El Conjuro, de James Wan, sin duda merece el adjetivo de aterradora.
A manera de documental y con la trillada -pero bien justificada en este caso-, leyenda "basada en hechos reales" el conjuro (The Conjuring) inicia con gran destreza y habilidad la historia que propone: un espíritu que acecha a los nuevos inquilinos de su antigua propiedad, al mismo tiempo que se apoya de una atmósfera setentera muy bien lograda (fiel a los eventos históricos que procura retratar) y que produce una historia espeluznante y así generar interés en el espectador.
Si bien parte de la premisa no es novedosa, me inclinaría a pensar
que la dirección, la fotografía y la astucia del guión hacen de esta historia
una ante la cual hay que mostrar respeto, y más si pensamos en el género del
terror. Dicho eso, me viene a la cabeza una de las recientes (6 años para acá)
películas sobre espíritus demoníacos que cuando la vi en cine, no pude evitar
estremecerme en serio: El rito.
Ésta última, poblada de diálogos que nos serán familiares a quienes tenemos acercamiento a la filosofía y otras disciplinas y ciencias semejantes, presenta elementos teológicos que, a mi parecer, se apoyan más en la experiencia humana acompañada de una creencia sólida que en una posible ciencia barata, dándole un realismo inusual por encima de las películas del género que he visto (cito aquí "1408", "Una llamada perdida" - la reciente versión japonesa claro-, y la primera de "Actividad Paranormal").
El conjuro, como dije antes, narra casi a manera de episodio de serie detectivesca, las conferencias que dan los Warren en torno a sus experiencias con el demonio, al mismo tiempo que tanto James Wan como Chad Hayes (dirección y guión) logran hacer que la historia se centre, principalmente y de fondo, en el caso de la familia Perron que, acorde a las ponencias de los demonólogos, sufren de los ataques de un espíritu en sufrimiento verdaderamente aterrador.
Con un ritmo paulatino pero sólido y que, a cada momento muestra advertencias de lo que viene, el conjuro apela a lo que creemos puede ocurrirle a los protagonistas, y eso es encomiable. La pérdida de la inocencia es el verdadero enemigo del género, ya que convierte en un reto sin igual el poder arrancarnos espantos de muerte cada que vemos una película de terror u horror (¿qué diferencias puede haber?) cuando luchamos por ver la falsedad en cada escena posible; el conjuro nos despoja de esta alternativa y nos arrastra sin piedad en la naturaleza y profundidad de la historia.
Es así que los sustos aparecen, contrario a lo que podríamos creer, y nos volvemos víctimas de lo desconocido en compañía de los protagonistas. En varias escenas me asaltó el pensamiento "Tiene que haber una razón lógica para esto o aquello" y realmente puede haberla, pero ¿dónde quedaría, pues, la creencia en lo metafísico, en lo intangible y en lo espiritual?
Retadora y más, El conjuro me pareció retrospectiva. No sólo cada elemento utilizado para asombrar al espectador es ingenioso y dotado de un realismo escalofriante, sino que recurre a la paciencia que solemos tener en estos filmes al punto de obligarnos a ceder y admitir que sentimos miedo. Con este filme me queda claro el talento de Wan para el género y es evidente que sabe sacar provecho de personajes perfectamente construidos y que embonan con una trama especial, otorgando verosimilitud y profundidad al contexto.
Todo está colocado de una manera asombrosa, ingeniosa, brillante y astuta; cada personaje tiene un motivo y una causa para ser héroe o víctima; además la historia es compleja y demuestra, no por primera vez en mi opinión, por qué nunca es bueno adueñarse de una casa donde hubo muertes.
Ahora, si pudiera mencionar un defecto es el mero final. Lo encontré demasiado "suspensivo" para la gravedad de la temática abordada y pues, aunque sabemos que después llegó el spin-off de Anabelle, el término del presente filme me pareció seco.
Incluso con este "inconveniente", El Conjuro de James Wan resulta en una película verdaderamente aterradora.
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