Seminario de Tesina
Título: Ejemplificación del súper-hombre en
Raskólnikov.
Enfrentado ese individuo de su
nihilismo en su condición: el súper-hombre tiene la opción
de re-crearse, aun con implicaciones riesgosas, las cuales re-afirman la
naturaleza del súper-hombre en relación a la muerte de Dios; encontramos a un
ser que se auto-destruye y, simultáneamente, se re-afirma en su esencia
personal. Este modelo del súper-hombre y la crisis personal, en su dicotomía
nos lleva a suponer que el individuo tiene la única opción de continuar su
camino sin un retorno evidente que lo lleve a una salvación predeterminada de
sí mismo.
Ésta supone un camino en su vida
que está lejos de resoluciones temporales. ¿Será que Dostoievski propone un ser
humano cuyo camino sólo ofrece extremos en su soledad interna? Este
problematización narrativa lo presenta Dostoievski en su obra Crimen y Castigo ejemplificado en
Raskólnikov, cuyas acciones aportan interrogantes que reflejan dilemas
concretos desde un ángulo filosófico asumido desde la literatura. Ahora bien,
surgen interrogantes como: ¿Será el mal lo que conduce al súper-hombre a
originarse? De ser así, ¿sería posible disolver la cohesión entre la conciencia
y el mal? ¿Podríamos pensar en un principio identitario del súper-hombre en
ausencia de Dios? De suceder esto, ¿qué sucedería con la humanidad del otro en esta afirmación del súper-hombre?
Es por esto, que la obra
seleccionada resulta el ejemplo y base perfecta para argumentar mi posición en
torno a la elección. El tema final son las relaciones humanas y su
compleja estructura, y para ello comenzaré con el primer paso que las conforma:
la individualidad personal, algo que forma parte crucial de nuestra vida
cotidiana, que se complejiza todo el tiempo.
Así pues, en una época de crisis
donde no hay cabida para miradas al cielo que se erige sobre nosotros día a día
desde el principio de los tiempos, llega Friedrich Nietzsche a expresar sus
ideas, sus verdades, a tratar de hacernos ver el error en que hemos caído como
sociedad deseosa de tener algo a lo cual aferrarse. Es doloroso cuando tenemos
dentro de nosotros verdades que aparentan ser inherentes, pero cuando llega una
mano a arrancarla como goma de nuestro interior, de nuestro ser, nos duele
evidentemente.
Como
un puñetazo en pleno rostro, nos tambaleamos perdiendo el equilibrio personal y
emocional de manera efímera. Aquel golpe de verdad se nos revela como una
verdad prohibida, quizá exagerada, pero que viene acompañada de fundamentos tan
sólidos que nos hacen dudar por un solo momento, hasta en lo más recóndito de
nuestro espíritu humano, que nuestra realidad no es como se nos presenta, provocándonos
el simple cuestionar de una verdad que creíamos absoluta desde el inicio de
nuestra existencia. Inmóviles del asombro, creemos que todo es una falsía.
Sin saber qué hacer o qué decir
ante tan inesperado suceso que presenta a un sujeto cuya identidad nos es
desconocida de momento. Nos atrevemos a cuestionarle, instintivamente, ¿quién
es él para derrumbar nuestra más grande creencia, nuestra mayor verdad? Ah,
¿pero qué creen? Que ese sujeto afirma conocer nuestra esencia humana mejor de
lo que esperábamos, y encima de que reunimos el valor para hacerle frente, no
muestra piedad alguna y nos muestra una senda distinta: un nuevo camino
comenzado por el deseo de un hombre que quiere seguir la verdad interna, su
verdad.
Levantamos nuestra mirada al cielo
como pidiendo algún milagro, algo que nos indique que todo es un mal sueño y
que estamos dentro de un entorno que resulta ser verdadero, el cual nos ofrece
posibilidades, sueños, realidades, elementos, herramientas o cosas que nos son
asequibles y que nos garantizan una vida feliz y duradera. Pero entonces, llega
ante la multitud un misterioso sujeto envuelto en una manta negra cuyo rostro
no conseguimos ver, y con una mano como salida del infierno, se atreve a
proclamar que la verdad sobre la que descansamos no es otra cosa que una vil
mentira.
CAPÍTULO 1. EL SÚPER-HOMBRE COMO
CREPÚSCULO MORAL
“Desde que no hay Dios, la
soledad se ha hecho intolerable; es preciso que el hombre superior ponga manos
a la obra”[1]
Se anuncia ante el hombre la noticia de la ausencia
de un Dios en su vida. Esta ausencia implica acciones humanas alimentadas por
la angustia, sobre la cual la soledad se oculta, silenciosa; además del
desvelamiento de verdades. La necesidad de querer salir del aparente impasse en que el hombre se halla lo lleva
a cometer actos lejanos a su naturaleza humana, ¿es que ha perdido todo
contacto con Dios? Nietzsche convendría no en que lo ha perdido, si no en que
nunca hubo tal. El individuo común no es capaz de tomar medidas; acciones para
cambiar su estado, aquel estado de soledad producto por la ausencia divina.
Nietzsche
anuncia, pues, la muerte de Dios en la vida del ser humano, con lo que expresa,
a su vez, la pérdida de sentido que la posición del hombre implica en su propio
entorno cambiante. Dios representaba aquel equilibrio personal en el hombre,
pero sin Él, ¿cómo será el hombre capaz de centrar su vida nuevamente
proporcionándose un sendero específico?
“¡Ay, hermanos, ese dios que yo
creé era obra humana y demencia humana, como todos los dioses! Hombre era y
nada más que un pobre fragmento de hombre y de yo: de mi propia ceniza y de mi
propia braza surgió ese fantasma, y ¡en verdad! ¡No vino a mí desde el más
allá!”[2] Desde
este cariz, se distingue un rasgo psicológico que no debe ser descartado: el
surgimiento de dos mitades nacidas tras la falsa imagen de una superior en un
pedestal: Dios.
Es decir, la aparente unificación
de un ser supremo en el hombre se distorsiona y quiebra al contacto con la
verdad revelada recientemente que desafía los límites de la creencia arraigada
por siglos. Dos mitades cuya escisión se esclarece básicamente con la cuestión
del que no quiere creer lo que está frente a sí mismo y el que desea proclamar
ésa como su nueva verdad eterna.
El hombre, al percatarse de esa
ausencia, de ese vacío personal, se escinde para crear un equilibrio
intrínseco, ya que Nietzsche afirma que la religión, como parámetro divino, es
una faceta psicológica en el ser humano cuyo único propósito es envilecerlo,
dejarlo inane[3]; por lo cual la parte
fuerte de él, el súper-hombre, inherente al ser humano, surge de improviso y se
anuncia ante la mortalidad humana, limpiando la vergüenza que acarrea la soledad
dentro de su propio espíritu, guiándolo así por un nuevo sendero que lo
“proteja” desde ese estado pernicioso en el que cae a raíz de la pérdida del
fundamento de creencia en un Dios. Ese sentimiento que vuelve loco al ser
humano es lo que lo lleva a prescindir de su entorno y aniquilar aquella
imposición que conoce como “Dios”, adquiriendo aquél la capacidad de sobrepasar
las limitaciones de su naturaleza.
Pero, sin un Dios aparente, ¿en qué
se sostendría el ser humano, el individuo mismo? El siguiente párrafo lo
elucida así:
“En el cristianismo, este
proceso de despojamiento y envilecimiento del hombre llega al extremo. Todo
bien, toda grandeza, toda verdad, no aparecen más que dados por gracia. Es una
historia lamentable: el hombre busca un principio, en nombre del cual puede
despreciar al hombre; inventa otro mundo para poder calumniar y manchar a éste;
no capta más que la nada y hace de esta nada un “Dios”, una “verdad”, llamada a
juzgar y condenar esta existencia…”[4]
Podemos verlo aquí expresado de
manera más amplia. Es por esto que se muestra la necesidad de que el hombre
encuentre en sí mismo ese equilibrio que lo llevaría en la búsqueda de una
nueva verdad en el mundo que lo rodea. Pero entonces, ¿el espejo de la verdad
no vendría siendo otra cosa que la verdad de un Dios ya muerto? ¿No es la
verdad una cosa divina? Nietzsche ve en el individuo común esta esencia, la
marca del súper-hombre, la representación verosímil de la sustitución divina
que ha perdido color, sustento; con lo que no ve más sentido a este oscuro
porvenir en el cual nace este nuevo ser, dispuesto a superar las barreras
impuestas, ya que el deseo del hombre por encontrar esta nueva verdad que lo
ilumine es una actitud impelida por su evidente deseo de poder sobre sí.
A
los ojos de Nietzsche, el hombre es el espejo asequible de la divinidad, de
Dios mismo, por lo que al ver el reflejo vacío, por llamarlo de algún modo, encuentra
en éste su propio potencial limitado, latente, o quizá muerto. Al contemplarlo,
el hombre se pone a pensar que quizá esto provenga de un ser extraordinario,
uno con la capacidad de suplantar a Dios.
El hombre bien puede ser el lado
débil del ser humano, la razón misma; mientras que el súper-hombre, el lado
duro, fuerte, instintivo[5]; pero
ciertamente no distan uno del otro de manera radical, pues ambos son recíprocos
por naturaleza. El súper-hombre es al mismo tiempo un hombre en sí mismo, como
Nietzsche lo dice: “[…] no existen hombres superiores, todos somos iguales, el
hombre no es más que hombre, ¡todos somos iguales!”[6]. Y
eso no es la única la revelación de dicha verdad, pero sí provoca en el hombre
una brecha, una ruptura. Expresado aquí por nuestro filósofo: “¡Oh, hombre!,
¿hasta dónde puedes soportar el golpe que no te produce más…¿acaso puedes en la
disolución gozar, sentir el máximo de plenitud?”.[7] Para
Nietzsche no es un padecimiento la muerte de Dios, este nacimiento de la parte
fuerte del ser humano, el súper-hombre, sino que así lo quiso él más que nada
¿Cómo?
Para evitar la contrición, y darle así un matiz más significativo a este
innegable acontecimiento. Nietzsche añade “Si Dios ha muerto, es que lo hemos
matado nosotros; nosotros somos los asesinos de Dios”.[8] Sin
embargo, dicha aseveración, si nos detenemos un momento a analizarla,
encontramos que carece de sentido, ¿por qué?, pues porque, naturalmente, matar
a Dios es matar al Dios que vive en
nosotros, en nuestro interior; no sería entonces, ¿cómo matar una parte de
nosotros mismos?
Nietzsche
sostiene que, en el momento que el hombre se da cuenta de la naturaleza de su
“otra mitad”, su lado humano se empobrece para dar más cabida a su naturaleza
extraordinaria, el súper-hombre. Como lo explica a continuación: “La naturaleza
es de tal contextura, que señala por todas partes un Dios perdido en el hombre
y fuera del hombre”.[9]
Tal
parece que el hombre no necesitaría, ya no digamos encontrar a Dios, sino sabe
si siquiera está Él allá afuera, en su entorno; esperando su presencia. Al
eliminar esa necesidad, mata el deseo de acercamiento a Dios, por tanto, la
pérdida de sentido se encuentra sólo en el hombre, no en el entorno ni cerca de
él, sino en él.
Con
esto sería claro que Nietzsche busca abrirle los ojos al hombre[10],
convencerle del vacío en que se ha metido por la necesidad de buscar algo que
lo trascienda; pero ante tal situación es que surgen dos tipos de hombres: los
creyentes y los ateos vulgares. Al convertirse el hombre en portador de su
propia verdad y pregonarla del modo que lo hace, sucede que los primeros, es
decir, los creyentes, reciban esa “verdad” tal cual; mientras que los segundos
– ateos vulgares - la ignoren. Sin embargo, en ambos casos el mensaje en sí
mismo es arrancar la mentira del contexto y modo en que se ha divulgado.
Evidentemente,
Nietzsche desea pregonar la verdad que contrarrestaría la mentira sobre la
presencia de un Dios, pero tampoco se porta como un hombre violento que arranca
personalmente las falsas creencias de ambos. Por más que desea transmitir su
verdad, su voluntad se apega más al respeto, expresándolo así: “Tened cuidado,
no sea que al revelaros mi secreto os robe vuestro tesoro”.[11] La
cuestión del caso es cómo se conduce éste, pues él mismo se ve como un loco portador
al intentar evidenciar la “desnudez de la verdad”.
Ahora bien, ¿cómo abrirle los ojos al hombre
si el hombre mismo no quiere hacer eso? Nietzsche se da cuenta de que ha
llegado a una etapa adelantada a su momento, pues cree que es muy pronto para
destruir la mentira. Expone: “este suceso enorme está todavía en camino, en
marcha, y no ha llegado todavía a oídos de los hombres”.[12] ¿Y
si llegara? ¿Y si pasara algo en la profundidad de la certeza humana? Por ende,
si hacemos caso a esto, diríamos que el hombre sufriría un terrible golpe de
veracidad que incluiría un cambio en su naturaleza, una brecha, una quebradura,
como decíamos más arriba. El hombre mismo debe superar esta pérdida y reconocer
su camino y su gracia. Aquí establecemos que, aunque hombre y súper-hombre no
son lo mismo, poseen una unión, un vínculo que los acerca con relación a la
ausencia de un Dios personal.
Si bien tenemos nuestras hipótesis que sirven de guía para explicar el
proceso de cómo surge el súper-hombre, no debemos prescindir que el adagio
nietzscheano “Dios ha muerto” implica que el hombre mismo tiene esta necesidad
de darle paso a su lado imponente para poder crear esa nueva imagen, esa nueva
realidad a la cual admirar, seguir. Ahora bien, como dice Nietzsche un pasaje
más adelante: “¡Ante Dios – Mas ahora ese Dios ha muerto. Y ante la plebe
nosotros no queremos ser iguales. ¡Vosotros hombres superiores, marchaos del
mercado!”.[13]
El
súper-hombre de Nietzsche conlleva ciertas implicaciones al entorno en que aquél
surge. Como súper-hombre que es, por naturaleza, rompe las barreras, las
imposiciones de su tiempo, tomando conciencia de quién es y qué es capaz de
lograr en su entorno; tomando a consideración que no hay un “Dios” ahí para
observar o intervenir, ¿debería de hacerlo? Pero entonces, ¿sería el
súper-hombre una representación de una moral que está decayendo? O más
importante todavía: ¿Qué clase de moralidad representaría el súper-hombre?
1.1.- Nihilismo y Súper-hombre.
Retomando lo que decía arriba, el súper-hombre
se ve situado en una especie de nueva representación del mundo; considerando ya
de antemano la ausencia de un Dios en la vida del hombre. Nietzsche, al darse
cuenta de lo adelantado que se encuentra, toma consideración de la naturaleza
que este cambio representa, pues eliminado Dios se pierde el horizonte que el
hombre veía a lo lejos como parámetro de salvación, de finalidad.
Ya
no hay un Dios en el cual creer y el hombre ha perdido ese refugio del que
disponía, entonces, ¿en qué estado o posición se encuentra o se verá sumergido
ahora? Entre otras cosas, esto presupone una mirada suspicaz al contexto
valorativo en que el hombre se halla, pues eliminando a Dios del horizontes se
cuestiona qué nueva moral se seguirá ahora que no está él aquí. La caída del
cristianismo implica una reformulación axiológica necesaria que remonta a un
“arraigo filosófico” determinado, donde el hombre se deja guiar por esa razón
representativa de la moral cristiana.
En
otras palabras quiere decir que el hombre, en la efímera conciencia de su
cambio, voltea a su pasado cotejando lo que está haciendo y al mismo tiempo
tomando obra de ello para continuar su recorrido. Necesidad de tener en cuenta
lo que se deja de lado para poder visualizar su camino. A la inversa de eso,
Nietzsche planea devolver, como ya dijimos, la verdad al hombre, pero, ¿qué es
aquello que se oculta tras esta verdad? Al perder de vista la razón divina, el
hombre mismo libera su lado fuerte, instintivo; el súper-hombre. Podría ser que
los creyentes y los ateos se volvieran a este hombre con una pretensión visionaria
que trascienda su propia razón, la razón humana, de su propia naturaleza. Ante
la simple cuestión de que un acompañamiento tan grande como Dios podría serlo o
representarlo, Nietzsche ve que Dios no puede tal cual desaparecer de la vida
del hombre, por lo que asume que vive, de alguna forma, dentro de éste.
Por
otro lado, tenemos ante nosotros un nuevo escenario[14] que
se anuncia ante el hombre con propósitos distintos respaldados por un nuevo fundamento,
una pérdida de significación ahora que la presencia divina se ha ido. Si
podemos decir que Dios representó para el hombre alguna clase de experiencia, y
ha sido derrumbada anticipadamente por Nietzsche, entonces, ¿en qué nuevo tipo
de religión se sumergirá el ser humano? Y más acuciante todavía, ¿qué nuevo
tipo de creencia surgirá en el hombre mismo? Precisamente en este punto
Nietzsche habla de un egoísmo sin
temor a usar tal palabra, puesto que afirma que dicha afirmación podría llegar
a desvelar algo e incluso sustituirlo, siendo así a Dios en la etapa
Post-Moderna.
Sin
embargo, hay que especificar que las nuevas causas en la situación del hombre
en su aparente nuevo entorno no permiten ver una clara gama de respuestas que
sirvan de base para entender qué le pasa, lo que lo deja en un estado neutral
de creencia donde no sabe cuál seguir y se ve incapacitado para adoptar una
postura específica. Esto conduce a la idea de que en el hombre mismo nace una
especie de neo-creyente, pues resultaría impensable que el hombre pudiera dejar
de creer de instantáneamente.
