Planeta de los Simios: Guerra.


Haciendo política por supervivencia.



Después de la secuela de 2014 que me dejó con ganas de más: personajes entrañables, personajes odiosos y una sarta de enseñanzas muy valiosas, todas acompañadas por el gran talento histriónico Y expresivo de Andy Serkis, esperaba con gusto el cierre de la trilogía que refería y homenajeaba la franquicia El Planeta de los Simios situada entre los años sesenta y setenta. Después de todo, casi como sucede con Star Wars o incluso Star Trek, se trata de una franquicia que hunde sus raíces en el corazón de la gente por su temática, emotividad, pincelazos de ficción y, eso sí, críticas a la política social. 

Yo creo que es imposible no ver a Serkis en papeles del estilo (sabemos bien que prestó su cuerpo para Gollum en En el señor de los Anillos) y, por lo mismo, haga de bueno o de malo, le sale perfecto. Si bien extrañé ver a Jason Clarke en esta entrega final, también entiendo que cada película ofrece una aventura distinta y por eso el villano en turno le tocó a Woody Harrelson interpretarlo, y lo hace bastante bien. Esto lo defendería, de entrada, porque va un poco más allá de ser el simple villano unidimensional y genérico que busca ser el sobreviviente aun a costa de los suyos; no, tiene un motivo: su supervivencia, huir de un virus que le puede extirpar su humanidad. 

La trama de esta tercera entrega gira alrededor de la venganza, de hasta qué punto podemos volvernos presas del rencor, el odio y qué tanto de la bondad de nuestro pueblo y de nuestras enseñanzas y creencias queremos conservar. Gira alrededor de la venganza porque si bien en Guerra en el Planeta de los Simios siempre se respetó esa mínima frialdad y rivalidad entre humanos y simios, aquí se potencializa y explora las consecuencias emocionales de elegir uno u otro bando. Por igual se retoman personajes y elementos que le brindan aún más dimensión psicológica a la confrontación. César quiere vengarse del Coronel, verlo muerto. El porqué es algo que te dejaré en misterio para no arruinarte la trama, aunque seguro ya sospechas la razón. 

Por lo pronto, afirmo que la película me gustó. Tiene ese aire de sociedad, mucho humor "humanizado" de "Bad Ape", un simio que aparece en determinado momento y cuya inocencia nos permite rápidamente empatizar con él, apreciarlo por sus ocurrencias y buen corazón; el filme goza, además, de críticas a la esclavitud en algunas de sus escenas con tal carga emotiva que luce inmensamente mesiánicas, sobretodo porque Serkis le imprime a su César, el simio líder por excelencia, una faceta de bondad, de firmeza, de valor, inteligencia, aunque el encono se le sienta, se lo creamos. Es un personaje hecho para disfrutarse, estamos con él, lo apreciamos, deseamos que viva, que sobreviva, que lucha por sus ideales, por su pueblo. Y entonces, ¿sus pecados dónde quedan? Es algo que la cinta rescata acertadamente, lo encuadra y lo coloca como disertación espiritual con brillantez, cortesía de Matt Reeves, que ha sabido explorar el género político e individual tan bien en la saga. Por su parte, a Harrelson lo alabo en donde sea que aparezca. Su Haymitch me cautivó, y aunque su Roy de Transsiberian en 2008 me ha parecido el papel más ligero y desentonado que le he visto, su coronel embona con la clase de fortaleza que siempre -estimo- le ha caracterizado como actor. 

Planeta de los Simios: guerra es una película bélica, pero con matices, con esperanzas, jugando siempre con los valores de muerte, karma, odio, piedad y fortaleza. Me arriesgo a creer que, a nivel guion, Reeves y sus compatriotas Mark Bomback y Pierre Boulle* se esforzaron por dejar simbolismos muy concretos sobre vida, muerte, sobrevivencia, amanecer metafórico, y capacidad para ir más allá, todo gracias a una bella fotografía y diálogos estupendos. Eso sí, y como dicen en otros sitios, "a veces hay mucho César en pantalla", y no por exceso de protagonismo, sino porque en la mayor parte del metraje, se percibe más humano que simio, contraponiendo gradualmente esa idea de "simio protegiendo simio". Es un cierre adecuado y, si eres sensible, saldrás llorando; en contraparte, probablemente te agrade la narrativa política con su condimento simbólico.

* En Memoria a Pierre Boulle

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