Como en otras ocasiones, entro a una nueva lectura este año, una lectura densa en su descripción, con una psicología segmentada en varios niveles y que, sin duda, se muestra como una crítica al modo de pensar americano. Tal intención no es una novedad, pues incluso la televisión ha tomado oportunidades para burlarse del país vecino, siendo los casos de The Simpsons y Futurama claros ejemplos al respecto. Pero lo importante aquí es que no se trata de una crítica irónica, sino emuladora de un pensamiento, un prototipo y un paradigma. La definición de lo primero subyace en que el estatus es un símbolo que debe ser cuestionado, criticado, analizado y desmenuzado para que, desde la perspectiva política y familiar, se revise si conviene su perduración o si es algo trascendental.
El segundo dato que vale la pena mencionar es que lo que acabo de leer, y que continúa en otras aventuras, se trata de la llamada Trilogía Americana, en la que no sólo está comprendida la historia literaria que ahora nos ocupa, sino también otras dos obras: Me casé con un comunista y La mancha humana. Dicho esto, sabes que eventualmente te hablaré de ellas. Si has leído Demian, de Herman Hesse, notarás una similitud en la narrativa, pues lo que el protagonista conductor de la obra Nathan Zuckerman va explicando, se antoja semejante a la idealización que Sinclair tiene de Demian. Y es por medio de los encuentros que Zuckerman tiene con Levov que nos transportamos al pasado, de una forma pesada, claro.
Para Phillip Roth -autor de la trilogía-, es importante analizar que todo lo concebido y lo que puede ser concebible detrás de los sueños americanos, los prototipos de éxito y realización personal, son aquí enmarcados desde la América de los años 60s, y desde la familia Levov, personajes centrales aquí. La historia posiciona su mirada analítica en la relación padre-hija, y más especialmente, en la frontera psicológica, los límites entre uno y otra, entre lo que él considera adecuado y la curiosidad que ella puede generar y sembrar por un mundo que, en retrospectiva, le es desconocido. Todos los conflictos, de una u otra forma, surgen a partir del crecimiento o discutible retroceso de Meredith (la hija) al separarse físicamente de una familia estrictamente convencional, que no da respiro ni apertura a ideales ajenos. Gracias a esta fricción, el desarrollo de la novela se sustenta en las múltiples discusiones éticas e intra-familiares que ambos personajes viven, entre la impotencia de uno por el crecimiento de su hija, y la rebeldía de la misma en aras de descubrir lo que le es negado naturalmente por miedo.
Es una narrativa densa, tiene sus puntos de reflexión sobre el comunismo, el modo de educar, con todo y el escaso conocimiento pedagógico de la época, así como breves momentos de humor, pero sobre todo, y Roth lo plasma con destreza, con el protagonista Levov estamos ante un sujeto que cree tenerlo todo y después lo pierde; con un trasfondo abrumadoramente detallado y vertiginoso, la historia avanza entre el presente y el pasado, anclándose más en el segundo que en el primero. Es una historia importante, sí. Nos invita a pensar en los límites de la paternidad, la vulnerabilidad adolescente ante un mundo cruel, y la facilidad constructiva (¿o destructiva?) de la influencia social, política y bélica. Y esto conduce a la atmósfera, pesada en muchos pasajes de la historia; una guerra que definió a una nación, una familia que decidió refugiarse en viejos idealismos, sin preguntarse si eran beneficiosos o no; me gustaría pensar que el marco discursivo es mayor, pero en ocasiones me dio la impresión de que era todo lo contrario.
No obstante, más allá de las reflexiones necesarias en una novela de esta índole, lo realmente pesado es la forma en que hilvana sus eventos: nos presenta hechos del presente, y para darles forma argumentativa, nos remite al pasado de personaje X, pero para que esto adquiera lógica, nos envía al pasado del pasado de OTRO personaje, después a un pasado indeterminado de otro personaje, después al pasado del pasado del pasado... Total, ya cuando llego al presente (suponiendo que lo fuera), quedo más confundido, y al buscar aclarar la escena en cuestión, recibo de golpe una inmensa cantidad de descripciones. Creo que es una novela importante, poco interesante en el tratamiento de los tópicos, o en el manejo del autor (aconsejado por el editor, quizá) gracias a que decide hablar de temas tan cruciales y vigentes como lo es la eterna y polémica relación de un padre con su hija, el mundo que nos rodea y su influencia en nuestras vidas, especialmente en el marco histórico en que se sitúa: Estados Unidos de América a finales de los 60s, momento de la historia en donde las costumbres, hábitos y modos de pensar concretos tenían un motivo, una razón y que definieron completamente a un pueblo.
