Cuento:
Estuardo sólo lo miraba con miedo y
temblor corporal, y Javier, al darse cuenta de ello, echó a reír. Como
instintivamente, el enjuto chico miró fugaz y efímeramente a Laura, quien
permanecía callada escuchando música en el iPod
que había sacado de su bolsa, y parecía no interesarse en lo que pasaba. Sin
embargo, Estuardo pareció vislumbrar levemente que ella giraba la mirada hacia
ellos por un segundo.
--- ¿A dónde vas, chiquita preciosa? ---
Javier la tomó de los brazos por detrás, quitándole a Laura el equilibrio, y
ésta no pudo rechazar el rodeo.
Debía admitirse, Laura era muy
atractiva no sólo de rostro y de cabello, sino que también poseía una muy buena
figura como adolescente, más razón por la cual los demás se vieran incitados a
molestarla…o peor. Javier la tomó firmemente por los brazos sin intentar
lastimarla, más bien intentaba sujetarla para divertirse un rato con ella
mientras los demás la observaban gustosos.
<<Un cuento dedicado a
todas las mujeres que sufrieron en el amor por algún patán>>
And you, what would you do…?
And you, what would you do…?
Un frío lunes
cualquiera la clase en la primaria
ZERRATA estaba por
comenzar. Los alumnos iban llegando cada uno a su momento e iban acomodándose,
según su agrado, en las bancas disponibles, y al llegar Estuardo, un muchacho
enjuto, de cabello lacio oscuro y ojos cafés de extraña tonalidad, vestido de
manera muy formal para su edad: chamarra de color gris holgada para su
estructura, así como unos pantalones caqui sumamente cuidados seguidos de unos
tenis con colores, y algún impreso como señal de la marca representativa.
Además de esto, Estuardo portaba
anteojos, y sus manos eran extremadamente blancas; casi daba la impresión de
que la sangre no le circulaba en sus extremidades. Él era una persona muy
tímida, muy callada, siempre había sido así y le costaba expresarse con
claridad y sosiego, independientemente de con quién se vinculara, si llegaba a
eso. Con torpeza, Estuardo caminó lentamente a su lugar para sentarse en la
silla elegida, descargar sus pertenencias y dejarse llevar por la imaginación
en su fantástico mundo interior, a la espera de la llegada del maestro para
iniciar la clase.
Algunos minutos antes de que éste
llegara, de manera prepotente, singular y soberbia, apareció un muchacho
imponente, alto, medianamente musculoso y con una expresión no sólo de
seguridad, sino además de de arrasamiento a todo aquel que no estuviera de
acuerdo con él. Por extrañas circunstancias, se sentó en la fila de al lado dos
bancas delante de Estuardo, quien no pareció fijarse en él de momento, ya que
Estuardo permanecía en su mente imaginativa, presa de una historia, alguna de
las muchas que se conocía…
Javier vestía una chamarra que
exhibía sutilmente su musculatura típica de uno adolescente, él era de cabello
chino largo, facciones ligeramente toscas y ojos un poco saltones, dado su
contorno facial. De ojos muy oscuros, casi negros, y brazos como de gorila,
acompañado de ropa descolorida, como si ésta no le importara, y tenis
manchados, poco cuidados e ingentes.
Sin embargo, lo único que sí captó
su atención y de manera efímera, fue el hecho de que al minuto una hermosa
chica de cabellos ligeramente rubios entró al salón con evidente indiferencia y
se sentó, como sin pensarlo, justo al lado de Estuardo, sin prestar atención a
nada más. Descargó sus pertenencias, y se acomodó a la espera del tedio
escolar. Su presencia, la forma en que vestía, que consistía en lo siguiente:
una rubia de ojos azules muy intensos, vestía un chaleco café fuerte, el cual
cubría una gruesa playera de mangas grises, y unos pantalones mezclilla azul
bien cuidados, además de unas botas negras.
La piel de la atractiva chica era
levemente rosada, pero resaltaba en contraste con su peculiar indumentaria,
dado que ninguna de las demás mujeres del salón venía vestida de tan singular
forma. Algunos mantuvieron la mirada fija en ella dado su impresionante
atractivo físico, pero a la vez los mantenía curiosos, pues la chica parecía no
querer fijarse en nadie a su alrededor.
A los pocos segundos, el estridente
timbre escolar sonó durante un continuo intervalo de varios segundos, anuncio
el pertinente inicio de las clases. Al minuto, un sujeto de mediana edad y de
prominente barba entró al salón entre distraído y relajado. Estuardo sólo se
había fijado en la rubia por unos cuantos segundos, y luego regresó a su propio
mundo interno.
El profesor se sentó con impecable
velocidad sin evitar caerse para risa del grupo, y sacó su lista para revisar
la presencia de todos los alumnos. Cada uno de ellos dijo “presente” con
indiferencia, cansancio o rapidez, mientras que el impetuoso y fornido muchacho
respondió presente al nombre de “Javier”, la rubia respondió al nombre de
“Laura” mostrando al grupo una impecable, suave y cálida voz, pero ésta resultó
casi tan angelical, tan distinta a las demás voces socarronas del grupo, que
varios creyeron que ella era extranjera.
