Cuando vi Cómo entrenar a tu dragón por vez primera hace casi dos años, quedé conmovido por la hermosa simplicidad de la historia. Para esta segunda parte, hay fragmentos de la emoción generada por la primera parte, pero no más; la secuela no supera a su antecesora. No es una mala historia, claro está, pero se sirve de elementos utilizados en las "segundas partes" comunes; podemos descartar las cintas animadas para no acortar el terreno, pero al utilizar esas "causa-efecto" elimina el factor sorpresa casi por completo.
La historia se desarrolla cinco años después de la primera, con Hipo teniendo 20 años, más maduro y con la curiosidad propia de la edad, ansioso por descubrirse a sí mismo, definir su futuro, con las tradicionales familiares delineando su presente y la amenaza de un peligro inminente. De alguna manera, la historia adquiere matices reales impropios del género animado y, por momentos, ofrece la aventura ideal para el universo de la cinta. Al brindar un desarrollo de personajes más firme, las temáticas presentes aquí (comprensión familiar, perdón, confianza en nosotros mismos, amor, peligro, valor, entre otras) se consolidan, cerramos un ciclo. Así, Cómo entrenar a tu dragón 2 se convierte en una secuela que retoma parte de la magia vista en la primera sin ofrecer, lejos del apartado visual, algo verdaderamente único e innovador.
Mientras que Cómo entrenar a tu dragón, estrenada en 2010, se enfocó en el presente de Hipo, construyendo su universo y perfilando su psicología, teniendo como marco teórico la mitología vikinga, para esta ocasión el guion de Debois ancló su interés en el pasado del protagonista, en su trasfondo, otorgándole al tema la tensión dramática necesaria; casi como ofrecer ese pedazo que le falta al rompecabezas.
Lo más analizable que le veo a este secuela es el énfasis que pone en la fábula del cambio. Cambio como pueblo, aludiendo a la cosmovisión del universo; cambio como individuo; cambio a pesar de la huella del pasado y, más que nada, cambio ante la adversidad. y una vez que llega éste, surge la lealtad. A uno mismo, a otros, a lo que somos y a lo que nos identificamos. Porque no resulta difícil, no cuando aceptamos lo que nos corresponde. Dicho esto, Cómo entrenar a tu dragón 2 luce optimista, sin embargo, más allá de mi queja ante la falta de innovación, la historia sí se torna oscura, sigue abordando temas universales, profundos y eternos, como la muerte del Papá de Hipo. En este punto, y aunque suene trillado, la inclusión de un elemento nada infantil le otorga una dimensión completamente diferente a la cinta, recuperando su unidad, otro factor que considero pierde en su desarrollo y secuencia central, enfocándose tanto en nuevos personajes, que termina perdiendo acción y ritmo. Se comprende la lentitud necesaria en pos de un crecimiento emocional, necesario pero laxo.
Somos uno para todos y todos para uno, parece decir la cinta al final con un grito. En la parte técnica, eso sí, es impecable: texturas, efectos, diseño de personajes, variaciones, movimientos de cámara, todo eso es estupendo, incluida la música, evolucionada ahora, a cargo de John Powell. Lástima que en la narrativa tenga algunos puntos flacos. Hay rumores de la tercera entrega para 2019, ¿superarán lo hecho hasta ahora? Esperemos que sí.
La historia se desarrolla cinco años después de la primera, con Hipo teniendo 20 años, más maduro y con la curiosidad propia de la edad, ansioso por descubrirse a sí mismo, definir su futuro, con las tradicionales familiares delineando su presente y la amenaza de un peligro inminente. De alguna manera, la historia adquiere matices reales impropios del género animado y, por momentos, ofrece la aventura ideal para el universo de la cinta. Al brindar un desarrollo de personajes más firme, las temáticas presentes aquí (comprensión familiar, perdón, confianza en nosotros mismos, amor, peligro, valor, entre otras) se consolidan, cerramos un ciclo. Así, Cómo entrenar a tu dragón 2 se convierte en una secuela que retoma parte de la magia vista en la primera sin ofrecer, lejos del apartado visual, algo verdaderamente único e innovador.
Mientras que Cómo entrenar a tu dragón, estrenada en 2010, se enfocó en el presente de Hipo, construyendo su universo y perfilando su psicología, teniendo como marco teórico la mitología vikinga, para esta ocasión el guion de Debois ancló su interés en el pasado del protagonista, en su trasfondo, otorgándole al tema la tensión dramática necesaria; casi como ofrecer ese pedazo que le falta al rompecabezas.