No obstante, sí hay una
interrogante que no se debe descartar: ¿Cuál vendría siendo el valor del
neo-creyente? ¿Sobre qué parámetros axiológicos se basa él para continuar en el
camino de la nueva creencia? La crítica que Nietzsche aborda en relación al
cristianismo en su totalidad o por lo menos la nueva creencia a la que se
dirige el hombre, va encaminada a la cuestión que apunta a la identidad de Dios
como figura primaria, particular e identificadora del hombre, con la pretensión
de que dicha figura lo oriente a una realidad en sí misma. He aquí otra
cuestión: ¿A qué nueva realidad será guiado el hombre sin la visión misma de
Dios?
Entonces Nietzsche se enfatiza por sí sólo en
esta faceta del camino del hombre, pues, como ya dijimos, su propósito es
devolverle al hombre el sentido de su existencia partiendo de sí mismo, abrirle
los ojos ante el nuevo mundo que se ha anunciado aun cuando éste no se dé
cuenta de ello. Dejamos de lado el mundo de Dios ya quebrado, el mundo de
afuera, para centrarnos en los cambios del mundo del hombre, en el hombre
mismo, lo que ocurre dentro de éste. Nietzsche ve esto como la oportunidad del
hombre para recuperar su sentido en un contexto donde parece ya no creer en
nada ahora que su “fundamento” más fuerte, o sea Dios, ha perdido el peso, el
sentido mismo en que se encontraba.
Esto
nos remite a cuando Nietzsche afirma que Dios es el espejo del hombre, pues
esto es la metafórica intención de Nietzsche por hacer ver que el hombre está
cayendo en falacias al intentar interpretar o darle una imagen falsa al mundo
que lo rodea, en lugar de interpretar o reformular su propio mundo en proceso,
como se expresa aquí: “Querer darse un mundo a su imagen, querer mirarse a sí
mismo en el mundo testimonia un quererse a sí,
una voluntad de precaverse contra toda perdición, de salvarse”.[15]
Entonces,
el concepto que surge del neo-creyente dentro del hombre lo lleva a su propia
auto-transformación en el ya renombrado súper-hombre. Un súper-hombre disuelto
y formado a la vez por su voluntad, por su deseo de trascender el límite
humano. Una consolidación incompleta aún, debido al proceso de desengaño por el
que el hombre está pasando. Dicha disolución muestra, de manera sutil y lenta,
que aunque el súper-hombre esté en su formación a raíz de la ausencia divina,
el hombre mismo sigue concientizándolo, por ende el súper-hombre sigue siendo
imagen interna, no lo trasciende del todo aún.[16]
Esta
moralidad en crisis dentro del hombre nos conduce a la reflexión acerca de la
consolidación personal por la que el hombre mismo sufre. Al perder el hombre su
creencia en el ser divino, su mundo personal dimensional adquiere otra
significación para consigo mismo y con el mundo. Las consecuencias que se
generan caen de lleno ante el cristianismo como un conjunto de falsedades que
reclaman su re-estructuración en la nueva realidad.
Más
aún con esta plataforma ideológica en que el hombre se desplaza buscando un
sitio donde re-acomodarse, pues su pronta transformación le exige una
centralización personal donde Dios dejó la suya. La mirada que el hombre mismo
adopta, obtenida tras derrumbar la gran falsedad se ve asediada por las
categorías de la creencia en el resto de las personas, cuestionándole su calida
humana cotejada con el súper-hombre, quien va tomando terreno a medida que la
ausencia divina va dejando su rastro.
Así pues, la no creencia va ganando terreno en
la vida del hombre al mismo tiempo que su contra-parte, el súper-hombre, se
re-afirma dentro de aquél al generar más vigorosamente la duda en su interior. Siendo
así, la idea del súper-hombre – sustituto nietzscheano de Dios – no es sino
prueba de un mismo deseo ambiguo que proclama la negación de la eternidad y al
Dios del cristianismo, lo que lo conduce a un nuevo modo de religión
fundamentada en la eternización cíclica del hombre consigo mismo.[17]
¿Cómo
concebir ahora, pues, nuestro “nuevo” mundo? ¿Qué orden le damos a la vida
misma? ¿Estamos situados en alguna nueva clase de religión atea? Sea o no una
religión debo aclarar que ésta se organiza de un modo racional conquistador que
arroja al horizonte humano todo aquello que no puede contener. Así es como
también se pierde el conjunto de verdades que ya no tienen cabida alguna en el
espíritu del hombre ahora sustituido por su lado fuerte.
El
nuevo vigor que adquiere el hombre al ser el constructor de su propio terreno
lo lleva a entusiasmarse con la realidad que se forma a su alrededor, una
realidad construida por una nueva razón.[18] Éste
es uno de los cambios consecuentes ante la ausencia divina en proceso, y eso,
según Nietzsche, abre paso a tres cuestiones esenciales que serán,
primariamente, explicadas en una metáfora hecha Strauss: este entorno de la
religión y el mundo en que ésta se desarrolla, nuestro filósofo lo contempla
como un hermoso jardín (el mundo) y un cielo cambiante aparentemente verdadero
(religión).
Partiendo
de la metáfora arriba expuesta, Nietzsche ve que el jardín necesita un nuevo
cielo, recrearlo y darse cuenta que no le corresponde a su naturaleza.[19] El
cielo que se cierne sobre aquella tierra no cuadraría, no correspondería al
jardín se ubica debajo. Este cielo – la religión dentro de la metáfora – se
encuentra ahí para resaltar al jardín, pero Nietzsche está de acuerdo con
Strauss en que el cielo decoroso está de más, no se puede aprehender por sí
mismo.
Las
razones para buscar una nueva religión se encuentran fuera de ésta, pues sería
inútil volver al plano teológico precedente. Es aquí donde se observa que lo
planteado no es propiamente un reivindicar la fe a su antiguo estado, sino una
forma de re-formularla; cambiar el cielo poco debido a uno que congenie con el
jardín ahora reluciente. Un nuevo cielo no garantiza la mejoría de la vista al
jardín o a cualquier segmento del mismo terreno, por lo que sería necesario
conocer la naturaleza de ese cielo incierto y cambiante a uno que asegure un
jardín veraz y certero.
El
súper-hombre se inserta en este contexto promoviendo una serie de propuestas ante
esta aparente religión que continúa como espíritu latente dentro de la
profundidad humana. Desear un nuevo cielo obliga a reconocer que ninguno de los
que se ciernen sobre el jardín es lo suficientemente eficiente para que éste
reluzca adecuadamente. Al decir esto situamos al súper-hombre en el precepto de
que él debe forjar ese nuevo jardín, que en este caso vendría ofreciendo nuevas
decoraciones – preceptos en la vida humana – que conlleven una certeza al
hombre.
Entonces,
si pensamos que este “cielo-jardín” constituyen el advenimiento de una etapa en
la que el hombre deja de creer en algo que estuvo ahí, dando paso
subconscientemente a la no creencia que se cierne sutil y silenciosamente sobre
la vida del hombre mismo, despojándolo a un terreno donde no sabe qué pensar o
a dónde moverse.
Sin
embargo, ¿puede llegar a pensarse que este nihilismo
en que se ha sumergido el hombre provee alguna clase de nueva fe? Si es así,
¿de qué tipo? Porque para ello estaríamos hablando de que lo que sustenta este
cambio es algo que fundamenta sólidamente esta nueva fe, esta nueva religión.
La hipótesis está ahí; de ser así, ¿qué sería? Hablamos aquí de una dicotomía
presente que tal vez no se anuncia de manera enfática, pero poco a poco va
ganando terreno dentro del hombre mismo: lo que esta fe representa y la ciencia
moderna misma que también lucha en este dilema humanístico.
Como
dijimos en el apartado anterior, la verdad que el hombre desvela por llegar a
una faceta de su camino en brecha provoca que su alrededor se divida en dos
clases de personas: neo-creyentes y ateos vulgares. Bien, partiendo y
regresando a esta idea tenemos una situación aunada al contexto que estamos
presenciando: ambos tipos de hombres marcan de manera sutil la dirección acerca
del nuevo cielo religioso que se presenta ante el hombre, logrando así una
capacidad de discernir necesaria que implica cambios fundamentales en éste.
Tenemos ahora este contexto de alguna forma
establecido, formado: el súper-hombre surgiendo como equilibrio ante la caída
de la creencia más fuerte en el hombre; así como los ateos y los que buscan
algo nuevo en qué creer. Ahora el siguiente dilema en que nos situaremos es
cómo se desarrolla el súper-hombre pero con la cuestión individual en sí misma.
1.2.- Súper-hombre como
afirmación de la voluntad individual.
En el lazo divisorio que une y aleja
simultáneamente al hombre y al súper-hombre encontramos la cuestión de cómo se
da dicha subsistencia. Como se ve en Zaratustra:
“¿Cómo se conserva el hombre? ¿Cómo se supera el hombre”? [20] Como
lo expresa Nietzsche aquí, el hombre se conserva a sí mismo manteniendo su
estado; pero se supera liberando su lado fuerte en el nuevo contexto carente de
un ídolo al qué seguir.
Ese
jardín que se cierne sobre la vida misma, buscando ese ídolo en la nueva cara
del hombre que ha recuperado su confianza y su fe en sí mismo, viendo el
horizonte despejado. El súper-hombre tiene más, da mucho más. Si vemos ese
lejano paradigma en la profundidad humana notamos que la carencia es al mismo
cubierta por la voluntad del hombre mismo. El hombre y el súper-hombre sostienen
ese vínculo porque uno es el fundamento sólido que el otro necesita para
surgir, al mismo tiempo que mantiene a aquél en el lugar en que está.
Además
de la ausencia divina, hay otros factores en el contexto que demandan la
esencia del súper-hombre mismo. Más aún vemos que éste es hombre mismo a la
vez, y es por ello que lo refuerza por voluntad personal. La esencia del
súper-hombre impulsa al hombre mismo a sobrepasar sus propios límites
personales. Esa fuerza interior que lo lleva, que lo re-afirma de alguna forma
lo hace trascender lo social, la norma impuesta bajo la falsedad precepto
divino desvanecido en la conciencia individual.
El
súper-hombre, por esencia, es causa y representación de algo más para el
hombre. Es sustento de su propia existencia. En medio de la masa que se divide
ante la crisis del nihilismo; surge esa necesidad personal de ir más allá ahora
que las barreras impuestas no parecen ser un obstáculo para la humanidad. Las
hazañas del súper-hombre enfatizan y remarcan la esencia misma del hombre,
subrayándolo por encima de lo que le rodea.
Ese
algo más que el súper-hombre representa para el hombre mismo es el deseo de
querer superar el límite personal que incluso él mismo trae. Afirmarse como tal
implica la apertura a un nuevo camino donde el súper-hombre funge como guía y
promotor del hombre personal, el que no está dispuesto a ir más allá, pero que
a la vez mantiene ese deseo.
Esto
sucede por lo siguiente: “La absolutización de las tareas más banales las
desvaloriza también a ellas, hasta el punto de que el hombre moderno, olvidado
de los más decisivo, vive en un mundo vacío de significado o en preocupaciones
tan fugitivas e inconsistentes, que la palabra misma de
<<experiencia>> no significa ya nada para él” [21].
Visto así ya podemos entender más ampliamente que todo se centra en lo que
sucede en su interior, en lo que pasa dentro.
Las
pérdidas de creencia están dentro de él, y eso es justo lo que lo motiva a
trascender barreras, campos, fronteras; con ayudar del súper-hombre el hombre
mismo se ve inmerso en el camino por constituirse ante sí y los demás. El
explicar este nuevo camino que el súper-hombre recorre es también explicar esta
nueva religión que conlleva de antemano la denuncia de lo que ésta realmente
es, puesto que Nietzsche provee que quizá también esté llena de máscaras que
pudieran distorsionar nuevamente la realidad que el hombre ha descubierto
ahora. Pues bien, el que en este punto Nietzsche se meta en esta
caracterización religiosa debe contraponerse con el esfuerzo del súper-hombre
por lograr su cometido.
No
es el único actuante aquí, ya que las dos clases de hombre de las que venimos
tratando además de la ya bifurcación del hombre y su mitad, el neo-creyente,
específicamente hablando, tiende a lugar un papel más enfático justo aquí.
Ambas clases de hombre miran al súper-hombre como el siguiente sucesor de la
nueva era de creencias, después del nihilismo,
pero, ¿está éste a la altura de la expectativa creciente? Hablamos de las
voluntades que llevan al súper-hombre a continuar el camino bajo su propio
juicio y al neo-creyente a confiar en que aquél podrá llenar ese vacío,
proporcionar un nuevo y prometedor horizonte.
Aun
tomando en cuenta qué creó al súper-hombre éste se reafirma, como ya dijimos, a
través del hombre mismo, quien pone en cuestión su propia naturaleza para medir
sus capacidades en torno a la nueva posición que se erige sobre él, desafiando
la naturaleza misma de su creencia personal y de la religión misma.
Lo
dice así: “Así pues, esta certeza optimista
hacia la racionalidad del mundo, que confunde racionalidad lógica y
bondad intrínseca, no es más que una amarga ironía en presencia de los
sufrimientos sin número de la humanidad”. ¿Sería así que el hombre, o más
todavía el súper-hombre, confunden sus caminos llevando a una incertidumbre en
la que el neo-creyente debe discernir el camino que aquéllos toman? Es claro
que el súper-hombre, de no tener claro su camino, no sería lo que es, sin
embargo, no excluye el hecho de que se atreve, impulsa lo que es y lo que
conoce por tener miras a la cercanía de una existencia humana.
Pero
para alcanzar dicha perfección humana el neo-creyente debe basarse o cuando
menos tener presente lo que alguna vez fue la creencia divina, antes del
súper-hombre. Para poder observar mejor los pequeños acontecimientos que aquí
se presentan es necesario situarnos en el contexto histórico-cultural del
hombre mismo, para así entender desde una óptica más intrínseca qué lo lleva a
convertirse en el súper-hombre manteniendo su esencia tal cual.
Para
ejemplificar eficazmente, tomaré otra metáfora. Nietzsche utiliza el ejemplo de
un pantano tratando de reflejar la horrible realidad oculta que se cierne sobre
nosotros hasta que se erige reclamando lo que debe ser. Como lo expresa aquí:
“Ante todo, concebirse como lo único real y tratar su realidad como la medida
de la razón en el mundo”.[22] Entonces,
tomando la hipótesis del pantano como parámetro de la realidad que Nietzsche
concibe entendemos la parte de las máscaras que él se esfuerza en enfatizar, o
más aún, develar tras el falso horizonte que sólo con la voluntad del
súper-hombre puede escindirse hasta desaparecer.
Más
allá de un ornamentado jardín con un dudoso cielo, tenemos un pantano que nos
esforzamos en eludir puesto que su representación viene siendo demasiado
grotesca para nuestro gusto, pero será impostergable. ¿Acaso es así con todo lo
que nos rodea? No necesariamente. La moral que gobierna nuestro entorno y que
inclusive estimula al hombre en su “súper-faceta” habla de algo que debe ser
modificado, mas no eliminado. Si la metáfora del pantano resulta ser otro
paralelismo (es decir, si el cielo del pantano representa ese supremo
enaltecido como lo mejor y como portador de respuestas satisfactorias y a lo
cual adorar como lo más grande, entonces tenemos la necesidad de mirar un nuevo
cielo más prometedor, opuesto a la senda religiosa en su estado actual,
entonces tenemos una religión absurda en contraposición con lo que conocemos
como fe.
El
súper-hombre una vez logrado su objetivo, tomando en cuenta las metáforas del
cielo, el pantano, los ateos vulgares y los neo-creyentes. El súper-hombre,
recordamos, es al mismo tiempo hombre, porque Nietzsche acentúa un elemento de
manera especial: el olvido del ser humano de su tragedia personal para
sobrepasar aquellos límites necesarios para poder dar al mundo una nueva
verdad, una que sirva de fundamento para reformular lo falso, lo dañino.
Tiene
que superar estas barreras, pero también acepta que no puede prescindir de su
fundamento, de lo que lo hace ser lo que es: el hombre mismo. Así pues,
finalmente, dado que el súper-hombre posee esencialmente su fundamento en su
principio, en origen, que es el hombre, no tiene más que mostrar su camino a
los que ha dejado atrás para forjarlo, pero al mismo tiempo no pierde de vista
que se ha anunciado ante él un horizonte particular, lleno de nuevas
interrogantes y cuestiones que desafían su naturaleza en el sentido de que no
puede olvidar quién es…así como tampoco cuál es su propósito.
1.3.- Voluntad y Transvaloración.
Como se comentó en el primer apartado[23],
Nietzsche supone que la esencia divina no puede desvanecerse tal cual, después
de un inmenso y prolongado arraigado cultural que implica un cambio radical en
la vida del hombre, por lo que propone la hipótesis de que la representación de
Dios en la vida del hombre es algo tan intenso, tan poderoso que asegura éste
vive dentro del hombre mismo, pues para bien o para mal implican una mutua
necesidad escindida.
Nuestro filósofo exclama con arrogancia: “Es
un pensamiento que tuerce todo lo que es derecho”.[24] Con
esto quiere decir que la imagen de Dios en el hombre es lo más nocivo que tiene
éste de aquél. En lugar de ser una representación benéfica para sí mismo, es
todo lo contrario, pues el Dios arraigado culturalmente lo aleja de la verdad
interna, su verdad. Como un cáncer
latente sin ser visto y que carcome al hombre poco a poco.