Cuando la mañana llegó a la mitad
entre cada clase, Javier, como quien sólo busca impactar, se levantó y se sentó
justo frente a Estuardo, quien permanecía rodeado de una aparente soledad.
Javier notó con hastío la latente ausencia física de del chico, que era por lo
menos la mitad de lo que él era. Estuardo realmente parecía ausente, y Javier,
con ganas de divertirse un rato, pegó un brusco puñetazo sobre la banca de Estuardo,
quien pegó un sobresalto, sitió miedo y pena, además de que se volvió
lentamente a Javier. Éste le gritó.
--- ¡¡Despierta wey!!
--- Ho…Hola --- expresó
Estuardo en un susurro apenas audible.
--- ¡¿Qué pedo?!, ¿cómo andas, cabrón? ---
la voz de Javier resonó muy por encima de las demás; llamó la atención de
algunos y otros lo ignoraron.
Con notable impotencia, se volvió a
Javier que lo miraba penetrante, como destruyendo su espacio personal mediante
fijas y tajantes miradas de escudriñamiento silencioso. Algunos venían y salían
como si nada, para alistarse al inminente receso del colegio, a punto de las
once de la mañana. Estuardo quería hablar, decir algo, pero la figura de Javier
representaba una sutil supresión sobre la suya, subyugándolo de manera tácita.
Cuando el chico prepotente se dio
cuenta de que Estuardo no hablaría, se levantó con notable agilidad y
tranquilidad; Laura anotó algo displicentemente ante el resto. Llegó el final
del día y Estuardo se echó la mochila al hombro, levantado, y dispuesto a
caminar a la salida del salón, cuando un inesperado pie lo arrojó de lleno al
suelo, tirando al lado su mochila.
Gritó levemente, debido al efímero
dolor del choque de su rodilla contra el gélido suelo del pasillo escolar. Con
miedo y confusión, se volvió a ver a su atacante, que resultó ser Javier,
encontrándose éste parado y recargado contra la pared como a la espera de que
Estuardo se erigiera y le dijera algo, pero éste último sólo se re-incorporó
torpe y miedosamente, echándose la mochila al hombro pavorosamente, evitando la
penetrante mirada del abusivo.
Estuardo lo miró con si fuera aquél un enorme
oso polar temerario que sólo buscara tirarlo al suelo; observó además su
indumentaria, la cual lo sacaba mucho de onda, pues ésta hablaba de que Javier
no era muy amigable que se dijera. No era éste el único factor: Javier venía
acompañado de tres muchachos más que proyectaban la misma temeridad emocional
en los demás, y todos miraban a Estuardo como un insecto fácil de aplastar.
Éste era la mitad de altura y peso a
comparación de Javier y sus amigos, y ellos lo sabían y los divertían, pero
Estuardo estaba tan ensimismado en su miedo interno, en su impotencia, en su
inseguridad, pero no volteaba a concientizar este detalle importante. El único
pensamiento que lo embargaba era: ¿Qué me
irán a hacer?, evidentemente, muy a pesar de que deseara salir huyendo y
escapar de sus ahora agresores, su lenguaje corporal denotaba disposición
ajena, como si deseara ser torturado con tal de que fuera efímero.
Todos ellos permanecieron callados
como rodeando sutilmente a Estuardo, pero el hecho que sucedió a continuación
fue que apareció Laura corriendo por ahí para entrar al salón, aparentemente
había olvidado algo dentro. Todos escucharon cómo buscaba dentro su pertenencia
perdida, hasta que salió a los pocos segundos sin saber si lo había encontrado
o no. Al salir, Javier intervino sórdidamente con ella.
Por otro lado, una profunda parte de
Estuardo quiso intervenir pero no podía, la circunstancia se lo impedía, el
pensar en actuar en medio de semejantes mastodontes le provocaba un miedo
atroz, paralizante y cegador; no supo si irse de ahí o al menos gritar para
detener el que los demás la cosquilleaban e incluso intentaban darle un beso si
no fuera por Javier se los impedía, como buen macho líder.
No podía moverse, intentó hablar
pero el susurro no pasaba de la comisura de sus labios, no podía…no respondía,
sólo contemplaba el abuso y más ante el hecho de que todo el pasillo estaba
desierto. Javier sujetaba violenta y categóricamente a Laura de los brazos por
atrás, impidiéndole escapar, mientras que los demás se la comían con la mirada,
pero no invadían profundamente su espacio personal.
Después de un rato, excitado, Javier
se volvió a la minúscula presencia de Estuardo parado a sólo unos metros de
ellos, y le indicó con una mirada destructora a Rodrigo que lo intimidara
tajantemente para hacer que aquél huyera sin hacer nada, presa del miedo.
Rodrigo caminó con seguridad y atropello ante el enano que representaba, a
diferencia de él, y que se encontraba presa de un miedo arrollador.
Los labios de Estuardo tiritaron
levemente cuando vio a aquel enorme compañero acercarse a él como si nada.
Estuardo permaneció inmóvil, callado y sin apartar la indefensa mirada de
aquellos temerarios ojos cafés que consumían cada uno de sus pensamientos y
sentimientos; la figura de Rodrigo resaltaba notablemente.
