Más enrevesada que la temporada pasada, The Sinner se compone de muchas líneas argumentales que buscan sorprender.
5.9
Tipo de artículo:
Crítica.
No tiene mucho que la premisa de una mujer, madre y esposa, repentinamente asesinó a un joven en una playa, convirtiéndose en la noticia de la semana, un fenómeno monstruoso a los ojos de sus co-habitantes. Pero entonces apareció Harry Ambrose (Bill Pullman), un detective que se sintió atraído por el misterio que rodeaba todo el caso. Eso fue El Pecador, la serie en la que volví a ver Pullman pararse ante las cámaras y en la que su intervención resultó ser determinante para dirimir el asunto. La premisa rápidamente captó mi atención. ¿Cómo era posible que una mujer, aparentemente saludable, sin ningún rasgo psicótico, fuera capaz de asesinar? ¿Qué había detrás? ¿Acaso ella vio un acto delictivo disfrazado en un simple jugueteo sexual? ¿O es que conocía al presunto muchacho?
Así, el capítulo me absorbió y sumió en el misterio alrededor del asesinato. Tannetti (Jessica Biel) se mantuvo en una postura neutral: no negó el hecho pero tampoco arrojó mucha información sobre el tema. Decidido a encontrar la verdad del caso, el detective Harry Ambrose luchó para llegar al fondo del asunto. Así, cada capítulo me daba un pedazo de información que podía ser tan falso como verdadero; por separado, deban cuenta, mediante flashbacks, de la inestabilidad que caracterizó a la familia de Cora; con una hermana enferma, deseosa de conocer el mundo y una madre intransigente, religiosa y abominable, para, al final, encontrar el preciado tesoro psicológico: Cora perdió a su hermana menor una noche en una fiesta.
Sucedió cuando ambas salían de casa camino a una fiesta que, eventualmente, terminaría en encuentro sexual. Todo comienza bien y termina mal. Su hermana menor pierde la vida a manos del sujeto que Cora apuñaló en la playa. Así, Ambrose consigue reducir su pena, resolviendo el caso y forzando a que el tribunal la mande una institución psiquiátrica. Pasan algunos meses y el detective Ambrose es llamado para resolver otro caso de aparente complejidad: un niño de 12 años ha matado a sus papás. ¿Por qué? ¿Qué razón tendría? ¿Es que las apariencias engañan, como dice el dicho? Y cuando el episodio primero de la segunda temporada termina, aparece una mujer que afirma ser la mamá del chico.
Así, el capítulo me absorbió y sumió en el misterio alrededor del asesinato. Tannetti (Jessica Biel) se mantuvo en una postura neutral: no negó el hecho pero tampoco arrojó mucha información sobre el tema. Decidido a encontrar la verdad del caso, el detective Harry Ambrose luchó para llegar al fondo del asunto. Así, cada capítulo me daba un pedazo de información que podía ser tan falso como verdadero; por separado, deban cuenta, mediante flashbacks, de la inestabilidad que caracterizó a la familia de Cora; con una hermana enferma, deseosa de conocer el mundo y una madre intransigente, religiosa y abominable, para, al final, encontrar el preciado tesoro psicológico: Cora perdió a su hermana menor una noche en una fiesta.
Sucedió cuando ambas salían de casa camino a una fiesta que, eventualmente, terminaría en encuentro sexual. Todo comienza bien y termina mal. Su hermana menor pierde la vida a manos del sujeto que Cora apuñaló en la playa. Así, Ambrose consigue reducir su pena, resolviendo el caso y forzando a que el tribunal la mande una institución psiquiátrica. Pasan algunos meses y el detective Ambrose es llamado para resolver otro caso de aparente complejidad: un niño de 12 años ha matado a sus papás. ¿Por qué? ¿Qué razón tendría? ¿Es que las apariencias engañan, como dice el dicho? Y cuando el episodio primero de la segunda temporada termina, aparece una mujer que afirma ser la mamá del chico.
Lo que aparentemente es un simple caso de homicidio se convierte, como en la temporada pasada, en un juego de detectives con tientes psicóticos, familiares, comunidades presuntamente religiosas y terapias que revelan deseos ocultos. Esto es The Sinner: season 2. La gran pregunta es: ¿repiten esquemas o estoy ante una trama novedosa y realmente oscura, como su fotografía? Tentativamente creo que no, que se trata de una propuesta con tantos giros que de repente la historia se vuelve intrincada con pretensiones de complejidad y, al final, termina siendo más simple que una oración.
Y es que la esencia de la temporada dos es la siguiente: Marin, Vera y Heather son tres mujeres que compartieron adolescencia, desarrollaron inclinaciones sociales, sexuales y religiosas definidas, pero cuyas desventuras fueron arriesgadas y orillaron a la primera, en pleno apogeo maternal, a huir en beneficio de su propia salud. Esto es lo que rinde el clímax, pero el tratamiento, el desarrollo de los capítulos me cuentan otra verdad: Marin tuvo un hijo con el líder de la comunidad del Mausoleo. Pero en dicha comunidad, proclive a una violencia inexplicable, están prohibidos los infantes, así que Vera y Marin deciden encargarse de él, pero la mamá se muestra física y psicológicamente incapaz de criarlo, dejando lentamente que Vera asuma la responsabilidad.