En este punto, la historia cumple, pues con todo y la "niebla descriptiva", los puntos críticos se vislumbran lo suficiente como para que la historia no pierda forma ni sustancia. Habré de esperar, y mi comentario a ello por consiguiente, a ver qué tan densos o digeribles son los dos tomos restantes.
Porque, para como lo veo, el hincapié analítico que Roth hace de los temas cotidianos es el adecuado e incluso más que oportuno, además de los retratos psicológicos, bien construidos.
Pero son sus aparentes e infinitas descripciones las que pesan mucho.
El segundo dato que vale la pena mencionar es que lo que acabo de leer, y que continúa en otras aventuras, se trata de la llamada Trilogía Americana, en la que no sólo está comprendida la historia literaria que ahora nos ocupa, sino también otras dos obras: Me casé con un comunista y La mancha humana. Dicho esto, sabes que eventualmente te hablaré de ellas. Si has leído Demian, de Herman Hesse, notarás una similitud en la narrativa, pues lo que el protagonista conductor de la obra Nathan Zuckerman va explicando, se antoja semejante a la idealización que Sinclair tiene de Demian. Y es por medio de los encuentros que Zuckerman tiene con Levov que nos transportamos al pasado, de una forma pesada, claro.
Para Phillip Roth -autor de la trilogía-, es importante analizar que todo lo concebido y lo que puede ser concebible detrás de los sueños americanos, los prototipos de éxito y realización personal, son aquí enmarcados desde la América de los años 60s, y desde la familia Levov, personajes centrales aquí. La historia posiciona su mirada analítica en la relación padre-hija, y más especialmente, en la frontera psicológica, los límites entre uno y otra, entre lo que él considera adecuado y la curiosidad que ella puede generar y sembrar por un mundo que, en retrospectiva, le es desconocido. Todos los conflictos, de una u otra forma, surgen a partir del crecimiento o discutible retroceso de Meredith (la hija) al separarse físicamente de una familia estrictamente convencional, que no da respiro ni apertura a ideales ajenos. Gracias a esta fricción, el desarrollo de la novela se sustenta en las múltiples discusiones éticas e intra-familiares que ambos personajes viven, entre la impotencia de uno por el crecimiento de su hija, y la rebeldía de la misma en aras de descubrir lo que le es negado naturalmente por miedo.
Es una narrativa densa, tiene sus puntos de reflexión sobre el comunismo, el modo de educar, con todo y el escaso conocimiento pedagógico de la época, así como breves momentos de humor, pero sobre todo, y Roth lo plasma con destreza, con el protagonista Levov estamos ante un sujeto que cree tenerlo todo y después lo pierde; con un trasfondo abrumadoramente detallado y vertiginoso, la historia avanza entre el presente y el pasado, anclándose más en el segundo que en el primero. Es una historia importante, sí. Nos invita a pensar en los límites de la paternidad, la vulnerabilidad adolescente ante un mundo cruel, y la facilidad constructiva (¿o destructiva?) de la influencia social, política y bélica. Y esto conduce a la atmósfera, pesada en muchos pasajes de la historia; una guerra que definió a una nación, una familia que decidió refugiarse en viejos idealismos, sin preguntarse si eran beneficiosos o no; me gustaría pensar que el marco discursivo es mayor, pero en ocasiones me dio la impresión de que era todo lo contrario.
No obstante, más allá de las reflexiones necesarias en una novela de esta índole, lo realmente pesado es la forma en que hilvana sus eventos: nos presenta hechos del presente, y para darles forma argumentativa, nos remite al pasado de personaje X, pero para que esto adquiera lógica, nos envía al pasado del pasado de OTRO personaje, después a un pasado indeterminado de otro personaje, después al pasado del pasado del pasado... Total, ya cuando llego al presente (suponiendo que lo fuera), quedo más confundido, y al buscar aclarar la escena en cuestión, recibo de golpe una inmensa cantidad de descripciones. Creo que es una novela importante, poco interesante en el tratamiento de los tópicos, o en el manejo del autor (aconsejado por el editor, quizá) gracias a que decide hablar de temas tan cruciales y vigentes como lo es la eterna y polémica relación de un padre con su hija, el mundo que nos rodea y su influencia en nuestras vidas, especialmente en el marco histórico en que se sitúa: Estados Unidos de América a finales de los 60s, momento de la historia en donde las costumbres, hábitos y modos de pensar concretos tenían un motivo, una razón y que definieron completamente a un pueblo.
