ante la sociedad.
Esta complejidad moral queda plasmada con absoluto acierto visual y psicológico en el episodio 8, cuando las tropas se ven obligadas a acabar con la población, incluso cuando ésta está indefensa; el ataque es entonces causa del miedo: matar o morir. En la guerra, este estatuto siempre ha sido por definición el lema filosófico; tomar la ventaja antes de que desaparezca.
Para terminar, si bien extrañé un impacto emocional más intenso rumbo al clímax, es en definitiva una historia a la que conviene darle una oportunidad por su alto contenido simbólico, moral e individual.
Parece ser una historia muy compleja. Hay que darle una oportunidad y ver un capítulo ��
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