En medio del forcejeo, Laura se
volvió rápida y levemente a donde estaba Estuardo y el otro sujeto, a punto de
golpear al chico brutalmente sólo para ahuyentarlo. La expresión de ella en
primera instancia fue de lástima por ellos, y pena por Estuardo, pues resultaba
ser un chico muy miedoso ante algo que no requería tal emoción.
En seguida supo que tendría que
valérselas por sí misma para golpearlos y salir de ahí. ¡Idiotas, nacos!, no piensan en otra cosa los machos…pensó Laura
instantáneamente. En el otro escenario, Rodrigo empujó rápido a Estuardo
tirándolo al piso y éste gritó de dolor, pero el miedo era superior, y cuando
vio que Rodrigo lo perseguía sin piedad, el chico se levantó y huyó a toda
prisa.
--- ¡¡Eso!!, ¡¡HUYE
mariquita de tercera!! --- le gritó Rodrigo con crueldad.
Y fue ahí cuando Javier volteó a
Laura para charlar de frente, mientras que la expresión de ésta era de
indiferencia absoluta y un leve hastío.
--- Ahora sí, muñeca, el imbécil ése ya se fue y
tenemos más tiempo para nosotros, ¿qué dices si nos vamos por unos tragos?---
la mirada de Javier era de total perversión, lo que provocó la risa de sus
edecanes.
Por otro lado, Laura sólo permanecía
callada. Deseaba saber artes marciales o cualquier técnica de defensa personal,
pero no contaba más que con posibles patadas que acrecentarían la furia de sus
compañeros. Cuando Javier la soltó levemente, Laura lo miró con asco, y lo
sorprendente fue que percibió cómo el otro compañero iba a toquetearla, a lo
que ella, antes de, lo recibió con una patada en las partes nobles, provocando
en el muchacho un terrible dolor que lo llevó de cara al piso.
Rodrigo intentó sujetarla, pero
Javier lo detuvo apenas, a lo que su amigo lo fulminó con la mirada. En ese
preciso instante, Laura echó a correr con todas sus fuerzas y se perdió de
vista entre los pasillos. Temía que vinieran persiguiéndola por lo que corrió hasta llegar a la entrada del colegio.
Después se marchó directo a su casa para descansar y recuperarse del incidente.
Mientras tanto, Estuardo llegó donde
su familia lo esperaba en el auto, ubicado a tres calles de ahí. Sus papás,
exasperados y extrañados de su demora, le preguntaron con frenesí por qué
llegaba jadeando.
--- ¡¡¿¿Qué te pasó
que llegas tarde??!! --- gritó su mamá --- ¡¡Te pasas hijo!!
--- Tu madre tiene
razón, ¿por qué hasta ahora, Estuardo? --- el chico seguía asustado, pero
intentó disimularlo, y en lo que esto pasaba pensó que pudo haber recibido
mayor comprensión de su familia, más calidez, pero lo cierto es que no sabían
el motivo de su retraso, con lo cual…no podía quejarse.
El
resto de la tarde incurrió en hechos intrascendentes. Lo importante a relatar
aquí fueron los pensamientos que cruzaban la mente de Estuardo: Javier
acorralando a la hermosa rubia, los otros dos muchachos divirtiéndose
cruelmente con ella, y él mismo, miedoso, impotente y pendejo. Se sintió mal, en verdad quiso ayudarla contra ellos, pero
el miedo era demasiado grande para enfrentarlo, enfrentarse; tenía que permanecer sumiso en su propio mundo.
Al día siguiente, las cosas tomaron
un curso similar pero más sutil, ya que la actitud de Javier estaba centrada
precisamente en ellos dos por encima del resto del grupo. En cada momento a
espaldas de los maestros en que pudiera molestar irritantemente tanto a Laura
como a Estuardo, lo aprovechaba, sólo que Laura era más displicente en estas
cuestiones.
Ya fuera meterle el pie a Estuardo o
portarse cínico-sarcástico con Laura eran oportunidades que Javier no pasaba de
largo. Un día en educación física, la burla hacia el chico se intensificó y, lo
que fue peor, el maestro de dicha materia ni se había percatado de la sutil
agresión: era el día que le tocaba al grupo practicar el fascinante juego de
Volley-Ball, y eso requería formar pequeños equipos de cuatro o cinco personas;
naturalmente, a Estuardo lo elegían como última opción, lástima o para no
dejarlo solo y que el profesor dijera algo.
A Estuardo eso lo apenaba, y había
ocasiones en que deseaba ni siquiera tener educación física, pero escuela era
escuela. Sin tomar en cuenta que resaltaba mucho pese a su complexión, pues era
casi el único delgado entre muchos de peso mediano o fornido. Lo empujaban
adrede algunos, otros eran indiferentes con él, otros pocos fingían no verlo,
pero Javier, éste ponía mucha atención en Estuardo, deseaba hacerlo sufrir, ya
que la sola actitud insegura de éste le llamaba la atención de manera muy
particular.
Ese mero día Javier, a propósito, le
lanzó una bola perdida a Estuardo con el fin de que a éste se le cayera y fuera
objeto de burla del resto, pero no sólo eso, sino que también fuera la excusa
perfecta para provocarlo, acercarse a él y, de ser posible, golpearlo por
tentación social. Dicho y hecho; tiro fallado. Se le acercó Javier con fingido
coraje a gritarle y tirarlo al suelo, sin que nadie interviniera en el acto.