En este punto, la historia cumple, pues con todo y la "niebla descriptiva", los puntos críticos se vislumbran lo suficiente como para que la historia no pierda forma ni sustancia. Habré de esperar, y mi comentario a ello por consiguiente, a ver qué tan densos o digeribles son los dos tomos restantes.
Porque, para como lo veo, el hincapié analítico que Roth hace de los temas cotidianos es el adecuado e incluso más que oportuno, además de los retratos psicológicos, bien construidos.
Pero son sus aparentes e infinitas descripciones las que pesan mucho.
La Trilogía Americana me suena en su concepto pues supe de su exitencia allá por el albor del nuevo milenio cuando se cerró la trilogía y se hablaban maravillas en el universo pseudo-intelectual de mis cercanías. No me interesaba porque veía en Roth una enorme sombra de Faulkner y Rand, así como la película animada de Bakshi 'American Pop' y se me antojaba francamente deprimente. Al menos sí es densa por lo que se ve...
ResponderBorrarAlgo que sí es comprensible dentro del formato retro-inception, es por el origen judío del autor, y con su escuela de post-guerra la urgencia en el pasado como legado personal es un síntoma que se sigue vivendo en la comunidad judía. Cosa que se vuelve tan cansado como el necio fervor nacionalista mexicano de la identidad nacional a través del legado prehispánico, legado del que no sabemos prácticamente nada, y cuya pálida sombra es un híbrido mal cogido y mal parido producto de los manoseos en la colonia. Pero la Colonia también es parte de nuestra identidad, sin Colonia no habría Mole ¿nadie se ha puesto a pensar eso?
El presente es igualmente importante en la construcción de la identidad, la cosmovisión de un pueblo cambia con el paso del tiempo, porque el mundo cambia con el paso del tiempo, el pasado es importante pero no es absoluto y es definitivo sólo porque ya no es, fue.
Así que considerando la pesadez en que se tiñen esas relaciones judío-americanas, esperaré pacientemente a que estén las otras dos reseñas, como el gorrón incorregible que soy.
Mira encontré una reseña muy precisa de tu libro:
ResponderBorrar¡GANADORA DEL PREMIO PULITZER DE NOVELA 1998!
Asombra, en este libro, que la crítica norteamericana no haya encontrado más calificativo que el de "obra maestra".
Lo cual no es mucho decir de un escritor que de hecho no ha escrito más que obras maestras -como bien prueban las dos novelas que Alfaguara le ha publicado recientemente, Operación Shylock y El teatro de Sabbath-. Sólo que esta vez se ha superado a sí mismo. Alfaguara puede estar orgullosa de haber colocado a Roth en el sitio que le corresponde dentro de nuestro entorno cultural. Leer o no leer a Philip Roth es, por supuesto, un acto de libre voluntad& pero nadie que no lo haya leído puede afirmar que conoce lo más importante de la literatura universal de la segunda mitad del siglo XX.
Con vigoroso realismo, Roth nos devuelve a los años 60, con todos sus conflictos y sus violentas transiciones. Este es un libro sobre el amor y el odio, en EE UU. Este es un libro sobre el deseo de ser Americano y el rechazo de la idea de América. Lo que plantea es el deseo de una idílica América Pastoral: una vida respetable, tranquila, ordenada, optimista, llena de logros, contrapuesta al tremendo desorden norteamericano. Es la tremenda descripción de cómo la inocencia de Swede Levuv se ve barrida por los tiempos y de cómo todo lo que su familia había creado en América con tanto esfuerzo a lo largo de tres generaciones queda hecho trizas por la explosión de una bomba en su propio huerto bucólico.
-Tacos al Pastor
No puedo con tanta lisonja. Es como si leyera pareos en caderas anchas con billetes impresos en las esquinas. Y luego "¡América!" ¡qué rayos! ¡Ubíquense!
BorrarMira yo entre otra reseña de tu libro. Ganó un premio "Pulitzer" y la verdad se ve muy bueno, lo voy a leer.
ResponderBorrarHay una figura mítica típicamente estadounidense: la del triunfador o winner, opuesta al perdedor, el loser. El triunfador es a la vez -y paradójicamente- un ser bendecido por la divinidad y un forjador de su propio destino a través del trabajo y la fuerza de voluntad.