Lo más analizable que le veo a este secuela es el énfasis que pone en la fábula del cambio. Cambio como pueblo, aludiendo a la cosmovisión del universo; cambio como individuo; cambio a pesar de la huella del pasado y, más que nada, cambio ante la adversidad. y una vez que llega éste, surge la lealtad. A uno mismo, a otros, a lo que somos y a lo que nos identificamos. Porque no resulta difícil, no cuando aceptamos lo que nos corresponde. Dicho esto, Cómo entrenar a tu dragón 2 luce optimista, sin embargo, más allá de mi queja ante la falta de innovación, la historia sí se torna oscura, sigue abordando temas universales, profundos y eternos, como la muerte del Papá de Hipo. En este punto, y aunque suene trillado, la inclusión de un elemento nada infantil le otorga una dimensión completamente diferente a la cinta, recuperando su unidad, otro factor que considero pierde en su desarrollo y secuencia central, enfocándose tanto en nuevos personajes, que termina perdiendo acción y ritmo. Se comprende la lentitud necesaria en pos de un crecimiento emocional, necesario pero laxo.
Somos uno para todos y todos para uno, parece decir la cinta al final con un grito. En la parte técnica, eso sí, es impecable: texturas, efectos, diseño de personajes, variaciones, movimientos de cámara, todo eso es estupendo, incluida la música, evolucionada ahora, a cargo de John Powell. Lástima que en la narrativa tenga algunos puntos flacos. Hay rumores de la tercera entrega para 2019, ¿superarán lo hecho hasta ahora? Esperemos que sí.
Bueno, si ha esas nos vamos, voy a tener que desertar un poco...
ResponderBorrarPrimero que nada no se trata de una historia original; su punto de partida es la serie literaria de Cressida Cowell y ciertamente la adaptación fílmica se tomó sus libertades en cuanto a la presentación de los personajes, pero no así de su universo. Parte mitología nórdica, parte cuento para niños, la historia de Hipo habla de muchas moralejas a la usanza de fábula moderna.
Ciertamente el principal elemento narativo que se siente en la trama es el factor del cambio y nuestra reacción a éste. Pero como ocurriera en la primera entrega hay una constante temática que se resguarda en la búsqueda de la identidad. Primero Hipo necesitaba saber su lugar en una tribu mata-dragones sin ser uno, pues su curiosidad lo llevó a conocer a estos animales y no sólo despedazarlos. Con gran ímpetu y contra todo pronóstico logró convencer a su pueblo completo de considerar sus ideales y darle una oportunidad a otra línea de pensamiento. Al término de la cinta previa el pueblo de Berk es ya una comunidad integral entre vikingos y dragones.
La segunda entrega parte de ese punto y la aceptación de la naturaleza de Hipo por parte de su comunidad le otorga la libertad de fungir de protector de dragones, casi como si de un activista Greenpeace Pro-Dragons se tratase. Y debe enfrentarse todavía a una sombra de su identidad, una que ha estado eludiendo y adjudicando a su padre como poseedor absoluto de dicha responsabilidad: la jefatura.
La postura medieval de Berk está muy lejos del ejercicio democrático y las funciones se ejecutan casi por obligación de generación en generación, como tradición onomástica. Hipo tiene una responsabilidad con su pueblo que va más allá de conocer a los dragones; los debe saber guiar, y huye de esa parte de sí mismo con indefinición. Nuevamente es a través de un pequeño vistazo de su pasado más oscuro con la presencia de su madre que Hipo comienza a conciliar las partes sueltas de su persona y acepta el reto de liderar a su pueblo.
Con gran acierto, la saga de Cómo Entrenar a tu Dragón no está ni remotamente exenta de sacrificios, si en la primera entrega Hipo perdió su pierna como precio por su integridad, ahora pierde a Estoico como cuota de crecimiento personal, una muy alta pero necesaria. El problema que veo aquí es que la presencia y personalidad de Estóico es muy grande (alusiva a su tamaño) para el protagonista tanto que después de su momento emocional, la falta de ese personaje se siente y su ausencia se torna a ratos incómoda. A pesar de ello logra llegar a puerto y promete reforzar la nave, curando los boquetes del naufragio antes del siguiente viaje.
Sí, la frescura de una segunda parte pocas veces superará a su antecesora; ejemplos pocos como Terminator, Toy Story, Batman (la Burton y la de Nolan) y tal vez otro pequeño puñado por ahí disperso. Pero no deja de entregar un producto finamente elaborado con una brutal atención al diseño de los personajes, a la atmósfera que de pronto recuerda influencias tipo Ghibli, el despliegue impresionante de una colección bien definida de dragones y escenarios mágicos que transportan sin problema a ese mundo mágico y mítico que se exhibe ante nosotros.
Mi queja principal sería lo lento que se torna de pronto el descubrimiento de la familia de Hipo y esa horrible canción de Jónsi tan fuera de lugar y a la vez tan alejada de sus bellos acordes de Sigur Rós.
De acuerdo con Rearviewer.
ResponderBorrarEs un extracto de la novela, además para entender muchas cosas de la película se necesita conocer la serie, que está (en orden cronológico) entre las dos películas. Ahí se explica muchas cosas como las "Alas del Dragón" (las alas de Hippo) y la "Espada del Dragón"... No se puede opinar con palabras simples y genéricas como "trillado", "profundo", "eternos"; principalmente en una historia relacionada con la cultura vikinga...
Desafortunada crítica...