Esto
deja a reflexionar la cuestión que apunta no a probar la existencia de Dios,
sino a cómo ha podido Él lograr sembrar esas “semillas” en el hombre,
haciéndole creer que lo que lo rodeaba era verdad. La mano del destino; el
recorrido que el hombre realiza siendo un súper-hombre se anuncia con el paso
del tiempo, demostrando que ninguna verdad es más fuerte que la voluntad del
hombre por incorporar su propia verdad a la realidad que se le presenta todo el
tiempo.
Pero
ese periodo, ese recorrido no destruye una imagen predispuesta, ya formada,
sino que simplemente la deja en un punto distante en el corazón del hombre,
pues el olvido resulta ser un elemento difícil de sobrellevar. El hombre mismo
sabe que, aun cuando intente eliminar por coraje o desapego al Dios que lo
“acompañó” mucho tiempo, no puede soltarse de él tan fácil, como un niño no
puede soltarse de su padre al momento de aprender a caminar.
El
recorrido que el súper-hombre realiza simboliza, de entre todo lo que ya hemos
mencionado, una metáfora más: el deseo por quebrar lo que parecía imponerse
sobre nosotros de manera tajante podría haberse visto como una pequeña jaula
donde somos el ave que desea escapar, ser libre y vivir conforme a sus propias
doctrinas o verdades, pero ese cambio radical no es tan simple. Requiere mucho
esfuerzo y un proceso complejo que re-establezca nuestra verdad al margen de lo
perdido, de lo que fue vedado a nuestro espíritu en la más silenciosa de las
maneras.
De
la misma manera el hombre siente ese impulso que lo conduce instintivamente al
súper-hombre, como si fuera un sueño donde fuera conducido por algo que no
logra comprender pero que a la vez no puede evadir, y esa decisión marcaba el
rumbo de su destino, de su camino, desvelándole una verdad que a simple vista
le parecía inconcebible, pero que, con el tiempo, llegaría a entender,
comprender y más aún a aceptar.
Aceptar
una verdad, y más una tan compleja requiere tiempo. Más porque ésta constituye
parte crucial, si se desea ver así, de nuestra cotidianeidad. Es por ello que
el hombre toma tan drástica decisión. Si va a vivir bajo la sombra, la guardia
de algo que no está ahí, se prepara para forjar su verdad aun cuando implique
olvidar lo que deja, y más por lo que va. El sacrificio de la costumbre que el
hombre ha dejado atrás bajo la identidad del súper-hombre caracteriza una etapa
donde intervienen una serie de transvaloraciones humanas en compensación de la
carencia y el equilibrio intermediarios.
Las
barreras se alejan y con ellas el hombre de su antigua posición para entrar en
el pantano de mal aspecto que no conocía pero que aceptó conocer con el fin de
acercarse a la verdad. ¿Es que ésta es tan aborrecida que preferimos un jardín
cuyo cielo no ofrece respuestas concretas y placenteras? Una buena forma de
explicar el deseo de salir del pozo para abrazar con alegría y regocijo un
nuevo cielo satisfactorio y lleno de la verdad irrefutable.
El
ateo busca en qué refugiarse, mientras que el neo-creyente espera que el
súper-hombre luche por otorgar una verdad suficientemente fidedigna que ampare
y respalde el error que ha descubierto, intentando argumentar sobre algo que
fue refutado con asombroso atrevimiento; el hombre se siente responsable y
miedoso al mismo tiempo, lo que da seguimiento al súper-hombre a continuar su
travesía, pues él es el sentido de la tierra, la tierra que ha dejado atrás
para buscar lo que le devolvería su paz, la paz misma del corazón del hombre.
CAPÍTULO
II
ANÁLISIS DE LA CONCIENCIA COMO SÚPER-HOMBRE
DESDE EL PERSONAJE DE RASKÓLNIKOV.
Introducción.
En la segunda parte de este recorrido que
relata el proceso de transformación del hombre en el súper-hombre nietzscheano,
donde los segmentos sociales toman pauta y partida en esta definición de la
individualidad personal como promotora de la esencia humana indefinible. El
súper-hombre ha iniciado su recorrido, un camino, un destino que lo definirá
permanentemente.
Nos
hemos introducido de manera concreta en las fronteras que dividen la esencia
humana inducida o limitada por el miedo y la esencia corrompida y valerosa que
compone, estructura y define al súper-hombre. En este apartado, para continuar
la explicación filosófica de Nietzsche acerca del súper-hombre, nos detendremos
ampliamente en la ejemplificación que Dostoievski hace de Raskólnikov, su
personaje central que puntualiza de manera paulatina el concepto de
súper-hombre en busca de su verdad.
Crimen y Castigo gira en torno a Rodión Raskólnikov. El protagonista es un estudiante
que apenas tiene para sobrevivir, ni siquiera a través de los esfuerzos de su
madre Pulquería y su hermana Dunia. Rodión se indigna con Dunia porque quiere
casarse con un abogado,
y él sabe que el matrimonio es por interés, para ayudar a Rodión. Así que tiene
la idea de matar y robar a una vieja usurera despiadada
que guarda mucho dinero en su casa.
Raskólnikov se ve obligado a asesinar también a la hermana de la
usurera Aliona Ivánovna, Lizaveta, ya
que lo sorprende en el lugar del crimen. Pronto la policía se
pone a investigar el caso. El protagonista,
como persona
que usó los servicios de la usurera, es interrogado por el comisario,
que sospecha de él como uno de los autores e intenta sorprenderlo con preguntas.
Ello inquieta mucho a Rodión.
El crimen
deja a Rodión en gran confusión, se debate consigo mismo sobre si su acción ha
sido buena o mala. Confiesa a su amiga Sonia, una muchacha pobre y buena, las
razones de su crimen. Rodión no confiesa a su hermana el crimen, por lo menos
no en los términos que sí lo hizo a Sonia. Quien entera a Dunia del crimen, es
Svidrigáilov, en el transcurso de una entrevista llevada a cabo en su propia
habitación (días antes, éste envía una carta a Dunia en la que le expresa que
su hermano es un asesino).
Tiempo después, y luego de dar vueltas sin sentido por la ciudad preso
de la embriaguez psicológica que lo embarga, Rodión es visitado en su
paupérrima alcoba por Dunia, quien con evidente amargura corrobora a partir de
la expresión de sus ojos, que los rumores sugeridos por Svidrigáilov son
verdaderos. Abrumado por las dudas sobre su acto, presionado por las dos mujeres para que
se entregue y acosado por la policía, Rodión no aguanta más y se entrega para
ser enviado por su condena a trabajar a Siberia. Sonia
viaja desde San Petersburgo, ciudad en la que se desarrollan
los hechos de la novela, a Siberia para cuidar de Rodión mientras cumple una
condena de ocho años.
Cuestionamiento en Raskólnikov.
Comencemos con lo siguiente: ¿Es
necesario que el hombre cometa crímenes para re-afirmar su superioridad de
manera esencial en relación al resto de la humanidad? ¿Implica esa
re-afirmación tener que cruzar la línea moral como énfasis de un camino sin
retorno? O más importante y que resulta clave aquí, ¿Acaso el proceso de
transformación en súper-hombre implica un cambio de conciencia?
El personaje de Dostoievski,
Raskólnikov, se ve inmerso en un contexto engañoso donde se ve forzado a
emprender el camino para mostrarse a sí mismo lo que lo constituye. Planteado
desde esta perspectiva, surge la interrogante de: ¿Qué es lo que estimula o
impulsa, si así queremos verlo, a Raskólnikov a superar aquello que lo apresa,
que lo retiene? ¿Qué es aquello que llamamos conciencia? ¿Aquello que delimita
o esquematiza una frontera entre nuestras capacidades y nuestros límites? Este
término perteneciente a la psicología deja mucho en qué pensar, pues nos obliga
a detenernos y cuestionar la naturaleza de sí con el fin de poder entender
aquello que estimula, en este caso, a Raskólnikov en el sendero que ha tomado:
el crimen.
Ya
establecido el paralelismo que logramos vislumbrar entre el súper-hombre
nietzscheano y Raskólnikov nos aproximamos a la perspectiva que los identifica
y separa simultáneamente: la conciencia humana. ¿Qué alcances puede ésta llegar
a tener? Tomemos a consideración un enfoque más: la emoción humana conocida
como miedo, la cual adquiere mucha
importancia en este ámbito. Si contamos con este otro elemento como rasgo
natural en la esencia humana, podemos llegar a presuponer que las causas que
determinan circunstancialmente la moral humana, los actos evidentemente, son el
hecho de estar defendiendo el aspecto de que es totalmente posible cometer
atrocidades impulsados o manipulados por el hecho de querer evitar o
interrumpir una eventualidad concreta.
Un
acto implica una consecuencia, pero qué lo impulsa, qué lo conlleva es una
interrogante propia de la psicología[25]. Sin
duda la conciencia de Raskólnikov es un elemento muy perspicaz que, a pesar de
su resistencia, consigue lograr que éste actúe, ultimadamente, de la manera
idónea, sólo después de un gran escarmiento.
Aquí
vemos un resquicio de conciencia, pero, ¿cómo opera realmente ésta? O más
minucioso: ¿Por qué así? Cometemos un crimen, y depende cómo seamos es el grado
de culpabilidad y contrición que nos acecha. Pero, ¿qué pasaría si no hubiera
nada de eso? ¿Será que los límites o las propiedades de la conciencia, si lo
vemos así, marcan el control del hombre sobre el súper-hombre?
Nuestros
actos nos definen, pero, ¿cómo o por cuánto tiempo? ¿Acaso puede haber actos
que nos definan de manera casi permanente o sólo eventual? Es relativo
ciertamente, pero no deja de ser una cuestión cuya premisa ofrece una visión
hipotética potencialmente ilustrativa con un marco referencial fáctico que
dista mucho de llegar a un fin infalible. Tanto lo bueno como lo malo nos
definen, pero, ¿qué “bando” ofrece la salida definitiva?
El
súper-hombre trasciende los límites que el hombre mismo no es capaz siquiera de
observar sin retroceder asustado, ¿será porque vislumbra en esto una frontera
que debe estar ahí? La posibilidad de ser una frontera respaldada por la bondad
y la moral se encuentra presente, pero
ni despeja dudas ni aclara la naturaleza de este panorama. Por consiguiente, se
sigue que pensemos que si el súper-hombre trasciende dicha frontera es porque
ha corrompido la naturaleza humana y, por ende, está resuelto o dispuesto a
cometer actos que inicialmente no creía o podía realizar.
Manteniendo la raya en esta idea de que la
verosimilitud acecha al súper-hombre es porque, entonces, vislumbramos en él un
retazo, por así decirlo, de conciencia. Pues bien, lo que mueve al súper-hombre
a quebrar lo “establecido” es precisamente ese deseo de descubrir qué hay más
allá de la frontera que conocemos. Paralelamente con Raskólnikov sucede algo
similar: tenemos una causa que lo lleva a cometer sus fechorías por igual,
¿dónde queda la conciencia en esta situación?
Como lo dice aquí mismo Dostoievski en Crimen y Castigo:
“Raskólnikov entró en su cuarto como un condenado a
muerte. No pensaba, ni podía pensar, absolutamente en nada, pero de repente
sintió con todo su ser que no tenía ya libertad de juicio ni voluntad y que
todo había quedado definitivamente resuelto de golpe. Desde luego, aunque
hubieran pasado años, ya con el propósito hecho, acechando una ocasión
propicia, de seguridad que no habría podido contar con una probabilidad de
éxito tan evidente como la que ahora se le presentaba. En todo caso, habría
sido difícil enterarse la víspera a ciencia cierta, con mayor exactitud y sin
menor riesgo…” [26]
Se puede ver en este
ejemplo insertado en la novela que la conciencia va desapareciendo gradualmente
en Raskólnikov. Al cometer las faltas que lo llevan al nuevo
terreno que lo separa del resto, ¿hay todavía un poco de conciencia en Raskólnikov? Veníamos reflexionando
algunas líneas arriba acerca de la posible respuesta ante el enigma de cómo
opera la conciencia tanto en el hombre como en el súper-hombre.
Pero claro, no es fácil otorgar
respuestas a preguntas que exigen un poco de profundización al respecto. Por un
lado tenemos el acto instantáneo que en sí mismo no asume segundas opciones que
respalden una actitud específica; por el otro tenemos la moral involucrada que
ofrece un determinado panorama de los hechos.
No
obstante, una vez que conocemos el hecho de aquello que nos conduce a un acto,
bueno o malo, algo en nuestro interior nos aprisiona, nos conduce a reflexiones
emocionales que poco a poco se van intensificando, hasta formar un sentimiento
de alegría o desesperación, según sea el caso. Naturalmente, depende la persona
es cómo ese sentimiento se desarrolla para bien o para mal e impele a afrontar
la consecuencia.
“Lo que no logra la razón, lo hace el diablo”,
Raskólnikov apenas tenía conciencia. Sus actos eran casi maquinales, por lo que
su movimientos, incluso rápidos e irreflexivos. El golpe que Raskólnikov le
asestó a la vieja había dado en lo alto del cráneo debido a la escasa estatura
de la anciana. La anciana lanzó un grito, pero muy débil, y se desplomó de golpe,
aunque todavía tuvo tiempo de levantar ambas manos hacia la cabeza. Entonces,
Raskólnikov golpeó un vez más, y otra, siempre con la pala, siempre en el
cráneo”. ¿Es acaso el crimen lo que define y transforma al hombre?
En
el caso de Raskólnikov lo tenemos en su total paranoia y nerviosismo que se
distinguen a lo largo de la obra maestra escrita por Dostoievski, obra que nos
sitúa y detiene con habilidad e ingenio en los rincones del alma humana una vez
que la persona ha roto un límite impuesto y no sabe a dónde dirigirse. A pesar
de la circunstancia que marca un hecho o un acontecer, a pesar de la esencia
del hombre que se mueve con miras al súper-hombre, a pesar del contexto que los
enfatiza opuestamente al hombre y al súper-hombre, están ahí trascendiendo.
¿Qué
papel juega la conciencia aquí? Podríamos hablar de ella como un pequeño gusano
que nos va comiendo paulatinamente hasta lograr que hagamos lo que debimos
hacer tiempo atrás. En este caso, Raskólnikov en la ocasión en que Piótor
Petrovich comienza a engatusarlo para que al final confiese por sí mismo en el
consultorio de éste, pero aparece otro personaje que impide que Raskólnikov
enfrente su destino, al menos por ahora.
¿Qué
tenemos aquí? Un ser humano que se encuentra en la cuerda floja en lo más
profundo de la conciencia humana donde sólo hay cabida para la contrición.
Finalmente, tenemos claro que la conciencia misma del hombre, que forma gran
parte de este segundo apartado, es clave dentro del concepto que lleva de la
transformación del hombre (Raskólnikov) al súper-hombre. Dejemos abierta una
cuestión que quizá se resuelva más adelante: ¿tiene el hombre que engendrar mal
para afirmar su conciencia superior?
2.1.- Caracterización del
súper-hombre en Raskólnikov en la novela “Crimen y Castigo” de Fiódor
Dostoievski.
Para poder entender la conciencia de nuestro
personaje en cuestión, Raskólnikov, tenemos primero que saber o estructurar su
personalidad dentro de las facetas hombre y súper-hombre. De esa manera nos
será más fácil entenderlo y estudiar con mayor claridad y detenimiento su
psicología.
El hombre, un Raskólnikov
incipiente permanece en su residencia, una vez abandonados los estudios por
falta de dinero comienza a recibir una cierta mensualidad a modo de
correspondencia por su madre y hermana. Usualmente se la pasa dormido, come
poco o medita. De forma paulatina lo vemos poco a poco encasillarse en un mismo
patrón de conducta, que viene siendo el de la inopia personal y social. A
medida que se acostumbra a cierto tipo de rutina, entonces comienza a darse un
“desnivel” donde se agota emocionalmente de su alrededor, de lo que vive y por
ello desea actuar.
Tenemos, por otro lado, a los
vecinos, los agentes de policía pusilánimes, la servidumbre del edificio mismo
donde este hombre habita, pero no sólo eso, incluso tenemos la representación
de la gente común, que bien podríamos decir que sería el simbolismo del hombre
dormido o ser humano que ni se pone a pensar en ir más allá, sólo se deja
llevar por la cotidianeidad.[27]
En algunos casos, la personalidad de
Raskólnikov tiende hacia lo taciturno, hacia lo introvertido y es por ello, que
logra pasar inadvertido en varias ocasiones a la autoridad o personajes con
representaciones similares. Inclusive cuando en el momento mismo en que mata a
la anciana, podemos ver en él un resquicio de pánico, evidentemente, pero eso
no lo detiene de su propósito. Eh ahí la fuerza, la definición de su carácter
personal, lo que da pauta a su patrón de comportamiento.
Podemos verlo en una escena específica:
Todo el mundo se hace rico de
una manera o de otra. Y también yo he querido enriquecerme cuanto antes. Nos
hemos acostumbrado a encontrarlo todo hecho, a avanzar apoyándonos en los
demás, a comer el pan ya masticado.
¿Y la moralidad? ¿Y los
principios? - Zosímov.
¿Por qué alborota de esa
manera? Raskólnikov.[28]
En escenas como ésta Raskólnikov
entabla distintas conversaciones con varios personajes que parecen ligar
ciertos juicios hacia él aun cuando ellos mismos ni se percaten de ello. Sin
embargo, es la astucia y la fría, aguda pero imponente minuciosidad de nuestro
hombre lo que lo salva en varias circunstancias. A pesar de haber gente
perspicaz a su lado, hábilmente se las ingenia para parecer, si se puede
expresar así, cándido ante las circunstancias, como en la siguiente escena:
El hombre alzó esta vez la
vista y posó en Raskólnikov una mirada siniestra y sombría.
¡Asesino! --- dijo de pronto
con voz baja pero clara.