Esta figura, que está en el centro de la mitología del "sueño americano", es clave en la construcción de Pastoral americana, que dedica las 100 primeras páginas a construir la imagen de un perfecto triunfador (Seymour 'Sueco' Levov, un empresario judío de clase media-alta de Newark, atractivo, bondadoso, atlético, casado con Miss New Jersey y padre de tres hijos y una hija), y las siguientes 200 a destrozar esta apariencia de perfección mediante la introducción en la trama del caos y la anarquía, personificados en su propia hija, Merry.
La tercera parte de la novela ("Paraíso perdido") parece plantear el salto de lo individual a lo colectivo: lo sucedido con Seymour y su hija Merry, con una intensidad trágica, sucede en todas las familias -de clase media-alta, habría que aclarar-, quizás en menor escala: toda apariencia de orden, obediencia y normalidad esconde una verdad más profunda y más oscura: hipocresía, infidelidad, mentira, engaño, muerte. El trasfondo histórico y político (de la guerra de Vietnam al Watergate) permiten también esta amplificación del caso particular a la categoría de norma.
Pastoral americana forma parte de la serie de novelas narradas por Nathan Zuckerman, alter ego de Philip Roth en algunas de sus mejores obras (Me casé con un comunista o La mancha humana entre otras), aunque su presencia como personaje-narrador sea discontinua: ocupa el primer plano en la primera parte, en que se nos ofrece su visión del 'Sueco' Levov; y se oculta en el resto, que reconstruye la supuesta evolución del protagonista y su familia antes y después del incidente que destrozará su estabilidad perfecta.
En esta novela podemos ver a Roth en su mejor versión: profundo, denso, complejo, incisivo, magnífico. En estas obras, su capacidad para construir un universo de personajes complejos y horadar en sus circunstancias y en sus psicologías es asombrosa, abrumadora. Pocos escritores (si es que hay alguno) han conseguido capturar las contradicciones de la sociedad estadounidense, y no solo estadounidense, de la segunda mitad del siglo XX.
- Televisando SQ
Asi pus io tanbie emcontre una receña.
ResponderBorrarPhilip Roth es, según mi opinión, el mejor escritor americano en la actualidad; y lo mismo habría que decir de la segunda mitad del siglo XX. Con más de 75 años sigue escribiendo lúcidamente, y ha sido elegido por la famosísima Editorial Americana, para publicar todas sus obras, distinción que obtienen pocos escritores cada siglo. Está previsto hacerlo en el 2013, cuando cuente (si vive) con 80 años.
Pero la obra que ahora nos ocupa fue escrita en 1998 y obtuvo el Premio Pulitzer de ese año. Aprovecho para decir que el Pulitzer fue uno entre muchos galardones; entre los cuales destacan la medalla de oro de las Letras, de La Casa Blanca; y la medalla de oro de la Academia de las Letras de América. Esto, por decir los más recientes. En fin, no quiero extenderme más. Vayamos a ver PASTORAL AMERICANA.
Estamos ante una novela costumbrista y de análisis social escrita para americanos. En ella el autor intenta reflejar (y lo consigue) los sobresaltos y momentos de angustia que ha padecido el norteamericano medio a lo largo de la mitad del siglo XX. No me refiero a las secuelas de la Segunda Guerra Mundial o a la Guerra Fría, sino a problemas internos, tales como las repercusiones de la Guerra de Vietnam, el movimiento hippie, los asesinatos de los Kennedy, la violencia racial, cuya culminación fue el asesinato de Martin Luther King.
Todo esto no surgió de improviso; estaba larvadamente escondido en los entresijos de la generación anterior, que no supo encauzar el éxito y el progreso, con el debido orden social. Así, Philip traza un cuadro incisivo y cruel de la progresiva decadencia de esa sociedad de los cincuenta. Y resulta curioso, porque se trata de una generación trabajadora, tolerante y bienintencionada; pero quizá en exceso, lo que hizo que en los sesenta se produjese un efecto rebote, y se despreciara todo eso, por parte de los hijos (a quienes dieron todo, al menos en lo material). El mundo confortable y sólido que sus padres habían edificado, se desmorona en los años sesenta, tan rápida como inexplicablemente.
