Crítica a TERREMOTO: La Falla de San Andrés

Palomera y con placer visual...

La veo. Comienza la película. Sí, efectivamente uno como espectador se estremece con el primer derrumbe que funge como prólogo de la historia. Fuera del evidente atractivo físico de la protagonista, el hecho de la escena en sí lo sentí ilógico. ¿Cuándo, en la vida real, veremos a una muchacha de ventitantos años conduciendo en la carretera como si nada? Ni que fuera una mamá…

Ahora bien, este hecho nos lleva directo al co-protagonista: La roca. Enseguida nos la cinta nos introduce brevemente a su vida personal, una hermosa hija, proactiva e inteligente y a su esposa que solicitó la demanda de divorcio; también nos presentan al ricachón que la conquistó, alguien que se parece enormemente a Redd Richards…

Es así que el prólogo nos introduce al tema primordial: los terremotos y, como es de suponer, el protagonista y la gente desconfían de los avisos del sismólogo. Viendo la película, es verdad que ofrece un espectáculo visual en toda la extensión de la palabra y que, independientemente de eso, el guión está poblado de incontables clichés que, contrario a lo que se piense, no aburren, pero sí que apenas entretienen.

En cuanto a la profundidad psicológica de los personajes, quizá este aspecto sea notoriamente débil, sobretodo porque no es una película de seres humanos, sino de desastres naturales, pero yo por ejemplo, sí me preocupaba por el personaje de la hija (Alexandra Daddario), quien me parece buena actriz, además de hermosa.

Los hermanos que la ayudan, especialmente el menor, son los que brindan el humor a la historia. Entretenida en sus efectos visuales. Dominguera.