La propuesta de terror decembrino para estas fechas, dirigida por Sophia Takal, se escapa apenas de las convenciones del género para brindar un discurso sobre la debilidad masculina.
6.5
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Comentario.
Lo que pensé que sería una completa cinta de slasher donde la masacre
estaría a la orden del día, con infinidad de muertes vertebrando una película
de aproximadamente hora y media terminó por llevarme a otros derroteros. Y es
que la cinta de Takal, que es un remake de dos filmes previos que no he visto —la
obra homónima canadiense de 1974 dirigida por Bob Clark y escrita por Roy Moore;
y un primer remake de 2006—, tiene a Riley (Imogen Poots) en el papel
protagónico.
Y como no estoy al tanto de las cintas previas, mi labor como espectador
es, forzosamente, desentrañar el trasfondo implícito de los personajes para que
yo les dé sentido a sus acciones. Lentamente la película me cuenta lo siguiente
a base de diálogos sutiles: tres años antes a los eventos con los que la cinta
comienza, Riley fue violada por un compañero, quien terminó libre sin
consecuencia alguna de por medio. Cambio de colegio y nada más…
Bien,
como es natural, este acontecimiento es el que define la híbrida atmósfera de
la película y varios de los sucesos que ocurren en la misma. Y digo híbridos
porque, sin conocer el material previo, constantemente tuve la impresión de que
la película pendulaba entre otros géneros más allá del criminal —como el
sobrenatural o, incluso, la comedia dramática—. A ratos no sé si estaba viendo
una remota cinta de acción ficcional super-heróica, algo demoníaco con
espíritus de por medio o incluso una película de poder femenino sin escalas.
Cuando lo que en realidad estuve viendo fue una cinta “normal” de una
fraternidad que esconde un secreto: el fundador era un misógino con clara
debilidad psico-social y se las arregló para verter sobre su escuela una
maldición que permitiría al resto de los estudiantes hombres “vengarse” del género
femenino.
Para
ello, esta cinta se burla del género arriba mencionado, porque si bien la
escena con mayor tensión, gritos y sangre es la del prólogo, el resto de muerte
ocasionadas por este pseudo-ghostface es paulatino, previsible —sí—,
pero el ritmo es engañoso porque casi toda la verdad surge hasta el tercer
acto, donde la atmósfera de misterio, tensión y supervivencia, se mezclan con
el discurso apologético de la cinta y el resto de la mescolanza ya mentada.
Aquí
lo más interesante que yo tengo como “chamba de espectador” es averiguar el
móvil del asesino —revelarlo, si como yo, no conoces las demás cintas—, sería
arruinarte la diversión. Y sí, diversión porque no la pasé tan mal; el elenco
secundario es unidimensional sí, pero otorga un halo de realidad a lo que veo;
solamente la protagonista la percibo cercana, real, con traumas, valor, miedo y
un sentido de urgencia natural. Por lo demás, una película casi slasher
que ciertamente se escapa de las convenciones de su género, pues no es el tipo
filme que saca muertes a diestra y siniestra, sino que esconde un discurso (muy
debatible, claro está) para dar cuerpo y “motivo” a una cinta que espanta más por
su suspenso artificial que por su atmósfera.
Conclusión:
Black
Christmas
es, más que nada, entretenimiento, pero una cinta que se esforzó por ofrecer
sustancia y una fórmula apenas alejada de su género. Ese compromiso lo respeto.
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