Ciertamente se ha venido construyendo una "franquicia animada", por decirlo de algún modo, en el universo DC Comics. Y con cada entrega, la cosecha se ha vuelto sólida en sus raíces. Mientras que en Hijo de Batman Damian tuvo su primera aparición, pese a los descalabros creativos y las implicaciones narrativas que eso supuso, aunado a la serie de referencias al cómic (o easter eggs), en la que tuvimos la plena aportación de Sam Liu a la cabeza, con ayuda del legendario productor Sam Register hemos visto que las películas animadas realmente pueden ofrecer algo cualitativo, emocioante y con un espíritu propio que puede separarse fácilmente del llamado DCEU.
Visto así, nos hallamos en una espiral: estas entregas son prácticamente una vicisitud; disfrutamos aventuras de la Liga de la Justicia, por un lado, y por el otro misiones de los Jóvenes Titanes, y cada grupo se prepara para el peligro a enfrentar. No son pocas las entregas de la casa editorial, ni pocos los involucrados para traducir las imágenes en movimiento en cintas animadas repletas de acción, humor y la oscuridad necesaria que otorgue un balance entre lo infantil y lo complejo.
Con Dioses y Monstruos (Dir. Liu, 2015) apreciamos una variante arriesgada y muy entretenida sobre la otra cara en el origen de nuestra tríada favorita, elevando la complejidad narrativa y las motivaciones de los personajes principales. Poco después gozamos de la cinta que enfrentó a la Liga contra sus queridos discípulos en el "cruazado". En esta película, centrada más en Raven y su oscuro pasado, notamos más acción, mayor desenvolvimiento, una trama más elaborada y un misterio para deleitarnos con él, así como el correcto equilibrio en la presentación psicológica de viejos y nuevos personajes.
Para esta ocasión, DC Comics cumple adaptando el cómic de Marv Wolfman & George Pérez (sí, el dúo que escribió el famosísimo arco argumental Crisis en las Tierras Infinitas), ofrece giros inesperados y detalles asertivos que hablan de la gran producción detrás de la película (¡Hola Kevin Smith!), se enfoca en desarrollar a personajes del cómic inspiración (Terra), así como sus conflictos (Deathstroke), muestra momentos de convivio, humor y la acción esperada... pero hasta ahí.
Estamos, más allá de ser una película animada basada en un cómic, ante una de acción que involucra a un villano milenario, del que sabemos poco, sólo que busca drenar a los héroes para obtener el máximo poder. Sabemos que hay una secta que busca el control (¿alguien pensó en La corte de los Búhos?), siempre teniendo como alegoría la arribada de un Dios humanizado que buscará sembrar el apocalipsis, y para lo cual forzosamente necesita de las habilidades ajenas para invulnerabilizarse a sí mismo. Y este es justo el problema que encuentro en Jóvenes Titanes: el contrato de Judas. No parece ser una cinta novedosa; respeta los elementos del cómic que le dan narrativa y lo aplaudo, pero me da la impresión de que es una cinta promesa rumbo a algo mayor, especialmente porque tarda un poco en llegar a lo verdaderamente importante, en ayudarnos a conectar con los conflictos de los protagonistas, de sentirlos cercanos para acompañarlos camino a su batalla. Tal empatía...no llega. Sabemos que la vencerán, intuimos que serán traicionados (siempre pasa, ¿o no?) y sabemos que habrá un final feliz. No olvidemos el paralelismo entre la neutralización de Robin con la ausencia activa de Batman en la pasada Titanes. ¿Coincidencia? Por otro lado, promete con la renovada relación de Dick Grayson/Nightwing y la sensual y divertida Starfire.
Por momentos encontramos la vulnerabilidad, la novedad y la tensión dramática inmersas en la madurez narrativa que acompaña a las cintas de DC; sin embargo, parece que nuevamente guionistas y Casa Editorial retroceden a los caminos ya conocidos. ¿Vendrá algo grande después? Yo espero que sí.
No es olvidable, tiene momentos interesantes románticos, cursis y el humor está bien manejado, pero necesitamos más, acción intensa, profundidad psicológica (el breve trasfondo de Terra no se percibe memorable) y un peligro que nos hiele las venas. Porque, como está, Jóvenes Titanes: el contrato de Judas se ve como producto a medio camino entre el impulso y la creatividad atrapada en un boceto.
Para esta ocasión, DC Comics cumple adaptando el cómic de Marv Wolfman & George Pérez (sí, el dúo que escribió el famosísimo arco argumental Crisis en las Tierras Infinitas), ofrece giros inesperados y detalles asertivos que hablan de la gran producción detrás de la película (¡Hola Kevin Smith!), se enfoca en desarrollar a personajes del cómic inspiración (Terra), así como sus conflictos (Deathstroke), muestra momentos de convivio, humor y la acción esperada... pero hasta ahí.
Estamos, más allá de ser una película animada basada en un cómic, ante una de acción que involucra a un villano milenario, del que sabemos poco, sólo que busca drenar a los héroes para obtener el máximo poder. Sabemos que hay una secta que busca el control (¿alguien pensó en La corte de los Búhos?), siempre teniendo como alegoría la arribada de un Dios humanizado que buscará sembrar el apocalipsis, y para lo cual forzosamente necesita de las habilidades ajenas para invulnerabilizarse a sí mismo. Y este es justo el problema que encuentro en Jóvenes Titanes: el contrato de Judas. No parece ser una cinta novedosa; respeta los elementos del cómic que le dan narrativa y lo aplaudo, pero me da la impresión de que es una cinta promesa rumbo a algo mayor, especialmente porque tarda un poco en llegar a lo verdaderamente importante, en ayudarnos a conectar con los conflictos de los protagonistas, de sentirlos cercanos para acompañarlos camino a su batalla. Tal empatía...no llega. Sabemos que la vencerán, intuimos que serán traicionados (siempre pasa, ¿o no?) y sabemos que habrá un final feliz. No olvidemos el paralelismo entre la neutralización de Robin con la ausencia activa de Batman en la pasada Titanes. ¿Coincidencia? Por otro lado, promete con la renovada relación de Dick Grayson/Nightwing y la sensual y divertida Starfire.
Por momentos encontramos la vulnerabilidad, la novedad y la tensión dramática inmersas en la madurez narrativa que acompaña a las cintas de DC; sin embargo, parece que nuevamente guionistas y Casa Editorial retroceden a los caminos ya conocidos. ¿Vendrá algo grande después? Yo espero que sí.
No es olvidable, tiene momentos interesantes románticos, cursis y el humor está bien manejado, pero necesitamos más, acción intensa, profundidad psicológica (el breve trasfondo de Terra no se percibe memorable) y un peligro que nos hiele las venas. Porque, como está, Jóvenes Titanes: el contrato de Judas se ve como producto a medio camino entre el impulso y la creatividad atrapada en un boceto.
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