--- ¡¿Qué te pasa, pendejo?! ,¡¿qué no viste la
pelota o qué chingado?!, ¡¡¿¿estás ciego??!! --- primero le gritó y luego,
fácilmente, lo tiró al suelo.
La mirada de Estuardo reflejaba un
miedo espantoso, su cuerpo entero tembló notablemente, y cuando el otro lo tiró
al suelo bruscamente, sus manos temblaron más. Quería llorar, sacar la
impotencia y el coraje, pero todos lo veían ahí en el suelo, pasmado, impotente
e indefenso totalmente.
--- Pe…Perdón ---
tartamudeó Estuardo apenas. Dentro de sí, Javier estaba orgulloso, éste será mi perro faldero, hará todo lo que
yo le diga o le juro que lo mato.
El
día acabó y Estuardo, humillado y avergonzado, recogió su mochila una vez en el salón y dirigió a la
entrada, donde lo esperaba Javier para tirarlo a propósito. Justo entonces
salió Laura también, a quien Javier tomó por los brazos, para besarle
sórdidamente el cuello. Ella, naturalmente, mostró resistencia forcejeando con
él. Estuardo quería decir algo, pero sólo se movió un poco, al tiempo que
Laura, leyendo el movimiento, le atajó categóricamente.
--- ¡No! --- lo
miró tan seria, pero todos se detuvieron. Laura sólo miraba penetrantemente a
Estuardo, como si sólo estuvieran ellos ahí presentes, detenidos por el tiempo
y el espacio; conexión surgió en las miradas de ambos, pero ninguno supo
expresarla ni en los ojos. Laura sólo le replicó --- No hagas algo por otros si
antes no estás dispuesto a hacerlo por ti mismo.
--- ¡Oh!, aparte de preciosa bicho raro, ¡qué
excitante! --- reía Javier con vacuidad.
--- ¡Tú déjame,
pedazo de inútil! --- y Laura se soltó, con firmeza y sorpresa para los
abusivos compañeros, dejando a Estuardo, más que pasmado, anonadado hasta en su
más profundo pensamiento.
Le molestaba no ser capaz de
ayudarla, de detener al molestón de Javier, pero éste sólo le inspiraba temor,
odio, rencor y ganas desesperadas de golpearlo, pero, ¿qué podría hacer un
débil enano como él, contra la masa musculosa de Javier, el muchacho popular y
agresivo del salón? Éste se volvió contra Laura, a quien, sin pensarlo dos
veces, plantó un asqueroso beso en los labios, y la chica no tuvo más remedio
que golpearlo en las partes nobles.
Efímeramente, Javier la soltó
retorciéndose de dolor y de risa. Laura huyó corriendo por segunda vez, pero el
abusivo le gritó a lo lejos.
--- ¡¡Serás mía preciosa, te atraigo y lo
sabes!! --- y se volvió a Estuardo. Éste permaneció inmóvil, callado y
aterrado; una vez más estaban él y Javier acompañado de sus amigos.
No sabía si le harían algo peor,
pero en esta ocasión Javier se limitó a acercarse a él tanto que Estuardo pudo
distinguir en él la nariz chueca que tenía. Transcurrieron unos minutos de
silencio, donde sólo se miraban. El abusivo pudo distinguir con claridad el
miedo en los ojos de su prójimo, sus labios temblando apenas y su cuerpo, que
reflejaba inseguridad, todo caído y sostenido por un par de casi diminutas
piernas; la mochila apenas sujeta por sus pequeños hombros.
--- ¡¿Qué miras, imbécil?! --- gritó Javier
inesperadamente, al tiempo que Estuardo se sobresaltaba de terror; los demás
rieron con complicidad.
--- Na…Na…nada.
Se podía haber prolongado la
pesadilla, pero una maestra pasó por ahí como revisando el área, y Estuardo
aprovechó para huir. Javier y los demás lo dejaron irse, pero todos, incluso
Laura, sabían que esto no había acabado todavía. En la tarde y para sorpresa de
Estuardo, sus tíos fueron a visitarlos. El hermano de su papá era terapeuta,
pero eso no le impedía dar consejos a sus sobrinos, en especial a Estuardo,
pues veía en éste a un buen muchacho, sólo que tímido e inseguro; algo que se
le quitaría tarde…o temprano.
Ese día, la angustia y el miedo se
vieron reflejados gradualmente en el rostro del chico, a lo que, después de la
comida, el tío lo llamó para hablar en privado y saber qué le ocurría.
--- Sobrinillo mío, Estuardo, te conozco
hace tiempo, ¿qué ocurre? --- el tío se cruzó de hombros poniendo una mirada
reflexiva sobre la evasiva de su penoso sobrino, quien, considerando el
contexto familiar, se limitaba a sonreír con confianza; el tío hizo lo mismo y
trató de leer su mirada. --- ¿Algo en la escuela?, ¿algún problema con una
materia?, ¡Oh, ya sé!, ¿te gusta una chica?, yo te aconsejo, mira…
--- Sí, y no tío,
es sólo que…tengo este…compañero…
--- ¡¡No me digas
que eres gay!! --- el tío sonrió con
pena y arrepentimiento, a lo que Estuardo estalló en carcajadas y eso lo hizo
soltarse más fácilmente.