Mientras en el presente Heather (convertida en una policía) investiga los hechos al lado de Ambrose, rememora su propio pasado a medida que se adentra más y más en el caso, arriesgando su cordura y el bienestar de los que la rodean; sus sentimientos nublan su juicio. Por su parte, Ambrose tiene sus propios demonios y su nuevo arco dramático me permite ver cómo lidia con ellos, ubicándose en la fina y delgada línea entre el masoquismo y la cordura, mientras lucha por el bienestar del niño, con oscuridad y honestidad. Es, de lejos, el personaje más atractivo del elenco, más desarrollado que en la temporada pasada. Porque es un detective con matices, con una pasado turbulento que, no obstante, trata de infundir justicia allá donde lo llaman.
Aunque la temporada escupe someras reflexiones sobre la crianza y la naturaleza, la premisa que le encuentro más de fondo es: las intenciones son circunstanciales. Julian Walker (Elisha Henig) constantemente debate su propia moralidad en un entorno donde los adultos deciden más y para su propio beneficio. Y sin descontar su asombrosa capacidad para discernir, Julian se ve envuelto en un dilema del que, siendo menor de edad, sería fácil zafarse, pero él demuestra una lucidez tremenda a su corta edad y, rumbo al final, expone una madurez psicológica que no le compro del todo. No es un personaje que me haya ganado el afecto, le creo su miedo y su confusión, pero su mirada de "¿Qué hago aquí? ¡Mátenme!" me distrae de todo lo demás que él quiera transmitirme.
Esto deja el espacio en pantalla a su mamá biológica Marin Calhoun (interpretada dramáticamente por Hannah Gross), a quien naturalmente conozco más en su pasado que en su presente por su ausencia y de quien sé más, y con certeza, rumbo al final. Como escribí arriba, es una trama parecida al ping pong: se arrojan la bola de la culpabilidad y la verdad unos a otros, hasta que yo, como espectador, me harto y digo "pásenme a Ambrose, que es el único confiable". La historia tiene sus ratos interesantes, un elenco misterioso y llamativo, más apoyado por las exquisitas locaciones que por la historia en sí, que parece un chicle con poco sabor para su tamaño.
Mientras en el presente Heather (convertida en una policía) investiga los hechos al lado de Ambrose, rememora su propio pasado a medida que se adentra más y más en el caso, arriesgando su cordura y el bienestar de los que la rodean; sus sentimientos nublan su juicio. Por su parte, Ambrose tiene sus propios demonios y su nuevo arco dramático me permite ver cómo lidia con ellos, ubicándose en la fina y delgada línea entre el masoquismo y la cordura, mientras lucha por el bienestar del niño, con oscuridad y honestidad. Es, de lejos, el personaje más atractivo del elenco, más desarrollado que en la temporada pasada. Porque es un detective con matices, con una pasado turbulento que, no obstante, trata de infundir justicia allá donde lo llaman.
Aunque la temporada escupe someras reflexiones sobre la crianza y la naturaleza, la premisa que le encuentro más de fondo es: las intenciones son circunstanciales. Julian Walker (Elisha Henig) constantemente debate su propia moralidad en un entorno donde los adultos deciden más y para su propio beneficio. Y sin descontar su asombrosa capacidad para discernir, Julian se ve envuelto en un dilema del que, siendo menor de edad, sería fácil zafarse, pero él demuestra una lucidez tremenda a su corta edad y, rumbo al final, expone una madurez psicológica que no le compro del todo. No es un personaje que me haya ganado el afecto, le creo su miedo y su confusión, pero su mirada de "¿Qué hago aquí? ¡Mátenme!" me distrae de todo lo demás que él quiera transmitirme.
Esto deja el espacio en pantalla a su mamá biológica Marin Calhoun (interpretada dramáticamente por Hannah Gross), a quien naturalmente conozco más en su pasado que en su presente por su ausencia y de quien sé más, y con certeza, rumbo al final. Como escribí arriba, es una trama parecida al ping pong: se arrojan la bola de la culpabilidad y la verdad unos a otros, hasta que yo, como espectador, me harto y digo "pásenme a Ambrose, que es el único confiable". La historia tiene sus ratos interesantes, un elenco misterioso y llamativo, más apoyado por las exquisitas locaciones que por la historia en sí, que parece un chicle con poco sabor para su tamaño.
The Sinner: season 2 me ofrece un discurso que gira alrededor del concepto de la culpa, que religioso o no, es al final, por la construcción del guion, el elemento común y predominante en todos los personajes: culpa por las adiciones y una muerte incidental; culpa por el abandono; culpa por la apropiación involuntaria; culpa por procrear más por instinto que por sentimiento genuino; culpa económica o culpa moral. A cada personaje de la temporada fácilmente puedo ubicarlo en cualquiera de las categorías, pero a estas alturas asumo que el verdadero espectáculo en The Sinner radica en el misterio en sí mismo. Me parece más atractivo el crimen de la mujer que apuñala que el del chico que prepara un té mortal.
Porque, a diferencia de la premisa pasada (una culpa enterrada), aquí las fichas del tablero giran en torno a un miedo infundado: un secuestro producto de la incomunicación. Y esto, con la pena, me parece poco llamativo.
Porque, a diferencia de la premisa pasada (una culpa enterrada), aquí las fichas del tablero giran en torno a un miedo infundado: un secuestro producto de la incomunicación. Y esto, con la pena, me parece poco llamativo.
Conclusión:
The Sinner: season 2 es una temporada que puede entretener por el misterio dosificado, agradar por su elenco, por las locaciones y los instantes (numerosos) donde los personajes dejan el alimento a favor de ir a trabajar. El villano de la historia es averiguar por qué un niño mata a sus papás, pero conforme avanza, la trama cambia totalmente; los giros son tantos, que el interés mismo ya casi no es por qué los mató, sino...quiénes son los asesinados. Los giros son enrevesados, así que, todo se pierde pasado el capítulo 6. Para terminar, hay mejores opciones en Netflix.
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