Un niño de 7 años tiene la vida perfecta como hijo único. Recibe las mejores atenciones, sus papás juegan todo el tiempo con él, lo miman, lo apapachan, le dan todo el amor que puede recibir; lo atienden (parte de su imaginación está humorística y excelentemente bien retratada por el guion) hasta que recibe la noticia de que tendrá un hermanito.
Personaje A tiene la vida que todo protagonista desea, es idolatrado, afamado y querido, hasta que personaje B llega para darle la vuelta a su universo, rehacerlo en virtud de una "misión". ¿Dónde hemos visto esto? ¿Dónde? ¡Ah, claro! Con Toy Story (Dir. Lasseter, 1996). La cinta es muy divertida, eso es irrefutable, pero también es innegable que toma la premisa conflictiva origen de una de las más famosas historias infantiles jamás creadas, y el concepto de "bebé consciente" de su entorno, también me parece tomada de Pequeños genios (Dir. Clark, 1999).
Pese a que se toma libertades inverosímiles que no caben en la lógica realista y que sirven para fincar la atención del guion en la aventura de los protagonistas, Un jefe en pañales logra arrancar carcajadas y hacernos pasar un buen rato con el ingrediente cómico, al mismo tiempo que endulza el viaje del lazo fraternal por medio de ingeniosas críticas a la paternidad, la hermandad, los propósitos y el valor del camino antes de la meta. A diferencia de otras propuestas recientes, esta cinta tiene mucho qué señalar, cuestionar y hasta aplaudir. Por un lado tenemos la relación padres-hijo, que se ve mermada y mitigada por la llegada de un nuevo integrante y cómo éste comienza a ganar terreno en la atención familiar, lo que desemboca en la, al principio frío y posteriormente cálida, relación entre los hermanos unidos por el destino.
De aquí nos pasamos a la hermandad, donde ambos encuentran un punto de transigencia a partir del cual liman asperezas y hacen equipo, algo que en la vida real es más complicada de lo que nos dicen en pantalla. Y es en este punto discursivo donde la cinta encuentra su refuerzo cómico, su oportunidad para ejercer como un espacio ante situaciones típicas en la infancia de cualquiera, y también donde la imaginación alimenta nuestra forma de ver la vida.
Sin embargo, por fortuna la película no se queda ahí y aprovecha para darnos un regaño crítico ante el paralelismo no sólo cotidiano, no sólo corporativo, no sólo familiar ni de proyectos a futuro, sino también sobre las diferentes cosmovisiones temporales entre generaciones, pues así como tenemos un niño desesperado por recuperar el cariño de sus padres, contamos también con los deseos capitalistas de un "señor" con cuerpo de bebé; entonces, ambos ideales chocan, y hablamos de un impacto generacional que sirve de respaldo a las lecciones "aprendidas" hoy día: el primero se percata de que realmente quería a su "hermano", el segundo entiende y comprende que sus sueños profesionales al final no eran lo más importante, que el status no da renombre y que un escritorio y un puesto ejecutivo "respetado y alabado" al final pueden ser aspiraciones huecas, pese a que creía lo opuesto. Así, la cinta se transforma en un doble análisis donde lo familiar no sufre cambios positivos y el mundo actual, tan caracterizado por la competencia en una sociedad capitalista, está en constante movimiento y fricción por el contraste de generaciones; en su interior, ambos descubren que sus metas terminan siendo únicamente el descubrimiento de algo más, la revelación de un deseo que en principio luce atemorizante, y después toma forma, adquiere un sentimiento, un modo de ver y una nueva razón de ser.
Es verdad que el bebé es la metáfora del jefe corporativo, y precisamente por eso los conflictos adquieren un matiz más profundo del que cabría esperar, y una analogía de la atención, del esfuerzo, del crecimiento y de creer en los demás (en una escena cerca del clímax se rinde tributo, adicionalmente, a la neurolingüística). Y con todo y las críticas astutamente puestas en la cinta y el humor al servicio del espectador, tenemos la estupenda banda sonora (la escena de la ducha y la aseada está sensacional) con "Blackbird singing in the dead of niiiight... Take these broken wings and learn to fly...".
En su unión, fuerza y complemento de habilidades encontrarán su fortaleza, espíritu incansable y humor para derribar cada obstáculo. Dos que tres detalles deberían haberme sido predecibles, pero atrapado en la magia de una cinta que realmente divierte, los vi tarde...e igual los disfruté. Una película que tiene todo el sentido de metáfora rebosante en sus dos protagonistas, con una historia para reflexionar y pasarla bien. Puesto así, ¿qué más podemos pedir?
Lo mejor: las lecciones, el humor y la química entre los personajes. Ah... y el epílogo, ese momento que te deja sin aliento...
Lo malo: que no es una cinta original y toma prestados elementos otros películas infantiles para construir un conflicto ya visto previamente.
Personaje A tiene la vida que todo protagonista desea, es idolatrado, afamado y querido, hasta que personaje B llega para darle la vuelta a su universo, rehacerlo en virtud de una "misión". ¿Dónde hemos visto esto? ¿Dónde? ¡Ah, claro! Con Toy Story (Dir. Lasseter, 1996). La cinta es muy divertida, eso es irrefutable, pero también es innegable que toma la premisa conflictiva origen de una de las más famosas historias infantiles jamás creadas, y el concepto de "bebé consciente" de su entorno, también me parece tomada de Pequeños genios (Dir. Clark, 1999).
