LIBRO: Jaque al Psicoanalista



Con Jaque al Psicoanalista, Katzenbach construye una secuela tramposa, provocándome sentimientos encontrados. 


9.0

Tipo de artículo:
Análisis Crítico

La primera parte me fascinó. Esta segunda parte me tomó muy desprevenido en dos momentos clave, particularmente en dos giros de tuerca; me llenó de tremenda ira una vez que intuí el argumento, me entretuvo por el característico estilo del autor y me dejó pensativo en otros aspectos. Hablar del que es uno de mis autores contemporáneos favoritos con su novela más destacada, anticipada y fervientemente deseada por sus millones de fanáticos no es tarea fácil ni de lejos.

Después de llegar a la cima de su carrera con El Psicoanalista allá en 2002, Katzenbach comenzó a construir una llamativa y envidiable bibliografía tomando siempre como punto de partida el psicoanálisis, sirviéndose entonces de personajes inestables o de crear conflictos/exploraciones a través de la desgracia. Sus personajes son humanos, falibles, esquivos, pero en ellos estriba una chispa de humildad, certeza y ganas de hacer lo correcto, aunque eso signifique su perdición.

John Katzenbach ha escrito diversas novelas de interés mediático cuyo elemento común es el argumento sólido; capaces de deslumbrar, interesar y atrapar la atención de infinidad de lectores, vuelve para cerrar el aparente inconcluso final que dejó en la primera parte. Ahora, el juego es más engañoso, más hábil, igualmente fiel, pero tramposamente largo y poco creativo.

Creyendo que la historia giraría en torno a la revancha (más metafórica que lineal) comencé a leerla, hasta que entendí su verdadera naturaleza (¿de qué va Jaque al Psicoanalista?) —revelarla sería un imperdonable destripe y totalmente injusto si no la has leído aún—, y traté de continuar, de dejarme llevar. Porque ocurre que la palabra “engaño” pervive en cada una de sus páginas, y si como yo eres inocente al leer una aventura, si te dejas llevar por su propuesta y te crees todo lo que dice, como yo, te habrá tomado por sorpresa. Me pasó tres veces; reí, maldije, pero seguí leyendo. ¡Ay, Katzenbach!

Sucede que es indicio irrefutable de la asombrosa habilidad del autor para trazar las líneas de su argumento, condensar prudente y acertadamente las subtramas y conducir al lector rumbo a su impactante final. Que puede ser impactante por lo inesperado de los acontecimientos, o porque sabe ocultar al villano de la historia, quizás porque pese a ser un autor de ciencia-ficción light, tiene la potencia para delinear a sus personajes (o a casi todos, al menos). Y si a ello le sumo la fidelidad a su estilo (su inigualable capacidad descriptiva —posible dolor de cabeza para ti si odias el exceso de descripción— logra que pases por alto su nula atmósfera emocional, misma que tapa narrando con impresionante puntualidad a los personajes, sumergiéndome en un mar de realidad; es decir, vivir lo que los personajes y sentir lo que ellos; por eso la descriptiva tiene, aquí, una meta: que yo sepa qué sienten, cómo lo sienten, dónde, por qué, qué circunstancias los rodean y más, pero bajo lo que mi punto de vista resulta tramposo (y, al mismo tiempo, «legítimamente literario»), es que decida crear un clímax con casi 60 páginas, lo que en retrospectiva reduce la trama a “el ratón se prepara para engañar [y acorralar] al gato, quien cree tener las de ganar”.


Ya tuve a su predecesora, a en El Hombre equivocado un emocionante viaje de suspense donde la muerte y la desdicha asaltaban a cada esquina, a La Sombra, escrutinio histórico del que Katzenbach aprovecha para elaborar una revisión histórica inusual de acontecimientos insólitos, y aunque Juegos de Ingenio era una novela muy obsesionada con una crítica al sistema americano que descuidó terriblemente el desarrollo de sus personajes, no puedo decir que haya sido una novela enteramente aburrida; el estilo de suspense y el cuidadoso manejo del drama la colocaron por encima de una novela promedio. Vamos, es Katzenbach. Un poco arriba estuvo La Historia del Loco, que fue captada rápidamente por fans y crítica mediática tras la revelación de El Psicoanalista. También estuvo El Estudiante, pero su argumento y personajes muy básicos.

Katzenbach ha pavimentado un camino bibliográfico para explorar temas relevantes, disfrazándolos de narrativas influyentes, personajes fallidos y a la vez interesantes. Y aunque todavía tengo pendientes pasarme por el resto de su obra, no tengo dudas de que sigo contemplando a un escritor fiel a su estilo, a sus temas, y que pase lo que pase, historia tras historia, no dejará de asombrarme, porque si bien ahora la experiencia fue extraña e inesperada, el autor mantiene su capacidad narrativa, y eso ya es mucho decir. 

Conclusión:

Afortunadamente no hay indicios de una tercera parte, pero sí me quedo con algo: Katzenbach sabe envolverme en sus historias, sean originales o no, pero de que son interesantes, no cabe duda.

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