A Raskólnikov, que caminaba
junto a él, se le doblaron las piernas, sintió un escalofrío por la espalda y
le pareció que se le paraba el corazón un instante, pero al punto reanudó sus
latidos como si escapara de algo que lo oprimiera. Así recorrió unos cien
pasos, emparejados y otra vez en absoluto silencio.
El hombre no le miraba.
- Pero ¿qué…qué…quién es un
asesino? --- farfulló Raskólnikov con un hilo de voz.
Tú lo
eres --- pronunció el otro con claridad y energía mayores y acompañó sus
palabras con una sonrisa de inquina y triunfo, clavando otra vez la mirada en
el rostro pálido de Raskólnikov y en sus ojos sin brillo.[29]
Así es como ilustramos una vez más
la conducta taciturna y suspicaz de Raskólnikov a cada paso que da tomando a
consideración las miradas de otros que siempre se ciernen sobre él. Esta
simbolización del hombre que lo acusa asumiendo
tener pruebas que condenen a Raskólnikov puede ser un ejemplo de la “faceta” en
que entra el hombre para iniciar, de manera subconsciente, su transformación.
El
hecho de tener una especie de espejo y reconocerse a sí mismo como precursor de
una eventualidad concreta que, como ya dijimos, marca una pauta en la frontera
entre hombre y súper-hombre. No obstante, lo primero que se siente es miedo, como lo
siente Raskólnikov al percatarse de que alguien
sabe su secreto. Vemos aún un resquicio de bondad, de bien, pues a pesar de
caminar al mismo tiempo con el sujeto que lo señala y acusa, no le hace nada,
sino que, aunque sepamos que tiene miedo de lo que éste pueda decirle, su
intención, en primera instancia, no es mala, sino simplemente la de observarlo
para predecir sus movimientos, sus acciones.
En
ambas escenas vemos que Raskólnikov, si bien toma una postura que puede ser o
defensiva o taciturna, nunca ataca de frente, sino que, con el objeto de
investigar se sumerge en una serie de patrones de conducta observadora
analíticas que sirven bastante para desplazarse emocionalmente por entre las
fases que pasa la gente a su alrededor cuando lo perciben extraño, a
Raskólnikov, o incluso cuando comienzan a sospechar de él.
Cuando
comienza Raskólnikov a percibir esto o a darse cuenta de que comienza a
intrigar a los demás, actúa por instinto, pero lo hace de manera que le resulte
productivo. Veamos otra escena que clarifica lo que digo:
Quizá sea conveniente eso de
que me tenga casi por un loco>>, se dijo Raskólnikov.
--- Bueno, pero yo creo que
eso les ocurre también a las personas que no están enfermas --- apuntó Dúnechka
mirando con inquietud a Zosímov.
Ésa es una observación
bastante justa --- contestó él --- en el sentido de que todos estamos a menudo
casi locos, con la diferencia poco sustancial de que los “enfermos”están algo
más locos y, por esa causa, hay que establecer una línea divisoria. En cuanto
al hombre en su plena armonía, la verdad es que apenas existe. Entre decenas, o
acaso centenares, de miles de ejemplares aparece uno y, por lo general,
bastante débil…[30]
Él actúa de un modo y permite que
la circunstancia se moldee ante la retrospectiva que el hombre adopta en
postura. Claro que siempre hay momentos donde las cosas tienden a escaparse un
modo de su órbita, de su planeación, de modo que se ve inmerso en secuencias
estratégicas con el fin de salvar su pellejo siempre que pueda, ¡incluso él
mismo! Un ejemplo para ello: Raskólnikov había cambiado de tono y hablaba,
tajante, con una inquina y desgarro. Rebosaba de cólera que no podía dormir. De
nuevo pensó fugazmente: Con esta rabia que siento, me voy a traicionar. Pero,
¿por qué me atormentan así?[31]
En
estos casos toma partido la psicología, ya que en los momentos donde más tensión
hay es cuando las verdades pueden florecer; en otras palabras, nuestras
emociones pueden traicionarnos. Tomando como referencias éstas y otras escenas
más que seguiremos tocando, logramos ver la personalidad intermitente de
Raskólnikov, resuelto a mantener su secreto…hasta que sea tarde.
Pues
bien, es importante también mencionar que el personaje que fungiría como
“péndulo” en este juego del gato y el ratón, vendría siendo Razumijin dentro
del margen fáctico que tiene en virtud de las acciones de Raskólnikov. En cada
ocasión en que éste o bien aporta una idea o se muestra defensivo, sale
escéptico aquél para cuestionarle, que bien podría ser profundizar en él, para que se muestre como realmente es, o, en su
defecto, instigarle en su transformación de manera muy sutil.
Como
todo ser humano, habrá facetas más complejas que otras, y hay una que
proporciona un indicio más acentuado que otros. Veamos el ejemplo:
Lo peor es que ya no disimulan
ni se andan con cumplidos. ¿Y por qué motivo, puesto que tú no me conoces ni
nada, tenías tú que hablar de mí con Nikodim Fomich? Eso significa que no
siquiera quieren disimular que me siguen los pasos como una jauría. ¡Están
escupiéndome en mi misma cara! --- rumiaba temblando de rabia ---. ¡Venga!
Atizadme ya y no juguéis conmigo como el gato con el ratón. […] Soy capaz de
levantarme o arrojaros toda la verdad a la jeta. [32]
Con
esto vemos el resquicio de ira que se acumula poco a poco en Raskólnikov.
Mientras los demás comienzan a suscitar interrogantes en torno suyo vemos aquí
un nuevo elemento: Esa parte de súper-hombre que parece elevarse por encima de
lo humano, aquella virtud que realza al ser humano por encima de lo natural,
que lo lleva a conducirse hacia un mandato. En el momento en que Raskólnikov,
dentro de su monólogo comienza a amenazar, vemos que tiene un efímero momento
donde cree poder reventar la paz que reina a su alrededor y más con arrojar la
verdad que él trae, la verdad del súper-hombre.
Dentro
de dicho margen, ¿Qué sería aquella “verdad”? La realidad que Raskólnikov vive
internamente de alguna forma logra incidir en la realidad externa, la realidad
frente a él. De no ser así, ¿Qué motivos tendría para asesinar? Él no es
realmente malo, sino que crea una justificación de maldad para obtener un bien
mayor; que sería paralelo a lo que tocamos en el primer apartado en relación a
la metáfora de “el hombre encarcelado”, amarrado por cuerdas, entre otros
términos, el miedo que lo mantiene.
Y
éste, naturalmente, es producto de su entorno, de lo que vive y cómo lo vive.
También, en la explicación anterior, se podría vislumbrar apenas una frontera
entre lo humano y lo súper-humano, pues en el momento en que Raskólnikov parece
que “develará” la verdad redentora, es cuando se podría decir que él se siente
superior, enaltecido por su propia imagen convertido en algo mortal, en algo
apocalíptico podríamos decir. Así pues, vemos a un Raskólnikov con miras a
acercarse a su naturaleza interna, que se despoja paulatinamente de un yo que
está por desvanecerse.
De
esa manera se establecen sutiles distinciones entre el hombre, el súper-hombre
y lo que hay en medio: la sociedad misma, el “medio ambiente” como dice
Dostoievski en la novela. Un ejemplo que lo ilustra:
[…] De ahí se deduce
claramente que si se da a la sociedad una estructuración normal, desaparecerán
de golpe todos los delitos, pues no habrá nada contra lo que protestar y, sin
más, todos nos convertiremos en justos. La naturaleza humana no se toma en
consideración: ¡es excluida, no existe! Según ellos, no es la humanidad,
desarrollada hasta el extremo por la vía de un proceso histórico vivo,
la que finalmente se convertirá por sí misma en una sociedad normal,
sino que, por el contrario, es un sistema social nacido de algún cerebro
matemático el que estructura de golpe toda la humanidad y la convierte
instantáneamente en justa y pura, antes que cualquier proceso vivo y si
necesidad de ninguna vía histórica ni viva. A eso se debe que detesten
instintivamente la historia: ``No contiene más que falsedades y estupideces ´´
y por todo eso se explica esto.[33]
Como
lo acaba de expresar aquí mismo Raskólnikov con “la naturaleza humana es
excluida, no existe” sería lo mismo que Nietzsche expresa en Zaratustra con su deseo de que el hombre
promedio desaparezca. Ambos expresan que debería haber una especie de
“desgarre” dentro de las entrañas mismas del hombre que lo conducirá, como ya
podemos ver, hacia el súper-hombre. No obstante, la demarcación que ambos hacen
acerca de la unificación del hombre con su entorno trasluce un sentido mundano
acerca de la aceptación del hombre con lo que lo rodea, excluyendo
momentáneamente al súper-hombre.
He
ahí a Raskólnikov, un ser humano que muestra un carácter débil si lo
introducimos en la categoría “hombre-Dios”. Raskólnikov, como ya sabemos,
representa la figuración que Dostoievski ve de Nietzsche, por lo que tal vez
sea justo pensar que el personaje es un Nietzsche frustrado, sin éxito. Como ya
dijimos al inicio de este apartado, podemos tomar como parámetro de valoración
psicológica todo el entorno en el cual él se desenvuelve. El no haber concluido
su carrera, el no tener dinero, tener gente rica a su lado, así como ayudantes
y policías que vigilan, son contribuciones de personajes que son iguales a los
hombres vulgares; la otra categoría resulta muy rumorada en la otra clase de
hombres.
La
primera clase de hombres, desde la visión de Raskólnikov, tienen la obligación
de obedecer; la segunda categoría de hombres tienen por deber transgredir la
ley, ya que una fuerza dentro de su naturaleza les demanda la destrucción de su
presente en virtud de la espera de algo mejor. En esto se resume básicamente la
idea de Raskólnikov y se conocen los métodos bajo los cuales la lleva a la
práctica. Convencido de la idea de que él es uno de esos hombres superiores, con
un destino ya forjado y que debe acatar.[34]
Como súper-hombre
que infringe la ley, se da cuenta de aquello que estimula su delito: “No es una
criatura la que yo he matado. Es un principio, el principio; yo he hecho bien
en asesinarla, pero…en cuanto pasar por encima…, esto no estoy dispuesto”.[35]
Aunque debemos aclarar algo: él no ha ejecutado aún el golpe mortal, ya que no
era capaz de sostenerlo, no era, como otros, “un verdadero maestro al que le
esté permitido todo”: al final de la obra, cuando decide denunciarse, su único
tormento es este mismo pensamiento. Raskólnikov no lamenta su crimen, su error,
el error de haber asesinado, sino que piensa que ha fracasado en completarlo
como se suponía debía ser.
Paralelo al primer apartado donde
mencionábamos a la moral en crisis con la llegada anunciada del súper-hombre,
su enemigo mortal que intenta transformarla de lo que era a algo mejor, tenemos
la cuestión de Dostoievski, en Raskólnikov naturalmente, sobre si hay quedan
vestigios morales inmersos en la novela en cuestión. Sobra decir que la
sociedad pasa por esta transición en la que la moral es puesta en duda. ¿Es
ésta la guía que puede conducirnos a la salvación humana? ¿Qué puede llevarnos
por el sendero correcto y libre de falsedades?
En
el momento en que surgen dichas cuestiones, es cuando aparece la duda de si
pretende Dostoievski exponer una moral gradualmente dudosa, o si la oculta en
cierto sentido. Tomemos como herramienta su cita de Nietzsche en una frase suya
“Ha considerado el crimen como necesario para la grandeza humana”.[36]
Desde esta perspectiva podemos incluir la observación de que si hay alguien que
influye notablemente es el malvado, o siniestro como dicen ahí, Svidrigáilov, en
el momento en que se dirige a la hermana del asesino Raskólnikov, puesto que
ahí expone la moraleja, la verdad de la historia.
Ahora
bien, esta serie de hechos acaecidos bajo la sombra del autor, marcan una pauta
muy sutil en torno a la incidencia en el personaje principal, pues logran que
poco a poco surja en él un sentimiento de cuestionamiento (¿será?) y que es eso
lo que lo lleva a entregarse y de la manera más tranquila. Confesando todo de
manera directa y clara. Vayamos a una parte analítica importante de mencionar:
Al final de la obra Dostoievski nos presenta a su personaje Raskólnikov en la
cárcel, donde éste paga, naturalmente, por su delito.
Estando
en la cárcel, poco antes de las frecuentes reuniones con Sonia, Raskólnikov
repasa mentalmente su historia, pensando que todo se volvió una completa
pesadilla, pero siempre sin la oportunidad de volver al comienzo, de poder
reparar el daño provocado.[37] Habiendo ya expuesto hasta cierto punto cuál
es la personalidad de nuestro protagonista, nos enfocaremos ahora en la crisis
que surge a raíz de su transformación en el súper-hombre nietzscheano.
2.2.- La Crisis del Súper-hombre
en Raskólnikov.
En palabras de Nietzsche la gente, en términos colectivos, no percibe
nada de lo que está mal o que es una farsa. Pero cuando viene un súper-hombre a
develar la verdad, detrás del misterio surgen la duda y la confusión. Ante esta
posición, Raskólnikov no ha de sentir más allá de la ambigüedad del proceso que
está acarreando para sí. Si nos metemos en su piel, para entenderlo, suponemos
una plena justificación ante la cordura del personaje, que se ve inmerso en un
dilema personal al cometer el asesinato.
Lo
curioso sería que jamás se arrepiente, sino que se siente con pleno derecho de
infringir la ley, cometer un crimen que lo defina para siempre. Al cometerlo no
gana la credibilidad del pueblo al que le arroja la verdad, pero si crea un
marco de suspicacia a los que le rodean en relación al hecho desvelado.
Raskólnikov vendría siendo uno de esos espíritus que levantan la tela de
mentiras, ¿Pero tiene ésta que estar manchada de sangre para ser creíble?
¿Es
acaso necesario que la sangre represente la mentira arrancada de siglos
precedentes? No olvidemos que el súper-hombre es al mismo tiempo hombre, pues
aunque se anime por dentro a superar lo que otros no pueden no dejar atrás su
origen: ser humano.
Sin
embargo, es así como surge su crisis personal: ¿Qué sigue después? Como
explicamos en el primer apartado de esta investigación, superar la frontera de
lo humano porque aquello que implica derechos por encima de la ley supone una
faceta dolorosa para el hombre (Raskólnikov) representaría la consecuencia de
querer ir más allá. El recorrido que el súper-hombre hace implica, por demás,
un aspecto imprescindible: la invitación al hombre mundano a acercarse a
aquello que está más allá de su capacidad: Superar las barreras que lo
mantienen como un hombre.
“El
demonio suelto que hay en ti, el que ama la existencia más dulce, es el que te
dice: hay un Dios”.[38]
¿Tiene que ser un Dios divino acaso? ¿Lo es? ¿O estamos hablando de un Dios
terrenal surgido de las más profundas inquietudes humanas? Raskólnikov, dentro
de este papel, bien podría responder la cuestión, de que, en el papel del
súper-hombre, tiene el deber de marcar su camino y el de los “hombres inferiores”,
con lo que se muestra amable exhibiendo su verdad.
Como si un Dios con el poder de
expresar lo que el de arriba no puede o desea, Raskólnikov demanda la atención
para anunciar lo que se halla en su corazón. Nunca, no olvidemos, nunca siente
contrición por lo que hace, sino que más bien se impone orgullosamente ante sus
“iguales” para demostrarles su error. Una escena que ejemplifica parte de la
crisis:
Raskólnikov acogió con sonrisa
irónica aquella tergiversación exagerada y deliberada de su idea.
--- ¿Cómo? ¿Qué significa eso?
¿Derecho a delinquir? ¿Y debido a la ``influencia del medio ambiente ´´? ---
inquirió Razumijin casi alarmado.
--- No, en absoluto debido a
eso --- contestó Porfiri ---. Lo que ocurre es que, en el artículo de este
señor, todas las personas están en cierto modo divididas en `ordinarias´ y
`extraordinarias´. Las ordinarias deben vivir en la obediencia y no tienen el
derecho de transgredir la ley porque, ya ven ustedes, son ordinarias. Pero las
extraordinarias sí tienen el derecho de cometer todo género de delitos y
transgresiones de la ley, sólo por el hecho de ser extraordinarios. Si no me
equivoco, eso es lo que dice, ¿verdad?
--- Pero ¿qué dices? ¡Eso no
puede ser! --- murmuró Razumijin perplejo.
Raskólnikov sonrió de nuevo. Enseguida comprendió de
lo que se trataba y hasta dónde querían conducirle. Recordaba muy bien su
artículo. Optó por aceptar el reto.
--- Eso no es exactamente lo
que digo --- empezó con sencillez y modestia ---, aunque confieso que lo ha
expuesto usted casi correctamente o incluso, si lo desea, con plena
corrección…--- parecía como si le resultara agradable admitir la plena
corrección de la interpretación ---. Con la única diferencia de que yo no
sostengo en absoluto que las personas extraordinarias deban irremisiblemente y
tengan la obligación de cometer siempre todo género de desmanes, como usted
afirma. Incluso opino que un artículo así no habría podido publicarse. Yo
aludía simplemente a que la persona ` extraordinaria ´ tiene el derecho…o sea,
no un derecho oficial, sino un derecho propio, de saltar por encima de ciertos
obstáculos, y aun eso tan sólo en el caso de que así lo exija la realización de
una idea suya, en ocasiones salvadora, quizá para toda la humanidad. Dice usted
que mi artículo no está claro. Pues bien, en la medida de mis posibilidades,
estoy dispuesto a aclararle todo lo que desee.[39]
Por otra parte, la aclaración que Raskólnikov a Razumijin y a Porfiri
viene siendo esa pauta del súper-hombre por intentar anunciarse a sí mismo ante
la humanidad misma, aun cuando ésta quizá pueda no ser capaz de entenderlo o
asimilarlo. Si lo vemos con los ojos de la costumbre, del miedo, tal vez
podamos entender la renuencia de la humanidad a aceptar al hombre que se impuso
ante lo establecido y logró lo aparentemente inimaginable.