Para terminar, hago mención del uso esteriotipado de sus personajes, pues a este estadounidense de origen judío, lo que le importa es el retrato social, con una inmensa galería de personajes, que maneja con maestría y fluidez, con un estilo crudo y directo. Hay un pero: es demasiado exhaustivo: casi estamos ante una novela coral. Y en la que, además, el autor no se "moja" ofreciendo opiniones personales definidas.
- E. Charles White
Ya se puso de moda publicar reseñas ajenas... En sopa de libros, yo encontré otra.
ResponderBorrar“Pastoral americana” es un detallado análisis de la familia media americana, que está puesta en contraste con las evoluciones de la sociedad y la política de los EE UU, desde finales de la 2ª G. Mundial hasta la actualidad, siendo el momento clave las movilizaciones ciudadanas en contra de la Guerra del Vietnam.
El principio sirve de introducción al narrador y alter ego del propio escritor, Zuckerman, el cual tras una reunión de antiguos alumnos y el trato con “el Sueco”, el héroe local, empieza a rememorar el pasado.
Son retratados, con crudeza, el paradigma del sueño americano y el tradicional personaje popular compuesto de virtudes que encarna tal concepto. Levov, de condición humilde, judío, inteligente, responsable, perfeccionista, altruista, idealista y con maneras convencionales, consigue triunfar en la vida siendo el ejemplo y la envidia de la comunidad. Ha conquistado los objetivos que se ha propuesto: un excelente historial académico y deportivo (un ídolo del deporte); una belleza aspirante a Miss América, que a pesar de su catolicismo y las reticencias de las familias, ha conseguido hacerla su esposa, creando un hogar y una familia “a su medida”, lógicamente, como se espera de él; conseguir el respeto y la admiración por todos los que le conocen, ya sean familia, amigos o vecinos; progresar y enriquecerse con el negocio familiar, siempre desde su esfuerzo y tesón.
Ante esta felicidad “prefabricada”, un conflicto moral y de actitud con su hija sobre la Guerra del Vietnam hará de espoleta (en un sentido figurado y literal) en su vida ideal; la historia le ha dado un golpe imprevisto y a traición. Todo se desmoronará, desde sus más firmes convicciones hasta el mundo social, familiar, ético y de propósitos que, hasta ahora, había conocido. Desde su soledad, serán la culpa y su autocensura los fundamentos para esclarecer y buscar una explicación plausible a su situación. Cualquier intento de mantener la integridad y el orden anterior está abocado al fracaso. El convencionalismo es la raíz de su índole vital y, a la vez, la causa de ser víctima de la realidad. También su existencia sufrirá una transformación, y como la gente que conoce llevará una “máscara”.
Roth ha compuesto una colosal crítica sobre el derrumbe del pueblo norteamericano. Tras el equilibrio establecido de la 2da G. Mundial germina el caos, con la rebeldía y el idealismo extremo de los años 60, y, más tarde, con la delincuencia y el envilecimiento de la vida en los años 80. Expone desde distintas perspectivas la caída y la evolución de la sociedad: la degradación creciente de la ciudad natal y sus gentes; la clásica unidad familiar con marcada autoridad patriarcal; las relaciones de pareja, el amor y la infidelidad; los problemas de la identidad y el judaísmo; las diferencias insuperables y la incomprensión entre las actuales generaciones: padres e hijos; los cambios producidos en política, patriotismo, religión, economía, educación y prejuicios raciales.
El escritor toma como origen y eje central este personaje, pero trasfiere protagonismo a todos los elementos esenciales que le vinculan: la hija (especialmente), el padre, esposa, hermano, etc., y nos hacen participes de su visión, criterio y posición particular ante las mismas situaciones que afronta “el Sueco”, dejando bien subrayadas las diferencias de opinión y postura existencial.
No es una narración lineal, pues va saltando en el tiempo, espacio y de personajes, componiendo un grandioso mosaico. Este recurso puede despistar, aunque si logra cautivar la atención, ahí reside la grandeza y el acierto de esta crónica. A continuación, se le puede achacar la prolijidad en descripciones pormenorizadas que, si bien, algunas están justificadas hay otras que adolecen de redundancia, cortando la fluidez lectora.
Parece obvio su premio Putlizer, tanto por su escritura como por la propiedad temática claramente estadounidense.
