Un segundo más...


Cuento:

Un segundo más…
Pasaron algunas semanas sin que consiguiera verla. El recuerdo de su vivo rostro a escasos centímetros del mío era todo para mí, mi plan, sueño, mi alegría, y mi valor. Apenas dormía y comía por planear cómo verla de nuevo. Todas las noches contemplaba la luna, como si ésta fuera capaz de llevarme con mi amada; pero aquélla sólo permanecía radiante allá en la lejanía del universo.            Siempre que salía del colegio y tomaba mi ruta a casa, me ilusionaba con verla corriendo pasar por la acera despistada pero llena de alegría. Los días pasaban como horas, y ese momento lo veía cada vez más remoto; inverosímil. Permanecía grabado en mi mente como si fuera lo único nítido dentro de mí, como una meta imposible de realizar.
            Los sentimientos de vacío, opresión y nostalgia comenzaron a embargarme paulatinamente, y de pronto, el deseo de verla creció en mi interior más fuerte que nunca. No sabía si comenzaba a enloquecer o sólo era pura obsesión, ¿que no ambas alteraciones formaban parte del proceso de amar a alguien? En la tarde me dispuse a visitarla a su casa, pero el sólo pensarlo me paralizó instantáneamente como si fuera un hechizo.
            Al estar parado afuera de la puerta de su casa, mi mente evocó el último momento a su lado, y fue cuando mi espíritu se sintió más humano y poderoso. De pronto, el miedo y la incertidumbre recorrieron cada una de mis articulaciones impidiéndome mover un solo músculo. ¿Tanto para nada? Mi mano estaba a centímetros de la estrecha puerta de madera.
            Cuando estuve a punto de tocar, escuché pasos dirigiéndose a la entrada y al instante actué por instinto; me escondí lo mejor que pude detrás de un arbusto en el jardín de al lado. La inmensa puerta se abrió y salió una hermosa mujer de cabellos oscuros que, además volteaba a ambas esquinas, pues pareció ser que intuyó mi presencia, aunque no logró advertirla del todo.
            Después de unos momentos, se marchó y pude volver sigilosamente a la entrada, pero volví a percibir movimiento continuo y decidí regresar a mi hogar. Al día siguiente, mientras el profesor Oscar impartía la clase de literatura muy temprano, mi mente divagaba en torno a mi plan fallido de ver a mi amada una vez más.
            Decirle cuánto la amaba era lo único que me importaba, pero había factores más allá de mi voluntad. Las clases pasaron inadvertidas para mi atención, y en los recesos procuré disimular mi angustia e intenciones. Evoqué nuevamente ese último momento donde me decía que tenía que irse, que no me preocupara, que siempre me tendría en su corazón y mente.
            Ese día, a media tarde, pensé en hacerle una carta y dejarla debajo de su alfombra, pero después lo cavilé como un acto estúpido y cobarde. Así pues, frente a mi espejo, comencé a ensayar, automática e inadvertidamente, poses de presentación que me dieran la seguridad necesaria para entregarle mi amor. Sentirme pleno, feliz a su lado…la noche llegó y la merienda familiar también.            Al día siguiente estaba preparado para encontrarla donde quiera que estuviera. Busqué por doquier con evidente premura, deseando con todas mis fuerzas poder encontrarla. Volteé a la esquina del jardín principal…y la vi. Mi corazón clamaba, daba saltos, se sentía poderoso y débil al mismo tiempo, el miedo y el valor saturaban mi espíritu de múltiples y chocantes ideas…
            Corrí hacia ella sin pensarlo, y le grité imprudentemente.
--- ¡Te amo!, ¡te amo con todo mi ser!
            El silencio se apoderó de varios grupos a la redonda, y todos me miraron. Como no contaba con eso, más que pena sentí escalofríos, pues no sabía qué hacer o qué pasaría después. Sin embargo, ella me miró fijamente sin despegar la mirada, era un don suyo, la firmeza en su mirada. Al principio no dijo nada, pero su mirada decía más, mucho más. La sentí perforarme con escepticismo y confusión, y no supe si sentirme reprendido por lo que acababa de hacer o halagado.
            Ella se fue acercando y el hecho de que lo hiciera después de un rato, me atemorizó. Todo el patio estaba envuelto en un silencio que no dejaba de carcomer por dentro. No fui capaz de gritar, moverme o pensar otra cosa más que la duda de qué haría ella mientras se me acercaba.
            Algunos de las esquina comenzaron a susurrar posibles consecuencias o a cuchichear sobre mí. Ella estaba a metro y medio y fue cuando el miedo me mató, me acorraló sin piedad. A centímetros de mí lo suficientemente clara, calmada y nítida, me susurró con una expresión que no pude descifrar.
--- A veces, el mayor sacrificio es renunciar a aquellos que más amamos…
                                                                       FIN

3 comentarios:

  1. Deberías seguir escribiendo cuentos.

    Escribe un cuento sobre los tacos al pastor en una Taquería de la Iztapalapa, ponle de titulo la fiesta de los Tacos (parecido a la fiesta de las salchichas)

    Firma Tacos al Pastor

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  2. Breve pero muy bonito. Recuerda esa sensación del primer amor, el amor de secundaria. Por cierto el comentario de arriba muy ... en fin. Me gustó este mini cuento.

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  3. ¡Me encanta!, estuvo muy hermoso y pudiste transmitir los sentimientos a la perfección

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