Muestra
Raskólnikov cierto cinismo en esa escena. El alarde de explicación que les
provee lo llena de ese orgullo característico del súper-hombre que lo define.
La señal que va estableciendo, o anunciando sutilmente, el paso del
súper-hombre, alguien nuevo, por imponerse ante aquello que ha permanecido por
siglos dentro de la humanidad: la debilidad humana. Como se expresa aquí:
Como ni Dios ni la
inmortalidad existen, está permitido al hombre nuevo hacerse ` hombre-Dios ´ y
vino al mundo sólo para vivir así. Podrá, en adelante, con corazón ligero,
liberarse de las reglas de la moral tradicional, a la que el hombre estaba
sometido como un esclavo. Para Dios no
existe ley. Dondequiera que Dios se encuentra, allí está su sitio. [40]
Y
por tanto la sombra del súper-hombre mismo. El deseo terrenal de tener algo
superior en la Tierra mueve al hombre a buscar su alter-ego: el súper-hombre.
Así pues, al tener en cuenta estos parámetros situacionales en los cuales
estamos sumergiéndonos. El súper-hombre ejemplificado en Raskólnikov vive una
crisis personal identitaria, pues al verse capaz de asesinar para demostrarse a
sí mismo su capacidad sobrehumana, es cuando surgen las confrontaciones
personales y con el mundo que lo rodea.
“¿Soy
capaz de superarme, o no?”[41] Se
pregunta un día cuando hacía uno de sus clásicos exámenes de conciencia donde
probaba sus propios límites. Éste bien podría verse como un ángulo nietzscheano
en la versión clásica de su súper-hombre, pero subsumido en la óptica bajo la
cual Nietzsche lo comprende. Éste afirma que no hay hombre que pueda dejar
atrás su esencia, y no por ser débil, sino porque es hombre, sólo eso.
Sin
embargo, su deseo de ser algo más lo acerca a un vacío, a una crisis potencial
que anuncia su descenso. ¿Hacia dónde pues? Está la mera posibilidad de que el
hombre deje atrás su propia ley humana y se enfrasque en un entorno donde la
inseguridad, pero no el arrepentimiento, recorren su espíritu, su naturaleza
varonil ávida de superar lo que se encuentra delante de ella. Pero superar eso
implica, de paso, superarse a sí mismo, y con ello tal vez darse un fin
personal rotundo.
Si
no fuera así, ¿por qué entonces Raskólnikov va a confesarse con los policías en
lugar de permanecer en la mentira y soledad personal? Porque superar el entorno
supone también superarse, dejar de lado lo que se fue para ser algo distinto, y
como él, siendo súper-hombre, es al mismo tiempo, ya dijimos, hombre, tiene que
aniquilar esa faceta suya y derrotarse hasta el último segundo. De ahí que
confesara para dejar un último lugar a la valentía.
Raskólnikov
decide acabar consigo mismo en el momento de la confesión, acabar, digámoslo
así, con su lado oscuro, y eso es lo que lo mata a fin de cuentas. Ahora bien,
su caso de súper-hombre es distinto al de otros, pues Raskólnikov posee una
idea que lo supera sin percatarse de ello. ¿Cómo es eso? Muy simple: Se va a
confesar. Si él hubiera producido una idea a la altura de su imagen mental, de
sus capacidades, no se habría confesado ante el policía, no habría revelado su
crimen y tendría ya un poder de voluntad muy superior al de cualquiera a su
alrededor.
La
crisis implica una construcción no de una torre que eleve por los cielos o nos
lleve a allá, sino que sea capaz de bajar el poder divino a nosotros acá abajo.
En otras palabras: No para alcanzar el cielo desde la Tierra, sino para bajarlo a la Tierra. Y ésta es precisamente la parte central de la
constitución del súper-hombre: el poder de superar, repetimos incansablemente,
lo que está a nuestro alrededor aquí en lo terrenal por querer llegar a lo
celestial, a lo que, considera Raskólnikov, se merece por derecho divino.
Él
se considera algo más que un simple hombre, un hecho evidente. No obstante, ésa
es su verdad, una verdad dentro de él, no fuera de él o a su
alrededor. Lo más curioso, lo más interesante es cómo ese plan, esa idea que va
evolucionando dentro de él es tan fuerte, tan densa y lo eleva a tal grado, que
lo destruye, lo devora inmediatamente. Eso explicaría el epílogo de la obra,
donde permanece en la cárcel y no precisamente feliz de lo que hizo, sino
reflexionándolo detenidamente.
Su
plan lo lleva a su ruina personal. ¿Es acaso inevitable el que el súper-hombre
muera, de alguna forma, a manos del hombre mismo? El hombre es finalmente lo
que constituye, de buenas a malas, al súper-hombre. Es la razón de que éste
desee impulsarse por ir más allá. Sin el hombre mismo, ¿cómo tendría el
súper-hombre parámetros de sí mismo? ¿Existiría acaso?
Si
el súper-hombre busca librarse de Dios, de esas “cuerdas” que lo acorralan, ¿no
vendría él representando lo mismo para el hombre en sí? Una cosa se consigue a
pesar de otra. Esto mismo comprende Raskólnikov con el crimen, entonces, ¿qué
sucede con los demás? ¿Actuarían en contra suya? Un ejemplo que elucida esto es
el del sujeto que lo señala, que lo acusa de asesino.[42]
Raskólnikov pudo haberlo cazado, manipulado o incluso matarlo, pero no lo hizo.
Lo dejó ir para estudiarlo.
La
crisis psicológica en la que está sumergido el súper-hombre (Raskólnikov) lo
lleva por varios caminos a elegir una vez cometido el crimen. Está esta parte
de la división personal (una parte de la conciencia, tema sobre el que
abundaremos en el apartado final) y el cercamiento a la duda colectiva que
plasmado en Sonia y otros personajes. Por ahora, y para terminar este penúltimo
tema, conviene comentar la observación acerca de la destrucción personal que la
crisis en Raskólnikov implica.
Este
hombre está representando un ideal, uno que quizá no llegue a encarar del todo
debido a las propias consecuencias que esto implica. Sin embargo, está claro
que marca una relación, una conexión con ella de maneras muy particulares.
Forja una obsesión, una destrucción activa en tanto que es continua, como quien
ingiere drogas y poco a poco éstas lo consumen física y psicológicamente
hablando. No está de más la advertencia del peligro que eso acarrea, pero, ¿hay
más opciones? No. La salida a la grandeza requiere de grandes sacrificios, y
Raskólnikov está viviendo el suyo.
Muy
aparte de que la idea sea un elemento inmanente dentro de él, está la parte
independiente de lo que sus actos conllevan por su lado. El crimen en sí mismo
le provoca una vida de suspicacia y desequilibrio, donde la sombra del
súper-hombre que lo persigue como su esencia alterna es demasiada para que él
la soporte. Ésta puede ser la sutil ejemplificación del héroe en su mundo
solitario en busca de la redención humana.
Pero
tenemos mucho cuidado, pues Raskólnikov no
es propiamente un héroe, ¿Un criminal acaso que lo lleve a superar lo impuesto
haciéndose notar por entre la multitud? La opción está presente, lista para ser
aceptada. Finalmente, una vez desarrollada la crisis personal en él, lo que lo
lleva a descontrolarse y confesarse, a enloquecer de confusión, y de voluntad,
se encamina a su destino. Con esto damos pauta a lo que puede suceder después
de la confesión, lo que ocurre muy dentro de Raskólnikov como ser humano.
2.3.- La culpa, castigo y expiación en Raskólnikov.
La idea de querer superar el límite ante
nosotros, de querer develar la falsedad en la verdad, el desengañarnos de lo
que nos rodea, el querer salir al mundo y poder expresar nuestra verdad
persona, son evidentemente el inicio de todo un recorrido que nos habla del súper-hombre
y su destino con la humanidad. Ya hemos hecho una clara referencia a la
implicación de la frontera entre el hombre y el súper-hombre y cómo influye
esta transición en la sociedad misma.
Expone
aquí Dostoievski no a un criminal o un héroe tal cual lo concebimos, sino que
se esfuerza por presentarnos un evento de la realidad que es común en nuestras
mentes, pero no en la vida real. ¿Por qué? Sencillo. Aun a pesar de que
logramos vislumbrar en Raskólnikov esa escisión que choca con la moral colectiva
que lo rodea, no es preciso señalar o afirmar que ello supone ya un cambio
radical en él con la pretensión de volverlo un ser humano lleno de bondad.
Raskólnikov personifica a ese fenómeno atípico de la realidad con una formación
individual caracterizada lo suficientemente bien como para tenerlo demarcado
psicológicamente. Aquí no se trata de lo que significa el individuo para el
mundo, sino de lo que el mundo significa para el individuo.
Esto
se da así porque es el mundo (familia, amigos, conocidos) lo que adquiere una
importancia gradual con él, lo que define su acción y consecuencia mismas hacia
el recorrido que ya ha sido iniciado. Recordemos que todo gira en torno al
personaje, y no al revés, lo que nos lleva a centrarnos en la siguiente fase de
Raskólnikov: la culpa después del crimen y lo que ésta implica. En el epílogo
de la obra encontramos que Raskólnikov entra en un periodo de reflexión, pero
nunca de arrepentimiento, de contrición. Aun tras las rejas lo que le interesa
es saber cómo se encuentra su madre, pero no muestra señales de querer salir o
de estar arrepentido por su crimen.
En
Raskólnikov no hay culpa alguna por lo que hizo, únicamente confiesa su pecado
y de una manera poco común. Sin embargo, en la novela Dostoievski nos relata
que Raskólnikov exagera los detalles de su crimen, ¿sería un resquicio de
humildad? Detengámonos a verlo:
La sentencia, sin embargo, fue
más benigna de lo que podía esperarse, teniendo en cuenta la magnitud del
crimen, y precisamente, quizá, porque el acusado, lejos de querer justificarse,
parecía manifestar el deseo de exagerar su culpa. Todas las extrañas y
singulares circunstancias del caso fueron tomadas en consideración. No dejaba
lugar a dudas el estado morboso e indigente del acusado antes de cometer el
delito.[43]
Los jueces estudian, analizan las causas
alrededor del crimen y encuentran ciertos factores con la posibilidad de
influir notoriamente en la cordura del criminal. Es por ello que amainan la
sentencia que le dictan, pues observan que parece ser un caso serio pero
agravado exageradamente por los factores que lo envuelven. Ahora bien, las
cosas no fueron tan malas y hubo quienes lograron demostrar que en la
personalidad de Raskólnikov quedaban, latentemente, huellas de humildad. El
claro ejemplo de cuando ofrece dinero para la salud de un señor a punto de
morir.
Del modo más inesperado
salieron a relucir otros hechos que favorecieron mucho al acusado. El ex
estudiante Razumijin descubrió y presentó pruebas de que el acusado
Raskólnikov, estando en la Universidad, había ayudado, con sus escasos medios,
a un pobre condiscípulo suyo tuberculoso, manteniéndole casi durante medio año.
Muerto el estudiante, Raskólnikov atendió al padre del fallecido, anciano y
enfermo, a quien el hijo venía manteniendo con su trabajo desde la edad de
trece años, consiguió ingresarle en un hospital y, cuando a su vez falleció, le
costeó el entierro.[44]
Mencionamos esta escena como prueba de que Raskólnikov no es malo en
esencia, sólo buscaba salir de un apuro bajo medidas extremas, pero también se
mostró dócil para ayudar cuando lo necesitaban. Debajo de una aparente capa de
maldad, se esconde un hombre que, a la larga, sólo busca el bienestar de su
entorno. Comete un crimen, busca salir de un apuro mediante la única solución
que parece anunciarse ante él, lo comete sin el menor ápice de dolor o
confusión, sino que, al contrario se ve resuelto a hacerlo, pero también
recordemos que se ve a sí mismo haciéndolo casi en automático, como si no
hubiera marcha atrás en su destino.
Aquellos
momentos que nos orillan a las decisiones
más difíciles, pero, ¿Fue difícil acaso la decisión de Raskólnikov? No. Ver la
dificultad en una decisión implica que pasarás por un futuro arrepentimiento
que podría hacerte enloquecer en un futuro inmediato y Raskólnikov no pierde
los estribos del todo. Incluso parece totalmente consciente de lo que hace.[45]
Ahora bien, ¿dónde queda la culpa? Quizá Raskólnikov no la sienta, pero otros
por él probablemente sí.
Veamos
el caso:
- Estás llorando, hermana;
pero, ¿puedes darme la mano?
¿Lo habías dudado?
Le abrazó con fuerza.
¿Acaso no expías la mitad de
tu crimen al aceptar así el sufrimiento?- gritó, estrechándole con sus brazos y
besándole.
- ¿Mi crimen? ¿Qué crimen? ---
rugió él en un repentino acceso de furia ---. ¿Es un crimen el que haya matado
a un piojo asqueroso y nocivo, a una vieja usurera que no le hacía bien a
nadie, cuyo aniquilamiento debería premiarse con la remisión de cuarenta
pecados, que les chupaba la sangre a los necesitados? Yo no pienso en el crimen
ni tampoco en expiarlo. ¡Un “crimen”! No sé por qué tenéis que darle todos
tantas vueltas a eso de un “crimen”. Ahora es cuando veo toda la estupidez de
mi cobardía; ahora que he decidido arrostrar ese oprobio innecesario. Sólo por
mi propia ruindad y por mi incompetencia me he decidido; y quizá también por
cierta ventaja, como me propuso ese…Porfiri…
Rodia, hermano mío, ¿qué estás
diciendo? ¡Has derramado sangre!- exclamó Dunia desesperada.
- La sangre que todo el mundo derrama --- replicó
él casi frenético ---. La sangre que corre y ha corrido siempre a torrentes,
que es vertida como el champán y por la cual coronan a algunos hombres en el
Capitolio y luego les llaman bienhechores de la humanidad. No tienes más que
fijarte bien. También yo quería beneficiar a la humanidad y habría hecho miles
de de cosas buenas a cambio de esa única estupidez, que ni siquiera es una
estupidez, sino una simple torpeza, pues la idea no era en absoluto tan tonta
como parece ahora que ha fallado…Y es que cualquier idea es estúpida cuando
falla. Con esa estupidez yo sólo quería crearme una situación independiente,
dar un primer paso, obtener medios…Luego, todo quedaría borrado por un
beneficio incomparablemente mayor…Pero, yo no fui capaz de aguantar ni siquiera
el primer paso…¡porque soy un miserable! ¡Ahí está el quid de la cuestión! Yo
no puedo considerar las cosas desde vuestro punto de vista: si hubiera
resultado bien, me habrían puesto una corona; como ha fallado, el cepo.
Pero, si no es eso, ¡en absoluto
hermano! ¿Qué estás diciendo, hermano?
- ¡Ah! Se trata de la forma,
de que la forma no es suficientemente estética. Lo que no acierto a comprender
es por qué se considera una forma más digna el machacar a la gente a bombazos
durante un asedio en regla. El temor a faltar es el primer indicio de
impotencia…Nunca lo había comprendido así con mayor nitidez que ahora, y ahora
menos que nunca comprendo que sea un crimen lo que hice. Nunca me he sentido
más fuerte y más convencido que ahora. ¡Nunca![46]
Y aquí podemos verlo precisamente.
En esta escena está clarificado ese deseo de matanza, nunca el arrepentimiento
y el intento de Dunia por comprender los motivos de su hermano. Raskólnikov, en
el fondo y de manera casi definitiva al final, siente ese resquicio de
arrepentimiento, una sombra de contrición personal que bien podría verse
expresada en su enfermedad, la que lo acecha en sus últimos momentos como
resultado de una esencia humana que no puede desvanecerse, por encima de los
cambios que su superioridad le otorguen.
Dunia
intenta comprenderlo, hacerlo razonar, pero Raskólnikov se ve resuelto en su
ideal, tan apegado a su idea enfermiza que incluso parecería que se desvía de
su argumento. Si nos vamos lejos, esta escena podría fungir como una clara
ejemplificación de cuando lidiamos con algún loco al cual intentamos hacer
razonar. Entonces, se presenta una nueva cuestión lejos de ser aprobada: ¿Es el
súper-hombre alguna clase de loco? No precisamente, sino que dentro de la
locura misma es que el súper-hombre es capaz de generarse, de permanecerse, de
“inculcar” sus ideales extraños ante los demás y que logre transmitírselos por
encima de cualquier obstáculo. Sin la locura misma, ¿cómo sería él capaz de
visualizar su propósito?
Y no sólo eso, sino que en el
diálogo también Raskólnikov confiesa con las de ganar el por qué del “crimen”:
“Yo sólo quería crearme una situación independiente”.[47] Una
excusa poco sólida como fundamento. Si bien para él representa toda la causa y
el motivo como para haber asesinado, para Dunia no es más que una idea absurda,
algo carente de verosimilitud y verdad.
Nunca Raskólnikov siente la
necesidad de dejar atrás el error, de arrepentirse por ello, sino que, al
contrario, se mantiene firme en su resolución. Aquí se nos presenta al
súper-hombre, después de su gran hazaña, junto con su verdad ante el mundo que
le rodea, comenzando por los más allegados a él. No siente culpa alguna por sus
acciones, al contrario, se siente digno de ellas, portador de sus verdades, y
con éstas capaz de sobreponerse a lo ajeno, sin importar qué ocurra. ¿Es que
todos somos así en el fondo? Lo dudo, y contradiciendo este juicio lo mismo
podría pensarse de Raskólnikov.