Pese a que se toma libertades inverosímiles que no caben en la lógica realista y que sirven para fincar la atención del guion en la aventura de los protagonistas, Un jefe en pañales logra arrancar carcajadas y hacernos pasar un buen rato con el ingrediente cómico, al mismo tiempo que endulza el viaje del lazo fraternal por medio de ingeniosas críticas a la paternidad, la hermandad, los propósitos y el valor del camino antes de la meta. A diferencia de otras propuestas recientes, esta cinta tiene mucho qué señalar, cuestionar y hasta aplaudir. Por un lado tenemos la relación padres-hijo, que se ve mermada y mitigada por la llegada de un nuevo integrante y cómo éste comienza a ganar terreno en la atención familiar, lo que desemboca en la, al principio frío y posteriormente cálida, relación entre los hermanos unidos por el destino.
De aquí nos pasamos a la hermandad, donde ambos encuentran un punto de transigencia a partir del cual liman asperezas y hacen equipo, algo que en la vida real es más complicada de lo que nos dicen en pantalla. Y es en este punto discursivo donde la cinta encuentra su refuerzo cómico, su oportunidad para ejercer como un espacio ante situaciones típicas en la infancia de cualquiera, y también donde la imaginación alimenta nuestra forma de ver la vida.
Sin embargo, por fortuna la película no se queda ahí y aprovecha para darnos un regaño crítico ante el paralelismo no sólo cotidiano, no sólo corporativo, no sólo familiar ni de proyectos a futuro, sino también sobre las diferentes cosmovisiones temporales entre generaciones, pues así como tenemos un niño desesperado por recuperar el cariño de sus padres, contamos también con los deseos capitalistas de un "señor" con cuerpo de bebé; entonces, ambos ideales chocan, y hablamos de un impacto generacional que sirve de respaldo a las lecciones "aprendidas" hoy día: el primero se percata de que realmente quería a su "hermano", el segundo entiende y comprende que sus sueños profesionales al final no eran lo más importante, que el status no da renombre y que un escritorio y un puesto ejecutivo "respetado y alabado" al final pueden ser aspiraciones huecas, pese a que creía lo opuesto. Así, la cinta se transforma en un doble análisis donde lo familiar no sufre cambios positivos y el mundo actual, tan caracterizado por la competencia en una sociedad capitalista, está en constante movimiento y fricción por el contraste de generaciones; en su interior, ambos descubren que sus metas terminan siendo únicamente el descubrimiento de algo más, la revelación de un deseo que en principio luce atemorizante, y después toma forma, adquiere un sentimiento, un modo de ver y una nueva razón de ser.
Es verdad que el bebé es la metáfora del jefe corporativo, y precisamente por eso los conflictos adquieren un matiz más profundo del que cabría esperar, y una analogía de la atención, del esfuerzo, del crecimiento y de creer en los demás (en una escena cerca del clímax se rinde tributo, adicionalmente, a la neurolingüística). Y con todo y las críticas astutamente puestas en la cinta y el humor al servicio del espectador, tenemos la estupenda banda sonora (la escena de la ducha y la aseada está sensacional) con "Blackbird singing in the dead of niiiight... Take these broken wings and learn to fly...".
En su unión, fuerza y complemento de habilidades encontrarán su fortaleza, espíritu incansable y humor para derribar cada obstáculo. Dos que tres detalles deberían haberme sido predecibles, pero atrapado en la magia de una cinta que realmente divierte, los vi tarde...e igual los disfruté. Una película que tiene todo el sentido de metáfora rebosante en sus dos protagonistas, con una historia para reflexionar y pasarla bien. Puesto así, ¿qué más podemos pedir?
Lo mejor: las lecciones, el humor y la química entre los personajes. Ah... y el epílogo, ese momento que te deja sin aliento...
Lo malo: que no es una cinta original y toma prestados elementos otros películas infantiles para construir un conflicto ya visto previamente.
Hay un episodio de South Park en el que Butters alucina que todos son personajes de Los Simpson, porque cada ocurrencia de los niños tenía alguna referencia al programa noventero. Al final Stan —rompiendo la 4ta pared— reafirma que "por supuesto que salió antes en Los Simpson, tienen viente años al aire, lo han hecho todo". Y ¿a qué viene todo esto? A que lo mismo aplica en el recurso narrativo del cine. Ya es muy difícil innovar cuando prácticamente todo se ha cubierto. Y no, tampoco quiero dar pie a justificar la mediocridad del reciclaje descarado, porque aún existen oportunidades para explorar. Éste Bebé ciertamente se ampara de muchas sombras "originales", y quizás el tono evidente de algunos lo pudiera denostar, pero su manejo e integración de los recursos es lo aplaudible.
ResponderBorrarPersonalmente encontré hilarante y a la vez delicioso ese ir y venir entre la realidad y la imaginación de Timmy. Durante la mayor parte de la película no se rompe esa burbuja permitiendo sumerjirnos en la 'visión infantil'. Pero los pocos instantes que deciden dar la vuelta a la página (cuando la mamá revela su panza de embarazada, cuando el papá ve a sus hijos inmersos en los chupones, cuando el bebé "regresa" en taxi) te abrume la candidez de esa fantasía pueril casi inocente, fructífera y llena de posibilidades. Es francamente esperanzador.
Creo que en efecto el pie cojo es la falta de originalidad, pero más bien en su tratamiento, en esos círculos a medio cerrar que terminan por evidenciar eso que 'tomaron prestado'. Aun así fue un grato descubrimiento y una opción muy superior a la espectativa y a muchas otras opciones que enlodan la cartelera con sus mezquinas propuestas motorizadas...