Control Z






Un muy entretenido juego del gato y el ratón.









Por EdSQ



Cambiaré la jugada en la plática sobre estas propuestas televisivas; en esta ocasión quiero dar razones para invertir tiempo en un “thriller” juvenil que (sí) conjuga la “fórmula” del gato y el ratón, el factor “crimen”, al tiempo que “polariza” las capas de sociedad y niveles psicológicos para terminar armando un rompecabezas nuevo, orgánico y, sobre todo, íntimo. Claro, no deja de lado sus imperfecciones y no escapa a algunos clichés, pero si vale por muchos motivos, es porque su principal carta fuerte es el carisma de su protagonista



La primera razón, obedeciendo a mi propio esquema argumentativo, es que la serie comienza por darme información dosificada, clara y precisa sobre cuáles son la atmósfera y el contexto social de la historia. Arranca cuando, en medio de una perorata estudiantil sobre el uso excesivo de la tecnología —muy de la mano con muchas historias distópicas actuales que recurren a elementos similares—, un misterioso personaje anónimo anuncia que todo el alumnado vive en la mentira por esconder secretos impresionantes; cuando sale a la luz el primer secreto, perteneciente a Isabela (Zion Moreno), surge el caos. Para entonces yo como espectador ya tengo una idea «matizada» de los “grupos” que conforman al colegio, resaltando al personaje de Sofia (Ana Valeria Becerril) como una precoz adolescente que prefiere el fascinante, poderoso, profundo y deslumbrante mundo de las letras al vanidoso, vacuo e insignificante mundo del cotilleo y la subversión social. Al delinear los perfiles psicológicos de los personajes más… “principales”, la historia comienza. ¿El resto? Es paja contextual y relleno que sirve para encauzar los conflictos sucesivos. 



La segunda razón es que, una vez sembrado el caos, el “crimen” inicia y tanto por decisión propia como por petición de un compañero de clase, Raúl (Yankel Stevan), Sofía acepta resolver el misterio, buscando “salvar el día”. Es cuando «juego del gato y el ratón» empieza, dando rienda suelta a una carrera contra reloj en la que todos parecen sospechosos y “tienen” motivos (o al menos lo aparentan) de ser el “villano” de la serie. Y el “epílogo” de cada capítulo atrapa, revelando pistas ciertas o falaces que acercan o alejan de la verdad. De pronto, los buenos parecen malos, los malos parecen víctimas y los neutrales parecen odiosos. De este modo, las piezas quedan revueltas, desarrollando muy bien a los personajes, especialmente Sofía, cuyo pasado le añade capas de dolor que combinan perfectamente con su comportamiento errático y, a ratos, taciturno. 



La tercera razón para ver esta serie es que incluye lo que llamaría “inversión” de personajes; un momento extensivo en el que las apariencias son la carta diaria y el disfraz perfecto para desarrollar motivos secundarios, creando facetas superficiales inesperadas (ejemplo de ello cuando la secretaria le demuestra a Sofía que puede compartir su capacidad deductiva); de la mano con esto está el conflicto secundario de Natalia (Macarena García) buscando recuperar su reputación escolar al tiempo que, como Sofía, lidia con las desavenencias de un alumnado en su contra por perder la credibilidad, la confianza en los demás

Y la polarización continúa: está también Pablo (Andrés Baida), aunque siendo honesto, es el personaje más irrelevante en la historia; no tiene profundidad por sí; pero sirve para dos cuestiones: como meta-referencia cotidiana del alumnado y para construir una subtrama de desamor, perfidia y estallo emocional en otro de los conflictos más centrales de la historia: la ocultación sobre la identidad de Isabela. Cuando la verdad sobre su personaje es descubierta, casi todo cambia y las piezas se reacomodan, alterando el espacio y conduciendo a un estado "catártico" en el que todos deben sanar. ¿Cómo? Depende de cada quien. 



Peleados unos con otras, soltando veneno, odio, rencor aquí y allá, con un director de colegio que se siente sobrepasado ante la aparente ubicuidad habilidosa de un ciber que no parará hasta transformar al colegio, Control Z se convierte en un torbellino emocional muy interesante, estereotípico, pero lleno de crítica social al mostrar verdaderamente lo que ocurre en un salón de clases, en el pasillo antes del baño o bien en las fiestas (cof, Proyecto X, cof…). 


Es un retrato de ocho episodios muy crudo, lleno de misterio, humor, sátira, realismo… y con la ligera sensación de que algunos montajes parecen más americanos que mexicanos, pero bueno. Es una recreación íntima, humana que, no obstante —y como aclaré al inicio—, no escapa a los clichés (las inflexiones fresas de voz, los sarcasmos, el futbolista bruto novio de la chica alta, el chico nuevo y seguro, el acoso escolar grotesco, el niño rico farol, etc.)

 Pese a todo esto (que no es forzosamente algo negativo, pero sin duda no aporta, recicla) la serie vale la pena porque, mientras recrea honestamente las vicisitudes escolares en un colegio también cosecha brillantemente ese deseo en Sofía de hallar al culpable, porque por más “inútiles” que considere a sus compañeros, ellos siguen siendo seres humanos caracterizados por tomar las decisiones equivocadas. Y ahí va otro aspecto importante de Control Z: enuncia la “satanización” constante del colegio; lo plantea como un lugar "selvático", donde los astutos sobreviven y las víctimas no tienen ninguna oportunidad.

 Y ese mensaje de fondo es valioso, porque revela la humanidad en el error individual, con todo y los “aturullantes” giros de tuerca que no devuelven el aliento (la pelea de Luis con Gerardo, catalizador secundario). Entre otros momentos igualmente chocantes. Por estas razones, Control Z es una propuesta valiosa para disfrutar. 


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