Con esto damos por concluido el
segundo apartado, entrando al tercero, donde el reto será empalmar más
coherentemente a Dostoievski con Nietzsche, explicando más detenidamente la
faceta del súper-hombre por descubrirse promotor de una verdad novedosa. Con él
arribo a mi tema inicial que es el ser humano en su esencia más completa.
CAPÍTULO
III
LA
CONCIENCIA COMO PARADIGMA MORAL
Conciencia. Una palabra poderosa de la que se
suele hablar poco, pero que sin embargo todos la llevamos dentro y a veces
prescindimos de ella. En Raskólnikov juega un papel muy relevante, por ser ésta
la que lo conduzca a uno u otro camino. Antes de darle una pronta
caracterización que nos lleve a suponer que la conciencia reprende al hombre,
detengámonos ante la perspectiva de que la conciencia quizá pueda construir la
pauta social que mantiene la esencia del súper-hombre unida a la del hombre
mismo.
El
súper-hombre (Raskólnikov) se ha abierto un camino lejos de concluir, y en éste
conlleva el cargar con una verdad personal: guiar a la humanidad por una
aparente nueva moralidad que puede ser puesta en duda. Su hermana Dunia será la
representación del objeto moral inamovible que aun tiene mucho por lo cual
creer, sin importar qué tan desastrosas sean las circunstancias. La cuestión
que sustentará este tercer apartado será descubrir si a partir de un análisis
moral es que el súper-hombre puede o no sentir cierta culpabilidad por sus
actos, como en este caso, Raskólnikov.
Volvemos con nuestra interrogante, la que nos
ha aquejado desde el inicio, ¿Qué tan desastrosas tienen que ser las
circunstancias[48] para que un hombre
determinado se vea impulsado a cometer crímenes? Es en el momento de más
necesidad donde la conciencia pierde su vigor más esencial y que el hombre se
ve estimulado a ir más allá de lo que “le está permitido”. Cuando la ansiedad,
la presión, todos esas emociones humanas nos embargan es porque la
representación moralista (la conciencia) deja de influir en la mente y los
actos humanos que se vuelve todo difuso y pensamos que todo se agravará.[49]
Las resoluciones del ser humano siempre que se
trate de errores, equivocaciones o, en su defecto, crímenes, son señalamientos
claros que apuntan a una prueba por la humanidad dentro de un solo individuo.
¿Tiene la conciencia alguna clase de autoridad sobre el individuo o es que ésta
desaparece como parte del proceso de transformación al súper-hombre? Yo diría
que no es que permanezca o se pierda, sino que la conciencia misma fungiría
como el parámetro moralista situacional que orilla al individuo a seguir su
desplazamiento en la posición trascendental que ha tomado en relación a la
humanidad.
Hemos
reflexionado si el súper-hombre es alguna clase de portador de una nueva moral
o, la misma moral con enfoques y propósitos diferentes. Y una nueva moral que,
desde luego, sea capaz de suplantar lo que se considera inadecuado, de ahí que
el individuo (Raskólnikov) mate a la usurera por considerarla “un bicho raro”.
Un cambio de sentido que otorga un panorama de realidad distinto desde el cual
juzgar a los pocos dignos, como la vieja usurera en este caso.
La conciencia puede llegar a ser esa “ancla”
con la cual todavía el súper-hombre sea capaz de recordar o mantener cerca su
humanidad. Y de ahí a pensar que quizá, gracias a aquélla, sigue guardando un
recuerdo de lo que fue. La conciencia es lo que nos recuerda nuestras fallas y
que nos permite reflexionar, de una u otra forma, aquello sobre lo que actuamos
mal. Y he aquí precisamente nuestro análisis: los parámetros de conciencia
pueden variar según el contexto histórico que tenemos o que se presenta, pero
¿Cambiaría nuestra humanidad a la par que la conciencia?
Porque
de ser así hablamos de un posible cambio de actitud que también es susceptible
de una variación en el contexto socio-histórico en que se presente. Ahora bien,
si nuestra humanidad cambia al considerar estas cuestiones, hablamos también de
un cambio de percepción que le damos al mundo con respecto de nuestra propia
existencia. Si partimos del supuesto de que la moral está sujeta a una
variación de interpretación con el paso del tiempo, también puede estarlo la
conciencia, y es por ello que su estado de moralidad se juzga a partir de la
perspectiva en cuestión, por ello se puede llegar a justificar la actitud de
Raskólnikov: actúa según lo que considera adecuado.
Así
pues, vemos que la moral y la conciencia, dos elementos aparentemente
concomitantes guían la vida humana – y la súper-humana – por un sendero de
recreación inter e intra-personal con el fin de darle un nuevo sentido a algo
que ya está ahí. Dicho esto, podemos comenzar con nuestro apartado, donde el
tema de la conciencia será nuestro referente principal.
3.1.- El modelo variable entre
una moral obsoleta y la Soberanía en el Súper-Hombre.
Como venimos manejando esta cuestión de la
moral cambiante en el prólogo se sujeta a análisis si hay un nuevo tipo de
moral o si se extremiza lo que ya conocemos. La moral decadente representa ese
dudar en el ser supremo como supuesta guía de la humanidad en tiempos de mayor
necesidad, y es por eso que la llegada del súper-hombre adquiere tanta
importancia: encaja perfectamente con la personificación de un mesías al que se
le debe otorgar la atención de quien viene a entregar su verdad a difundir.
La
moral que viene a sustituir el hombre ha quedado reemplazada por su figura, con
la que logra abrirse paso a su alrededor anunciando, ya evidentemente, la
muerte de Dios. Pero entonces ¿Puede el súper-hombre lograr un dominio de sí
mismo ahora que ha sustituido a otro? Porque, como dijimos antes, la forma de
no “separarse” del todo del camino que dejó es recordarse a sí mismo humano,
más que nada.
“Si
no hacemos – dice – de la muerte de Dios un renunciamiento grandioso y una
continua victoria sobre nosotros mismos, habremos de pagar caro esta pérdida”.[50] Y
esa misma victoria es la que ha emprendido ya el hombre para convertirse en
súper-hombre. Renunciar voluntaria y conscientemente a la idea de que el Dios
que creíamos ver allá afuera protegiéndonos no es más que una ilusión.
Esa
ilusión implica de paso la pérdida de la moral de la época, y como el
súper-hombre viene a suplantarla, entra en crisis. Como se repitió antes “Desde
que no hay un Dios, la soledad se ha hecho intolerable; es preciso que el
hombre superior ponga manos a la obra”.[51] El
crimen es la prueba fáctica de que no hay moral sostenible al entrar la humanidad
en crisis personales como proceso de asimilamiento de la nueva realidad. Viene
el súper-hombre a proclamarlo “No existe un Dios como tal” y no es que el
súper-hombre aparezca con habilidades sobrenaturales ni mucho menos, sino que
es su voluntad de ser, su valor lo que impacta su entorno, lo que lleva a los
que lo rodean a cuestionarse, más que nada, su atrevimiento, y al verlo tan
seguro es que comienzan los análisis individuales por querer conocer la verdad
detrás del acontecimiento.
Ahora
bien, dice:
¿Cómo nos consolaremos
nosotros, asesinos entre asesinos? Nuestro puñal ha vertido la sangre de lo más
y poderoso que el mundo ha tenido hasta hoy…¿Quién nos lavará esta sangre? ¿Qué
expresiones, qué acción sagrada habremos de inventar? La grandeza de este acto
es demasiado enorme para nosotros; ¿no tendremos que hacernos dioses para
conseguir tan sólo la apreciación digna de esta grandeza? No hubo nunca acción
tan grandiosa, y sean los que sean que nazcan después de nosotros,
pertenecerán, por causa de ello, a una historia más alta que ninguna otra hasta
el presente”. [52]
Y como surgen es ahí donde el súper-hombre pone un pie para erigirse
entre la multitud y proclamarse líder de ésta. La pérdida de la moral lleva
implica estos cuestionamientos por encima de lo que pudiera acaecer. Sin
embargo, es en “La grandeza de este acto es demasiado enorme para nosotros…”
donde se demuestra que hay hombre que son sólo eso, hombres; pero el
súper-hombre va más allá, naturalmente. Por ello es quien es, y más aún porque
toma ventaja de la duda colectiva para transformarla en su oportunidad de
formación.
Él
sabe que no hay una moral concreta, sino algo que fungió como esclavitud
volitiva entre los hombres y que es eso lo que los “guió” por siglos enteros
hasta que una persona tuvo el valor de enfrentar lo establecido. Ejemplificado
esta cuestión con la voluntad de seguir de Raskólnikov vemos ese deseo de amar
la vida sin importar las consecuencias que ello pueda acarrear. ¿Qué significa?
Que el súper-hombre se mueve en un margen fáctico de posibilidades dentro de lo
positivo que el entorno ofrece, pero sin perder de vista su propio camino, pues
al iniciarlo moldea por completo todo lo que conoce.
Tenemos
aquí Raskólnikov, el más débil de todos los “hombres-Dios”. Ese estudiante
miserable que vive en su cuartucho de San Petersburgo ha concebido, se le ha
ocurrido una idea capital importantísima. A él se le ha ocurrido pensar que los
hombres pueden dividirse en dos categorías: El hombre inferior, o vulgar; y el
hombre superior, que ha recibido el don de proferir una nueva palabra que
conduzca a la masa por un camino distinto que implique una re-estructuración
moralista.[53]
¿Hay
acaso aquí un resquicio de moral? Algunos contemplan dicha posibilidad. Y esto
si recordamos posteriormente a Nietzsche con su adagio “Ha considerado el
crimen como necesario para la grandeza humana”.[54] En
esta perspectiva vemos inmerso al siniestro Svidrigáilov, el que entabla una
conversación con Raskólnikov en un momento dado, dirigiéndose a la hermana del
asesino. De esa manera retrata la moraleja que esta historia implica.
La
representación del súper-hombre en lo moral se nos puede presentar cuando
Dostoievski exhibe a su personaje, Raskólnikov, en la cárcel, poco antes de que
Sonia lo entreviste definitivamente, repasando su propia historia como una
pesadilla tal cual. Aquí es cuando la cuestión de si hay una moral o no se pone
a prueba. Si no la hay, ¿por qué duele tanto el error? Porque Raskólnikov
todavía se recuerda y concibe como humano, aun cuando haya superado las
barreras que detienen a un hombre común.
Él
ha forjado ese camino que parecía indesafiable. No obstante, Raskólnikov
suspira por sentir arrepentimiento, ¿sería lo mismo que desear tener una
moralidad personal? Pero al ser súper-hombre, ¿cómo sabemos que lo que busca no
es más bien una moral distinta a la ya quebrada? ¿No es él el representante de
esa ruptura? Sí, y de una moral que implica de paso una auto-destrucción
personal con la pretensión de una perfección que se buscaba en Dios y que
terminó encontrándose en la Tierra, en el súper-hombre mismo.
Un
hombre que, como súper-hombre, sigue su propio camino, sigue lo que él cree
conveniente sin más, pero algo es importante mencionar: el paso que el
súper-hombre ha dado tras percatarse de la ausencia divina, es simplemente
porque antes de darlo reflexionó que podía
darlo, que podía hacer algo distinto.
Y al entrar él a ese ámbito de reflexión es como concibió su propia moralidad
fundante, de la que podría desprenderse una ideología propia, porque hasta la
no moral es una moral, pero distinta, sujeta a un periodo de juicio distinto
donde los márgenes de apropiación personal-moralista son diferentes.
Y es
esa nueva moral el punto o parámetro de partida lo que conducirá al hombre a la
interrogación por la verdad del súper-hombre. ¿Que la única forma en que el
hombre puede ser libre es despojándose de la idea divina? La doctrina de un
Dios protector, desde Dostoievski sólo cumple la finalidad de la pronta
transformación del hombre en aquello que debe superarlo: su propio instinto, su
deseo de ir más allá, sus ganas de vivir fuera del margen fáctico establecido.[55]
Desde
el momento en que el hombre se convirtió en súper-hombre al darse cuenta de su
capacidad humana y social, es cuando desquebrajó el concepto moralista de la
época en que vive, o la época determinista pues, y se puso en el centro de la
guía venerada por la humanidad misma. Se impuso las consecuencias y las normas
que dicho proceso implicaba, pero más que eso todavía fue la inclusión de la
posición soberana que adquirió al atreverse a enunciar algo sucesor a lo que
establecido.
Pero
volviendo a la interrogante con la que iniciamos este sub-apartado ¿Es
necesario re-afirmarse a través del crimen? ¿Es así que un hombre puede probarse
a sí mismo que es hombre y más ante los demás? Raskólnikov así lo cree. Como lo
dice aquí:
Tú has otorgado la libertad a
los hombres, en lugar de confiscarla. ¿Has olvidado que el hombre habría
preferido a la libertad de escoger entre el bien y el mal, la paz, aunque
hubiera sido la paz de la muerte?...Tú tenías del hombre una idea demasiado
elevada: ¡Es un esclavo aunque haya sido creado rebelde!...La inquietud, la
duda y la desgracia, he ahí el premio de los hombres liberados por su
sufrimiento”.[56]
Un
esclavo de su porvenir. Un esclavo de su destino, de su camino. Eso es el
súper-hombre, ejemplificado, ya evidentemente, en Raskólnikov. Representa esa
moralidad en declive de sí misma por la sombra de una nueva en camino. Cometer
un crimen quizá pueda probar algo, pero para Raskólnikov representa la prueba
de su superación personal que implica y supone un nuevo camino, el llamado a la
preparación de su nuevo destino. Mató a una mujer, una usurera por razones que
él consideraba válidas, pero ciertamente no lo eran igualmente para todos los
demás a su alrededor.
Así
pues, se mostró dispuesto a encarar sus consecuencias, las más próximas
incluso, pero luego vino la conciencia de su causalidad. ¿Qué implica ello?
Pasemos al siguiente apartado.
3.2.- La concepción del perdón en
Crimen y Castigo.
Raskólnikov como súper-hombre o el súper-hombre
en Raskólnikov. Una vez sobrepasado los límites ¿Puede haber oportunidad de
regresar? ¿De arrepentirse? Cruzamos la línea entre ser un simple hombre o ser
capaz de ir más allá, de ser el súper-hombre que Nietzsche predice. Será
nuestro entorno y las personas en él lo que determine qué camino, qué sendero
seguir después de cruzar la línea.
En
esto mismo se ve inmerso Raskólnikov una vez que le ha confesado a su hermana
el crimen que cometió así como las razones del mismo. Veamos el diálogo en el
cual Raskólnikov habla con su hermana Sonia acerca de lo que ya hizo y cómo reaccionan cada uno:
- ¿Has adivinado? – murmuró al
fin.
¡Dios mío! Exclamó Sonia.
Un horrible alarido escapó del pecho de Sonia. Cayó
sin fuerza sobre la cama y hundió el rostro en la almohada. Pero al instante se
incorporó de golpe, fue a él impetuosamente, se apoderó de sus manos y,
estrechándolas entre sus finos dedos como si fueran tenazas, se le quedó
mirando otra vez intensa y fijamente. Con esta última mirada de desesperación
intentaba descubrir y captar algún atisbo de esperanza. Pero no la había. Ya no
había lugar para la menor duda. ¡Todo había ocurrido así! Más adelante, al rememorar ese momento, se maravillaba de
haber advertido entonces de golpe que
no había ya lugar a la menor duda. Y no podía decir, por ejemplo, que había
presenciado algo de ese género. Sin embargo, ahora, en cuanto él habló, le
pareció súbitamente que, en efecto, eso
mismo había presentido ella.
- ¡Basta Sonia, basta! ¡No me
atormentes! – rogó Raskólnikov con voz plañidera.
No era de ese modo, no era en
absoluto de ese modo, como habría querido él descubrirle la verdad, pero había
resultado así.
Como enajenada, Sonia saltó de
la cama y llegó hasta el centro del cuarto retorciéndose las manos, aunque
enseguida volvió a sentarse junto a Raskólnikov, casi hombro con hombro. De
repente se estremeció, como herida por un puñal, lanzó un grito y, sin saber
ella misma por qué, se hincó de rodillas delante de él.
“¿Cómo ha podido…cómo ha
podido cargar con eso sobre su conciencia?”
Profirió, desesperada. Se levantó y le echó los brazos al cuello,
estrechándole con todas sus fuerzas.
Raskólnikov se apartó y la
contempló con una sonrisa triste.
- Eres extraña, Sonia – dijo
-. Me abrazas y me besas después que te he contado eso. No sabes lo que haces.
“No, no. Ahora no hay en el
mundo entero nadie más desdichado que tú” exclamó ella exaltada, sin atender a
su observación, y de pronto estalló en sollozos, como presa de un ataque de
nervios.[57]
Aquí
podemos ver la ejemplificación de ese resquicio de perdón donde Sonia
intenta, con sus propias herramientas, tratar de hacer ver a su hermano el
error en que ha caído, pero éste se asombra más de la reacción de su hermana,
pues creyó que ella lo repudiaría o peor, pero en su lugar, intentó
comprenderlo e imaginarse la gama de emociones que representaban y embargaban a
su hermano en el momento del crimen.
¿Puede haber aquí una posibilidad de perdón? Quizá sí si él
hubiera cedido y aceptado la palabra de su hermana. En su lugar se muestra
desconcertado por su actitud ante la verdad. Puede ser éste el ejemplo
representativo de cuando se nos anuncia la pre-noticia de una supuesta verdad
con fines colectivos y nos rehusamos a creerla por sobre todas las cosas. El
caso de Sonia podría ser una buena ejemplificación de la parte del ser humano
que aún desea ver lo bueno en lo malo, por muy desastrosa que sea la situación.