--- ¡¡Noo!! No es
eso: tenemos un compañero que nos molesta, y me causa rabia, frustración, y me
da mucho miedo atreverme a pedirle
respeto por temor a que me golpee --- de tener una mirada al menos agradable,
Estuardo pasó a expresión adusta.[1]
--- ¿Tenemos?, ¿por qué tenemos?, ¿tú y quién más? --- ahora el tío pasó a fungir como Holmes y adoptó una mirada inquisitiva,
cruzando más firmemente los brazos, pero en esta ocasión su lenguaje corporal
adoptó la plena intención de escuchar al pequeño adolescente.
--- Yo…y una chica.
Van dos horribles veces que nos molesta y…¡¡ay!!, me da rabia, coraje no tener
el…valor de, siquiera, decirle algo a
él, que nos respete, que nos deje en paz --- le lenguaje corporal del chico
pareció cambiar, gradualmente, exhibiendo coraje, ira, desesperación, molestia
y rencor; todo en un solo momento, mientras que atrás sus padres lo miraban
curiosos, a lo que le tío, confidentemente, sonrió a Estuardo con complicidad y
aprovechó a decirle lo que debía.
--- Mira sobrino,
es muy simple el asunto: este
muchacho abusivo no es, ni por mucho, más de lo que tú eres --- Estuardo abrió
lo ojos sin dar crédito a lo que escuchaba --- así es, él es igual o más
miedoso que tú, pero, ¿qué crees?, él no quiere que tú te des cuenta de eso, él
se siente amenazado por ti subconscientemente, y por eso, te agrede, para
re-afirmarse como una persona confundida por dentro, y como teme que los demás
lo vean como realmente es, se va contra la única persona auténtica que ha visto
en su vida: tú.
--- Pero…¡¿cómo?!,
luce tan seguro de sí…
--- ¡Ah!, ahí está
la clave: luce tan…pero no lo es --- ahora el tío estaba parado
frente a él a unos cuantos centímetros de su sobrino. Y le propuso algo para
demostrarle su teoría con el fin de que el chico entrara en confianza donde
fuera y con quien fuera --- intenta soltarme un golpe.
--- ¡Tío!, ¿cómo
dices algo así? --- Estuardo se paralizó.
--- Sólo hazlo ---
para mejorar la intención se paró a unos centímetros de él con la mirada
penetrante pero no agresiva, y fue cuando el chico evocó los momentos en los
que Javier se paraba ante él de igual forma; al instante Estuardo tembló de
miedo y el tío fingió que lo golpearía al tiempo que Estuardo, casi
instintivamente, le detuvo el golpe sin darse cuenta y con una mirada de terror
--- ¿qué tal?, nada mal, ¿no crees?
El tío le guiñó el ojo y Estuardo
permaneció callado. Sorprendido de sus propia reacción, pero antes de que la
comida empezara y fueran a sentarse, el tío le dijo una última cosa.
--- Ya te comprobé
que tienes el valor, sólo confía en
ti mismo, depende de ti ser tu propio obstáculo o tu propio potencial para
triunfar en lo que sea y donde sea; este chico sólo permanecerá siendo como es mientras tú lo permitas, él te suelta un
golpe, ¿qué es lo peor que puede pasar, que se lo devuelvas, que te des a respetar?, repito sobrino: el
potencial de respeto está en ti.
¡Vamos a comer!
Ya en la tarde, reflexionando lo que
el tío le dijo riendo de no poderlo creer, Estuardo decidió dar una larga
caminata por entre las cuadras que conformaban su largo condominio. Después de
casi diez o doce minutos, pasó por una calle más angosta que las anteriores, y
cuando volteó hacia la derecha, creyó ver una silueta muy familiar. Dispuso en
esa dirección, y continuó, esperando distinguir la familiar figura que cobraba
lucidez a cada paso que daba. Descubrió, con sorpresa, a Laura, debido a sus
largos cabellos rubios lacios y hermosos que cubrían su delicado y bello
rostro.
El chico permaneció a una distancia
de por lo menos cinco metros, hasta que se percató de que la chica lloraba,
lloraba para sí pausadamente. Estuardo sintió pena, y pensó si irse o quedarse,
pero justo cuando se daba la vuelta, pisó mal una piedra y Laura levantó la
mirada asustada, pero al verlo, su rostro reflejó plena confusión y algo de
pena.
--- ¡¿Qué haces tú
aquí?! --- Laura se levantó como mecanismo de defensa.
--- Vivo…a un par
de cuadras de aquí --- Estuardo se apenó.
--- ¡Oh!...entiendo
--- exclamó ella con sutil gracia; él creyó que debía irse, pero al ver su
mirada triste y ligeramente hinchada por las lágrimas, le preguntó.
--- ¿Te…encuentras
bien? --- automáticamente, Estuardo comenzó a acercarse a ella.
Laura no respondió a la primera,
sino que se tapó el rostro con sus manos, y luego intentó sonarse la nariz
debido al llanto. Curiosamente, Estuardo llevaba un pequeño y limpio pañuelo,
se lo ofreció y ella agradeció sonriente y penosa a la vez el galante gesto.