Felicidades por tu Blog, esta buenisimo. No sabía que comentar así que también copie una reseña de "revistadelibros.com"
ResponderBorrar¿Es Philip Roth tan buen escritor como creen los críticos americanos? Roth, que cumplirá setenta años el año que viene, ha logrado la proeza de ganar los cuatro premios literarios más importantes de los Estados Unidos con cuatro novelas consecutivas: Patrimony ganó el National Critics Circle Award en 1991, Operación Shylock el PEN/Faulkner en 1993, El teatro de Sabbath el National Book Award en 1995 y Pastoral americana el Pulitzer de 1998. Roth ha publicado después Me casé con un comunista (1998) y La mancha humana (2001): siete novelas, pues, publicadas en un espacio de diez años, novelas largas, complejas, ambiciosas, llenas de personajes secundarios, vibrantes de discusión y ofensa, de digresión y comentario, el tirón final de una vasta producción que comenzó cuarenta años atrás con Goodbye Columbus. Roth es un ejemplo de energía y creatividad que no tiene paralelo ni siquiera en una literatura que cuenta con artesanos tan dedicados y laboriosos como John Updike o Joyce Carol Oates. Su caso nos habla, además, de un país feliz donde los escritores pueden dedicar todo su tiempo a investigar y a escribir, a pensar en su creación y a realizarla. Los críticos de la New York Review of Books entran regularmente en éxtasis con cada nueva entrega de Philip Roth. Pero, ¿es realmente tan buen escritor como aseguran?
Me casé con un comunista y La mancha humana son obras muy diferentes pero que resultan en muchos aspectos simétricas y complementarias entre sí. En ambas, Roth utiliza a su alter ego, Nathan Zuckerman, como testigo interpuesto que cuenta los hechos. En la primera, Zuckerman es un adolescente recién salido de la escuela y lleno de ideales; en la segunda, un escritor mayor y consagrado, recién operado de próstata, que vive recluido en una cabaña en mitad del bosque escribiendo sus libros. La primera cuenta la historia de Ira Ringold, famoso actor radiofónico y miembro del partido comunista, que es el hermano de uno de los profesores del instituto del joven Zuckerman. En la segunda, la de Coleman Silk, ex rector de una universidad de algún rincón de Nueva Inglaterra, que resulta ser vecino de Zuckerman en su refugio de los bosques. Los dos son casos de persecución política. A Ira Ringold-Iron Rinn le persiguen por ser comunista. A Coleman Silk, por ser (supuestamente) racista y machista. Podemos entender las dos novelas como un estudio de la persecución política y la hipocresía moral americana en la segunda mitad del siglo XX. Son, por tanto, novelas políticas y también, dentro del curioso sentido de la historia que tienen nuestros vecinos del otro lado del Atlántico, novelas históricas.
-Sotosaurio Borgia Quinctilius II
¿Para cuando la segunda parte de la trilogía?
ResponderBorrar-Tacos al Pastor
No sé si esta semana o la que sigue.
Borrar¡Saludos!
Está basada en la obra homónima que se hizo con el premio Pulitzer, de ahí su acertada trama y su inteligente planteamiento, pero también su mayor error: hacer literatura audiovisual. Es decir, no se pueden desgranar los mismos temas ni hablar de la misma forma en una película de poca más de hora y media que en una novela de más de quinientas páginas. No tienen ni el mismo lenguaje ni se trasmite la información de la misma forma. En este caso, al comprimir tanto la historia se corre el riesgo de saturar al espectador y de que todo llegue a convertirse en una caricatura. Y eso es exactamente lo que pasa. La evolución de la esposa, por ejemplo, que en una novela de quinientas páginas es orgánica, en la cinta acaba deformándose y convirtiéndose en una parodia. Igual ocurre con el personaje de la hija, que acaba provocando una carcajada cuando se descubre lo qué ha estado haciendo todos los años que ha estado desaparecida –aunque la intención sea dramática–.
ResponderBorrarAunque en la misma línea, hay otro problema aún más grave: la macedonia temática metida con calzador. Hablan de las revueltas sociales de la población negra, de la guerra de Vietman, del presidente Johnson, de la cirugía, la infidelidad, la infelicidad e incluso, asoma la patita un complejo de Elektra. Todo ello aderezado con imágenes reales de la época que no aportan absolutamente nada. Por tanto, la película se convierte en un escaparate de diversos temas que desfilan con tanta rapidez que antes de haber asimilado uno ya están zambulléndose en otro radicalmente diferente. Cuando una película habla de muchas cosas termina resultando un tanto pobre porque pincela sin profundizar. Y este es, en resumidas cuentas, el talón de Aquiles de American Pastoral.
-Chaneke Bolsón