Dicho esto, podemos trasladarnos a
la reflexión de lo que el perdón implica dentro de las circunstancias más
desastrosas. Ahora bien, nos movemos en el enfoque del perdón personal que
acarrea la persona que comete el crimen, pero ¿Qué hay de un perdón por parte
de la gente externa, un perdón colectivo? Como lo dice:
La sentencia, sin embargo, fue
más benigna de lo que podía esperarse, teniendo en cuenta la magnitud del
crimen, y precisamente quizá, porque el acusado, lejos de querer justificarse,
parecía manifestar el deseo de exagerar su culpa. Todas las extrañas y
singulares circunstancias del caso fueron tomadas en consideración. No dejaba
lugar a dudas el estado morboso e indigente del acusado antes de cometer el
delito. El hecho de que no se lucrara con lo robado se acachó en parte a un
remordimiento incipiente y, en parte también, a que no se hallaba en el pleno
dominio de sus facultades mentales en el momento del crimen.[58]
Con
este diálogo podemos también observar la plataforma desde la cual formamos la
hipótesis de que las acciones del súper-hombre se verán siempre moralmente
determinadas por el pueblo al que superará, tarde o temprano. Es cierto lo que
venimos tocando acerca de que la naturaleza del súper-hombre es sobreponerse al
límite que el hombre mismo teme, pero incluso esa barrera, esa decisión, se ve
determinada moralmente por los que lo siguen, los que lo idolatrarán.
Raskólnikov, como súper-hombre,
acepta su condena, pero aquí hay algo más profundo si lo queremos ver así: El
súper-hombre, él mismo evidentemente, se encuentra en la faceta de su proceso
donde debe aceptar la consecuencia de sobrepasar el límite que la sociedad
concibe y que vislumbra a lo lejos. No obstante, expresar su crimen como algo
más allá de lo que fue, lo que da ese sentimiento de análisis con relación a
una muerte personal donde la moral interna sucumbe a necesidades mayores como
la de solventar un desequilibrio socio-interno. Como dice: […] ¿Has olvidado que el hombre
habría preferido a la libertad de escoger entre el bien y el mal, la paz,
aunque hubiera sido la paz de la muerte?...[59]
La necesidad del individuo por
posicionarse en un plano personal de retrospección donde daría lo que fuera por
sentir arrepentimiento, entonces podemos verlo como un ser que, aunque no lo
posee, tiende a desearlo como algo básico en su vida, como una tendencia
difícil de obtener pero que se vuelve un objetivo primordial en el
súper-hombre. Ahora bien, de ser así, ¿Por qué sentirse mal o similar después
de pagar la consecuencia del acto?
Sólo
la sociedad condenando al súper-hombre por su crimen, podría ser capaz de
auto-concientizarse acerca de lo que ese crimen, ese recorrido implica, pues
¿De qué otro modo lograría el
súper-hombre que su alrededor se percate de la posición histórica en que se
halla? ¿Del error que ha cargado por mucho tiempo? Si no es capaz el
súper-hombre de matar a su hombre interno, a su Dios, lo que fue ¿Cómo será
capaz de someter al pueblo del que viene a redimir su pasado volviéndose a un
futuro porvenir lejos de falsedades?
Como
lo expresa: “En verdad, ¿Qué destino más trágico que el de estos obreros de la
mentira y de la servidumbre, que ven con toda lucidez la nada en que han sumido
a los hombres o aquélla a la que ellos mismos se encaminan?”[60] El
súper-hombre, cumple con un propósito de fondo detrás de ese “querer superar el
límite”: Viene a concientizar al pueblo de retractarse del camino que han
tomado y por tanto, que todavía no es tarde para salvarse.
¿Está
aquí el perdón expresado, representado y de manera colectiva ante un hecho
singular? El súper-hombre se ve a sí mismo como imagen y hecho de algo que es
cambiante, se ve como posicionado en la representación del llamado de un
porvenir venidero por sí mismo. ¿Será el perdón la verdadera salida del crimen?
¿La manera de redimirlo sin importar qué tan complejo sea éste? Quizás no sea
un perdón tal cual lo podemos concebir, sino un perdón a través del tiempo, de
la acción del hombre que perdura, que se modifica continuamente.
Porque
si lo que el súper-hombre busca es la redención colectiva y es eso mismo lo que
lo impulsa a superar lo que otros no, ¿Qué hay de su propia salvación? Esto ya
lo hemos venido comentando previamente. La diferencia ahora radica entonces en
la cuestión de qué es lo que sigue tras la supuesta integración del perdón en
la esencia del individuo corrompido que no tiene más que seguir el evidente
camino ya expuesto: proclamar su propia verdad.
¿Perdón
por lo que ha hecho? No. Perdón a sí mismo probablemente por el sufrimiento de
pasar por las condenas que enfrenta al encarar la falsedad impuesta. El
súper-hombre prevé aquí algo todavía más profundo, algo que está por venir y
que sólo él logrará integrar en el mundo a su alrededor. Este nuevo cambio
advierte regularidades comunes dentro del marco colectivo presente. Veamos la
cita:
[…] Solamente hace notar una
cosa: que estos sistemas y los que se les parecen dejan al margen un elemento;
este elemento, este dato, es el hombre mismo, lo que constituye el fondo de su
ser y que escapará siempre a las determinaciones de la ciencia, como escapará
eternamente a la captación de la razón.[61]
El
elemento común en todo este cambio: El hombre que trasciende, que deja huella.
Después de aceptar el margen de su naturaleza a la expectativa de lo que tiene
y lo que tendrá ante sí, reconoce, comprende y emprende su camino hacia sus
consecuencias últimas. Como en Zaratustra,
el súper-hombre viene a anunciarse y trae consigo la noticia de la muerte
divina y todo lo que ello implica. Con el riesgo de parecer un loco, se encamina
a promover la nueva verdad.
Raskólnikov
paga por el crimen que comete tras la creencia de que puede hacerlo sin problemas. No obstante, ello implica pagar por la
voluntad misma del hecho. ¿Puede acaso haber retorno? Depende de las acciones
que se basan nuestras decisiones más importantes. Raskólnikov toma una decisión
una vez el hecho cometido y se aventura a enfrentar su porvenir. Con ayuda de
la presencia de Sonia, él logra enfrentar su destino, el camino detrás de la
consecuencia sin importar qué ocurra después. ¿Y qué pasa después?
Incluso
más allá de pagar por la consecuencia, en Raskólnikov aparece la representación
figurativa de Sonia, como la esencia de aquellos valores que todavía no
desaparecen del todo. Y eso justo eso lo que lleva a Raskólnikov a testificar,
pero, de no haber sido por Sonia, ¿Se habría aventurado el muchacho a enfrentar
su destino? ¿Marca este hecho la sutil transición en que el individuo se
despide para siempre de los valores? La posibilidad está ahí. En virtud de lo cual,
podemos decir que el acto en el que Raskólnikov está por evadir lo que debe
enfrentar aparece Sonia como un “recordatorio axiológico” de eso que debe
trascender como el súper-hombre y por ello lo logra.
¿Arrepentimiento?
¿Perdón para sí mismo? Lo cierto es que en todo el tiempo hasta justo antes de
testificar Raskólnikov actúa de un modo taciturno, como lo mencionábamos antes.
Veamos el ejemplo:
Parecía desquiciado. Ni por un
momento podía permanecer en el mismo sitio o concentrar la atención en el mismo
objeto. Sus pensamientos se atropellaban, habla sin coherencia, y le temblaban
un poco las manos. Sin decir nada, Sonia sacó de un cajón dos crucifijos uno de
madera de ciprés, y el otro de cobre, se santiguó, le hizo a Raskólnikov la
señal de la cruz y le puso al cuello el de ciprés.
- De manera que éste es el
símbolo que cargo con mi cruz, ¡Jeje! ¡Como si no hubiera sufrido bastante
hasta ahora! La de madera de ciprés es la corriente; la de cobre es la de
Lizaveta y la llevarás tú. A ver, enséñamela. ¿La llevaba al cuello…en aquel
momento? Recuerdo dos cosas parecidas: un crucifijo de plata y una imagen
pequeña. Las arrojé entonces sobre el pecho de la vieja. Ésas son las que de
verdad debería ponerme yo ahora…Pero estoy diciendo tonterías y me olvido de lo
principal ¡Qué distraído me he vuelto!...Mira, Sonia: en realidad he venido
para prevenirte, para que sepas…Y eso es todo…Sólo para eso he venido.
Hum…Verdaderamente pensaba que diría algo más. ¿No querías tú que me
presentara? Bueno, pues ya está: me meterán en la cárcel y se cumplirá tu
deseo. Pero, ¿por qué lloras? ¿También tú vas a llorar? Déjalo ya. Bastante mal
lo estoy pasando…
Su sensibilidad, sin embargo, se había
despertado y se le oprimía el corazón de verla. “Y ésta, ésta, ¿por qué tan
afectada? –. ¿Qué soy yo para ella? ¿Por qué llora? ¿Por qué se despide de mí
como lo harían mi madre o Dunia? ¡Ni que fuera mi aya!”. Pensó Raskólnikov.
“Santíguate y reza, aunque
sólo sea una vez” rogó tímidamente Sonia con voz temblorosa.
- ¡Oh, todo lo que quieras! Y
de todo corazón, Sonia, de todo corazón…
De hecho, habría querido decir otra cosa.
Se santiguó varias veces. Sonia buscó una
prenda para ponérsela en la cabeza. Era un mantón de paño verde, probablemente
el “de familia”, del que le habló Marmeládov. La idea le pasó a Raskólnikov por
la mente, pero no preguntó nada. Empezaba a sentirse efectivamente muy
distraído y agitado hasta la exageración y le produjo un sobresalto
comprobarlo. Luego le sorprendió ver que Sonia se disponía a acompañarle.
- ¿Qué haces? ¿A dónde vas?
Quédate aquí, quédate. Iré yo solo – gritó contrariado, casi resentido, yendo
hacia la puerta -. Ni que necesitara séquito…- rezongó al salir.
Sonia se quedó plantada en medio de la
habitación. Raskólnikov ni siquiera se despidió, se había olvidado de ella;
sólo ardía en su alma una duda acerba y rebelde: “¿Realmente debe ser todo así?
– se preguntó una y otra vez mientras bajaba la escalera -. ¿No existiría la
posibilidad de detenerlo y enmendarlo todo…y de no ir?”[62]
Para
un perdón es necesario un arrepentimiento. ¿Está eso aquí expresado? No.
Raskólnikov podrá ver a Sonia poco antes de confesarse, pero no siente el
arrepentimiento tal cual lo concebimos nosotros sino que, no obstante, lo toma
como una actividad retrospectiva, y aún más por regresarse a confesar. No ir
porque tiene miedo, naturalmente. No se cree haber sido capaz del crimen que
cometió, pero jamás se detiene o huye de su destino, sino que continúa hasta el
final.
Por
su lado Sonia lo perdona, y trata de enmendar hasta donde ella puede el daño
reparado. De ahí que lo visite continuamente ¿Para qué? Para leerle la Biblia.
¿Qué significa esto? Como dijimos anteriormente ella representa esa “ancla” por
los antiguos valores que están por desaparecer, y ella al predicar la palabra
de un modo tan sutil está recordándole a Raskólnikov la verdadera
representación de sus actos. Por eso él se muestra tan taciturno: El proceso
tan profundo en que se encuentra le proporciona, muy probablemente, un dolor emocional
que le tomará tiempo digerir.
Eso
trae incluso la consecuencia de que se preocupe por saber cómo está su madre y
más aún cómo tomó su noticia, la noticia de su crimen y el destino que le tocó
ante este hecho. Sonia representaría lo divino, lo cristiano de un modo puro y
consolidado, firme, tenaz y sobre-valorado. Así como en Zaratustra, el súper-hombre confronta su destino: anunciar la
verdad de la que hemos hablado, pero todavía no especificamos a qué nos
referimos. ¿Cuál verdad? ¿De qué estamos hablando? ¿Qué es eso que el
súper-hombre, personificado en Raskólnikov, representa?
El anunciamiento
de la verdad de que Dios y los valores que mantuvieron nuestra moral
establecida por siglos, han “caducado” y es necesario sustituirlos por algo
nuevo tomando como parámetro el pasado mismo del hombre, por eso es tan
arriesgada la tarea que se impuso el súper-hombre al decidir confrontar a los
suyos, a los que lo rodeaban como parte de una sociedad transitoria.
No hay perdón
por lo que se hizo ni por lo que se hará, eso es un hecho, pero lo que sí debe
mantener es su independencia con el mundo, esa independencia que lo
“descarrila” con las reglas mismas, las que consideró viejas, obsoletas y lo
hicieron lo que es: un súper-hombre.
“Lo que le hace
falta al hombre es la independencia, no importa a qué precio”[63], y
claro una independencia que le permita, digámoslo así, cierta movilidad moral
dentro de su campo de acción, de su campo fáctico en el acaecer continuo. Ciertamente el súper-hombre
necesita reunir su fuerza interior para enfrentar al mundo, mostrarse como lo
que es, aunque también está claro que si no fuera por esos valores que terminó
considerando superfluos, nimios, no se habría atrevido siquiera a pensar en
atreverse a derribarlos, pero ¿Es lo suficientemente poderoso el motivo de una
moral difamada lo que respaldaría la justificación de creerla sin sentido?
Si el
súper-hombre mantuviera una línea de dependencia con respecto de aquello a lo
que desea desapegarse, no tendría sentido alguno, en cambio, si se disgrega
digamos de los valores presentes que nada aportan a la humanidad, estamos
hablando primero, o antes que nada, de una independencia interna personal que
desemboca en una comunitaria, pues el súper-hombre viene a revelar lo que sabe:
Dios ha muerto, y con él todo lo que implica, lo que representa, los antiguos
valores que sólo destruyen, permutan y limitan al hombre mismo a apreciar la
vida misma. Eso debe acabar. El súper-hombre ha llegado para eso.
¿Perdón? Reitero
que no. Ello implicaría un arrepentimiento por sus actos y, de paso, un
retroceso en su transformación de súper-hombre. ¡Desde luego que no! Pero si el
perdón no es el factor clave aquí, ¿qué lo es? ¿Qué es lo que podría ocultarse
algo más allá en la profundidad del ser humano, de sus emociones, de sus
acciones, allá inmerso en la conciencia? Pasemos pues, al tema penúltimo antes
de ahondar en mi tema principal y con el cual concluiré mi investigación.
3.3.- El Amor como
Transfiguración de la Conciencia.
La permanencia de figuras como Dunia, Sonia y
la mamá mantienen un hilo emocional en Raskólnikov que poco a poco irá
creciendo en su interior. Si bien está claro el hecho de que aceptó su camino,
sus consecuencias por el crimen que cometió, era seguro que no deseaba que su
mamá supiera qué había hecho que lo metieron preso. Este enfoque de su problema
es interesante, y aun más porque mantiene un rasgo propenso en su personalidad.
A
pesar del crimen que cometió, no se apoderó completamente del objeto robado,
del mismo podemos decir que le preocupa más la salud de su madre cuando supiera
que su hijo había sido apresado. La importancia que trasciende todo margen de
trivialidad moral queda explicito cuando Raskólnikov sólo desea saber acerca
del estado de su madre, pero no llega a ello, pues ésta muere en el transcurso
del chico en la cárcel.
Dostoievski quiere escapar de
la atmósfera de una “vida racionalizada hasta el extremo”, exige un universo
más amplio que “el mundo escogido de los productos del pensamiento puro”,
reclama los derechos de la persona espiritual, que no es solamente algo dado
objetivamente sobre lo que muerde la razón. La evidencia racional es la de la
vida en la superficie.
Por
eso Raskólnikov actuó como lo hizo. La quebradura moral llevada al extremo de
lo inevitable. La razón quedó privada de un justo parámetro moral que merecía
ser reemplazado por algo más prometedor. Raskólnikov viene a mostrar eso. Para
finalizar insertaré una metáfora dentro de una que se explicó en el primer
apartado. Supongamos por un momento que un grupo determinado de personas está
en un cuarto viendo programas que transmiten cierto género de ideologías, pero
lo que ellos no saben es que esos programas los producen gente que se dedica
solamente a mentir.
Entonces,
llega un súper-hombre, alguien como Raskólnikov a unirse a ellos sólo para
mostrarles la falsedad de su estado, un prolongado estado que puede ser
modificado con la voluntad de poder, con la voluntad de creer en algo más que
puede ser fehaciente, prometedor por sí solo. Para llegar a ese estado el
súper-hombre es hombre mismo con la facultad de reflexionar el error moral, de
darse cuenta de que están frente a una “falsa pintura” que necesita ser
borrada. Se reúne con ellos y desvía su atención a donde lo desea,
conduciéndolos al exterior mismo.
Una
individualidad remarcada, personalizada por el destino y escogida por su deseo
de ir más allá. El amor a la verdad de la vida es lo que mueve a este singular
individuo a un destino que sólo él puede entender, aceptar y desarrollar como
nadie más. Cuando el súper-hombre exhorta a la gente a su alrededor a salir de
ahí, a que comprueben el jardín que tienen ante sí, el jardín ideológico
cambiante y real que necesita de una creencia sólida en valores antiguos es que
suceden las confrontaciones personales.
“Si
no hay Dios todo está permitido”[64] lo
que sería una frase muy similar que, al momento de escucharla, también causa
conmoción y nos sumerge en una profunda reflexión acerca de nuestra propia e
intrínseca naturaleza humana: Nada es verdad, todo está permitido. El sujeto
que corrompe de falsedades a la multitud, envuelto en su manto negro, asemejado
a Zaratustra, provee la nueva verdad
a la multitud. El destino está casi completado para insertar la proposición de
nuevos valores morales que despejen las más profundas dudas en el interior del
espíritu humano.