Después de unos minutos de intenso y profundo silencio, ella se volvió a él y
descubrió a una chico de mirada distante observando el cielo azul como si fuera
lo más hermoso del planeta. Sin saber por qué, eso provocó en ella el estímulo suficiente
para confiarle el motivo de su llanto.
--- Mi novio es un estúpido.
--- ¿Por qué?, ¿qué
te hizo? --- Estuardo se volvió a ella como compartiendo su dolor.
--- Me…acaba de
llegar una foto donde se besó con otra chica; es la tercera vez que me sucede
--- Laura se tapó las manos con la cara para ocultar su dolor, a lo que en un
auto de compasión, Estuardo se limitó a acariciar su hombro derecho con
delicadeza.
--- Lo…siento
mucho, Laura.
--- Gracias; ya no
importa, esto no puede quedarse así, no me merece ni él ni los anteriores,
terminaré con éste tan pronto lo vea --- le dijo volviéndose a él, quien sólo
la miraba neutralmente, y luego echó a reír --- ¿qué pasó?, ¿qué me ves?
--- Nada, te estoy
escuchando. Una…pregunta Laura, imagino que a una chica como tú le gustan los
sujetos…¿grandes y fuertes?
--- ¿Una chica como yo? --- Laura se le quedó
de “a ver, explica eso”.
--- Una chica
decente y…guapa como tú --- Estuardo la dejó pensando, y ella respondió.
--- Mmm, no tanto
así: aceptamos que hay un físico, pero lo que nos interesa más es que sea
decente, educado, inteligente y que nos quiera, sin importar cuál sea su
apariencia.
--- Entiendo.
Laura
se le quedó mirando un par de segundos. Ella se percató de que esos minutos
habían sido los más profundos en su convivencia con él y cayó en la cuenta de
que Estuardo sólo era penoso, pero no mala persona. Supo darse cuenta de ello y
le agradeció. Él se sonrojó, pero respondió que no importaba, que le alegraba
escucharla y haber sido parte de su confianza.
Se quedaron a charlar de otras
cosas, de cómo era cada uno en sus ámbitos familiares. Curiosamente, Estuardo
decía las cosas de una forma tan peculiar, que a Laura terminaba dándole risa,
lo que le provocaba disfrutar más la compañía del chico. La tarde se hizo noche
y ambos se despidieron a eso de las seis de la tarde. Esa noche Estuardo se
quedó pensando en todo lo que había vivido ese día, y al recordar la cara de
Javier acosándolo, lo invadió un miedo inmenso, pero no sólo eso, sino también
una furia capaz de brotar de lo más profundo de sí mismo, una furia capaz de
imponerse a la situación.
Al día
siguiente amaneció muy lluvioso, de modo que las tres personas que conforman
este relato, llevaron diversos abrigos por la intemperie. Ese día, extrañamente
Javier pareció no centrar su atención en ellos. Estuardo, por su parte,
permanecía más callado que nunca intentado enfocarse en las clases, sentía una
ira y un poder raros, extrañamente peculiares, insólitos; Laura anotaba lo que
consideraba importante de las explicaciones de aquel día.
En el recreo, Estuardo temió que
Javier se encontrara fuera del salón y le metiera un puntapié, pero no estaba
ahí, ni por los pasillos. Laura había ido a servicios escolares para realizar
un trámite encargado de sus papás. Estuardo pasó su recreo comiendo un
emparedado de frambuesa y piña, indiferente al bullicio que se extendía
subconscientemente ante él. La lluvia había cesado bastante como a media
mañana, pero aún así el cielo se tornaba negro. El ruido de risas de muchachos,
balonazos por doquier, aventadas, todo un mundo creciente y él ni cuenta se
daba.
Al llegar a la salida, la lluvia
regresó casi tan intensa como en la mañana, y Estuardo, sin tener noticias de
Laura, decidió marcharse a su casa al menos para llegar temprano, pero cuando
recorría uno de los pasillos exteriores que rodeaban la instalación escolar,
escuchó sollozos provenientes de algún área cercana. Aguzó el oído lo más que
pudo, pues los gritos le resultaban familiares.
Trató de observar con detenimiento
todo su entorno, intentando divisar la causa, pero la lluvia era tan pesada,
que apenas veía algo. Se quitó sus lentes y no perdió la claridad de su vista,
pero notó una inmensa diferencia. Caminó un par de metros en dirección al campo
de fútbol del colegio, y en una esquina vio una escena; su corazón saltó de
miedo: Javier sujetaba a Laura con fuerza conduciéndola por unos callejones
angostos y secretos acompañado de sus amigos.
El miedo invadió más que nunca el
corazón de Laura, así que decidió acercarse poco a poco intentando ver de qué
forma podría liberar a la chica. Los siguió lo más silencioso y disimuladamente
que pudo, hasta que llegaron a la parte trasera de un viejo almacén. Estuardo
veía que amarraba a Laura en un poste parada, y ella lloraba, pero casi no se
notaba debido al clima lluvioso que los rodeaba. Estuardo pensó cómo
acercárseles y liberarla, pero sorpresivamente unas poderosas manos de sucio
tacto lo acorralaron por detrás y él no supo qué hacer.
Sin poder ver el rostro del sujeto,
Estuardo fue conducido a la escena misma, donde veía a Javier amenazando a
Laura; el chico no escuchaba qué le decía, pero bastaba el lenguaje corporal
del abusivo para interpretar las palabras. Estuardo no podía liberarse del
encierro físico al que lo mantenían sujeto. El tipo le gritó a Javier.
--- ¡Hey, mira a
quién tomé por sorpresa! --- le dijo uno de sus amigos a Javier, al tiempo que
éste sujetaba a Laura hacia sí, mirando incrédulo al chico; mantuvo a Laura
parada, quien reflejaba odio y terror en su mirada.
--- ¡Eres tú, cabrón!, te iba a buscar después y
encargarme de ti --- aquellas palabras llenaron de terror al chico.
El amigo de Javier lo soltó y así
pudo Estuardo, entre la intensa lluvia que caía, estar parado frente a Javier,
el sujeto que le llevaba por lo menos media altura, y que pesaba el doble.
Aunque Estuardo no lo percibiera directamente, sabía que Laura lo miraba
pidiendo un auxilio silencioso, ella lloraba desesperada, pero al menos estaba
más tranquila de saber que no estaba sola, ahí estaba el escuálido chico
intentando hacer algo por ella.
Las miradas fugaces entre Estuardo y
Javier tuvieron lugar. Estuardo, además de miedo, reflejaba algo más que Javier
no supo identificar, algo distinto nuevo, y eso extrañó al mastodonte. La
lluvia caía y mojaba las ropas de los tres, con lo que se podía observar el
flaco cuerpo de Estuardo y el inmenso de Javier, quien sin pensarlo más tiempo,
tomó a Laura por la cintura, pero ésta,
harta de eso, lo cacheteó impulsivamente en el rostro, dejándole una marca
roja, pese al ambiente húmedo.
El macho, presa de una ira debido a
su orgullo corrompido, tomó a Laura por los codos, soltándola luego para
golpearle en el estómago y luego una descarada cachetada que la “azotó” contra
el tuvo, pero el impacto fue tan duro que incluso la dejó tirada y la chica no
se movió del dolor producido. Como por impulso, uno desconocido, Estuardo
corrió hacia ellos, pero Javier ya lo tenía contemplado y le propinó un
manotazo en la mejilla derecha, pero tan duro que no sólo lo tiró, sino que lo
arrojó a cinco metros a la distancia.
Bajo la lluvia, con una herida en el
rostro y sin lentes, Estuardo permanecía en el suelo presa de un dolor que no
había conocido antes. A una poca distancia veía cómo Javier movía unas cajas
para crear un espacio sin que ellos supieran el motivo; observó a Laura inmóvil
en el piso. Fue en ese momento que un nuevo y poderoso sentimiento recorrió el
cuerpo del chico, algo se había roto dentro de él, algo nuevo emanaba de su
persona, más que un miedo una ira, un coraje distinto, y fue cuando recordó
cada palabra: “Tienes el valor, sólo confía
en ti mismo, depende de ti ser tu propio obstáculo o tu propio potencial para
triunfar en lo que sea y donde sea, este chico sólo permanecerá siendo como es mientras tú lo permitas, el potencial de
respeto está en ti” y luego las
mágicas palabras de Laura “No hagas algo por los demás si antes no estás
dispuesto a hacerlo por ti mismo”.
Estas palabras le dieron un aliento y una fuerza indescriptibles que le
otorgaron, por encima de la circunstancia, un poder que lo levantó
automáticamente. La lluvia continuaba cayendo y Estuardo, totalmente de pie y
con el rostro semi-herido, pensó “Tengo que ayudarla, socorrerla…salvarla”. Como si la quebradura le
hubiera dado “magia”, corrió hacia Javier con todo su coraje, furia y fuerza
acumulados y levantó el pequeño puño que tenía.
El abusivo ni lo escuchó ni lo vio
venir por el aguacero, pero cuando se volvió y observó a Estuardo a un metro de
distancia en posición de ataque no supo reaccionar: Estuardo le metió el golpe
más fuerte que pudo en el estómago, luego en el rostro y trató de meterle un
rodillazo, más que fuerte, rápido para que el otro perdiera el equilibrio.
Javier trató de recobrar el equilibrio segundos antes de caer, pero Estuardo
tomó un pequeño pedazo de madera y golpeó con él el rostro del otro.
En el suelo, Javier apenas lo veía,
impactado por lo que acababa de pasar, a lo que Estuardo, como si fuera otra
persona, le susurró por encima de la lluvia tan claramente que no había dudas
de lo que le decía.
--- Estoy harto de
que haya gente como tú, ya me cansé de tolerarlo, no lo permitiré; tampoco que
te pases abusando de las mujeres, sé que hay otros como tú allá afuera, así
como otros como yo, y juntos veremos la forma de protegerlas de personas como tú,
personas que sólo las buscan para el placer sin tomar en cuenta su integridad,
su persona, los valores que la conforman, ya me cansé y haré algo al respecto;
intentaré lo más que pueda estar ahí
para ellas y poderles evitar caer en la decepción, en el dolor que ustedes les
causan, salvarlas de la desgracia,
¡tengo que hacer algo!