El
camino está iniciado y sólo el elemento más poderoso capaz de guiar al ser
humano a su felicidad personal está presente y quizá pueda ser capaz de cumplir
su objetivo en el destino del súper-hombre: su salvación personal que da pie a
otros caminos. Es el amor por la vida aquí mismo lo que impulsa al súper-hombre
(Raskólnikov) a demostrarle a su comunidad que pueden superar lo impuesto.
Algunos lo verán mal, lo insultarán, otros quizá no creerán nada de lo que él
diga o haga, pero habrá muchos otros que lo sigan inspirados por su capacidad
individual de eliminar lo falso, lo que insta a abandonar lo que tenemos, lo
que somos y aquello por lo que luchamos.
Hablamos
aquí de un amor más profundo que el amor por una persona en particular, es un
amor por la vida misma, un amor por querer descubrir que hay un mundo allá
afuera, que está para ser descubierto para aprender en él. Una vez que el
súper-hombre los invita a su propio recorrido ya que sabe que éste no es
peligroso, está dispuesto a enfrentar toda clase de contingencias, con tal de
pregonar la verdad del mundo: la vida es para los fuertes, y los deseosos de
hacer algo más allá. Pero eso no es todo, pues está la posibilidad de la variación
de una opinión colectiva, que puede poner en entredicho lo que el súper-hombre
viene a proclamar.
El
amor es lo que une, lo que fortalece, lo que nos hace crecer y evolucionar. De
ahí que podemos decir que es el amor lo que puede sobrevivir al final de cada
situación, como el amor de Raskólnikov por sus seres queridos aun después de
pagar por sus errores. Pero, ¿qué tiene que ver el amor con el súper-hombre?
¿Qué clase de amor puede él llegar a sentir? El amor por la vida misma, claro,
el amor que lo levanta, que lo motiva a cumplir sus fines, evidentemente.
El
recorrido del súper-hombre por demostrarse llega su fin al alcanzar su
objetivo: mostrar al mundo que la moral en la que se basaron por siglos ha
caído. Ahora ésta debe ser reemplazada por algo más novedoso, más prometedor.
Dios, valores, costumbre, colectividad, no es que deba ser eliminado, sino que
son conceptos que deben ser sustituidos por otros similares pero adecuados a un
contexto moderno, actual, que responda a las necesidades de la gente. Eh ahí el
trabajo del súper-hombre.
La
labor del súper-hombre está marcando, al quebrar la moral de la época, una
nueva pauta histórica para la humanidad, donde el camino sea renovado por una
nueva senda que otorgue un nuevo punto de vista al ser humano, un enfoque desde
el cual apreciar mejor sus fallas personales. Si el súper-hombre no se
atreviera a más, como ya hemos dicho antes, la humanidad seguiría formulando
expectativas axiológicas que no llevarían a nada. Mantendrían un mismo segmento
ideológico y un horizonte “viejo” al cual sujetarse, dependerse como si fuera
una estatua a la cual venerar.
Es
por ello que el súper-hombre ha aparecido. Su valor, su fuerza, su poder son lo
suficientemente capaces de provocar una huella, una duda, un misterio en lo más
profundo del espíritu humano y con ello forjar nuevos lazos, nuevos caminos que
fungen como una re-estructuración, como un paso más en la evolución humana.
Como lo expresa Dostoievski:
Raskólnikov no sabía que esa
vida nueva no se le vendría a las manos en balde, que habría de pagarla y le
costaría una gran proeza en el futuro…
Pero aquí arranca otra historia, la historia de la gradual
renovación del hombre, la historia de su regeneración gradual, de su gradual
transición de un mundo a otro, de su iniciación en una realidad totalmente
desconocida hasta entonces. Esto podría ser de tema para un nuevo relato; pero
este relato nuestro de ahora ha terminado.[65]
Y
así es, tal y como vemos que lo planteó Dostoievski, la ejemplificación
nietzscheana de que el hombre divino, el hombre dispuesto a mantener la idea
cristiana a flote debe ser suplantado por algo nuevo. Ese camino, esa raza ha
terminado. El hombre es algo que debe ser superado, dejado atrás. Su lado
salvaje, su lado aventurado, el súper-hombre ha llegado. Pero, ¿qué sigue
después?
El mundo en el
que cual se encuentra Raskólnikov es un mundo donde la comunión es casi lo
primero, la tendencia de las almas desoladas buscando salvación en un mundo
criminal, donde es necesario actuar para lograr algo más allá de lo que
conocemos. El nombre mismo de Raskólnikov indica esto, pues éste viene de
“Raskel” que significa cisma, escisión. El crimen que comete le ha separado de
cuanta persona conoce, tanto de familiares como de amigos; su orgullo, su doctrina,
es el motivo de su alejamiento personal, de ahí que Sonia le pida haga
penitencia. Raskólnikov ha sido desterrado de la humanidad por el destino que
le fue conferido: demostrarse a sí mismo el súper-hombre que puede llegar a
ser. Después podrá reintegrarse al universo que dejó tras la huella, la calma
de su corazón.
Este mundo terrestre, el mundo
objetivo de la sociedad humana es un mundote separación y de soledad, como
pueden ser las realizaciones “comunitarias”. Es un mundo de pecado. Dostoievski
no se opone a que se mejore, pero nos advierte que este mejoramiento, en sí
mismo, no sirve en absoluto para resolver el problema del hombre y de la
comunión humana. [66]
El
problema que implica valores que no pueden seguir siendo tomados en cuenta. Necesitan
ser sustituidos. ¿Por qué otra cosa? Aquí se presenta una nueva teoría. ¿La
teoría de una nueva moral? ¿De un nuevo mundo? ¿De nuevos principios? Todo eso
y mucho más. Al cometer el crimen Raskólnikov anuncia la interfase de una nueva
etapa en la humanidad, sólo que él no se percata completamente de ello, sino
que se deja arrastrar poco a poco por un emblemático movimiento que conlleva en
su interior, el cual no está del todo claro.
De
ahí que se diga “Raskólnikov no sabía que esa vida nueva no se le vendría a las
manos en balde”[67], porque es justo eso: el
hecho de que las acciones del súper-hombre Raskólnikov significan algo, pero no
sabe qué es ese algo hasta después o quizá nunca, lo que prevalece, lo que
importa es su impacto en la cultura, en la humanidad misma. Por ello “que
habría de pagarla y le costaría una gran proeza en el futuro…Pero aquí arranca
otra historia, la historia de la gradual renovación del hombre…”[68].
¿Qué
implicaciones puede esto tener? La supuesta futura reintegración de Raskólnikov
al mundo presupone algo más que su propia salvación. Ésta implica el inicio de
una nueva identidad, un nuevo amanecer. Como súper-hombre, sus acciones valen,
y ese valor es el que está inmerso en el acontecer continuo, por eso es tan
importante su obra. En lo profundo de su ser Raskólnikov sabe que algo está
mal, pero no consigue advertir del todo qué es.
¿Qué
sigue? Muy simple: Sus acciones simbolizan una representación. La
representación de un nuevo amanecer para la humanidad. El poder de un individuo
para cometer crímenes desencadena una serie de reflexiones fácticas en la moral
que nos hacen cuestionarnos de qué sirven las reglas, o más profundo todavía:
Cuestionar hasta qué punto se da el regimiento a nuestra sociedad. Para acabar,
¿cuál es el verdadero impacto de Raskólnikov en la humanidad tras su crimen? La
respuesta puede ser sencilla, todo depende de cómo sea vista: Se acerca el
período donde el hombre necesite renovar su interacción con otros. Necesitamos
seguridad en nosotros mismos, voluntad, poder, libertad, acción, necesitamos un
mundo donde la ética y la moral no estén sobre-valoradas.
Se dice que los valores ya no son suficientes.
Entonces necesitaremos un súper-hombre que nos saque de nuestro error, que nos
muestre el camino a una nueva realidad, una que sea duradera. Y, ¿qué
encontraríamos o esperamos encontrar ahí?
La interacción con el individuo mismo marca una fase nueva que es
conveniente analizar. Esta fase propone nuevos principios que pueden ser
analizados, pero también implica una acción pro-activa de los mismos.
¿Qué es lo que
está fallando? El modo como nos relacionamos con los demás. Si lo modificamos
quizá se logre un cambio similar y más positivo que el que Raskólnikov propuso
con sus propias acciones. Un nuevo mundo lleno de posibilidades alternativas
donde las elecciones toman cara en nuestros espíritus y donde el crimen toma un
giro, un significado distinto. El ser humano necesita volver a
auto-determinarse. El planteamiento de Raskólnikov en el fondo: Necesitamos
nuevas relaciones humanas.
CONCLUSIONES
Un individuo. Un camino. Un destino. Un mundo. Necesité partir desde lo
básico en la humanidad: la formación inter-personal del individuo con sus
semejantes para poder plantear la sugerencia del estrato más alto: Es necesario
reformular el modo como vemos al otro. La relación humana que sostenemos con la
otra persona, pues a mi juicio este proceso es complejo, pero muy interesante.
También
fue algo ingenioso basarme en Crimen y
Castigo para ejemplificar esta situación desde sus inicios. El individuo
soberano de sí mismo que corrompe la ley en el universo en que está,
invirtiendo la necesidad de reformular aquello que encuentra incorrecto. Después
del crimen, viene la contrición por sus actos, y esto según como sea el
individuo, según como se vincule con sus semejantes. De ahí se estaría pasando
al comportamiento taciturno, al sereno, para pasarse a la violencia, a la
recriminación, al argumento de por qué obrar como lo hace.
¿Puede
el amor ser capaz de liberar de su culpa al súper-hombre, ejemplificado en
Raskólnikov? El destino le ha llegado, el destino de sus acciones. Éstas marcan
un contraste en su propia integración contra el amor, contra el perdón.
Raskólnikov paga por su crimen, pero ¿Podría ser éste disminuido por un
sentimiento humano positivo que aminore el daño de las acciones, del error?
Dunia
y Sonia ejercen una muy sutil influencia en Raskólnikov, una influencia que, ya
estando en la cárcel, vemos crecer de una manera lenta pero segura. El amor es
capaz de marcar una pauta aún más profunda que cualquier otro sentimiento o
emoción humana que nos orille hacia actos imprudentes. ¿Dónde quedaría la
culpa? Acompaña este proceso, pero el amor se re-afirma de una manera suprema.
Entonces
viene la confrontación, y ésta implica más, aún más. No sólo hablamos de la
confrontación del individuo con sus semejantes, sino también con él mismo, con
su yo interno, con su esquema de pensamiento, con su propia integración en el
estar ahí. El forzar las cosas para que una persona se sienta segura y capaz de
cometer un cierto acto que conlleva un notable impacto en la sociedad que desemboca en un análisis formulado por la
misma sobre qué es lo que se está intentando decir: Necesitamos cambio. Una
renovación. La búsqueda de nuevos principios humanos que representen una
axiología duradera en el tiempo en que vivimos ¿por qué?
Porque si el súper-hombre viene a
suplantar al Dios que nunca existió. Porque cuando en Zaratustra se dice “Dios ha muerto” como ya hemos venido mencionando
desde el inicio de este recorrido, lo que formula, lo que enuncia Nietzsche al
intentar arrancar esa “verdad” lo que está haciendo es mucho más complejo en
interesante aún, y ese motivo es al mismo tiempo el objetivo más profundo de
esta investigación: Cuando muere Dios, con él muere la época de los antiguos
valores que creíamos seguían presentes con nosotros y que nos conducían por un
camino de engaño.
Al proponer un camino de
estrategia, un camino que reivindique a la humanidad y exhiba o libere su
verdadera naturaleza vigorosa, lo que el súper-hombre intenta hacer es que la
humanidad renuncie a aquello que la retiene de caminar hacia su propia verdad,
si es que puede haber tal. Una que sostengan lo que ya tenemos, otorgándole un
nuevo sentido, el sentido de un cambio que implique un reformulamiento
colectivo con una pretensión: Nuevas relaciones humanas.
Bibliografía.
Obras consultadas
Fuentes directas
1.- Dostoievski, Fiódor, Crimen y Castigo, Cátedra, Madrid, 2009.
2.-
Friedrich, Nietzsche, Así habló
Zaratustra, Editorial Oriental, 1983.
Fuentes indirectas.
1.- Bajtín, Mijaíl M, Problemas de la Poética en Dostoievski, FCE,
México, 2003.
2.- Valladier, Paúl, Nietzsche y la
Crítica al Cristianismo, Editorial Cristiandad, Barcelona, 1982.
3.- Henry de Lubac, El Drama del Humanismo Ateo, Encuentro, Madrid, 2004.
4.- Xirau, Ramón, Introducción a la
historia de la filosofía, UNAM, 2009.
[1] Henry de Lubac, El Drama del
Humanismo Ateo, Madrid, 2004, p. 41.
[2] Friedrich, Nietzsche, Así habló
Zaratustra, Editorial Oriental, 1983, p. 57.
[3] Valladier, Paúl, Nietzsche y la
Crítica al Cristianismo, Editorial Cristiandad, Barcelona, 1982, p. 28
[4] De Lubac, H, op.cit., p. 34.
[5] La escisión característica entre ambos es necesaria y lógica, pues al
ser distintos se crea un vínculo más profundo entre ambos que lleva a una
consecuencia lógica de su destino dualista.
[6] Nietzsche, F, Así habló
Zaratustra…, p. 382.
[7] Ibidem, p. 124.
[8] Cfr,. El Drama del Humanismo
Ateo.,p. 38.
[9] Ibidem, p. 36.
[10] Todo pensador profundo teme más ser comprendido que mal comprendido.
En este último caso su vanidad sufre quizás. En el primer caso el que sufre es
su corazón, su simpatía, que dice siempre <<¡Ay! ¿Por qué queréis que el
camino os sea tan penoso como a mí?>>
[11] El primer hombre que encuentra Zarathoustra al descender de su soledad
es un viejo que pasa su vida en el bosque cantando alabanzas al Señor.
<<¿Qué presente nos traes tú?>>, pregunta el santo hombre al
profeta. Zarathoustra le responde: <<¿Qué había de daros? ¡Dejadme partir
de prisa para que no os robe nada!>> De nuevo sólo se dice: <<¿Será
posible? El viejo santo, en su bosque, no ha oído todavía que Dios ha
muerto>>.
[12] Valladier, P, op.cit, p. 39.
[13] F. Nietzsche, op.cit., p. 382.
[14] Ibidem, p. 34.
[15] Ibidem, p. 49.
[16] De Lubac, H, op.cit,…p. 48.
[17] Xirau, Ramón, Introducción a la historia de la filosofía,
UNAM, 2009, p. 388.
[18] Valladier, P, op.cit, p. 29.
[19] Ibidem, p. 28.
[20] Nietzsche, F, op.cit., p. 383.
[21] Valladier, P, op.cit, p. 34.
[22] Ibidem, p. 40.
[23] Vid supra, p. 3.
[24] De Lubac, H, op.cit. p. 35.
[25] Tenemos este elemento de
la necesidad, que bien puede ser
querer cambiar u obtener algo. En Psicología una actitud suele ser la
representación de querer tapar algo o sustituirlo en su lugar; disimular o imitar,
pero a veces, más que nada, es el hecho de las carencias que vamos arraigando
en nuestro pasado lo que enfatiza nuestras carencias actuales. En el caso de
Raskólnikov pues, naturalmente, el deseo de ser más, de obtener más para
cambiar el estado de su vida, la persona en que se convirtió.
[26] Fiódor Dostoievski, Crimen y Castigo, Cátedra, Madrid, 2009,
p. 135.
[27] Tanto la familia de Raskólnikov como los mismos agentes de policía, el
agente, entre otros, funcionan dentro de este mismo universo, es decir, tienen
un rol, un papel que sirve de estímulo en relación al súper-hombre que está
despertando personificadamente dentro de Raskólnikov.
[28] Dostoievski, F, op.cit., p. 240.
[29] Ibidem, p. 378.
[30] Ibidem, p. 326.
[31] Ibidem, p. 356.
[32] Ibidem, p. 358.
[33] Ibidem, p. 360.
[34] H. De Lubac, op.cit.,
p. 222
[35] Idem.
[36] Ibidem, p. 223.
[37] Ibidem, p. 224.
[38] Ibidem, p. 40.
[39] Dostoievski, op.cit., p. 363.
[40] De Lubac Henry, op.cit. p.
225.
[41] Idem.
[42] Supra, p. 21.
[43] Dostoievski, F., op.cit. p. 685.
[44] Idem.
[45] Supra, p. 19.
[46] F. Dostoievski, op.cit., pp. 666-667.
[47] Idem.
[48] Vid, supra, p. 17
[49] Vid, supra, p. 20
[50] De Lubac, H., op.cit. p. 41.
[51] Idem.
[52] Idem.
[53] Ibidem, p. 222.
[54] Ibidem, p. 223.
[55] Ibidem, p. 230.
[56] Ibidem, p. 232.
[57] F. Dostoievski, op.cit., p. 540.
[58] Ibidem, p. 685.
[59] De Lubac, H., op.cit., p. 232.
[60] Ibidem, p. 233.
[61] Ibidem, p. 239.
[62] F. Dostoievski, op.cit., p. 655.
[63] Drama humanismo ateo, p.
241.
[64] Ibidem, p. 245.
[65] Dostoievski, F, op.cit., p. 701.
[66] De Lubac, H. op.cit., p. 272.
[67] Dostoievski, F, op.cit., p.
701.
[68] Idem.
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