Después de esto, Estuardo se volvió
a Laura para sentarla contra el poste y observar su estado. Respiraba con
dificultad y tenía la mejilla morada; a esa distancia notaba claramente sus
lágrimas. Estuardo la revisó en los brazos, por si tenía heridas o similares,
pero Laura abrió los ojos y le susurró lo suficientemente fuerte.
--- Me da gusto que
hicieras algo por ti mismo hoy, en verdad que sí; demostraste valor personal.
Sin embargo, también debo retenerte: la vida social es dura, es padre, es
interesante, pero también está compuesta de sacrificios, y te pido como ser
humano…como persona, que te detengas,
no podrás nunca evitar que personas como Javier y mi novio estén allá afuera
lastimando a mujeres como yo, es triste, es doloroso, pero es algo por lo que
tenemos que pasar…
--- Pero, de esa
manera tendrán más miedo de conocer gente, de abrirse nuevos caminos con otros,
de enamorarse…
--- No, por más
miedo que se genere nunca pasará eso, no tengas miedo, muy en el fondo aun
sabemos que hay chicos como tú allá afuera, sólo es cosa de tener fe y encontrarlo…cuando llegue el
momento --- decía Laura entre pausas, tosiendo un poco a la vez --- pero te
repito: no puedes evitar que caigamos en el dolor causado por chicos tontos
como éstos, es algo natural de la vida; no puedes y ni debes evitar que
caigamos, pero sí puedes estar ahí, como bien dijiste, estar ahí como apoyo y
recordarnos que siempre hay un amanecer después de la oscuridad. Eres un ser
humano, no un…chico increíble o un súper-chico.
---
¿Estás…segura? --- la mirada de Estuardo proyectaba confusión y decepción por
la perorata de Laura, y ella, debido a su respuesta, echó a reír, pues notaba
en la expresión del chico desconcierto, pero uno muy peculiar. La risa le
provocó a Laura dolor en su estómago, y tosió por ello, a lo que Estuardo la
socorrió intentando levantarla --- déjame ayudarte.
La ayudó a levantarse, y caminaron
despacio con todo la lluvia cayéndoles encima. Llamaron a los papás de él para
que los recogieran y les explicaran la situación. Entre los brazos doloridos de
Laura y su mejilla ensangrentada, en el interior del chico se formó una especie
de sensación extraña, una diferente causada por las palabras de Laura “no
puedes y ni debes evitar que caigamos, pero sí puedes estar ahí, como bien
dijiste, estar ahí como apoyo y recordarnos que siempre hay un amanecer después
de la oscuridad. Eres un ser humano, no un…chico
increíble o un súper-chico”.
Regresaron a la entrada del colegio.
Sorprendente y maravillosamente, la lluvia cesó a los diez minutos, dando paso
a un cielo despejado, azul y hermoso. La metáfora es buena, hay que
reconocerlo, pero no sólo es lo importante a señalar: Estuardo había aprendido
grandes cosas ese día, y estaba dispuesto a aprender todo lo que la vida
continuara enseñándole.
Parado, en posición desafiante y
humilde, observaba el cielo con una sonrisa, la sonrisa más cautivadora que
Laura le pudo haber visto jamás. Ellos, a partir de aquel día, se volvieron
buenos amigos y nada más, pero más interesante aún el hecho de que ella le
aportaba muchas cosas al chico, sobre todo la idea de aceptar la verdad: debían
dejar que pasara lo que tuviera que ocurrir.
Estuardo aprendió que no podía
evitar el camino del dolor, no podía predecirlo, decir algo al respecto, las
mujeres, los hombres, el ser humano en general implicaba un doloroso y
grandioso proceso de aprendizaje. Así pues, cerró los ojos y aprendió que no
podía hacer nada para cambiar eso, pero sí podía estar para apoyar a las que
pudiera.
FIN.
Está chido el cuento y subrayo dos detalles:
ResponderBorrar1) Apuraste el nombre de 'Javier' cronológicamente respecto a la sucesión de eventos. (Lista de asistencia)
2) Pobre chavo, lo mandaste la 'Friendzone' bieeen cabrón.
Cheerio
Jajajaja, dejando eso de lado espero la historia sea valorada del modo en que busco: que la mujer sea respetada y vista como un ser semejante, con visión, proyectos, sentimientos, ¡todo!
Borrar¿Existe el nombre de Estuario? Y la descripción... espero que no te hayas proyectado en el personaje 😅. Me gustó tu cuento, incluso más que “Una Importante lección”. Dices cosas muy bonitas respecto a cómo los hombres deben ver a más mujeres. Pero más me encantó el final realista que le diste. Juraba que Laura y Javier terminarían siendo pareja, eso habría sido muy predecible, pero escribiste algo mejor. Felicidades. Tal vez deberías trabajar en un libro que tenga muchos pequeños cuentos. 😊
ResponderBorrar¿Existe el nombre de Estuario? Y la descripción... espero que no te hayas proyectado en el personaje 😅. Me gustó tu cuento, incluso más que “Una Importante lección”. Dices cosas muy bonitas respecto a cómo los hombres deben ver a más mujeres. Pero más me encantó el final realista que le diste. Juraba que Laura y Javier terminarían siendo pareja, eso habría sido muy predecible, pero escribiste algo mejor. Felicidades. Tal vez deberías trabajar en un libro que tenga muchos pequeños cuentos. 😊
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